Evaluación del impacto de la propaganda de Al Qaeda sobre la opinión pública Musulmana

AutorManuel R. Torres Soriano
CargoUniversidad Pablo de Olavide de Sevilla
Páginas165-196

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1. Introducción

La oleada de violencia terrorista iniciada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 ha convertido al grupo terrorista Al Qaeda en un factor imprescindible para entender los derroteros del panorama político y social internacional. Su líder y fundador, Osama Bin Laden, concibió su organización como un ente cuya labor principal era la agitación propagandística. Dicha acción tendría como finalidad desencadenar en el mundo musulmán un

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movimiento de masas capaz de lograr la islamización forzosa de las sociedades y los regímenes políticos de estos países. Aunque nuestras percepciones sobre este grupo están principalmente condicionadas por su capacidad para perpetrar espectaculares y cruentos atentados indiscriminados, lo cierto es que en su producción doctrinal e ideológica encontramos numerosas muestras de cómo sus líderes conciben la violencia terrorista como requisito imprescindible para lograr que su acción comunicativa resulte efectiva. En este sentido, las acciones terroristas emprendidas por Al Qaeda permiten lograr la atención mundial sobre el discurso yihadista, dotan a su mensaje de una aureola de prestigio y autoridad y, en última instancia, transmiten confianza a los musulmanes sobre sus propias capacidades y la debilidad del enemigo1.

Así, por ejemplo, el «portavoz oficioso» de Al Qaeda, Sulaiman Abu Ghait, describía así la misión de los miembros de este grupo: «son la vanguardia que se ha comprometido a encender la chispa de la confrontación entre nuestros enemigos y nosotros […]; están trabajando como activadores»2. Un destacado ideólogo de este movimiento llegaría a afirmar que «Al Qaeda no es una organización, no es un grupo, ni queremos que lo sea, es un llamamiento, un referente, una metodología»3.

Desde sus inicios, esta organización ha estado profundamente concienciada sobre el papel determinante que la comunicación debe desempeñar en el logro de sus objetivos. En una carta dirigida al líder espiritual de los talibanes en Afganistán, el Mulá Omar, Bin Laden reconocía que: «es obvio que en este siglo la guerra mediática es uno de los métodos más poderosos; de hecho, su aportación puede suponer el 90% del total de la preparación de

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las batallas» (Corman & Schiefelbein, 2006: 3). No obstante, la organización del saudí necesitará varios años hasta alcanzar unas destrezas comunicativas acordes a la importancia que Al Qaeda atribuía a este cometido.

El mensaje yihadista apunta de manera prioritaria hacia la población musulmana que vive en los países donde esta religión es mayoritaria. Este discurso pretende que sus fieles asuman que están siendo víctimas de una nueva «cruzada» liderada por los Estados Unidos, y cuyo principal objeto es erradicar el islam, ocupar sus tierras y someter a sus gentes. El yihadismo pretende provocar una «revolución islámica» asentando en las conciencias de los musulmanes la idea de que se hallan envueltos en una guerra de agresión, lo que les lleva a exigir una reacción defensiva, revestida de la legitimidad religiosa que otorga el concepto islámico de la yihad. Durante estos últimos años, tanto Al Qaeda como otras organizaciones terroristas vinculadas operacional o ideológicamente a este grupo, han incrementando la sofisticación y el alcance de sus aparatos propagandísticos buscando insistentemente incrementar sus niveles de apoyo social. Una realidad que nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta: ¿Está siendo eficaz la acción propagandística de Al Qaeda? A pesar de ser una de las principales cuestiones de nuestros días, sigue siendo un interrogante que aún no ha sido resuelto de manera convincente. Como expondremos a continuación, existen numerosas dificultades para conocer de manera fidedigna la realidad de la opinión pública en los países de mayoría musulmana. De hecho, existe sólo un pequeño número de estudios que, a pesar de sus limitaciones, pueden ser utilizados para articular una posible respuesta.

Los ideólogos de Al Qaeda no han dudado en afirmar que la principal causa del distanciamiento de la sociedad musulmana hacia el mensaje yihadista es su ocultación y manipulación interesada por parte de los medios de comunicación «hostiles al islam». Según esto, existe una relación directa entre el grado de difusión «sin interferencias» de su mensaje, y el nivel de respaldo popular que recibe el movimiento yihadista. En este artículo, trataremos de demostrar lo erróneo de esta presunción terrorista. En los años transcurridos desde los atentados de 2001, y a pesar del incremento de la capacidad y alcance de la capacidad comunicativa de la organización terrorista Al Qaeda, este grupo no sólo no ha conseguido incrementar sus niveles de apoyo social, sino que está experimentando un progresivo descenso en sus niveles de respaldo dentro de los países de mayoría musulmana.

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2. Origen y desarrollo de las capacidades propagandísticas de Al Qaeda

Las capacidades comunicativas de la organización terrorista Al Qaeda, al igual que las del resto de redes y grupos que orbitan a su alrededor, han experimentado un continuo crecimiento tanto en términos cuantitativos como cualitativos (Rogan, 2007; International Crisis Group, 2008; Kimmage, 2008). Sus miembros están convencidos de la capacidad innata de su mensaje para obrar un cambio en la mentalidad y en las actitudes de sus destinatarios. Según esto, la principal razón que explica que aún no se haya producido la «conversión» masiva de la población musulmana hacia los planteamientos del grupo se halla en una acción deliberada de los grandes medios de comunicación, los cuales se encuentran en manos de los «enemigos del islam», y por tanto tienen un claro interés en presentar una imagen distorsionada y perjudicial de los muyahidín (guerreros islámicos) y sus objetivos (Torres, 2008). A juicio del número dos de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, ésta es la causa que explica por qué las masas no se identifican de manera unánime con los yihadistas: «Si añadimos el bloqueo mediático impuesto al mensaje del movimiento yihadista, al igual que la campaña de engaño montada por los medios gubernamentales, entenderemos el aumento de la brecha abierta entre el movimiento yihadista y la gente común»4. Sin embargo, los terroristas no son inmunes al enorme poder de los medios de comunicación, lo que les lleva a mantener una contradictoria dependencia hacia los mismos. De hecho, los yihadistas son plenamente conscientes de que se hallan librando una batalla cuyo escenario principal son los propios medios de comunicación5.

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Buena parte de la actitud de Al Qaeda hacia los medios viene explicada por algunas de las experiencias de la organización durante la segunda mitad de la década de los noventa, como, por ejemplo, el escaso impacto que causó la «Declaración de guerra contra Estados Unidos» difundida por Osama Bin Laden en 1996 (Bergen, 2001). Con dicho comunicado, el líder terrorista confiaba erigirse en el abanderado de la lucha islámica contra «cruzados y judíos»; sin embargo, dicho texto sólo causó algún revuelo en los ambientes radicales, y pasó prácticamente inadvertido en el país al cual se declaraba la guerra. Dispuesto a no cometer el mismo error, Bin Laden acometió durante dos años una campaña de publicidad en los medios de comunicación, concedió varias entrevistas a periodistas árabes y occidentales, antes de reiterar sus amenazas contra Occidente en 1998, esta vez bajo el «paraguas» del llamado «Frente Islámico Mundial para la Yihad contra Cruzados y Judíos». Esta «apertura informativa» originó un reforzamiento de dicha estrategia debido a sus beneficiosos efectos: aumento de las donaciones, nuevos reclutas, prestigio creciente, un mayor impacto psicólogo de sus acciones, etc. (Wright, 2006).

En este sentido podemos trazar varias fases para describir la evolución de las acciones propagandísticas de Al Qaeda: en una primera fase, desde su aparición a finales de los ochenta en Afganistán, hasta finales de los noventa, la actividad propagandística sigue los patrones comunes a otras organizaciones terroristas. Se elaboran documentos escritos y audiovisuales donde se repiten las demandas del grupo, vídeos que recogen las actividades de entrenamiento, demostraciones de sus arsenales, imágenes de alguna acción armada, grabaciones de discursos de los líderes de la organización, etc. La mayor parte de esos materiales tenían como finalidad el consumo interno, incluyendo a las personas que integraban las redes de apoyo a la yihad, y aquellas otras que se movían dentro de los círculos de simpatizantes y potenciales reclutas. Los modestos canales de difusión con que contaban estos grupos, y la escasa atención que recibían sus comunicados por parte de los medios de comunicación, no permitían llegar más allá de los «anillos» más inmediatos. La percepción yihadista sobre su estrategia mediática estaba condicionada por la hegemonía de los medios de comunicación occidentales (y particularmente norteamericanos) en el panorama mediático mundial.

Una segunda fase se correspondería con la aparición de la cadena de televisión árabe Al Jazeera en 1996, y el protagonismo que empiezan a adquirir

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los medios de comunicación regidos por musulmanes. Al Qaeda detecta un nuevo entorno, caracterizado por una mayor repercusión de su mensaje y por la existencia de determinados canales dispuestos a interpretar la realidad desde una perspectiva mucho más cercana a la ideología yihadista. El grupo terrorista manifiesta una clara preferencia por la cadena qatarí debido a su enorme influencia en el mundo musulmán, objetivo principal de la estrategia de comunicación de Al Qaeda.

Después de los atentados del 11-S, Osama...

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