El trabajo temporal y la segmentación

AutorVirginia Hernanz Martín
Páginas232-235

CES, Colección Estudios Madrid, 2003, 201 páginas.

A diferencia de los estudios que consideran que la segmentación del mercado de trabajo es consecuencia de las reformas legislativas que favorecieron el uso de los contratos temporales, el presente trabajo parte de la idea, ya avanzada en algunos trabajos anteriores, aunque nunca suficientemente elaborada, de que el uso de uno u otro tipo de contrato no es la causa de la segmentación sino su instrumento. En otras palabras, la idea de partida es que existe una segmentación anterior a los tipos de contrato, cuyo origen es económico y está relacionado con la incertidumbre y la estacionalidad de los mercados y que se traduce en la existencia de puestos de trabajo heterogéneos que son cubiertos con tipos de contratos diferentes.

En este trabajo se intenta analizar la relación existente entre los diferentes tipos de contratos y la heterogeneidad de los puestos y/o de trabajadores presentes en el mercado de trabajo español, así como estudiar las posibles consecuencias que la existencia de un trabajo segmentado podría haber tenido sobre las trayectorias laborales de los trabajadores y su remuneración salarial.

Comienza la autora presentando un sencillo modelo, enmarcado en el llamado enfoque de los mercados de trabajo segmentados (MTS), en el que se trata de recoger los rasgos básicos de la estructura dual del mercado de trabajo español y definir el origen de la asociación entre los «buenos» puestos con los contratos indefinidos y los «malos» puestos con los contratos temporales. En dicho modelo, la autora intenta reflejar el papel de la heterogeneidad de puestos (diferentes costes de rotación) en la decisión de las empresas sobre el tipo de contrato aplicable a cada puesto de trabajo. En esta decisión se toman como dados el contexto económico e institucional que determinan la probabilidad de despido y los costes legales consecuentes.

Las empresas demandan estabilidad en aquellos puestos de trabajo con mayores costes de rotación, es decir, con mayores incrementos de productividad asociados a la permanencia del trabajador en el puesto de trabajo. En este tipo de puestos los contratos indefinidos son un mecanismo de recompensa utilizado por las empresas para desincentivar la rotación de los trabajadores y con ello, limitar las pérdidas de productividad. En aquellos puestos donde los incrementos en la productividad, asociados con la permanencia del trabajador en el puesto son nulos o muy pequeños la empresa no estará interesada en fomentar la estabilidad de los trabajadores y serán ocupados, mayoritariamente, por contratos temporales.

La hipótesis, que más adelante se contrasta en el libro, es que los incrementos de productividad están estrechamente relacionados con la dotación de capital asociada al puesto de trabajo. Esta dotación de capital determina, en buena medida, los costes de búsqueda y aprendizaje, la necesidad de formación específica y permite, a su vez, las ganancias de productividad con el paso del tiempo.

A continuación, pasa la autora a estudiar la evolución de la contratación temporal en España, en el marco de los cambios legales y económicos que se han producido en el mercado de trabajo español en las dos últimas décadas, comenzando por la reforma del Estatuto de los Trabajadores en 1984 que supuso la generalización de la contratación temporal no causal sin afectar a las condiciones laborales de los trabajadores indefinidos presentes en el mercado de trabajo. Después de las restricciones al uso de la contratación temporal en 1992 se lleva a cabo la reforma de 1994, que incrementó las competencias de la negociación colectiva, aumentó las posibilidades de despido individual y, sobre todo, intentó recuperar el carácter causal de la contratación temporal eliminando, con carácter general, el contrato de fomento del empleo temporal. Sin embargo, según la autora, esta reforma tuvo unos efectos muy moderados.

El nuevo cambio de ciclo económico a partir de 1996 fue acompañado por un nuevo acuerdo en materia laboral (AIEE), que fue firmado por los agentes sociales y el Gobierno en 1997 y que se plasmó en varias reformas legales cuyo objetivo básico era el fomento de la estabilidad en el empleo. Desde entonces la creación de empleo ha sido muy notable, destacando especialmente el crecimiento del empleo indefinido, pero la tasa de temporalidad se ha reducido muy levemente. En este contexto, en 2001 fue aprobada una nueva reforma laboral que, en general, supone la continuidad de las medidas adoptadas a partir de la reforma de 1997.

Según la autora, este marco institucional, caracterizado por la flexibilidad en el margen, ha generado una distribución asimétrica de la temporalidad. Este tipo de contratos se ha concentrado en los jóvenes y las mujeres que se incorporan al mercado de trabajo y para los que la temporalidad es el método de acceso más frecuente. Además, la temporalidad decrece con el nivel de estudios y con el nivel de ocupación, se concentra en los sectores económicos con mayor estacionalidad y presenta una amplia variabilidad regional que no es explicada por la diferente estructura sectorial y ocupacional.

A continuación, la autora realiza un análisis empírico para el caso español de la demanda de trabajo temporal en el marco de la empresa, ya que es ahí donde se toman las decisiones de contratación. Para ello utiliza los datos de la Encuesta de Estrategias Empresariales (EESE) que ofrecen una información detallada sobre un conjunto de empresas del sector manufacturero durante el período 1990-1998.

En primer lugar, la autora llega a la conclusión de que el sector al que pertenece la empresa, su tamaño, antigüedad y la cualificación de su mano de obra, son variables relevantes a la hora de explicar las tasa de temporalidad de la empresa. Pero quizás el resultado más significativo es el de que la dotación de capital de la empresa parece mostrarse como una variable clave a la hora de explicar el porcentaje de temporales demandados por las empresas.

En la medida en que una empresa posea un proceso productivo más intensivo en capital, su demanda de trabajo se ve más dirigida hacia una demanda de trabajadores con contrato permanente. La necesidad de trabajadores con mayor formación específica y mayor experiencia en el puesto de trabajo que suele acompañar a aquellos procesos productivos intensivos en capital parecen estar detrás de esta relación.

Por otra parte, un breve estudio del comportamiento de las empresas no ofrece evidencia a favor de una destrucción de empleo indefinido y su sustitución por empleo temporal a lo largo del periodo analizado, 1990-1998. Se observa, dada la ausencia de costes de despido de los trabajadores temporales, un comportamiento procíclico de la tasa de temporalidad, caracterizado por una variación positiva de la tasa de temporalidad cuando la empresa está creando empleo. No obstante, durante los dos últimos años del período parece observarse que este crecimiento de la tasa de temporalidad tras la creación de empleo en una empresa se ha reducido. Este descenso podría estar reflejando los efectos de la reforma laboral de 1997 que tuvo como principal objetivo el fomento de la contratación indefinida.

Por último, la estimación de una función de producción translogarítmica de las empresas manufactureras españolas durante el periodo 1992-1998 ofrece evidencia favorable de una cierta relación de complementariedad entre el trabajo permanente y el temporal.

Así pues, en el comportamiento como demandantes de trabajo temporal e indefinido de las empresas manufactureras españolas durante la década de los noventa más que una sustitución de trabajadores con un tipo de contrato por otro, parece observarse una demanda conjunta de ambos tipos de trabajo relacionada, probablemente, con la heterogeneidad de las tareas dentro de la empresa y la asignación de estas tareas entre trabajadores con distinto tipo de contrato. En este reparto, el papel desempeñado por la dotación de capital de la empresa aparece como una de las claves a la hora de definir el proceso productivo de la empresa y determinar el grado de estabilidad deseado para el empleo.

En el siguiente capítulo del libro, dedicado a las transiciones temporales y temporalidad, la autora analiza la procedencia, el destino y la composición de las trayectorias de los asalariados temporales, utilizando los datos de la EPA (1987-2001). De los resultados obtenidos destaca que la transición al empleo temporal se realiza mayoritariamente desde situaciones de no empleo (paro e inactividad) y que este patrón parece haberse acentuado con el paso del tiempo.

Un estudio más detallado de la composición de las trayectorias permite distinguir dos grandes grupos de trabajadores asalariados: los que siempre son asalariados y los que alternan esta situación con otras de no empleo. Aquellos que siempre son observados como asalariados representan más de un 60 por ciento en el caso de los varones (50 por ciento siempre con contrato indefinido y 10 por ciento siempre con contrato temporal) y un 50 por ciento en el caso de las mujeres (40 por ciento siempre con contrato indefinido y 10 por ciento siempre con contrato temporal), mientras que los que alternan el empleo temporal y el no empleo representan un cuarto de la muestra en el caso de los varones y un tercio en el caso de las mujeres.

En cuanto al destino de los temporales se han realizado tres análisis, con los datos de la EPA enlazada, cuya información resulta complementaria. En primer lugar, se deduce que la mitad de los temporales permanecen como tales cinco trimestres después. En segundo lugar, no se observan variaciones en los últimos años analizados en lo que respecta a la probabilidad de acceder a un contrato indefinido a partir de un contrato temporal. Al analizar las transiciones desde una situación de no empleo se observa que el empleo temporal es la forma de acceso mayoritaria al mercado de trabajo sin que se observe, en general, un efecto positivo de ciertas características de los trabajadores sobre la probabilidad de acceder a un contrato indefinido aunque aumenta la probabilidad de efectuar la transición hacia el empleo, en este caso, temporal.

En cuanto al estudio de la probabilidad de acceder a un contrato indefinido desde un empleo temporal, sí se pueden identificar ciertas características del trabajador y del puesto de trabajo que incrementan la probabilidad de realizar esta transición. La edad, el nivel de estudios, trabajar en el sector privado y no hacerlo en ciertos sectores de servicios, ocupar puestos de alta cualificación y, especialmente, la antigüedad en el puesto de trabajo son variables que incrementan la probabilidad de que un trabajador temporal sea observado con un contrato indefinido en el trimestre siguiente.

Por último, el análisis de las cohortes, que se han construido a partir de las variables de sexo y año de nacimiento en los años 1990, 1995 y 2000 indica que el trabajo temporal no es una situación estable, desde el punto de vista generacional. Es decir, se puede concluir que los jóvenes no se ven necesariamente atrapados en la temporalidad, si bien cabe destacar que un 17 por ciento entre los varones y un 11 por ciento entre las mujeres siguen como temporales superados los 35 años.

El último capítulo del libro está dedicado al análisis de las diferencias salariales entre los trabajadores indefinidos y los temporales, llegándose a la conclusión de que existe un claro diferencial positivo a favor de los primeros y de que ese diferencial está estrechamente ligado a la diferente composición del empleo temporal e indefinido. Son las diferencias en las características individuales y del puesto de trabajo entre los individuos con contrato temporal e indefinido las que explican estas diferencias. La acumulación de los trabajadores en los «buenos» puestos de trabajo explica, por tanto, el diferencial salarial positivo mientras que las mismas características son también mejor remuneradas en los trabajadores temporales. Este resultado resulta bastante novedoso si se compara con los resultados obtenidos en trabajos anteriores que señalaban la presencia de un componente discriminatorio hacia los trabajadores temporales, una vez que se tenían en cuenta un serie de características personales y del puesto de trabajo. La descomposición de las diferencias salariales ha permitido señalar a las diferencias en las características como la fuente de las menores ganancias salariales de los trabajadores temporales sin que se pueda, por tanto, hablar en sentido estricto de discriminación hacia ese tipo de trabajadores. Este resultado es, además, coherente con lo que predice la teoría de las diferencias compensadoras en la medida en que la mayor inestabilidad de los trabajadores temporales en el puesto es compensada con un mayor salario para las mismas características.

La conclusión principal que se extrae del libro es la corroboración de la tesis inicialmente planteada de que la segmentación tiene su origen más en factores de demanda que explican la heterogeneidad de los puestos que en la propia legislación, hallándose, por otra parte, que los trabajadores temporales no tienden a quedarse atrapados en el segmento inferior ni padecen discriminación salarial.

Si bien los resultados señalados no son la última palabra al respecto, sí puede decirse que el libro constituye una aportación importante para el conocimiento de la situación de la contratación laboral en España y una herramienta para todo aquel que tenga algo que ver con este tema.

Guillermo Rodrguez Folgar

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