La organización pública de los Reyes Católicos: el papel de la colegialidad en el proceso de construcción del Estado moderno

AutorJulián Valero Torrijos
Páginas57-93

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1. Planteamientos e insuficiencias del Proyecto Organizativo de los Reyes Católicos

El reinado de los Reyes Católicos está marcado por las importantes transformaciones institucionales que tienen lugar en el tránsito hacia la Edad Moderna. Constituye una época decisiva en la formación de nuestro Estado moderno no sólo por la trascendencia de los acontecimientos que entonces se produjeron sino, ante todo, por la nueva estructura organizativa en la que se sustentaría el proyecto político que diseñaron. Sin embargo, a pesar de que debe reconocerse a los Reyes Católicos su protagonismo en la transformación de un aparato organizativo anquilosado en las necesidades de épocas anteriores, no por ello puede afirmarse que las medidas adoptadas en este campo tuvieran como fin primor-dial la ruptura con el pasado, ya que la Administración castellana experimentó a lo largo del siglo XV un proceso evolutivo y transformador que culminó en las últimas décadas1, concretándose la labor de los Reyes Católicos «más que en innovaciones radicales, en el fortalecimiento y desarrollo del aparato de gobierno que se había ido gestando durante la Baja Edad Media, al compás de los nuevos tiempos que a la sazón se inauguraron»2.

En consecuencia, su mayor logro consistió en profundizar en las virtualidades de los materiales heredados de épocas anteriores, a los que no dudaron en aplicar las altas miras de su visión organizativa ante la trascendental mutación

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de formas políticas suficientes a otras de expansión territorial3que en aquella época comenzaba a producirse, sin que por ello renunciaran a la creación de nuevas estructuras más acordes con la nueva realidad a la que debían enfrentarse, adquiriendo una mayor complejidad la maquinaria administrativa como consecuencia de las nacientes necesidades -territoriales y funcionales- que debían ser satisfechas por el poder público.

El decidido impulso que los Reyes Católicos aplicaron al fortalecimiento e institucionalización de la organización estatal no constituye el resultado natural de la evolución sufrida por estructuras organizativas propias del medievo. Antes bien, las decisivas novedades que se alumbran durante su reinado vienen deter-minadas por las peculiares circunstancias en que hubo de desenvolverse, tanto por lo que se refiere a las singulares características de la unión personal de las Coronas de Castilla y Aragón como a los relevantes acontecimientos históricos que se suceden en esta época que determinarían la posterior evolución de las estructuras de la organización pública4.

La unión personal de ambos Monarcas5-reforzada en Castilla por la victoria de la Reina Isabel en la contienda bélica inmediatamente anterior a su subida al trono- permitió sentar las bases para la posterior convergencia de los Reinos hispánicos peninsulares en una dirección unitaria, perspectiva que años después se desprenderá de sus vestigios personalistas para adoptar perfiles más institucionalizados con la subida al trono de su nieto Carlos V. No obstante, esta

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aproximación en el gobierno de ambas Coronas no condujo a una inmediata uniformidad bajo un único patrón de organización pública, perdurando gran parte de las singularidades propias de cada Reino durante varios siglos como tendremos ocasión de comprobar en el próximo capítulo: las Cortes seguirán caminos distintos en Castilla y los Reinos de la Corona de Aragón por lo que se refiere a su vitalidad y poderío institucional; los Consejos de Castilla y Aragón constituirán vías separadas para la tramitación de los respectivos asuntos, sin que se prevea un órgano específico de planta similar cuyo ámbito competencial abarque al conjunto de los territorios integrados bajo el poder de unos mismos Monarcas hasta la creación del Consejo de Estado por Carlos V; la generalización del Corregidor en la Corona de Castilla no encontrará una medida equivalente en los Reinos de la Corona de Aragón donde, como analizaremos en su momento, la diversidad y particularidad caracterizarán las figuras representativas del Monarca en los niveles territoriales intermedios; de manera especial, en el ámbito local la incidencia del poder real se manifestará a través de mecanismos de control diversos que, en última instancia, nos permitirán afirmar la menor relevancia institucional de los municipios castellanos.

Asimismo, al inicial acercamiento entre Castilla y Aragón, fruto de una inteligente e interesada política de alianzas matrimoniales, se sumaron la conquista de Granada en 1492 y la anexión del Reino de Navarra en 1512, con lo que se ultimaba el sueño de articular bajo una misma dirección política la práctica totalidad del territorio peninsular. El descubrimiento de las tierras americanas, y su posterior colonización, contribuyó a aumentar la complejidad organizativa de una realidad ya de por sí enormemente fraccionada y diversa en la que cada una de sus partes integrantes protegía celosamente las instituciones que perfilaban su singular idiosincrasia. Los Reyes Católicos y sus sucesores más inmediatos fueron conscientes de la importancia de respetar el marco institucional propio de cada Reino en sus principales elementos para garantizar la unidad pacífica de todos ellos, lo que no supuso renunciar a una cierta homogeneización de las estructuras organizativas como presupuesto de una administración racional y, sobre todo, como exigencia de la superioridad del poder real. Como consecuencia de este proceso de ampliación territorial y, en concreto, debido a las continuas ausencias del Rey Católico de los territorios de la Corona de Aragón al fijar su residencia habitual en Castilla asistiremos a destacadas transformaciones institucionales para mitigar los efectos que conlleva la lejanía del Monarca, necesidad que justifica la definitiva creación de un órgano cortesano como el Consejo de Aragón en 1494 o el desplazamiento del Gobernador General a causa de la implantación de Virreyes en cada uno de los Reinos aragoneses.

Ahora bien, aun reconociendo con carácter general esta prudente actitud, no puede negarse que con los Reyes Católicos se producen importantes avances en el fortalecimiento y consolidación del poder real, proceso en el que los letrados alcanzarían una notoria relevancia al ocupar la mayor parte de los oficios públicos, especialmente por lo que se refiere a la administración de justicia, consolidando una tendencia que ya se encontraba presente a lo largo de la Baja Edad

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Media6. En este sentido, a pesar de las insuficiencias prácticas que esta orientación planteaba, los Reyes encontraron en la profesionalización de los oficios públicos un eficaz instrumento para apuntalar su primacía y asegurar la eficacia de sus decisiones frente a las presiones e influencias nobiliarias y de las ciudades: los intereses del poder real y la presencia de los letrados en la organización pública marcharon juntos debido a su moral profesional y a su peculiar manera de entender los negocios públicos, de ahí que sirvieran preferentemente a los planteamientos de la Monarquía absoluta7. Esta identificación mayoritaria de los oficiales públicos con los letrados tendrá importantes consecuencias para la organización estatal por cuanto la tendencia a afrontar la resolución de los asuntos públicos con una mentalidad predominantemente judicial habría de constituir un obstáculo añadido a la hora de diferenciar las funciones estrictamente gubernativas de las judiciales8, separación que asimismo se dificultaba debido a la concepción medieval todavía presente en esta época que otorgaba a la administración de justicia el papel protagonista en la actividad estatal y a la utilización que de ella hicieron los Reyes Católicos para garantizar la supremacía del poder real. No es de extrañar por tanto que, conforme se fuera complicando la actividad pública, se hiciera patente la exigencia de una preparación más completa en los servidores públicos y, en concreto, la previa experiencia en el desempeño de las funciones públicas como requisito para ocupar los puestos de mayor importancia. En definitiva, como J.A. MARAVALL...

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