Evaluación de la credibilidad de los testimonios

AutorJosé Ibáñez Peinado
Páginas337-376

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No descubrimos nada nuevo, pues ya hemos hablado con anterioridad del tema, sobre la importancia de las manifestaciones de las personas que sufren o presencian lacomisión de un hecho delictivo, máxime si estas manifestaciones son la única «prueba» que tenemos sobre el caso.

Es verdad que es muy difícil que se cometa un acto delictivo sin que se deje algúntipo de vestigio de su comisión, pero aún habiéndolos, estos pueden ser tan sutiles ocircunstanciales que no puedan ayudar al investigador en la correcta y completa resolución del caso sin necesidad de basarse en algo más, y ese algo más pueden ser lasdeclaraciones testificales.

Llegar a la completa resolución de un caso y poder presentar ante los tribunales dejusticia a los autores del mismo basándose en la existencia y obtención de pruebas irrefutables como puedan ser una huella dactilar, cabellos o fluidos corporales (sangre, semen, saliva, sudor) de los cuales obtener su ADN, o fotografías de la persona cogida «in fraganti», es bastante fácil, pero por desgracia no es tan frecuente como los investigadores desearían.

Mucho más difícil es hacerlo en base a las declaraciones de las personas implicadas o que presenciaron los hechos, dado que éstas están sometidas a numerosas variables, personales y situacionales, que pueden modificarlas gravemente y es, desafortunadamente, muy poco lo estudiado al respecto en el ámbito docente y, aún menos,desde el ámbito policial o judicial.

Es verdad que, al principio, la Psicología del Testimonio se volcó en la precisiónde la memoria de las víctimas y testigos honestos (que no quieren engañar), sin embargo, desde hace ya algunas décadas, se ha centrado, especialmente, en la evaluaciónde los testimonios de aquellas personas que pueden se considerados como deshonestos (autores, encubridores, cómplices), es decir, en la credibilidad de sus manifestaciones (Manzanero y Diges, 1993), dejando en un segundo plano la detección del engaño, que veremos posteriormente.

Aparte de todo lo dicho hasta ahora aún debemos de avanzar un poco mas en cuanto al estudio de la persona que manifiesta y en ella podemos encontrarnos con dos situaciones diferentes: a) enfocado desde el aspecto cognitivo debemos determinar siPage 338 el individuo es «capaz» de decir la verdad, y a esa capacidad la denominaremos «Competencia», y b) desde el enfoque motivacional deberemos saber si está dispuesto a decir la verdad, a lo que llamaríamos «Credibilidad».

De acuerdo con Hoffe (2000) lo que nos interés evaluar es la credibilidad del testimonio, no la del testigo, determinar si el manifestante ha vivido o experimentado, en realidad, lo que manifiesta.

Con respecto a las declaraciones, su «fiabilidad» viene determinada por la credibilidad de la persona que la hace, término que no debemos confundir con el de validez de la misma, ya que este concepto abarca la noción de utilidad o interés que la declaración en cuestión pueda tener para el que la recibe, en este caso el investigador. Pero esto no quiere decir que todas las personas que presten declaración y sean consideradas, bien por su posición social, prestigio, profesión, o cualquier otra circunstancia, como «creíbles» u «honestos» testifiquen siempre de forma fiable.

Por una parte hemos de tener en cuenta las características físicas de los testigos, puesto que pueden hacer que una persona manifieste cosas que en realidad no han sucedido como se narran y sin embargo no son producto de una voluntad de mentir.

Salvo por circunstancias especiales, manifestadas de forma fáctica, no es normal que se someta a las personas manifestantes a un reconocimiento físico o psíquicopara evaluar las condiciones físicas en las que se encuentran, especialmente sus sentidos, aquellos a través de los cuales se obtiene la mayor parte de la información, especialmente la vista y el oído. Puede ser que un examen oftalmológico, algo más que somero, nos manifieste defectos en la visión, como pueda ser una falta de agudeza visual (miopía, astigmatismo, vista cansada, hipermetropía), amplitud de su campo de visión, capacidad cromática (daltonismos), capacidad en su visión nocturna (nictalopía o nictopia), circunstancias todas ellas que pueden modificar la «realidad» de lo manifestado y apreciado a través de ese sentido y en las condiciones existentes en el momento del suceso. En cuanto al sentido del oído podemos hacer las mismas observaciones pero referidas a ruidos, conversaciones, etc. que dicen haber escuchado. Sabemos que es difícil poder llevar a efecto estos reconocimientos en todos los casos pero podríamos, por una parte, reservarlos para casos graves o muy graves, por otra, a lo largo del proceso investigado o, incluso en la fase oral, reproducir en cualquier escenario, las condiciones de luz o volumen de las conversaciones y comprobar la realidad, o posibilidad de realidad, de lo manifestado.

Por otra parte los testigos no solo pueden estar equivocados debido a defectos físicos, y premeditadamente deformar la realidad de lo observado sino que, también de forma involuntaria, pueden hacerlo por un mal sistema de interrogación o en virtud de tipos de preguntas inadecuadas.

Los recuerdos pueden evocarse de forma espontánea, voluntaria o a petición de terceros. Consideramos que se producen de forma espontánea cuando una persona, re-Page 339creándose en ello, rememora para sí hechos anteriormente acontecidos sin necesidad de una voluntariedad por parte del que recuerda. En la mayoría de estos casos lo recordado suele ser un hecho agradable y existe por ello una acción regocijante en el recuerdo. Caso de que esto suceda sobre hechos aversivos los recuerdos se presentan, generalmente, en forma de «flash-back».

Hablaremos de recuerdo voluntario cuando alguien manifiesta a otra u otras personas sucesos o «historias» acaecidas o conocidas sin petición previa de los oyentes. En estos casos la manifestación se hace, normalmente, y como en el caso anterior, sin reserva alguna sobre su contenido ni límite a su veracidad.

Por último, hablaremos de una manifestación a petición de terceros cuando agentes policiales, fiscales, jueces, etc. piden a una persona declarar sobre determinados hechos en los que ésta ha tenido algún tipo de participación o conocimiento. En este caso estamos ante lo conocido, normalmente, como interrogatorio, si bien de acuerdo con nuestro punto de vista, puede ser realizado también bajo cualquiera de los tipos de entrevistas a los que ya hemos hecho referencia. Consideramos que la última de estas figuras, la entrevista, es la más apta para ser utilizada con víctimas y testigos de buena fe con los que la policía mantiene una identidad de fines e intereses, el descubrimiento de los autores y su puesta a disposición de la autoridad judicial y quese les aplique el castigo correspondiente. Su empleo, de acuerdo a las bases y su forma de desarrollo, seguramente lleva a las personas a una mayor confianza y libertad de expresión frente al entrevistador, lo que sin duda influye en la fidelidad de lo manifestado. El empleo del interrogatorio policial, que en su forma «pura» solo debería mos emplear con los autores, imputados, sospechosos o testigos hostiles, implica ya depor si una «declaración de guerra» o «guerra de inteligencias» interrogador-interrogado ya que sus fines y objetivos son totalmente opuestos, para uno, descubrir la realidad de los hechos, para el otro ocultarlos; para el primero obtener pruebas para proceder a una acusación, para el segundo mentir y eludir la acción de la justicia.

Aún realizándose ambas figuras de forma totalmente profesional, las relaciones que se establecen en cada uno de los casos, ya de por si, llevan implícitos comportamientos bien diferenciados. Las declaraciones realizadas en un clima distendido, agradable y empático estarán caracterizadas por un mas alto nivel de veracidad, sinceridad y concreción; el número de datos será mayor y el relato mas completo y con mayor vividez, características que veremos ampliadas más adelante al abordar la evaluación de los testimonios. En el interrogatorio, la implicación de los interrogados hará que su participación seá muy poca o inexistente en relación con la manifestación de los hechos, su extensión, su veracidad, o su regularidad, por lo que la validez de sus relatos será, normalmente, reducida.

Si en el interrogatorio, además, utilizamos determinadas estrategias, formas, o formulamos preguntas de forma sugestiva, capciosa, de elección forzada, múltiples, etc., podemos, con esta actitud, inducir al interrogado a errores que se pueden cometer, incluso, de forma involuntaria.

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A este respecto Mira y López (1980) dice que el testimonio obtenido a través de interrogatorio «representa el resultado del conflicto entre lo que el sujeto sabe, de una parte, y lo que las preguntas que se le dirigen tienden a hacerle saber. Toda respuesta es, en efecto, una reacción mixta, en la que entran no solo las vivencias espontáneas del interrogado, sino también las representaciones y tendencias afectivas evocadas por la pregunta a que se responde».

Para este autor las preguntas pueden generar falsas contestaciones por los siguientes motivos:

  1. Porque la idea implícitamente contenida en la pregunta evoque por asociación otra, no concordante con la realidad a testimoniar.

  2. Porque la...

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