Introducción

AutorGuido Cappelli - Antonio Gómez Ramos
Páginas9-14

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Los cambios acelerados y radicales que están aconteciendo en los últimos pasos de la modernidad -ya sea esta tercera, última, radicalizada, refiexiva, post-, o simplemente globalizada- nos cortan el aliento, también el teórico. A menudo, el desconcierto por las transformaciones sociales, culturales y tecnológicas, la desorientación ante los vaivenes políticos, la fascinación por lo que no se sabe si es una moda pasajera, una erupción superficial, o un cambio irreversible, nos distrae de una refiexión más cuidadosa sobre las figuras con las que dibujamos los mapas y caracterizamos lo que pasa. Las estructuras y los paradigmas de lo político se transforman, también en estos sistemas que llamamos democracias avanzadas; y lo hacen con tanta fuerza y profundidad como no lo habían hecho, seguramente, en los últimos doscientos años. Todo ello hace especialmente relevante una refiexión sobre la naturaleza del poder público y sus figuras, sobre sus concepciones, su génesis y su evolución.

Este libro, y el Seminario internacional que le dio origen, elige una figura particularmente característica: la del tirano. Como tal figura, ha estado siempre presente, de modo tan inquietante como inevitable, en toda teoría del poder, desde los orígenes del pensamiento político occidental. Y precisamente por eso, su rostro, su carácter y su función, la forma y la posibilidad misma de su existencia y de su representación, reclaman una consideración más detenida en estos tiempos de cambio en las estructuras políticas. ¿Puede hablarse hoy de "tiranía"? ¿Cómo hablar de la "tiranía" tras las brutales experiencias totalitarias del siglo XX? ¿Cómo referirse a esa vieja categoría en medio de las transfor-

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maciones de lo político, en medio del triunfo nominal, y a veces real, de lo que llamamos democracia, convertida ya en algo sospechosamente autoevidente a la vez que se socavan, cada vez con mayor desparpajo, sus sistemas de libertades? Conviene mantener los ojos en la historia y en el presente.

Ya en el pensamiento griego, y más aún en el romano, se halla definida tipológicamente la oposición entre el gobernante virtuoso y el regidor que, al ejercer el poder de forma ilegítima -bien por su adquisición original, bien por su ejercicio concreto-, transgrede las reglas de un gobierno justo y establece un régimen alegal, basado en la violencia y en el interés privado por encima del público. Luego, a lo largo de la Edad Media y del Renacimiento, el tirano va asumiendo el carácter de "antipríncipe", en una gran variedad de caracterizaciones que vinculan su mal gobierno con la degradación inevitable de su psicología; pero, en el momento de la constitución de la Edad Moderna, un Hobbes puede aventurar la necesidad del despotismo como único fundamento para una política secular.

Los procesos de igualación y democratización que han definido la Edad Contemporánea a partir de la Revolución Francesa han estado lejos de borrar la figura del tirano; antes bien, la historia ha mostrado en él muchas formas antes inéditas. La degradación del concepto de autoridad que resultó de la ruptura con la tradición y la creación de sociedades de masas reprodujo, en forma de férreas dictaduras, las antiguas formas de tiranía; pero también le dio a ésta una dimensión cualitativamente nueva, específicamente moderna -tal como analiza Hannah...

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