Tecnología y empleo: una reconsideración contra el pesimismo

AutorDimitris Kyriakou, IPTS

El eterno tema del impacto de la tecnología sobre el empleo nunca deja de despertar interés (y, a menudo, sentimientos muy fuertes); por la duración de su fascinación, podría compararse con los límites malthusianos al crecimiento. Al menos desde los albores de la revolución industrial, se han expresado temores de que las máquinas eliminarían puestos de trabajo. A principios del siglo XIX, el barco de vapor de Fulton despertó las iras de los marineros, y los luddistas consideraban a los telares y a las máquinas de hilar como enemigos declarados. En la década de 1940, el pionero de la informática Norbert Wiener predijo que los ordenadores darían lugar a una crisis peor que la Gran Depresión de los años 30. Pese a la evidente inexactitud de estas profecías, los pesimistas insisten en que las nuevas tecnologías que desplazan a los trabajadores (TI) - informática, telecomunicaciones, etc.- son de una variedad nueva y devoradora de puestos de trabajo, un argumento igualmente pesimista que el de Wiener. Se sostiene que el carácter general de la actual revolución tendrá un impacto que se notará en toda la economía; es decir, no habrá sitio donde refugiarse, interpretando el refugio en el sentido de que el sector servicios sirve de "cobijo" a los trabajadores desplazados de la industria en las décadas precedentes. Esta línea de argumentación olvida que el término general "servicios" equivale a un conjunto donde los puestos de trabajo se crean y se destruyen sin límites cuantitativos a priori. (Nótese que no examinamos aquí el problema de los puestos de trabajo ocupados por mano de obra más barata en los países en vías de desarrollo, tema que se aborda en la bibliografía comercial).

Aunque generalmente se acepta que la experiencia del pasado demuestra que la tecnología no reduce permanentemente el empleo total, hay quienes sostienen que la omnipresencia de las nuevas tecnologías en la actualidad no dejará sector nuevo alguno en el que puedan refugiarse los trabajadores desplazados

Y, lo que es todavía más importante, los pesimistas sugieren que, por primera vez, hasta los trabajadores especializados "de corbata" están en peligro, y ello explica por qué la recesión de principios de los 90, aunque más suave en varios países que la sufrida a principios de los 80, suscitó predicciones más lúgubres y una mayor sensación de dificultad. En esa época, fueron personas influyentes las que se vieron perjudicadas o, al menos, personas próximas a periodistas, "santones" o analistas influyentes, personas que podrían haber luchado para que no se les redujese a meras estadísticas - en las recesiones anteriores, los periodistas "estrella" difícilmente habrían podido identificar a un amigo que hubiera perdido su empleo.

En 1996, en el número 9 de The IPTS Report, ya sosteníamos que este "tecnopesimismo" estaba muy desenfocado. Las razones de entonces se pueden aplicar igual hoy día. De hecho, no sólo el comportamiento reciente de la generación de empleo en la UE es prometedor, sino que también las relaciones entre tecnología y crecimiento (y, a través del crecimiento, con el empleo) se pueden demostrar con cifras.

Tecnología y crecimiento

En líneas generales, hay tres tipos de estudios basados en modelos econométricos que tratan de captar el impacto de la tecnología (a la que, a menudo, se da el nombre de progreso técnico y, en primera aproximación, se asocia con el llamado "factor residual", es decir la parte del crecimiento que no puede explicarse por el aumento de los factores de producción, como capital y trabajo).

Los tres modelos que se utilizan en los estudios para captar el impacto de la tecnología se basan en la contabilidad del crecimiento, en la econometría de las funciones de producción y en estudios específicos de sectores industriales

Estos estudios se basan en: primero, la contabilidad del crecimiento, donde se examinan datos sobre capital, trabajo y producción en un periodo de tiempo prolongado, y el residuo se identifica como progreso técnico; segundo, estudios econométricos de las funciones de producción, para los cuales se reúnen datos de muchos países y el progreso técnico se refleja en función de tendencias temporales; y tercero, estudios específicos por sectores industriales.

Bob Solow (que por cierto es colaborador a largo plazo del Instituto de Prospectiva Tecnológica (IPTS)), realizó un trabajo pionero sobre contabilidad del crecimiento, estudiando la velocidad del cambio técnico en EE.UU. que, de acuerdo con sus resultados, explicaba casi el 50 % del crecimiento de este país, en la primera mitad del siglo XX.

Edwin Mansfield (1996) estudió algunas industrias clave (tratamiento de la información, equipos eléctricos, productos químicos, instrumental científico, medicamentos, metales y petróleo) en el periodo 1975-1985 y halló que la tasa de retorno a la sociedad (además de la que revierte a la propia industria) de los resultados de la investigación académica fue aproximadamente del 28 %.

Zvi Griliches (1994) observó regresiones en los datos de la Clasificación Industrial Estándar de tres dígitos, en distintos periodos de la posguerra, en relación con el impacto de los gastos en I+D sobre el factor residual (al que llama factor de productividad total) y que cifró aproximadamente en el 30 %.

En Estados Unidos, y a partir de la década de 1920, el crecimiento en los inputs, medidos de forma convencional, explicaba sólo una pequeña fracción del crecimiento y del output observados. Moe Abramovitz llamaba a esto "una medida de nuestra ignorancia".

Las tres hipótesis principales empleadas en los trabajos estándar sobre contabilidad del crecimiento son: la existencia de retornos constantes a escala, la neutralidad del progreso técnico (independencia de éste respecto a los factores de producción), y la existencia de mercados perfectos con beneficios máximos como consecuencia de competencia en los mercados de producción.

Algunos estudios econométricos muy conocidos atribuyen entre el 46 y el 69 % del crecimiento al efecto de la tecnología, o al "progreso técnico" como se le llama en la bibliografía

He aquí algunos resultados de estudios econométricos muy conocidos sobre el factor residual, basados en las hipótesis anteriores: Abramovitz (1956) atribuye el 48 % del crecimiento al progreso técnico, mientras que Solow le atribuye el 51 %, Kendrick (1973) el 56 %, Denison (1985) el 46 % y Jorgenson, Gollop y Fraumeni (1987) el 69 % (Denison admite pequeños retornos crecientes a escala, en sus cálculos).

Las diferencias en estas cifras son atribuibles no sólo a diferencias en la medida de los outputs (producto nacional neto real, producto nacional bruto real, valor añadido agregado real, etc.) o simplemente a los diferentes periodos estudiados (en los que el progreso técnico puede haberse desplazado o puede haber afectado al crecimiento de diversos modos), sino también a que se tengan o no en cuenta las mejoras cualitativas del capital o el trabajo. En general, si se tienen en cuenta explícitamente, el factor residual se reduce. Sin embargo, en la medida en que el progreso técnico es responsable de la mejora cualitativa del capital (lo que parece obvio), y también del trabajo, las mejoras cualitativas de los factores de producción pueden tomarse como representativas del impacto del progreso técnico.

En estudios con datos agregados, los trabajos de Kim y Lau (1994) y de Boskin y Lau (1995) dan resultados distintos para diferentes grupos de países. Mientras que en los países recientemente industrializados de Asia Oriental, el factor residual no parece ser importante, ocurre lo contrario en los países del G-5 o del G-7. Aun incluyendo explícitamente el capital humano como factor de producción, junto con el trabajo y el capital, el progreso técnico supone el 50,1 % del total del crecimiento económico en Canadá; el 54,4 % en Francia; el 64,8 % en Alemania Occidental (antes de 1990); el 69,7 % en Italia; el 53,3 % en Japón; el 46,7 % en el Reino Unido; y el 50,7 % en EE.UU. Es interesante destacar que, cuando el capital en I+D se incluye explícitamente como factor de producción, junto con el trabajo, el capital y el capital humano, el impacto del capital humano se reduce (sugiriendo una complementariedad entre el capital humano y el capital en I+D), pero el papel del progreso técnico no es asumido por el capital en I+D. A este último se atribuye el 10 % del crecimiento en Canadá; el 11,6 % en Francia; el 15,5 % en Alemania Occidental (antes de 1990); el 15,8 % en Italia; el 14,2 % en Japón; el 8,3 % en el Reino Unido; y el 9,9 % en EE.UU. Por otro lado, se sigue atribuyendo al progreso técnico una parte muy importante del crecimiento (entre el 36,9 % en EE.UU. y el 53 % en Italia).

Es interesante destacar que, cuando el capital en I+D se incluye explícitamente como factor de producción, junto con el trabajo, el capital y el capital humano, el impacto del capital humano se reduce

Esto ocurre porque el capital en I+D ni puede asimilarse al progreso técnico ni tampoco mide bien su impacto. Primero, el factor residual incluye elementos tales como el aprendizaje en el trabajo, el desarrollo de software, las innovaciones organizativas, etc. Segundo, no tiene en cuenta el retraso en el impacto de la I+D sobre la producción. Tercero, no explica las pérdidas de eficiencia que resultan de los beneficios monopolísticos temporales que proporcionan los éxitos de la I+D, ni el impulso a la innovación que puede generar la carrera por conseguir tales posiciones monopolísticas temporales.

Para empezar, la I+D y su impacto pueden no aparecer en las estadísticas. No se tiene en cuenta buena parte de la I+D informal, ni tampoco el impacto de la I+D en casos tales como el del sector público, donde el output se mide por los costes del input y, por tanto, no aparecen los aumentos de productividad debidos a la I+D. La interacción y la fuerte complementariedad entre el capital humano en I+D y el capital tangible hace muy probable que se infravalore el impacto de la I+D.

Finalmente, hay un aspecto de "stock" en la demora en el impacto de la I+D. El stock en I+D, a diferencia de los stocks de capital, puede permanecer oculto mucho tiempo, y de forma conveniente, mientras se está depreciando. El algoritmo, extremadamente útil en investigación operativa, conocido como algoritmo húngaro de Kuhn (o, como solía llamarlo el propio Kuhn, algoritmo de Egervary, el matemático húngaro que lo elaboró en un relativo anonimato), fue desarrollado en el siglo XIX, y las ganancias de eficiencia que se derivan de su aplicación compensan con creces lo que le costó a Kuhn aprender el húngaro para poder utilizar este capital de investigación, existente durante mucho tiempo, aunque oscuro...

La I+D es un indicador pobre del impacto del progreso técnico. Es difícil de medir, y sus efectos pueden suponer una demora en el tiempo, ya que el stock de I+D, a diferencia de los stocks de capital, puede permanecer oculto mucho tiempo, y de forma conveniente, mientras se está depreciando

Con este telón de fondo, hay una serie de puntos que deben tenerse en cuenta cuando se reflexiona sobre tecnología y empleo. Se pueden resumir como sigue:

  1. El progreso tecnológico genera nueva riqueza.

  2. La evidencia histórica no demuestra que la tecnología reduzca el empleo total.

  3. Hay otros muchos factores que influyen sobre los problemas de empleo en Europa.

  4. Contratar personal es asimilable a una inversión, influida por consideraciones de crecimiento, al igual que las demás inversiones.

  5. En general, en los países donde ha disminuido el crecimiento de la productividad ha aumentado el desempleo.

  6. La comparación entre Europa y EE.UU. contradice el argumento de que el desempleo se agrava porque las TI se están introduciendo con más rapidez que otras tecnologías en el pasado.

  7. Las pruebas empíricas de EE.UU. indican que las empresas que utilizan tecnologías avanzadas pagan salarios más altos, ofrecen trabajos más seguros y aumentan el empleo más rápidamente.

    Nuestro objetivo aquí no es presentar una lista exhaustiva ya que, por ejemplo, ciertos aspectos de la teoría de la organización merecerían artículos separados; ni tampoco ofrecer simplemente una fuente de estadísticas interesantes: ponemos el acento en los propios argumentos. Además, un elemento muy importante que no consideramos aquí, pero que merece un tratamiento más profundo, es el proceso de "aprendizaje", a través del cual los actores se enfrentan con las nuevas condiciones planteadas por el cambio tecnológico. El que se puedan lograr los beneficios de tal cambio depende de la "capacidad de aprender" de los actores, un tema al que nos referimos en parte a continuación, pero que también merece un tratamiento posterior.

    El que se puedan lograr los beneficios del cambio tecnológico depende de la capacidad de los actores para adaptarse y hacer frente a las nuevas condiciones

    El progreso tecnológico genera nueva riqueza

    En primer lugar, la hipótesis implícita que subyace en las declaraciones pesimistas es que hay una cantidad fija de resultados que deben producirse. Lo que no se tiene en cuenta es que el progreso tecnológico genera nueva riqueza. Y este aumento de riqueza origina, a su vez, una mayor demanda efectiva que da lugar a mayores inversiones y a contratar mano de obra para satisfacer la mayor demanda (generalmente mediante la venta de nuevos productos y servicios)1. A corto plazo, el progreso técnico puede destruir empleo en ciertas áreas, pero el aumento de la productividad y del volumen de renta disponible lleva a un incremento de la demanda efectiva y, consecuentemente, a la creación de nuevos puestos de trabajo. Para decirlo de modo más preciso, habida cuenta de los diversos factores que pueden complicar este proceso, lo que hace el progreso técnico es incrementar la renta total y, a excepción de los adictos al trabajo, lo que la gente necesita son ingresos y no puestos de trabajo per se. "Empleo" es, a menudo, sinónimo de "ingresos". Ahora bien: el que la población participe efectivamente en el disfrute de esta mayor renta total (bien en términos de más o mejores puestos de trabajo, o mediante esquemas de redistribución) depende del marco económico y no de la tecnología. El periodo de transición y adaptación estará plagado de desajustes y será menos doloroso si se cumplen una serie de condiciones:

    Una de las hipótesis implícitas que subyacen en las declaraciones pesimistas sobre el efecto de la tecnología es que hay una cantidad fija de resultados que deben producirse. Pero no se tiene en cuenta que el progreso tecnológico genera nueva riqueza y que esta mayor riqueza da lugar a una mayor demanda efectiva

    1. El crecimiento florece rápidamente, dando lugar a una mayor demanda y a una creación más rápida de empleo.

    2. Los mercados laborales, y aún más los mercados de productos, se hacen más flexibles.

    3. Las oportunidades de formación y reciclaje son más asequibles y están mejor orientadas: Europa tiene que fundamentar sus estrategias sobre innovación y calidad desarrollando una competitividad total y reforzando su capacidad de ajuste, mediante un compromiso para impulsar el aprendizaje permanente.

    4. Una parte de los beneficios del progreso técnico y de la generación de nueva riqueza revierte a los desplazados por el implacable vendaval de destrucción creativa de los mercados (que favorece la creación de posiciones nuevas y más eficientes, a costa de destruir las menos competitivas), acomodándolos durante el periodo de transición.

    El periodo de transición, durante el cual se difunde una nueva tecnología, será menos doloroso si el crecimiento es rápido, los mercados son flexibles, los sistemas de formación son accesibles y una parte de los beneficios de la tecnología revierte a los desplazados por ella

    La evidencia histórica

    La evidencia a través de las décadas no justifica el pesimismo. Los últimos 200 años han contemplado un progreso técnico vigoroso, acompañado por el incremento de la renta en toda la escala socio-económica, por la creación neta de empleo y por la reducción de la jornada laboral. Robert Solow (Premio Nobel de Economía en 1987) observó recientemente que el progreso técnico y el crecimiento de la productividad no tienen por qué asociarse a un elevado nivel de desempleo; de hecho, el alto crecimiento de la productividad en los años de la posguerra (a los que los franceses llaman "les trente glorieuses") vino acompañado de una tasa de desempleo muy baja.

    Una multitud de factores

    En todo caso, no puede culparse sólo a la tecnología de los males del empleo en Europa en los últimos 15 años, especialmente si se tienen en cuenta los efectos de las dos crisis del petróleo, los movimientos en el sector del comercio, los elevados impuestos sobre el empleo/trabajo, el creciente desajuste entre los modelos de oferta y demanda de trabajo, las altas tasas de interés real, etc. Hay muchas razones que explican la aparición y (lo que es más importante) la persistencia del desempleo. El marco en el que opera la tecnología es ordinariamente mucho más importante que la tecnología misma.

    Los puestos de trabajo representan una inversión para los empresarios

    Es importante destacar que, ya que contratar mano de obra equivale a invertir en personas, el bajo crecimiento y las escasas perspectivas de crecimiento no han fomentado tales inversiones desde los años 70. Las empresas imparten formación a sus empleados, directa o indirectamente, y desean que éstos permanezcan el tiempo suficiente para cosechar los frutos de esta inversión, ya que, en general, la curva de rendimiento/contribución de un empleado aumenta con el tiempo. Esto ocurre cada vez más, a medida que los modelos de producción de Taylor quedan anticuados en la organización del trabajo "de corbata". En todo caso, tales modelos tipo cadena de montaje nunca fueron creíbles para el trabajo "de corbata", que es el tipo de trabajo que se supone más amenazado por los nuevos avances tecnológicos, en primera instancia. En general, en la medida en que la C/T y su adopción impulsan el crecimiento, y las perspectivas de crecimiento, también facilitan las inversiones de la empresa en nuevo personal, es decir, la contratación.

    Un descenso de la productividad significa una disminución de puestos de trabajo

    El quinto punto es que, como sostiene un esclarecedor informe del CEPR (Centro de Investigación en Política Económica), titulado "Desempleo: opciones para Europa" (CEPR, 1995), a excepción de Japón y Austria, existen pruebas estadísticas, y no anecdóticas, en los países de la OCDE, que indican que los países que sufren un mayor descenso en el crecimiento de la productividad (a menudo, a impulso de la tecnología), sufren también el mayor incremento del desempleo.

    La velocidad del cambio

    Se afirma también que la tecnología de la información (TI) se está introduciendo con mucha mayor rapidez que las tecnologías anteriores, y no da tiempo a que las economías se ajusten, especialmente en los últimos años en los que el coste de los sistemas informáticos ha caído espectacularmente. Sin embargo, las pruebas no justifican las reacciones de pánico en contra de la tecnología. Es claro que EE.UU. ha estado adoptando la TI más deprisa que Europa y el diferencial de desempleo entre EE.UU y Europa no ha reflejado esta diferencia de velocidad. Por el contrario, el desempleo se ha comportado mucho peor en la Europa tecnológicamente lenta que en EE.UU. Como hemos sugerido en el punto 3 anterior, hay otros muchos factores que determinan la creación o pérdida de empleo, además de la tecnología, y se trata de determinantes clave. Están relacionados con el marco reglamentario de los mercados laborales y de productos, la facilidad para crear nuevas empresas, las tasas de interés, la agilidad del sistema bancario y de los mercados financieros, y, por supuesto, los sistemas de enseñanza y formación. Una parte de los problemas de empleo actuales procede de que el progreso técnico "ha ahorrado mano de obra no especializada", hasta un extremo que no ha podido compensarse con el progreso de la educación.

    La creación o pérdida de empleo está más relacionada con el marco reglamentario de los mercados laborales y de productos, con la facilidad para crear nuevas empresas, con las tasas de interés, con la agilidad del sistema bancario y de los mercados financieros y, por supuesto, con los sistemas de enseñanza y formación, que con la difusión de la tecnología

    Indudablemente, la educación es clave para conseguir una transición tranquila, en la que se puedan identificar y explotar las nuevas oportunidades de empleo. El punto más controvertido es el tipo de educación más adecuado para los cambios que va a introducir la sociedad de la información. Los modelos estándar de aprendizaje, la formación y el reciclaje de personas para dotarlas de conocimientos especializados, sólo pueden hacerlas todavía más vulnerables si estos conocimientos son de naturaleza mecánica y repetitiva.

    La tecnología y la calidad del empleo

    El séptimo punto se refiere a la tecnología y la calidad del empleo y fue planteado por una publicación esclarecedora del Departamento de Comercio de Estados Unidos (invierno 1994/95), titulada "Tecnología, crecimiento económico y empleo: nuevas investigaciones del Departamento de Comercio" (por Lewis Alexander, economista jefe, USDC) y que destaca claramente una serie de puntos. Utilizando series de datos temporales, a nivel de empresa, recogidos en 1978, el estudio concluye que las empresas que utilizan tecnologías avanzadas pagan salarios más altos, ofrecen puestos de trabajo más seguros y aumentan la productividad más rápidamente que las otras. La tecnología contribuye a la creación de más y mejores puestos de trabajo. Las empresas con tecnologías avanzadas contratan trabajadores más especializados y les pagan mejores salarios (aun teniendo en cuenta el nivel de especialización); asimismo tienen mayor probabilidad de supervivencia (es decir, la tasa de fracasos - y las consiguientes pérdidas de empleo- son substancialmente menores). Se observó que el crecimiento del empleo total tenía lugar en conjunción con el uso de tecnologías avanzadas. Las empresas con mayor productividad y mayor empleo tienen un impacto sobre el empleo que supera al de las empresas con mayor productividad y menor empleo. Es interesante, y tal vez sorprendente, que las empresas más pequeñas están sobrerrepresentadas entre las que tienen mayor empleo y menor productividad, mientras que las empresas grandes lo están entre las que tienen mayor productividad y mayor empleo. Se demuestra también que, independientemente del tamaño de la empresa, hay una fuerte correlación positiva entre el número de tecnologías avanzadas que se utilizan y el crecimiento del empleo. Las empresas dinámicas de alto crecimiento son esenciales para el rendimiento de la industria: proporcionan trabajos bien pagados y relativamente seguros. El que, a menudo, sean a la vez, de alta tecnología y activas en los mercados de exportación puede indicar que tanto la tecnología como el comercio contribuyen a su éxito.

    Un estudio del Departamento de Comercio de EE.UU. sugiere que las empresas que utilizan tecnologías avanzadas pagan mejores salarios, ofrecen puestos de trabajo más seguros y aumentan el empleo más rápidamente que las otras

    Por último, vale la pena comparar los resultados de invertir en nuevas tecnologías y de no hacerlo. El informe del Departamento de Comercio de EE.UU., antes mencionado, concluye que, independientemente de las consecuencias de la inversión, los resultados son mucho menos atractivos si ésta no se realiza.

    Conclusión

    Analizar las relaciones entre tecnología y empleo permite apreciar el papel relativo de la competitividad en este asunto. Puede comprobarse que las empresas que no consiguen competir (por ejemplo, porque son lentas en la adopción de las nuevas tecnologías) se verán merecidamente castigadas, lo que proporciona un argumento de "competitividad" en favor de la adopción de tecnología y la prevención de las pérdidas de empleo debidas a fracasos empresariales. Ciertamente se puede sostener que el desempleo en Europa no se debe a la tecnología, sino más bien a la lentitud en la adopción de la misma (y de un marco adecuado que la acompañe).

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    Palabras clave

    tecnología-empleo, productividad, puestos de trabajo, impacto a largo plazo, competitividad

    Agradecimientos

    Hans Schaffers, TNO, Países Bajos

    Nota

  8. Nótese que aquí dejamos de lado las interpretaciones kaldorianas del efecto del crecimiento sobre la productividad, que puede tener un impacto negativo sobre el empleo de una forma muy peculiar, a través del impacto del crecimiento sobre la división del trabajo. Y las dejamos de lado, no sólo a causa de su peculiaridad, sino también porque, dado que operan a través de un mecanismo de división del trabajo, es mejor abordarlas en la bibliografía sobre comercio internacional, a la que nos hemos referido antes.

    Referencias

    Abramovitz, M., Resource and Output Trends in the United States since 1870, American Economic Review, 46, 1956, págs. 5-23.

    Griliches, Z., Productivity, R&D and the Data Constraint, American Economic Review, 84, 1994, págs. 1-23.

    Denison, E.F., Why Growth Rates Differ: Postwar Experience in Nine Western Countries, Brookings, 1962.

    Jorgenson, D.W., Gollop, F.M., y Fraumeni, B.M., Productivity and US Economic Growth, Harvard University Press, 1987.

    Kendrick, J.W., Postwar Productivity Trends in the US, 1948-69, Columbia University Press, 1973.

    Lewis, A., US Dept. of Commerce Chief Economist, Technology, Economic Growth and Employment: New Research from the Dept. of Commerce. Diciembre 1994.

    OECD, Technology, Productivity and Job Creation. París, enero 1996.

    OECD, Jobs Study, París, 1994.

    Centre for Economic Policy Research (CEPR), Unemployment: Choices for Europe, Londres 1995, págs. 48-49.

    Contacto

    Dimitris Kyriakou, IPTS

    Tel.: +34 954 448 82 98, fax: +34 954 448 83 26, correo electrónico: dimitris.kyriakou@jrc.es

    Sobre el autor

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    Dimitris Kyriakou se graduó en ingeniería eléctrica e informática y obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Princeton. Trabajó como economista en el Banco Mundial, antes de incorporarse al IPTS, donde es el editor de The IPTS Report y economista jefe, responsable de asesorar sobre temas económicos. Sus principales temas de investigación son las tecnologías de la información, el empleo, el desarrollo regional y la sostenibilidad.

    The IPTS Report, is the refereed techno-economic journal of the IPTS,

    edited by D. Kyriakou, published monthly in English, French, German and

    Spanish.

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