Mujer y trabajo en la economía social

AutorMa. Antonia Ribas Bonet Ces.
Páginas195-198

Colección Estudios Madrid, 2005 283 pág.

El presente trabajo aparece como una obra pionera en el campo de la Economía del Page 196 Género por dos motivos. Por un lado, la autora centra el estudio de la situación laboral de las mujeres en un sector concreto: la Economía Social. Por otra parte, aplica y traslada al mencionado sector el marco teórico habitualmente utilizado para explicar las diferencias de género en el mercado de trabajo, argumentando sobre las causas profundas de dicho problema.

En la actualidad, en pleno siglo XXI, la discriminación laboral de las mujeres sigue apareciendo como uno de los principales problemas observados en el mercado de trabajo. En las últimas décadas han surgido multitud de estudios acerca del tema. En el caso del libro que nos ocupa, la novedad radica en analizar tanto desde un enfoque teórico como empírico un sector apenas explorado en relación al tema de la desventaja laboral de las mujeres: el sector de la Economía Social. Tal como se pone de manifiesto a lo largo del trabajo, el peso del mencionado sector en el conjunto de la economía y las características específicas que presentan las entidades que lo conforman, justifican plenamente el análisis de los trabajadores del sector desde una perspectiva de género.

Se han desarrollado múltiples teorías explicativas acerca de la situación de las mujeres en el ámbito laboral. Algunas, en particular las que han tenido una mayor repercusión, provienen de la teoría económica neoclásica. Sin embargo, algunas de ellas no logran explicar plenamente por qué se producen y se mantienen situaciones de discriminación laboral por razón de sexo. La teoría del capital humano defiende que las mujeres se encuentran en desventaja debido a su menor capacitación y cualificación ya que se dedican fundamentalmente al cuidado del hogar y de la familia, no obstante, la teoría no deja claro si dicha decisión es voluntaria o puede venir influida por otros elementos sociales, familiares, etc., además es una teoría poco válida en el contexto actual en el que el nivel de formación y de experiencia laboral de las mujeres está equiparado con el de los hombres.

Por su parte, la nueva economía de la familia asimila el funcionamiento del hogar familiar al de una pequeña empresa que trata de maximizar su utilidad aprovechando las diferencias de productividad de cada uno de sus miembros, presuponiendo que la mujer es más productiva en las tareas domésticas y el hombre es más productivo en el trabajo fuera del hogar y asumiendo que el hombre es el cabeza de familia. Estas argumentaciones no resultan adecuadas para llegar al fondo del problema.

Del mismo modo, las teorías del mercado dual y de la segmentación del mercado de trabajo sitúan a las mujeres en el mercado secundario en el que existen unas peores condiciones laborales, pero no logran explicar cuál es el motivo de esta tendencia.

Los argumentos expuestos por las teorías de la discriminación, que basan la causa de las desigualdades laborales entre hombres y mujeres en los prejuicios de los distintos agentes económicos, resultan incongruentes con los postulados neoclásicos, por lo que también carecen de poder explicativo.

Hay que reconocer que la desventaja laboral de las mujeres es un tema complejo cuyas causas vienen determinadas por una diversidad de elementos que se conjugan entre sí. Así, es imposible separar los aspectos laborales y económicos de los aspectos, sociales, familiares, culturales, etc. En este sentido las teorías feministas y sociosexuales, adoptan una perspectiva interdisciplinar y establecen como causas de la discriminación de las mujeres en el mercado de trabajo el clima social, el ambiente familiar o determinados aspectos de carácter cultural (como el patriarcado), entre otros.

Una vez presentadas las diversas argumentaciones teóricas, el trabajo se centra en desentrañar las posibilidades de aplicación de las distintas teorías existentes al ámbito de la Economía Social, para finalizar dando una respuesta a las desigualdades laborales Page 197 que se observan en las entidades de Economía Social. Dicho sector se asienta en una serie de valores particulares que le otorgan un carácter específico y diferenciado de otras empresas y organizaciones. La igualdad, la solidaridad, la democracia, la autoayuda, el interés general, etc. son valores intrínsecos a la naturaleza de la Economía Social. Este hecho hace presuponer un determinado comportamiento por parte de las entidades pertenecientes a dicho sector, sin embargo, la realidad observada no siempre se corresponde con las situaciones y los comportamientos que cabría esperar.

Una parte fundamental de la exposición se centra en la definición y conceptualización del sector analizado. Una de las premisas fundamentales que caracteriza el sector de la Economía Social es la primacía de las personas frente al capital. Esta consideración preferente del desarrollo individual, social, económico y cultural de las personas se plasma en diferentes principios que constituyen la esencia de las entidades de Economía Social. Las cooperativas siguen (o deberían seguir) sus propias reglas de comportamiento plasmadas en los siete principios cooperativos enunciados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI). Dichos principios están inspirados en los valores de la autoayuda, la autoresponsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad, la solidaridad, la honestidad, la transparencia, etc. En relación al tema que nos ocupa interesa especialmente el primer principio cooperativo en el cual se explicita la libertad de participación en la cooperativa sin ningún tipo de discriminación, incluida la discriminación por razón de sexo. Resulta paradójico que esta especificación (la no discriminación por razón de sexo) se haya incluido en los principios cooperativos hace tan sólo diez años en el Congreso de la ACI de Manchester en 1995.

Las entidades no lucrativas tampoco ponen el énfasis en la obtención de un beneficio monetario, sino que se priman los objetivos de carácter social, humanitario, solidario, etc. por encima de los resultados monetarios (aunque estos pueden existir). Es más, este tipo de organizaciones sigue el principio de no distribución de beneficios (PNDB) entre quienes ejercen control sobre la entidad o entre sus propietarios, reinvirtiendo los beneficios en las actividades de carácter social que desarrollan en beneficio de la colectividad. Las entidades no lucrativas de acción social ejercen su labor principalmente en el ámbito de los servicios sociales, un área tradicionalmente ocupada por el sexo femenino. En la actualidad más del 60% de las plantillas de este tipo de organizaciones está formada por mujeres. Este dato confirma plenamente la existencia de la denominada segregación horizontal en el mercado de trabajo español. Por tanto, el elevado porcentaje de participación femenina, más que un dato favorable, es una evidencia más de las grandes diferencias de participación laboral que existen entre hombres y mujeres en los distintos sectores y áreas de actividad.

La evidencia empírica sobre cooperativas muestra mayores semejanzas con los datos observados a nivel general en la economía española. Así, en las cooperativas la participación femenina se sitúa alrededor del 40%, cifra muy similar a la que ofrece el INE. De todos modos hay que precisar que, dependiendo del tipo y actividad de la cooperativa (agraria, de servicios, de enseñanza, de consumo, etc.), los porcentajes de participación de hombres y mujeres varían.

En el ámbito de la Economía Social quedan también incluidas otras figuras como las sociedades laborales (bien sean anónimas o limitadas). Sin embargo, cabe destacar que, al analizar este tipo de entidades, se observa una participación laboral femenina sustancialmente inferior a la registrada en el conjunto de la economía española y en las cooperativas. En las plantillas de las sociedades laborales no se llega a alcanzar el 30% de participación femenina, siendo dicho porcentaje inferior en el caso de las sociedades anónimas que en el de las sociedades limitadas. Page 198

Por tanto, aparece una gran variedad de datos en función del tipo de entidad de que se trate, del sector de actividad, etc., sin embargo, existe un denominador común que se repite en la práctica totalidad de los casos: los cargos de responsabilidad y puestos directivos están ocupados mayoritariarnente por hombres, incluso en las organizaciones y en los sectores en los que trabajan un mayor porcentaje de mujeres. Se confirma también, por tanto, la existencia de segregación vertical, rasgo inequívoco de desigualdad laboral entre los miembros de uno y otro sexo.

La cuestión principal que plantea el trabajo es la siguiente: si las entidades de Economía Social se fundamentan en unos valores concretos y se constituyen adoptando unos principios ampliamente consolidados y reconocidos (igualdad, equidad, democracia, solidaridad, etc.), ¿por qué en estas organizaciones también se observan diferencias entre las condiciones laborales de los hombres y las de las mujeres? Ciertamente, tal como plantea la autora a lo largo del estudio, las entidades de Economía Social corren el riesgo de perder su identidad y dejarse influenciar por el entorno. De esta forma, determinados comportamientos discriminatorios hacia las mujeres y asumidos como «normales» en la sociedad actual pueden llegar a ser imitados por organizaciones que, en teoría, defienden unos valores precisamente opuestos. En esta obra se establece una comparación entre la evidencia empírica disponible acerca del sector de la Economía Social y las estadísticas observadas en el conjunto de la economía española, argumentando acerca de si en el mencionado sector se observan unas características laborales de las mujeres sustancialmente distintas a las existentes en el resto de empresas de la economía española.

La autora completa los datos estadísticos de carácter cuantitativo con un estudio de carácter cualitativo basado en el método Delphi. De este modo quedan incorporadas las experiencias y opiniones de diferentes expertos en el tema analizado otorgando una visión más amplia a la investigación.

Después de una extensa exposición y contrastación de datos empíricos provenientes de diversas fuentes (INE, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, distintos estudios en el ámbito de la Economía Social, etc.), en la parte final del trabajo se reflexiona acerca de las iniciativas que se han desarrollado desde el sector de la Economía Social. En concreto, desde el movimiento cooperativo, en los últimos años se han promovido actuaciones a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Sin duda, el movimiento cooperativo, debido a sus características peculiares y a los valores que defiende, es un caldo de cultivo idóneo para favorecer la participación e integración laboral y social de la mujer. Desde las distintas instancias nacionales e internacionales el movimiento cooperativo ha tratado de promover la participación de las mujeres en las cooperativas a todos los niveles, aunque, a la vista de los datos, queda todavía un largo camino por recorrer.

En España, en los últimos años han ido surgiendo diferentes empresas cooperativas creadas y gestionadas por mujeres, hecho que confirma la capacidad de las cooperativas para constituirse en una herramienta poderosa que facilita el desarrollo profesional y la participación económica y social de las mujeres.

En definitiva, de la lectura del libro se puede desprender que, pese a las contradicciones que se observan, el sector de la Economía Social presenta un elevado grado de sensibilidad hacia el tema que está derivando en múltiples actuaciones en favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Resulta fundamental el papel que pueden jugar las entidades del sector a la hora de promover y canalizar los valores de la no discriminación por razón de sexo, ya que se constituyen en referentes de primera magnitud a nivel social. Page 199

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