Masculinidad, performatividad y dominación en bronson (nicolas winding refn)

AutorErlantz Miragaya Latas
Páginas282-298
282
Masculinidad, performatividad y
dominación en Bronson (Nicolas
Winding Refn)
Erlantz Miragaya Latas
Universidad del País Vasco UPV/EHU
emiragaya001@ikasle.ehu.eus
Resumen
La presente investigación explora los conceptos de dominación y performatividad y su relación
con la masculinidad en la película Bronson, del director Nicolas Winding Refn. El protagonista del
film celebra y adopta una serie de comportamientos que le reafirman como hombre: violencia,
autoridad, performatividad, incomunicación y dominación. La presente propuesta pretende
elaborar un análisis fílmico que atienda a las diversas formas de representar la masculinidad,
como identidad de género, a través del personaje protagonista. El resultado de la investigación
pretende arrojar luz sobre la relación entre la frustración y la incomunicación mostradas en el
film como atributos que configuran una masculinidad hegemónica.
Palabras clave
Bronson, masculinidad, dominación, cine, performatividad.
Masculinidad, performatividad y dominación en Bronson (Nicolas Winding Refn)
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1. El hombre y la masculinidad
La masculinidad se define como un conjunto de cualidades que la sociedad
asocia a los hombres, determinadas en oposición a lo femenino. En torno al concepto
clásico de masculinidad se enumeran definidores como la valentía, la independencia
o la ambición. La asociación de estas cualidades es cultural e histórica y, aunque se
ha modificado con el paso de los años, se basa en las características que configuran
lo que conocemos como masculinidad hegemónica o imperante. Octavio Salazar, en
su libro El hombre que no deberíamos ser, explica el arraigo socio-cultural que
arrastra la masculinidad clásica: “Casi todos los hombres seguimos respondiendo a
unas determinadas expectativas de género (…) el sujeto depredador, competitivo,
ambicioso, individualista, encantado de haberse conocido, necesitado de demostrar
su hombría exitosa ante sí mismo y ante sus pares, conquistador en lo económico y
en lo sexual, hecho a sí mismo para elevarse hacia la verticalidad.” (2018, p. 27) Los
definidores de la masculinidad preponderante se pueden agrupar, como exponen
Robert Brannon y Deborah David en The Forty-Nine Percent Majority: The Male Sex
Role (1976), en torno a cuatro imperativos: “El primero se resumía en la frase
“mariconadas no” (no sissy stuff). Los otros tres eran “el gran señor” (the big wheel),
que designa la búsqueda de éxitos y estatus social así como la necesidad de ser
admirado; “el hombre robusto” (the sturdy oak), que alude a la imagen del hombre
fuerte, seguro e independiente, sobre todo en momentos de crisis; y “dales caña”
(give them hell), que muestra la importancia de la violencia, la agresión y la
temeridad en la conducta de los hombres.” (Perry, 2018, p. 19-20) Frente a estas
conductas, la feminidad se asocia con la afectividad, la delicadeza y los cuidados. La
dicotomía resultante se traduce en sujeto activo y pasivo, el amante y la amada o el
artista y la musa.
Los estudios culturales han ensayado sobre cuestiones referentes al género,
la etnia o la clase social. No obstante, Grayson Perry, en su libro La caída del hombre,
explica el motivo por el que se ha necesitado más tiempo para llegar a cuestionarse
lo concerniente al hombre blanco heterosexual: “La identidad sólo parece un
problema cuando se cuestiona o está amenazada. Cuando nuestra identidad
funciona a la perfección no somos conscientes de ella; que nos veamos obligados a
tomar una incómoda conciencia de nuestro sexo, raza o clase suele indicar que hay

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