Opiniones y actitudes del consumidor Español

AutorNelson Castro Gil/Fernando Montero Bobillo
Páginas101-117

    Este artículo es el resultado de una encuesta de ámbito nacional del Instituto Nacional del Consumo. La población de la muestra han sido individuos de dieciocho años en adelante. El tamaño de muestra fue de dos mil quinientas entrevistas distribuidas proporcionalmente en las Comunidades Autónomas. El nivel de confianza de la muestra es del 95,5% con un error muestral de ± 2. El trabajo de campo se realizó durante los días del 30 de enero al 6 de febrero de 1991.


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1. Introducción

La sociedad española ha experimentado una fuerte transformación en estos últimos años que ha generado un sustancial cambio en los hábitos, comportamientos, usos y costumbres y en el sistema de valores que han afectado a muchos aspectos de la vida cotidiana, entre los que cabe mencionar las pautas del consumo. Los cambios de actitud y de comportamiento de los consumidores españoles en relación con esta «nueva» cultura consumista se han producido por las alteraciones habidas en determinados factores, sean éstos endógenos o exógenos a los consumidores. Entre los factores endógenos hay que destacar, aunque aquí simplemente se enumeren los más significativos: el nivel de renta disponible, que condiciona la estructura del gasto familiar, así como su capacidad de endeudamiento; el nivel de estudios realizados y ocupación laboral, y los valores sociales y estilos de vida dominantes. Por otra parte, entre los factores exógenos al consumidor hay que destacar: el dinamismo de la estructura productiva en cuanto al número de bienes y servicios ofertados; los cambios en la dotación y distribución comercial existente en el lugar en el que el sujeto habita; la publicidad como factor configurador del comportamiento y potenciador de determinados estilos de vida y de moda; la ubicación geográfica de los individuos, y determinados elementos de la política económica, como la inflación, incrementos salariales, presión fiscal, política crediticia. Todas las circunstancias anteriormente mencionadas dan lugar a un perfil del consumidor como sujeto dinámico, que se manifiesta al analizar la estructura del gasto de las economías domésticas. Lo más significativo del cuadro 1 es lo referido a que en la sociedad española se está produciendo una mayor diversificación del gasto de las familias y, por otra parte, los gastos destinados a alimentación, bebida y tabaco van perdiendo peso en los hogares españoles. En 1958 el gasto en ese capítulo suponía el 55,3 por 100 de los ingresos de las familias, en 1964 el 48,6 por 100, en 1973 el 38 por 100, mientras que en la actualidad su peso no llega al 30 por 100.

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Se puede concluir diciendo que ese cambio de mentalidad y práctica en relación con el gasto conlleva que el consumidor español detrae rentas de aquellos capítulos que cubrían las necesidades primarias (alimentación básicamente) para destinarlas a una mejora de su bienestar material y, por otra parte, se produce una homogeneización de la estructura del gasto y de las prioridades del mismo al modelo de consumo que impera en los países de nuestro entorno.

Por último, y como marco genérico del cambio que afecta al consumidor, hay que destacar el relativo al marco jurídico para su protección. El artículo 51 de la Constitución española consagra la protección de los consumidores como un derecho fundamental. Este reconocimiento obliga a los poderes públicos básicamente a garantizar: «la defensa de los consumidores y usuarios, protegiéndoles, mediante procedimientos eficaces la seguridad, la salud y los legítimos intereses de los mismos» y promover «la información y la educación de los consumidores y usuarios, fomentar sus organizaciones y oír a éstos en las cuestiones que puedan afectar a aquéllos».

2. Los hábitos de compra de los españoles
2.1. El acto de la compra para alimentos y bebidas

Realizar la compra de la alimentación y la bebida personalmente y/o cotidianamente, o bien beneficiarse de la posibilidad de que otros miembros de la familia o individuos lo hagan, es una de las conductas que nos permiten comprobar quién o quiénes son los protagonistas reales del acto de la compra en las distintas estructuras comerciales existentes.

Así, hay que comenzar señalando que sólo un 14 por 100 de los individuos encuestados no realizan jamás la compra de los productos de primera necesidad o de subsistencia: la alimentación. Para el conjunto restantePage 103 (86%), predominan quienes la efectúan «siempre» (37%), sobre los que compran «alguna vez» (20%), «raramente» (17%) o «casi siempre» (12%). (Cuadro 2.)

Estos hábitos o conductas, si se analizan desagregadas las distintas variables sociológicas -sexo, edad y ocupación-, lógicamente ofrecen posturas diversas.

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Ello está obligando a los productores y distribuidores a tener en cuenta los valores, los gustos y la toma de decisión de nuevos compradores (hombres y niños) a la hora de producir y presentar sus productos. Hay que dejar constancia de que los varones que llevan a cabo dicha labor la realizan preferentemente en determinadas superficies comerciales que están más en consonancia con sus estilos de vida y la propia situación familiar. Respecto a la variable edad, los compradores habituales («siempre») se encuentran en los intervalos de edad o segmentos de 41 a 60 años, mientras que los menores de 25 años se encuentran en el otro extremo. Resta añadir que las personas ocupadas en «sus labores» son, como era de esperar, las que predominantemente realizan estas compras «siempre» (74%). Los que «nunca» la hacen son: los jubilados (25%), los estudiantes (25%), los que trabajan (17%) y, por último, los parados (14%). En cuanto al estado civil, los datos más desta-cables son los pertenecientes a los divorciados y separados, que son los que con más asiduidad compran. Les siguen los viudos y los casados.

2.2. La adquisición de ropa y calzado

Si anteriormente se analizaba quiénes realizaban personalmente la compra de alimentos y bebidas, ahora los...

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