Datos de la última pareja o cónyuge que le inflingió malos tratos y de su familia de origen

AutorJuan de Dios Luna del Castillo - David Lorenzo Morillas Fernández
Cargo del AutorProfesor Titular de Estadística e Investigación Operativa. Profesor e investigador del Instituto Interuniversitario Andaluz de Criminología. Sección de Granada. - Profesor Ayudante Doctor en la Universidad de Murcia. Profesor e investigador del Instituto Interuniversitario Andaluz de Criminología. Sección de Granada.
Páginas47-77

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I Datos personales del maltratador

Ver nota 1

Aparecen a continuación todos los datos sociodemográficos del maltratador y la comparación con los de la mujer del capítulo anterior.

1. Edad

VII.1. Edad del maltratador

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Como se ve la media de edad de los maltratadores de nuestra muestra es de 43,9 años que es una media significativamente superior a la de las mujeres maltratadas, P

Distribución por grupos de edad de los maltratadores de la muestra y de los hombres de la población andaluza

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Como en el caso de las mujeres hay un fuerte desequilibrio, con respecto a las edades de los hombres de nuestra muestra y de los hombres andaluces a 1 de Enero de 2004. En nuestra muestra están fuertemente sobre-representados los hombres entre 20 y 49 años de edad, que suman el 59,52% de los individuos mientras que en la población general sólo son el 37,24%; a cambio están sub-representados en nuestra muestra el grupo de menos de 20 años y el de 20 a 29 años. Es decir tenemos una muestra de hombres de me-diana edad que tienen en promedio 3 años más que sus parejas y sobre los que se podrían hacer los mismos comentarios que hemos hecho sobre las mujeres.

2. Nivel de estudios alcanzado

La tabla siguiente presenta la distribución del nivel de estudios alcanzado por los 330 hombres sobre los que tenemos datos y la distribución del nivel de estudios alcanzado por la población de hombres andaluces según datos del Censo del 20012. Las diferencias que pone de manifiesto la tabla radican en que el porcentaje de hombres sin estudios en nuestra muestra es significativamente superior al de la población de hombres andaluces y lo mismo ocurre con los estudios primarios, empezando la inversión en los estudios secundarios de primer ciclo, en los estudios de Bachillerato y en los estudios de Diplomatura, si bien en estos últimos la diferencia es menor. Por tanto podemos decir que la muestra de maltratadores que tenemos es de un nivel de estudios inferior al nivel de estudios de la población general de hombres andaluces.

Nivel de estudios alcanzado por los hombres de nuestra muestra y en la población masculina andaluza (Censo 2001)

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Con objeto de profundizar en el déficit de formación que parece que presentan los maltratadores con respecto a su población, comparamos además el nivel de estudios alcanzados por el hombre y por la mujer y obtuvimos la siguiente tabla.

Nivel de estudios alcanzado por las mujeres y los hombres de nuestra muestra

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En ella, se vuelve a poner de manifiesto una diferencia clara entre el nivel de estudios de los hombres maltratadores de nuestra muestra y de las mujeres maltratadas de la misma. En primer lugar sólo el 14,84% de las mujeres de nuestra muestra son declaradas sin estudios, mientras que están en la misma situación el 24,85% de los hombres de nuestra muestra. En estudios primarios y secundarios existe la diferencia aunque es mucho menor pero siempre en el sentido de un mayor nivel de estudios en las mujeres que en los hombres; conforme se aumenta el nivel de estudios los porcentajes se igualan. Estos datos indicarían que los hombres maltratadores tendrían, en los niveles bajos de formación, un nivel de estudios inferior al de sus mujeres, diferencias que no creemos que sean fruto de la no-aleatoriedad de la muestra de mujeres de las que dispusimos debido a que estamos realizando la comparación entre ellas y sus maltratadores. Este hecho podría subyacer como una de las causas de los malos tratos aunque esto no podemos concluirlo definitivamente puesto que no disponemos de una muestra control de mujeres no maltratadas con sus parejas. Resumiendo hay unos indicios claros de que los maltratadotes tendrían un déficit de nivel de estudios con respecto a la población andaluza masculina y con respecto a las parejas a las que maltratan.

De entre los hombres que habían cursado estudios superiores sabemos de 17 de ellos la carrera que estudiaron, cosa que se refleja en la siguiente tabla y que abunda en la idea de la extensión de los malos tratos en muchos ámbitos de la sociedad.

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Carreras estudiadas por los hombres que habían cursado estudios superiores

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II Datos laborales del maltratador

Ver nota 3

Con respecto a la profesión del maltratador los resultados aparecen en la gráfica siguiente en la que destaca que el 35,78% de ellos tienen una ocupación de código 7, "Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras, la construcción, y la minería, excepto los operadores de instalaciones y maquinaria"; además, en nuestra muestra hay una mayor proporción de esa categoría sobre el porcentaje de la población andaluza. En los demás apartados las diferencias son pequeñas por lo que podemos afirmar que en la muestra de maltratadores hay un desplazamiento hacía la categoría de trabajadores cualificados y que es ahí dónde se diferencia de la población de varones andaluces según el Censo del 20014.

Cuando se le preguntó a la mujer si su maltratador trabajaba en el instante de la entrevista las mujeres respondieron que el 62,8% de los maltratadores estaban trabajando; comparada tal cifra con el porcentaje de mujeres que estaban trabajando fuera de casa en el instante de la entrevista, que fue de un 45,9%, se ve que es sensiblemente superior lo que redundaría en todo lo que hemos dicho anteriormente sobre la dependencia econó-mica de la mujer frente a su maltratador.

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Distribución de la profesión de los hombres en la muestra y en la población andaluza

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También parece relevante que el porcentaje de hombres que no tienen trabajo, en el instante de la entrevista, y según reportan las mujeres maltratadas es de un 37,2% cifra que parece muy elevada y que ha de ser tratada con sumo cuidado pues puede ser debida al desconocimiento de la mujer del trabajo que en ese instante realiza su maltratador; por ello, es posible que la diferencia de la que hablábamos anteriormente sea incluso superior.

III Ingresos económicos del victimario

Ver nota 5

El presente epígrafe pretende poner de manifiesto el nivel de renta obtenido por el maltratador durante los episodios violentos generados por la pareja penal. Bien es cierto que semejante cuestión aparece descrita en la encuesta de victimización en las preguntas VII.16 y 17; sin embargo, por razones sistemáticas, he creído conveniente traerla a colación en el presente instante por cuanto los epígrafes precedentes incidían en aspectos generales del maltratador, muy próximos al aquí estudiado, y, quizás, más alejados del contexto sistemático original -entre los antecedentes de la familia de origen y la existencia de enfermedad mental diagnosticada-.

Como acabo de avanzar, los datos aquí contemplados responden únicamente al período de tiempo en que duraron los malos tratos; esto es, cualquier tipo de retribución económica producida antes de su inicio o después de su cesación han sido excluidos.

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VII.16. Durante los malos tratos que él le inflingió, ¿tuvo su pareja o cónyuge algún ingreso propio? (n = 290)

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Nunca 7,2%

Los porcentajes presentados denotan unos ingresos de naturaleza mayoritariamente periódica durante la fase enunciada por parte del sujeto activo (66,2%); frente a la temporalidad de los mismos (26,6%); y su total ausencia (7,2%). Una cuantificación que, por otro lado, reviste diferencias sustanciales con los ya estudiados en el capítulo primero referentes a la víctima. De una comparación porcentual entre ingresos propios de ambas partes puede concluirse que el número de maltratadores que reciben una remuneración periódica es casi el doble que sus víctimas (66,2% frente al 34,6%); por el contrario, la naturaleza temporal de los mismos es mayoritario para éstas (39,2% frente al 26,6% de los primeros); mientras su ausencia vuelve a caracterizar a la mujer con una dependencia del varón en este apartado (26,2% frente a 7,2%). Semejantes estadísticas inciden en un factor comúnmente enunciado por la doctrina criminológica como de continuación de la violencia por la dependencia económica de la víctima hacia su agresor6. No obstante, para poder emitir un juicio de valor suficientemente fundado es necesario analizar la cuantía de los ingresos por una y otra parte. Como semejante cuestión fue ya analizada en el Capítulo anterior, conviene ahora abordar el estudio referente al varón para, posteriormente, contrastarlo o someterlo a análisis en contraposición a la víctima.

De conformidad con lo anterior, los datos estadísticos resultantes desvelan las siguientes apreciaciones estadísticas7:

Resumen de datos sobre los ingresos del maltratador

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De la lectura de los datos aportados se concluye que el nivel de renta obtenido por los maltratadotes es, en general, medio-bajo denotando una mediana de 900 euros si bien la media se eleva algo más -1092 euros- debido a los máximos descritos -6000 euros- y la inexistencia del valor absoluto cero. Comparándolos con los ingresos de la mujer observamos un fenómeno muy parecido al descrito anteriormente y es el aumento en la renta del varón sobre la mujer en algo más del doble -182.003,78 frente a 70000 pts-, situación que hace pensar aún más en la ya comentada dependencia económica, en mayor o menor medida de la mujer hacia su pareja máxime, y es una apreciación que no conviene olvidar...

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