El cambio de gestión y los políticos

AutorManuel Arenilla Sáez
Páginas131-179

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En el trabajo de investigación realizado, y que se recoge en el Apartado I, aparece un nuevo modelo cultural con el que abordar la gestión pública. Dicho trabajo está basado en las claves de valoración operativa de los ciudadanos en relación con la institución Gobierno-Administración pública. Esto exige un cambio de mente o de ideas en la clase política. Ahora bien, a pesar de las crisis que se achacan al sistema y de que han aparecido algunas quiebras en él, no se perciben, en general, todavía problemas irreversibles en nuestro sistema público. En buena lógica política, no existirían, por tanto, motivos para introducir cambios y alterar el difícil statu quo actual, que, eso sí, se percibe como inestable y en amenaza. En el fondo, la clase política es consciente de que el viejo modelo liberal, cuyo origen se remonta a más de dos siglos, hace aguas y que los parches que se le han puesto, basados esencialmente en el incremento de la participación de los grupos de interés, no aguantarán mucho más. Esto ha calado en el discurso político y se habla de diversas corrientes pretendidamente nuevas pero que, en realidad, son una amalgama de viejas ideas renovadas a la luz de la urgencia de la actualidad.

No se percibe una presión externa suficientemente consistente y generalizada que justifique cambiar los elementos del actual sistema a pesar de la es-table y fuerte desafección política y del descontento político de los españoles (MONTERO, GUNTHER y TORCAL, 1998: 29 y ss.). Sí es cierto que algunos partidos introducen en sus procedimientos internos reclamaciones antiguas, como es el caso de las listas abiertas, pero no se vislumbra intención alguna en pasar la puerta de cada organización y hacer extensiva esa solución -de escasísima trascendencia real en algún partido que la propone- al sistema electoral general (BARAS y BOTELLA, 1996; BOTELLA, 1999). Lo que subyace a las diversas crisis que se manifiestan es el cuestionamiento del propio sistema de partidos, la alteración radical de la carrera política y la forma de participación de los ciudadanos en la política20.

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En el apartado anterior hemos visto que la explicación del voto tiene un contenido colectivo y otro individual, aunque las respuestas que se dan para explicarlo son cada vez más pragmáticas, como se ha comprobado en la valoración de la gestión pública en la investigación. No quiere decir esto que la explicación de voto se produzca casi exclusivamente en la actualidad y en el futuro por las realizaciones del Gobierno a sus ciudadanos, ya que, en definitiva, se va a tratar siempre de una «valoración» de dichas realizaciones. Sin embargo, es indudable que su peso se incrementa perceptiblemente y que, en cualquier caso, su valor en la legitimidad del Gobierno y la Administración pública y, en consecuencia, de la eficacia y satisfacción con el sistema político es decisivo como condición necesaria para otorgar la legitimidad institucional (BAÑÓN, 1997)21. La legitimidad por resultados percibidos22, por tanto, está condicionando cada vez más la legitimidad institucional, hasta el punto en que en la in vestigación realizada aparece como el factor necesario sin el que el ciudadano es incapaz de otorgar la legitimidad institucional.

La investigación realizada muestra la necesidad de abordar un profundo cambio cultural en la gestión pública que afecta primordialmente a los altos responsables de la gestión pública (ARGP), que podemos asimilar a nuestros efectos a los políticos con responsabilidades de gestión. Esto enlazaría con lo que BOTELLA señala sobre la necesidad de que exista una verdadera política cultural que emane del centro político (1997: 26 y 32). Es evidente que el cambio debe extenderse al resto de los miembros de las organizaciones públicas, y en especial a los funcionarios, pero esto, podríamos decir, se debe realizar en someter su voto a los intereses del partido. El único aspecto positivo, aunque sea implícitamente, es su ubicación en el espacio ideológico, que permite identificarles como "representantes" de sectores sociales y de sus ideales correspondientes, aunque sea a su pesar. Es indicativo que prácticamente nunca se hable en los grupos de cuestiones tan relevantes -pero específicamente relativas a los partidos- como las de su demo-cracia interna o su financiación».

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una segunda fase, aunque coincida parcialmente con el desarrollo de la prime-ra. No hay que olvidar que el premio que se persigue consiste en otorgar mayor legitimidad a la política y sus actores y a una institución, el complejo Gobierno-Administración pública, que no está bien valorada por el ciudadano-elector, el mismo que cada vez otorga más valor a la gestión pública en su voto. Mere-ce la pena, por tanto, plantearse la posibilidad del cambio en las formas de en-tender y hacer política, sobre todo cuando se acepta una importante vinculación entre más legitimidad institucional y más y mejor democracia.

1. El político ideal para el ciudadano

En la investigación realizada el ciudadano define su tipo ideal de político23, que vendría perfilado por las siguientes notas:

- Planificador de las actuaciones públicas.

- Experto en su área de actuación.

- Que informe al contribuyente del destino de los fondos públicos.

- Que regule eficazmente las ayudas con dinero público.

- Que reduzca el gasto ordinario.

- Con capacidad de gestión y que asuma riesgos.

- Que sea evaluado y se le exija responsabilidades.

Este estilo apunta claramente al rol de un ciudadano-contribuyente, de un ciudadano democrático conformador de derechos y con autopercepción de capacidad y potencial para exigirlos. Apunta a la necesidad de construir un nuevo marco de interacción entre la Administración pública y la sociedad. La expectativa y el deseo de la ciudadanía en este sentido ya existen, como se apunta en la investigación.

Si el político se comporta de esa manera, el ciudadano obtendría el siguiente valor:

- Confianza en el sistema, en la democracia.

- Confianza en los responsables públicos.

- Ilusión en el futuro como ciudadano.

- Gran avance en su calidad de vida.

Podríamos decir que lo anterior es el desglose del mayor otorgamiento de legitimidad a la institución Gobierno-Administración pública. Cabe preguntarse qué hay de pérdida en la ganancia, es decir, qué creen perder los políticos si se ajustasen al perfil que les exigen los ciudadanos. Hay que señalar previamente que, desde un enfoque sistémico, es natural justificar no cambiar, el

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inmovilismo por un principio de conservación de lo conseguido y por un miedo a lo desconocido. Es comprensible desde la óptica del político que entre la situación actual, llena de seguridades y de alguna incomodidad, y la que el ciudadano en la investigación le exige tenga dudas sobre lo que realmente éste parece querer, sobre todo teniendo en cuenta que su experiencia vital le señala que en el pasado no siempre ha interpretado correctamente las señales del ciudadano-elector y que, cuando ha perdido las elecciones, ha acabado por volver al poder, aunque no sepa muy bien cómo. Por otra parte, sigue confundiendo el juego de las alternancias con la legitimidad del sistema. Sin embargo, la expresión del ciudadano -y sus requerimientos- es nítida y sin ambigüedades en la investigación. El ciudadano espera que el político asuma riesgos si quiere obtener el reconocimiento que siempre ha esperado de él -al menos de una forma segura y satisfactoria en razón del esfuerzo que siente que ha realizado- y que también ha constatado que se le ha negado.

2. Qué pierde el político si cambia

Pasemos a continuación a concretar la pérdida del político si se ajusta al perfil requerido por el ciudadano.

2.1. Planificador de las actuaciones públicas

La planificación suele ser pública y documentada, lo que exige al político enseñar, de alguna manera, sus cartas al adversario, a la vez que le obliga a prever los medios necesarios para acometer lo previsto. Ante la oposición ofrece un documento que es objeto inmediatamente de estudio y de exigencia periódica en el Parlamento sobre su grado de cumplimiento. Supone también dejar realizado un trabajo para un tiempo futuro en el que él no sabe si va a continuar. Es decir, puede trabajar para que otro obtenga parte de sus éxitos, independientemente de que sea de su partido o no.

La planificación implica ocuparse de los factores y funciones administrativos, algo que considera una tarea propia de funcionarios y no de políticos. De ahí que un plan no suela normalmente ser más que un recetario vago...

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