Reflexión sobre la reducción de la jornada a 35 horas en España.

AutorSagardoy & Abogados

Si hasta hoy se defendía la reducción de la jornada laboral para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, parece que actualmente se busca que dicha reducción sea un elemento imprescindible para crear empleo.

Y en verdad hay que ser conscientes de la realidad del paro en nuestro país. El problema esencial es que, aún habiendo crecido la población potencialmente activa en un 30% durante estos últimos treinta años, nuestra economía ha sido incapaz de crear, hasta 1996, ni un solo puesto de trabajo más de los que existían en 1970.

Del estudio realizado sobre las opciones a las que se enfrentan las empresas españolas en el caso de la reducción de la jornada laboral, pueden extraerse algunas conclusiones:

- Una reducción de la jornada laboral que tuviera lugar hoy día en nuestro país incidiría en acrecentar el cisma que existe entre la fuerza laboral que trabaja para el sector público y la que trabaja para el sector privado.

- Los únicos trabajadores que saldrían verdaderamente beneficiados serían los del sector público.

- Los que se llevarían la peor parte serían los desempleados y los trabajadores del sector privado con contratos más precarios.

- Con casi toda certeza no se generarán nuevos empleos ni en el sector público ni en el sector privado a corto plazo.

- A medio plazo tampoco existen muchas posibilidades de que se creen nuevos puestos de trabajo derivados de una medida de este tipo, quedando todo en función de la opción acordada entre empresarios y sindicatos.

Por otro lado, el estudio de la experiencia española con la reducción de la jornada a 40 horas, llevada a cabo en 1982, muestra como aquella fue una opción eminentemente política, aprovechando las expectativas de renta crecientes de los trabajadores quebradas a raíz de los Pactos de la Moncloa, por encima de cualquier consideración económica.

No sólo no se generó empleo, sino que ni siquiera se detuvo la espiral destructiva del mismo que, consecuencia de unos costes laborales económica y psicológicamente crecientes derivados de la inestabilidad política de la década anterior, se había ido generando y retroalimentando desde 1970.

Como puede comprenderse, tampoco supuso un aumento del gasto en consumo. Ahora bien, en el ámbito de los efectos sobre las empresas, tampoco implicó ningún cambio en la senda decreciente de los costes laborales que se había iniciado con la política de rentas acordadas en los referidos Pactos de la Moncloa.

Tras la reducción de jornada de 1982, las...

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