Historia de la propiedad, de Jacques Attali.

AutorJosé María Chico y Ortiz
Páginas641-642

Page 641

    ATTALI, JACQUES: Historia de la propiedad, Editorial Planeta, Colección Documentos, Barcelona, 1989.

Hay libros que desde que uno los compra o adquiere son prometedores. Responden a la necesidad que siente el que los está examinando para ver su contenido a través del sumario y de esas frases que, como puntas de lanza, le están incitando a la adquisición. Adquirí este libro para la Biblioteca del Colegio en mi etapa en la que una de mis ocupaciones era "seleccionar libros" para engrosar con los adecuados el fondo disponible para los lectores. Labor ésta callada, que lleva su tiempo, que exige oportunidades, insistencias, persecuciones, llamadas, presencias y conocimientos. Es una labor "deliciosa", divertida, pero no valorada, salvo por aquellos que tienen amor a los libros y que se sirven de ellos para adquirir sus conocimientos. Este libro nada más tenerlo en las manos convirtió su posesión en dominio. Hay en él unas llamadas al lector -al lector que sabe leer- que doblegan cualquier resistencia que se alegue para evitar su compra. Hay en su índice unos títulos de capítulos que cualquier espíritu sensible cae en la seducción de ellos. Sirvan de ejemplo el de "Mujeres y guerras", "Cuando la propiedad quema los dedos", "Tierras, don de los Dioses", "La ciudad de los vivos", "Vida privada, derecho a sí mismo", "El anonimato, la marca y el monopolio", "Hacia las estrellas", "Sólo se muere tres veces"..., etc. Diréis: este "selec-cionador" de libros está en las nubes de la poesía y del ensueño. Quizá por eso el autor -magistralmente traducido por Enrique Sordo- reproduce -a modo de prólogo- un fragmento del "Diálogo sobre el comercio de los trigos", de 1770 (Ferdinand Galiani), donde se compara el trabajo de marquetería del "metafísico" y el del "poeta". El del primero es reunir infinidad de pequeños trozos para formar un mosaico. El del segundo es un fundidor de estatuas. Por eso el poeta no encuentra nada que admirar en el metafísico, ni éste en aquél. El poeta le dirá siempre: no has imaginado nada, y el metafísico le contestará: tú no has demostrado nada.

Así como el hombre ha repetido durante siglos las mismas preguntas que se hace sobre sí mismo (identidad, sentido de la vida, dolor, muerte, etc.), así también ocurre con la propiedad: ¿cuál será la mejor manera de organizarla, la más justa, la más libre? Y así ha surgido la teoría de la propiedad comunitaria, la que tiene un sentido contrario, y la que ha soñado con una...

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