Emprendedores y empresas. La construcción social del emprendedor

AutorPilar Ortiz García - Ana Millán Jiménez
CargoProfesoras del Departamento de Sociología y Política Social de la Universidad de Murcia
Páginas219-236

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1. Introducción

El estudio del perfil del emprendedor es una línea de investigación que con frecuencia ha suscitado el interés y la curiosidad de los analistas socioeconómicos, y que en la actualidad cobra una especial relevancia, debido a la difícil situación económica que atraviesan la mayor parte de los países. Es ahora cuando la iniciativa empresarial resulta uno de los factores prioritarios para salir de la crisis. La necesidad de abrir nuevas vías en el mercado laboral, de tomar iniciativas creativas e innovadoras que posibiliten puestos de trabajo, se ha convertido en una necesidad urgente. En este contexto resulta oportuno realizar un análisis de la figura del emprendedor en todas sus dimensiones, incluido, como no puede ser de otro modo, su perfil social. Es decir, buscamos determinar si existen o no factores sociales que incentivan la aparición de emprendedores en el ámbito empresarial, y en el caso que la respuesta sea positiva, cuáles son esas variables. Si bien es cierto que en épocas de crisis económica muchas personas optan por la búsqueda de un trabajo estable y seguro, no lo es menos que el autoempleo se contempla como una posibilidad real para insertarse en el mundo laboral no carente de importancia. La difícil situación en la que se encuentra el autoempleo y las pequeñas empresas les hace merecedores de una especial atención. Es conveniente abrir nuevas líneas de investigación interdisciplinares, entre las que no puede faltar la aportación de la Sociología. Disciplina que, desde una perspectiva interaccionista, entiende la conducta humana como el resultado de conjugar aspectos del entorno social y características personales.

Entendemos que, más allá de análisis estrictamente económicos o empresariales, hay que concebir el espíritu emprendedor como una actitud personal, como una conducta que se motiva y estimula desde determinadas variables sociales. Nuestra hipótesis de partida es la afirmación de que existen factores que envuelven a los individuos, y que resultan de gran utilidad para predecir y explicar comportamientos innovadores en el ámbito empresarial. Esta misma posición ha sido mantenida por importantes investigadores (Brockhaus, 1980,

Ahmed,1985, Bonnett, Furnham,1991, Cromie, 2000, Markman y Baron, 2003, Sánchez Almagro,. 2003, entre otros), pero probablemente sean los profesores Alex De Noble, Don Jung y Sanford Ehrlich, creadores de la Escala de Autoeficiencia Emprendedora en la San Diego State University en 1999, los que lo hayan hecho con mayor contundencia (Moriano, Palací, y Morales, 2006, p. 54).

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Dicha escala mide la confianza en las propias habilidades para desempeñar eficazmente las tareas requeridas en la creación de una nueva empresa. Para conseguir ese objetivo, sus autores identifican diferentes niveles, en los que se recogen tareas necesarias que debe desarrollar un emprendedor para crear con éxito su propia empresa. Entre las seis variables que analizaban, incluyen como relevante el iniciar relaciones con inversores, para lo cual los emprendedores deben utilizar todas las redes sociales que estén a su alcance; y por otra parte, tienen que establecer contactos que les permitan captar los recursos necesarios para montar su propia empresa. En definitiva, otorgan una importancia significativa a los factores sociales y por ello los incluyen en su escala.

Estos parámetros han constituido el referente y paradigma teórico en el análisis que nos ocupa.

Nuestro primer objetivo es determinar el grado de influencia de distintos factores sociales sobre la configuración de la conducta emprendedora. Para conseguirlo hemos realizado una encuesta sobre una muestra de 340 emprendedores. Los resultados obtenidos en un primer análisis descriptivo, nos permiten aproximarnos a los factores que configuran dicha conducta. El segundo paso, es optar por un análisis explicativo en el que se tiene en cuenta una serie de variables de la empresa como el tamaño, la antigüedad o el sector a que pertenece, así como variables relacionadas con la identidad del empresario, tales como la edad o el nivel de estudios. El cruce de todos estos factores nos posibilita trazar un perfil tanto del emprendedor como de su entorno social.

2. Factores sociales y perfil emprendedor

Entendemos que hay ciertos aspectos sociales que explican una firme predisposición a emprender, y que pueden motivar una conducta emprendedora. Es decir, partimos del convencimiento de que en una actitud emprendedora es el resultado de factores sociales y personales, más aún, que las características de cada empresa enlazan directamente con un determinado perfil emprendedor.

Hay estudios sobre el emprendedor que enfatizan determinados rasgos de su conducta, tales como la capacidad para asumir riesgos y responsabilidades ( Carsrud, Olm, y Eddy, 1986; Shapero, 1975), la tendencia a presentar actitudes proclives a la innovación (Schumpeter, 1942) o la actitud creativa (Renau, 1994). Rasgos que marcan la diferencia entre éste y el empresario. El emprendedor sería aquella persona que es capaz de captar ideas con potencial de beneficio y asumir el riesgo de llevarlas a la práctica, reuniendo para ello los recursos necesarios (Benavides, Sánchez, y Luna, 2004, p. 35).

Sin embargo, no son sólo los rasgos de la personalidad del individuo los que conforman la iniciativa y el perfil del emprendedor. Tal y como ponen de mani-

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fiesto M. Benavides y otros (2004, p. 35), las variables estratégicas que pueden incidir en el hecho emprendedor son: el factor personal, el factor ambiental y el apoyo institucional y social.

Desde un punto de vista sociológico, las condiciones laborales, la necesidad de mejora en el puesto de trabajo y la obtención de un reconocimiento social, son factores que promueven la acción de emprender, así lo recogen algunos de los estudios realizados sobre el tema por Shapero y Sokol (1982) o Evans y Lighton (1989).

Moriano comparte esta misma idea y por ello afirma, de una forma muy clara, que «hay ciertos aspectos del entorno social, como los antecedentes familiares, la experiencia o el aprendizaje previos, el sistema de valores, y orientaciones societales, entre otros, que fomentan o inhiben el surgimiento de emprendedores... lo que existen son más bien algo parecido a nichos ecológicos de emprendedores, o, si se prefiere, marcos espacio-temporales donde es previsible que surjan emprendedores» (Moriano León, 2005, pp. 15-16).

En estudios previos a esta investigación, tuvimos la ocasión de comprobar estas aseveraciones (Aragón, 2009). En este caso, se realizó un estudio cualitativo en el que se entrevistó a una serie de jóvenes emprendedores que habían puesto en marcha diferentes iniciativas empresariales. Observamos y concluimos que en sus respuestas se cuentan historias de vida que corroboran las premisas anteriores. En esta línea, y tratando de buscar un paradigma que explique la intención y la actitud emprendedora, nos encontramos con la Teoría de la Acción Planificada de Ajzen (1987, 1988). Se trata de un modelo teórico que estudia la conducta emprendedora desde una perspectiva en la que confluyen tanto aspectos personales como sociales, a la vez que insiste en la presión que ejercen las personas que nos rodean sobre el desarrollo de la conducta.

La idea fundamental de esta teoría, lo que la identifica y la diferencia de otros modelos, es el protagonismo que le confiere a la presión que ejerce el entorno familiar, educativo, laboral, en definitiva, social, en el surgimiento de la conducta emprendedora. En otras palabras, los grupos de referencia y/o de pertenencia actúan como modelos, como factores importantes que explican la intención emprendedora a partir de la interacción entre aspectos personales y sociales. Definitivamente, este paradigma nos proporciona un sólido marco teórico para explicar y predecir la intención de crear una empresa o del autoempleo.

Desde las premisas anteriores lanzamos las siguientes hipótesis de trabajo. La primera de ellas es que los modelos sociales que proporciona el entorno que rodea a las personas, influyen positivamente en el desarrollo de la conducta emprendedora. Para corroborar esta hipótesis se parte de un estudio cuantitativo

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