Las nuevas dimensiones de la competitividad: hacia un enfoque europeo

AutorB. Coriat
CargoB. Coriat

Asunto: En los últimos quince años se ha mantenido un gran debate sobre la competitividad, particularmente en relación con la serie de estudios nacionales sobre el "Made in": Made in America, Made in France y Made in Japan. El artículo extrae enseñanzas de este debate para indicar los cambios profundos que se han producido en la naturaleza y en las fuentes de la competitividad dentro del nuevo contexto "global". Posteriormente, el artículo utiliza estos conocimientos para sugerir de qué modo se podría fortalecer la competitividad en Europa.

Relevancia: El artículo llama la atención sobre la importancia de emprender un nuevo estudio sobre el "Made in": Made in Europe. Los estudios previos demuestran que los elementos clásicos de "competitividad de costes" tendrán que suplementarse cada vez más con la "competitividad no asociada a los costes". Factores microeconómicos como la calidad de los productos, su diferenciación y su oportunidad resultan cada vez más esenciales para la buena salud de las empresas. Los mesofactores y los macrofactores tales como la calidad y la eficiencia de las redes interempresariales, la calidad de las infraestructuras y la de los bienes públicos como la educación, etc. desempeñan papeles más importantes en el atractivo de los territorios y en la competitividad de las empresas y de las naciones. En este artículo se sugieren algunas directrices políticas nuevas que son necesarias para tener en cuenta estos nuevos factores.

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Introducción

La inspiración de este artículo se basa en la convicción del autor de que ya ha llegado el momento de evaluar los desarrollos y los cambios espectaculares ocurridos en los últimos años en el debate sobre la competitividad.

Al destacar los elementos esenciales de este debate, el artículo pretende mostrar todas las enseñanzas que se pueden derivar del mismo con vistas a estimular las economías de la Unión Europea. Otro objetivo del artículo es explorar las implicaciones que pueden tener para el Made in Europe los nuevos factores que contribuyen a la competitividad tal como se ha visto en el reciente debate.

El artículo comienza con una breve revisión de las diferentes nociones y factores de la competitividad. Se centra después en los nuevos determinantes y factores de la competitividad basados en "factores no asociados al precio" y sobre las infraestructuras y las externalidades positivas. Se destaca el hecho de que los nuevos determinantes abren nuevas posibilidades para la política de empleo tanto a nivel empresarial como a niveles meso- y macroeconómicos.

Finalmente se deducen las implicaciones del análisis anterior para las acciones públicas y para las políticas y estrategias empresariales.

Contexto: un nuevo punto de partida para Europa

Al enfrentarse con los cambios más importantes como la globalización, la desreglamentación y el rápido desarrollo de las revoluciones de la información y de la organización, la mayoría de los países industrializados han emprendido recientemente una especie de introspección con el fin de comprender mejor sus características singulares así como sus fuerzas vitales, identificando al mismo tiempo los obstáculos para la plena explotación de sus ventajas económicas comparativas. Esta introspección se estima tanto más necesaria en cuanto que los cambios que se han producido han afectado drásticamente al funcionamiento del mercado laboral, lo que se manifiesta especialmente por el fuerte contraste del rendimiento económico global entre regiones, zonas y naciones. La vinculación entre competitividad y empleo, así como el distinto rendimiento a este respecto, se han sometido así a un nuevo examen.

Por esta razón, los expertos han emprendido una serie de estudios sobre "Made in" que comenzaron en EE.UU. con la publicación de "Made in America" (Dertouzos, y otros, 1989). A continuación se publicaron "Made in France" (Taddei y Coriat, 1993) y "Made in Japan" (Yochikawa, 1994). También en Alemania se ha mantenido un debate paralelo al "Made in" sobre el concepto "Standort Deutschland".

La Unión Europea no se ha excluido de este autoexamen. Desde el principio de los años 90 la Comisión Europea ha emprendido un extenso análisis de investigación y deben mencionarse al menos dos importantes estudios recientes. El primero es el Libro Blanco sobre el Crecimiento, la Competitividad y el Empleo (CEC, 1994a) que propone una serie de medidas dirigidas a fomentar las nuevas iniciativas a nivel comunitario. Más recientemente, el Libro Verde sobre la Innovación (CEC, 1995) retoma la misma perspectiva centrándose en determinados aspectos críticos de la competitividad de la Unión Europea.

La observación que registran todos estos estudios es que estamos presenciando actualmente una serie de cambios espectaculares en la competitividad relativa de las empresas y de las naciones. Además, la hipótesis clave que surge, y que es necesario examinar detalladamente, es que las industrias y empresas europeas que sean capaces de prosperar en las nuevas circunstancias y de beneficiarse con las nuevas normas de competitividad formarán el núcleo dinámico de la economía del futuro y constituirán su fuente principal de empleo.

Para fundamentar esta hipótesis y demostrar sus implicaciones será necesario revisar brevemente la noción de competitividad y el replanteamiento actual del fenómeno.

Competitividad: hacia una redefinición

En términos prácticos, debe observarse que el fenómeno de la competitividad ha sido objeto de estudios muy distintos, que han empleado criterios diferentes para definirla y medirla. En consecuencia, estos estudios desarrollan herramientas de medida y de evaluación que no son necesariamente coherentes entre sí. Restringiéndonos a los estudios por países, encontramos tres niveles distintos en la discusión, estrechamente relacionados con tres etapas identificables del proceso de reflexión.

El concepto de competitividad más extendido, y hasta hace poco dominante, mantiene que se trata de una medida realizada usando una serie de indicadores económicos que miden la evolución del rendimiento del comercio exterior de una economía dada en relación con aquellas con las que se comercia. El indicador "sintético" más ampliamente aceptado es entonces el "coste salarial unitario relativo", que es el indicador adoptado por la OCDE. Este concepto de competitividad lleva implícita la idea de que la competitividad viene determinada por la evolución de los costes, en particular, de los costes salariales. La mayoría de los modelos económicos basados en este planteamiento admiten que los costes principales de producción (costes de energía, maquinaria y capital, etc.) están fijados internacionalmente de modo que los costes salariales son la variable clave que afecta a la competitividad global. La hipótesis subsiguiente es que la competitividad y el coste salarial unitario están relacionados inversamente y que existe una relación causal entre las dos variables, de modo que un aumento en el coste salarial unitario conduce a una disminución de la competitividad, medida por el rendimiento del comercio exterior [1].

Este concepto de competitividad fue el predominante durante largo tiempo, a pesar de que diversos estudios econométricos pioneros invalidaban sus hipótesis (véase en particular, Kaldor 1978).

Sin embargo, más recientemente una serie de estudios econométricos más sofisticados (Fagerberg 1988; Lafay y Herzog, 1989; o Ascencio y Mazier 1991) han demostrado que la relación inversa postulada no se mantiene constante durante períodos de tiempo prolongados (por lo general, una década). Por el contrario, los estudios demostraron que algunos países que habían registrado un aumento de su coste salarial unitario relativo habían incrementado simultáneamente su cuota de mercado. Este hallazgo condujo a interesarse de nuevo por las hipótesis sobre la importancia de los factores "no asociados al coste" en la competitividad internacional, ya que estos factores compensan la disminución de la competitividad de costes. Desgraciadamente, no existe hasta el momento una investigación concluyente ni sobre la medida de la competitividad no asociada al coste (porque quedan resultados sin explicar) ni sobre sus orígenes y factores determinantes (para una discusión sobre este punto véase Taddei y Coriat 1993).

En la actualidad estamos siendo testigos de un progreso renovado y de nuevas orientaciones en el debate. Una característica de los estudios más recientes, en particular de la serie Made in, es que no consideran el rendimiento del comercio exterior como medida única de la competitividad. Estos estudios adoptan una definición más exhaustiva complementando los indicadores del rendimiento del comercio exterior con indicadores económicos que miden la evolución del "bienestar" en la economía. Así se argumenta que los cambios en el nivel de empleo, jornada de trabajo, poder adquisitivo, acceso a los bienes y servicios públicos tales como sanidad y educación, son todos factores que deben tenerse en cuenta. En este sentido, el Council of Competitiveness de EE.UU. definió en 1992 la competitividad como "la capacidad para producir bienes y servicios que respondan a la demanda de los mercados internacionales facilitando al mismo tiempo a los ciudadanos americanos el disfrute de un nivel de vida cada vez más alto a largo plazo": Este es el enfoque adoptado por la serie Made in, así como el que se expone en el estudio sobre competitividad en la Unión Europea (cf. Coriat en Andreassen y otros, 1995) [2].

Después de considerar todos los elementos anteriores, la definición más adecuada de competitividad es la que tiene en cuenta, por una parte, el rendimiento del comercio exterior (definido estrictamente) y por otra, el crecimiento económico y el bienestar, constituyendo esto último una medida más exhaustiva de los aspectos no materiales del sistema económico. Por consiguiente, podemos afirmar que un país (o un territorio) es competitivo si sus exportaciones tienen capacidad suficiente para financiar las importaciones necesarias para asegurar su crecimiento económico y su nivel de vida, sin crear ningún riesgo de desequilibrios o estrangulamientos.

En nuestra opinión, la definición anterior presenta las ventajas siguientes:

Al introducir consideraciones sobre el nivel de vida en la medida de la competitividad, la nueva definición nos libera de la idea simplista o "peligrosa" de que la competitividad está relacionada únicamente con la ganancia de cuotas de mercado tal como se mide por la balanza de comercio exterior de un país (cualesquiera que sean las implicaciones del rendimiento "externo" para el crecimiento interno) [3]

Una vez dicho esto, la definición no niega la importancia del equilibrio económico externo; se adhiere plenamente a la idea de que en una economía abierta (o economía "global", para usar el término actual) el rendimiento "externo" desempeña un papel decisivo, en el sentido de que no actuará como una limitación sobre el crecimiento económico interno y el progreso social;

Otra ventaja de esta definición es que considera que una economía es competitiva (cualquiera que sea el desarrollo de sus exportaciones o su grado de apertura a la economía global) si es capaz de incrementar el bienestar de su población mediante el pago de las importaciones necesarias para asegurar su crecimiento económico; así, por su propia definición, el concepto excluye la idea de que la competitividad es un sinónimo de competir por cuotas de mercado;

Por último, una ventaja de la definición anterior es que deja abierta la cuestión sobre los orígenes y las fuentes de la competitividad, presuponiendo al mismo tiempo que muchos bienes y servicios "inmateriales" y/o factores no asociados al precio (como, por ejemplo, la calidad de los bienes públicos suministrados) son criterios reales de competitividad que se han tenido en cuenta.

En conclusión, podemos indicar que la noción de competitividad adoptada en este artículo, relacionando entre sí los parámetros de crecimiento, nivel de vida y comercio exterior, convierte "el grado de libertad que tiene un país para dirigir sus negocios" ( superando "limitaciones externas") en un factor decisivo para su posición competitiva.

Las nuevas dimensiones de la competitividad y su relación con el empleo

Este nuevo enfoque "multidimensional" de la competitividad mide el rendimiento total o "global" en el que la calidad y la innovación, en sus diversas formas, desempeñan un papel clave.

Vista desde una perspectiva microeconómica y de rendimiento comercial, una hipótesis clave del nuevo enfoque es la idea de que deben añadirse a la lista de los factores clásicos que contribuyen a la competitividad de "costes", factores clave "no asociados al coste", como las inversiones no materiales, la eficiencia de la red de cooperación entre los socios comerciales, la calidad y la imagen de los productos y la capacidad de los empresarios para diferenciar estos productos, adaptándolos a los diferentes mercados y suministrándolos a tiempo. Un punto crucial es que las nuevas dimensiones para la competitividad no son hostiles al empleo. Por el contrario, en la mayoría de los casos es necesaria una inversión adicional en recursos humanos y en organización para conseguir nuevas aptitudes o para consolidar las existentes. Así, una mejora de la competitividad depende a menudo de una mejor política en materia de formación, de aptitudes y de calidad de vida en el trabajo. Estas políticas abren espacios para nuevas prácticas en el campo del empleo y de las relaciones industriales.

Visto de un modo más "sistémico", la calidad de la infraestructura (telecomunicaciones, energía, redes de información y similares) o de la educación y en general, de todos los bienes públicos con externalidades positivas [4] debe considerarse no sólo en lo que se refiere a su contribución al rendimiento económico, sino también por su contribución a la calidad de vida. Por otra parte, esta perspectiva hace inversiones económicamente realistas en redes u organizaciones de todas clases, ya que ellas son también actores clave en el nuevo entorno. En consecuencia, las nuevas dimensiones de la competitividad se compaginan con la preocupación por el empleo y por la calidad de vida

En conclusión, lo que se necesita es una exploración sistemática de todas las diferentes dimensiones de la competitividad (asociada al coste/no asociada al coste, precio/calidad, microeconomía, competitividad sistémica o estructural, etc.) de modo que se puedan hacer recomendaciones sobre cual es la mejor manera para que la economía de un país consolide sus puntos fuertes y detecte sus puntos débiles. Estas recomendaciones podrían llevar concebiblemente a acciones concertadas para invertir la actual tendencia negativa y fomentar nuevas iniciativas en campos en los que las empresas europeas se encuentran en dificultades, fortaleciendo al mismo tiempo las acciones emprendidas para consolidar o crear nuevas modalidades de trabajo.

Por último, debemos indicar que estamos tratando aquí con factores microeconómicos o sistémicos, y que el nuevo enfoque de la competitividad exige que se dedique especial atención a un análisis del potencial de progreso hacia el doble objetivo de dominar las nuevas tecnologías y los cambios de organización, campos en los que se experimenta actualmente un cambio muy rápido. El dominio conjunto de los campos de Tecnología/Organización constituye para las empresas una condición previa esencial para adaptarse a los nuevos modos de competitividad. Evidentemente el "know-how" y las capacidades específicas que se derivan del dominio de los campos anteriormente mencionados podrían crear un grupo exhaustivo de rentas diferentes (de tipo organizativo, tecnológico o "relacional") que permitiría prosperar a las empresas sin encontrarse sometidas a la presión de los costes, particularmente los salariales.

Así pues, el objetivo es determinar los medios disponibles para conseguir una "competitividad de calidad" específicamente Made in Europe [5], centrando la atención en el "know-how" y las aptitudes exigidas por una sociedad en la que la acumulación de conocimientos desempeña y desempeñará un papel siempre creciente.

Las tres especificidades de Made in Europe

Para adaptar este enfoque a la Unión Europea y sus miembros será necesario replantear algunas de las áreas de problemas indicadas en los estudios "Made in".

El nuevo enfoque tiene tres aspectos:

  1. El comportamiento de las empresas, un aspecto clave para el enfoque

    El punto de partida esencial del nuevo enfoque es la microeconomía y el comportamiento de la empresa, ya que constituyen la raíz de las ventajas comparativas de las que se deriva la prosperidad.

    Como ya se ha indicado, estas nuevas formas de competitividad exigen un dominio de las nuevas capacidades organizativas, que a su vez constituyen una condición previa para un rendimiento destacado. En este punto, debe dedicarse una atención especial a la diversidad de estas nuevas capacidades y a los contextos institucionales de los que emanan, así como a la estructura de los mercados en los que opera la empresa.

    Aquí existe un doble objetivo: el primero es acotar las técnicas de "métodos óptimos" (best practices) en diferentes sectores de la industria y de los servicios europeos y después, poner de manifiesto cómo se extienden estas técnicas. El segundo objetivo es conseguir una mejor comprensión de los tipos de política pública que mejor funcionen respecto a la creación de empleo, estudiando modelos de excelencia dentro del diversificado sistema europeo. Este planteamiento será evidentemente instructivo tanto para los principales actores económicos (sobre todo empresas) como para los responsables de las decisiones políticas.

  2. Diversidad, divergencias y convergencias

    La segunda característica se relaciona con el hecho de que no estamos tratando aquí de una nación sino de una comunidad económica, no totalmente integrada hasta ahora dentro del contexto de una economía globalmente abierta. En otras palabras, se debe tomar como punto de partida el hecho evidente de que las prácticas y los contextos institucionales [6] son muy variables en Europa, y esta diversidad requiere una gran atención ya que constituye una ventaja comparativa potencial que es necesario conservar y explorar.

    Debe observarse que el fortalecimiento de la Unión Europea a través de medidas como el Acta Única y la Moneda Única está modificando el patrimonio europeo (o bien disminuyendo, o bien acentuando sus divergencias). El debate sobre la transición a la Moneda Única ilustra claramente sobre los argumentos relativos a los factores de convergencia o divergencia entre los diferentes subcomponentes de Europa, o entre los diferentes niveles de práctica macroeconómica.

    Además, basándose en la observación de las tendencias actuales, el objetivo es llegar a un conjunto de recomendaciones que aseguren que las prácticas deficientes no deben extenderse a expensas de las buenas, por oposición, o por analogía, al proverbio de que "la mala moneda aparta a la buena" .

  3. Empleo y Asuntos Sociales

    De acuerdo con la definición exhaustiva de competitividad adoptada (cf. la definición anterior), la tercera especificidad del Made in Europe es su énfasis en el empleo o, de modo más general, en los asuntos sociales. Las evidencias disponibles sugieren que los diferentes factores que contribuyen a la competitividad no pueden movilizarse de la misma manera y no tienen todos el mismo impacto sobre el empleo, ya que muchas cosas dependen de que un sector esté expuesto o protegido frente a la competencia, de que haga frente a una demanda creciente o decreciente, de que las industrias sometidas a una fuerte presión de la competencia exterior deban ser protegidas o de que, en lugar de esto, deban fomentarse las ventajas comparativas que poseen las industrias europeas. Igualmente, las posibilidades de creación de empleo difieren de acuerdo con el sector y el campo de actividad. Además, cuando se formulan recomendaciones basadas en los hallazgos de estudios empíricos, es necesario determinar un equilibrio, por un lado, entre las industrias establecidas de antiguo y sujetas a mutaciones, y por otro, las industrias emergentes orientadas hacia el futuro. En todos estos casos, la relación dinámica entre las actividades industriales y los servicios requiere una atención especial en la medida en que dichas relaciones constituyen el núcleo de la dinámica de creación de empleo y de la competitividad de las empresas y de las entidades geográficas.

    Un examen de las relaciones entre competitividad y empleo no puede limitarse a las relaciones "directas" características del análisis micro- o mesoeconómico. Debe tomarse en consideración el impacto que tienen sobre el empleo las diferentes formas de distribución de las rentas y el modo en que se distribuyen las ganancias en productividad entre los diferentes agentes económicos, determinado por el marco reglamentario, las estructuras en competencia o el tipo de relaciones industriales en cada campo de actividad o en cada país. Estas fórmulas no tienen todas la misma eficiencia y se dará preferencia a las que sean más prometedoras (desde el punto de vista de su capacidad para equilibrar las ganancias en competitividad y en empleo) a medida que se estudien las condiciones bajo las cuales se generalicen.

    Aparte de su impacto sobre la competitividad de las empresas y de las naciones, es necesario evaluar cómo los diferentes sistemas de bienestar europeos ejecutan los "métodos óptimos" en este campo, resultantes de las reformas en curso. El objetivo es establecer escenarios positivos para el rendimiento de las compañías y la calidad de vida.

    Implicaciones y cuestiones políticas

    La ventaja de esta nueva definición de competitividad es que permite hacer nuevas recomendaciones políticas para Europa.

    Podemos esperar tres conjuntos de resultados.

    La aplicación de esta metodología pone de relieve los puntos fuertes (y los débiles) de la competitividad de las empresas y de las industrias, subrayando el papel que desempeñan algunos factores que hasta ahora se habían ignorado o se habían analizado insuficientemente, tales como la importancia de las innovaciones organizativas y el modo en que se extienden, el papel de las aptitudes organizativas y tecnológicas, el proceso de aprendizaje empresarial, o interempresarial y la calidad de las diversas redes que existen en una economía, etc. Todas estas cuestiones son potencialmente ricas en aplicaciones prácticas para los diferentes actores.

    Una segunda implicación de este nuevo enfoque se relaciona con el hecho de que la introducción de una dimensión "sistémica" en la competitividad, es decir, una dimensión que considera la calidad de la infraestructura como un factor positivo para la competitividad (tanto por su efecto sobre el nivel de vida como por las externalidades de las que las empresas pueden beneficiarse), pone una vez más en primer plano el debate sobre el gasto público. En consecuencia, pueden formularse recomendaciones en cuanto a los medios disponibles para fortalecer la competitividad estructural de Europa y de sus empresas, centrándose particularmente en el fortalecimiento de su atractivo relativo, que a su vez depende de las redes de cooperación existentes entre las instituciones de investigación y la industria, la calidad y densidad de los sistemas de comunicación y la disponibilidad de trabajo especializado o de acceso a los sistemas educativos y de formación especializada

    Por último, pero no menos importante, es preciso recordar que las nuevas dimensiones de la competitividad no son hostiles al empleo. Por el contrario, como ya se ha dicho anteriormente, en la mayoría de los casos, la calidad del producto y la diferenciación de productos, las redes o infraestructuras más eficientes, etc. necesitan y requieren más inversiones y mayor atención a los recursos humanos. Así el empleo y la calidad de vida se reintegran como componentes clave a una política de competitividad global.

    No es preciso decir que las proposiciones anteriores son todas ricas en implicaciones para los diferentes actores afectados, ya sean trabajadores, patronos o autoridades públicas.

    De este modo se abre una serie de nuevas vías para los empresarios y los políticos.

    Esperamos que los argumentos expuestos en este breve artículo hayan contribuido a convencer al lector de que es necesario trabajar intensamente en esta dirección para explorar sistemáticamente las diferentes oportunidades que hemos intentado apuntar aquí brevemente.

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