Una recensión tardía del libro de Susan Sontag 'La enfermedad y sus metáforas

AutorAída Kemelmajer de Carlucci
CargoMagistrada de la Corte Suprema de Mendoza, Catedrática de Derecho Civil de la Universidad de Cuyo.
Páginas47-54

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1. Palabras preliminares de justificación

El 29/12/2004, día posterior al de la muerte de la escritora norteamericana Susan Sontag, el diario San Francisco Chronicle publicó una nota necrológica preparada por su crítico de arte, Kenneth Baker, bajo el título "Indomitable critic silenced by cáncer". Creo que el título resultó erróneo, porque Susan Sontag no fue silenciada ni siquiera por su muerte; si Internet muestra los temas que interesan a las distintas generaciones de todos los países, qué es lo que leen y qué escuchan, basta ingresar a cualquiera de las innumerables páginas dedicadas a la divulgación de sus ideas para comprobar la fuerza actual de la voz de quien, aunque nació en New York en 1933 fue, en realidad, ciudadana del mundo.

Otros artículos periodísticos estuvieron más cerca de la realidad actual. Así, el mismo día y en nuestro país, en el diario La Nación on line, Luisa Valenzuela reflexionó: "Cuesta aceptar que se ha apagado una de las mentes más brillantes de las últimas generaciones. Sólo cabe aferrarse a un consuelo que viene de 1986, cuando murió Borges. Entonces llamé a María Kodama a Ginebra y del alma me salió una pregunta: ¿cómo podrá ser el mundo sin Borges María supo responder a tamaño desatino y afirmó que el mundo nunca estaría sin Borges. Lo mismo pienso ahora de Susan Sontag". Más tarde, el 6/5/2007, Daniel Link escribió en Perfil.com: "Los restos de Sontag descansan (¿podía ser de otro modo ) en el cementerio parisino de Montparnasse, pero su pensamiento vivo habita nuestras bibliotecas, va y viene en nuestra imaginación y en nuestra conciencia".

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Esta permanencia justifica que -a modo de pequeño homenaje a una persona inteligente, de una cultura excepcional, que amó y honró la vida luchando contra la discriminación1- redacte hoy una recensión, seguramente tardía, de su libro "La enfermedad y sus metáforas"2, que ella misma pensó como su "legado póstumo a la humanidad", que la Asociación Literaria Nacional de Mujeres de los EEUU consideró "uno de los libros escritos por mujeres cuyas palabras han cambiado el mundo"3, que Eloy Martínez calificó de "uno de sus grandes ensayos"4y que, más allá de sus detractores, es un verdadero alegato a favor de la dignidad del ser humano, estructurado sobre dos pilares: la crítica al paternalismo médico y la resistencia a la ignorancia.

2. Breves palabras para situar el libro en la vida de la autora

Este pequeño libro proviene de una conferencia y fue escrito en 1977; originariamente se divulgó en la revista The New York Review of Books, a través de varias entregas; luego se editó en un volumen con nueve capítulos.

Diez años más tarde, la autora escribió El

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sida y sus metáforas, una especie de complemento del primero, que está fuera de mi reseña, salvo en aquellos datos que sirven para comprenderlo mejor.

Cuando "Illness as metaphor" se publicó, Sontag ya había superado un avanzado cáncer de mama declarado en 1975, cuando tenía 42 años; aún le esperaba un sarcoma uterino declarado en los años noventa, para finalmente sucumbir a los 71 años, ante la leucemia originada en los tratamientos de rigor a los que fue sometida, después de haber recibido un trasplante de médula espinal. Entre el primero y el último cáncer pasaron casi cuarenta años. Nunca quiso morir: "No quiero calidad de vida", fue la respuesta indignada a la oferta que le hizo su médico de aminorar los síntomas a cambio de resignarse a la muerte.

3. Límites de la reseña Las enfermedades y las metáforas

Esta reseña no juzga el rigor de la obra desde una perspectiva médica; no ignoro que según algunos profesionales de la salud "para cualquier salubrista la obra carece de rigor científico y para un historiador resulta evidente la falta de documentación no literaria"5; tampoco se me escapa que, para otros, aún en la época de su aparición, el libro resultaba algo anacrónico, desde que "tanto la omnipresencia del cáncer, con la familiaridad que acarreaba, como las mejoras en su tratamiento habían privado a la enfermedad de la mayor parte de la aureola mitológica denostada por Sontag"6.

Hecha esta aclaración inicial, señalo que, en lo esencial, el libro aborda la manera en la que, a lo largo de la historia, distintas enfermedades han marcado al mundo, de modo tan profundo, que la interpretación de esas enfermedades ha sido usada para interpretar la sociedad misma. De ahí las metáforas.

La metáfora ha sido objeto de numerosos estudios7. El sociólogo Karl E. Weick ha dicho que las metáforas "no sólo son frases pegadizas diseñadas para encandilar un auditorio" sino herramientas que ayudan a los escritores a crear descripciones compactas de fenómenos complejos"; las metáforas son "mensajeros de significación" y "unidades de traducción" por lo que deben ser usadas con gran cautela, en tanto "el discurso cambiado por la metáfora reorganiza la realidad", toma vida propia, y "la realidad reorganizada" puede ser peligrosa.

Las metáforas son numerosas en la literatura médica, en la práctica médica, y en el concepto popular de las enfermedades. Así, por ej., hay metáforas que incorporan vocablos de la mecánica, como "faltarle un tornillo" o "faltarle una tuerca", o "le faltan pilas" términos usados informal-mente para describir la enfermedad mental.

Judy Segal, profesora de la universidad de British Columbia, afirma que el idioma metafórico influye hasta en la política sanitaria y señala tres metáforas principales: el cuerpo como una máquina, la medicina como guerra, y la peor de todas, la medicina como negocio.

Sontag señaló que la enfermedad adquiere significado mediante el uso de la metáfora, entendida no sólo como una figura retórica, sino también, y sobre todo, como un mecanismo mediante el cual comprendemos el mundo. La primera frase de su obra "El sida y sus metáforas" explica el uso de ese vocablo en su primera obra y dice:

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"Con metáfora quería decir entonces nada más ni nada menos que la más antigua y sucinta definición que conozco, la de Aristóteles, en Poética 1457 b: La metáfora consiste en dar a una cosa el nombre de otra. Decir que una cosa es, o que es como algo que no es, constituye una opera-ción mental tan vieja como la filosofía y la poesía, el caldo de cultivo de la mayor parte del entendimiento, inclusive, el entendimiento científico y la expresividad......" "Desde luego, no es posible pensar sin metáforas. Pero eso no significa que no existan metáforas de las que mejor es abstenerse o tratar de apartarse. Como también, claro está, todo pensamiento es interpretación. Lo que no quiere decir que a veces no sea correcto estar en contra de la interpretación"8.

Por mi parte, no me he propuesto hacer un ensayo, ni tan siquiera una breve nota, sobre las enfermedades y las metáforas literarias. Obviamente, no tengo formación suficiente para esa tarea que ya ha sido cumplida por personas que pertenecen a otras áreas del saber.

Se lee en una erudita página de Internet originada en México: "La enfermedad ha sido una de las metáforas más recurrentes a lo largo de la historia de la literatura occidental. Aparece como una señal de poder divino o providencia, como un castigo sobrenatural o una posesión demoníaca (tanto en los textos bíblicos como en la Ilíada y la Odisea); como la prueba de la fibra moral del individuo y la sociedad (La peste de Camus, 1947); como una metáfora común para la decadencia moral o social (Fantasmas de Ibsen, 1881); como una señal de imposibilidad del individuo para escapar de un destino; un catalizador para genios artísticos o intelectuales y una señal de curiosidad o superioridad emocional, intelectual o moral (La cabaña del tío Tom de Beecher Stowe, 1852 y Largo viaje hacia la noche de O’Neill, 1956); como medio de redención para los caídos o los marginados (La dama de las Camelias de Dumas, 1848); como un medio de realzar la conciencia de la muerte, evocando cuestiones de moralidad y complejidad de la vida (Los muertos de Joyce, 1914); y como un extraño, una fuerza incomprensible que penetra la vida humana y la destruye (Pabellón de cáncer de Solzhenitsyn,1968)9.

Con visión más particularizada, una inteligente nota de Claire Latxague, profesora de la Universidad de Lyon10muestra el lenguaje metafórico de Mafalda y de los otros personajes del mundo creado por Quino; así por ej., Mafalda, deprimida en un sofá tras haber...

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