La marginalidad rural

AutorBernardo Kliksberg
Páginas75-77

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Argentina tiene desafíos humanos inéditos. El 54,7% de la población es pobre. El 71,2% de los niños viven en la pobreza. El 50% de los niños de entre 6 meses y 2 años padecen anemia. Dos millones de niños no tienen cubiertas sus necesidades básicas. El 22% de los niños de entre 5 y 14 años de edad trabajan, según datos de Unicef. La desigualdad ascendió fuertemente en los años noventa.

Frente a este panorama, se requiere movilizar el inmenso potencial productivo del país, a través de fórmulas económicas imaginativas que democraticen las oportunidades. Hay una demanda social creciente por una economía plural, en la cual haya amplios espacios para las pequeñas y medianas empresas urbanas y ru-

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rales, acceso al crédito y a la tecnología, apoyo para mejorar la competitividad y desarrollo de la economía social.

Esa economía con rostro humano debe tener también fuerte presencia en las zonas rurales, clave para la economía. En ellas la pobreza es aun mayor que en las urbanas. El 80% de los niños de 11 provincias del norte argentino es pobre. Son mayores las tasas de mortalidad infantil rural.

Muchos niños trabajan con frecuencia en contacto con agroquímicos u otras sustancias peligrosas, en el manejo de los cultivos, en el cuidado de animales o en el hogar, en detrimento de su educación.

La situación de los jóvenes que viven en el campo es precaria, pues se incorporan antes que los jóvenes urbanos a trabajar (un 60% de los jóvenes de 14 a 19 años trabaja) y tienen menos posibilidades de cursar la escuela media. Presentan altos niveles de desocupación. Del 15% al 20% de los jóvenes de las provincias no trabajan ni estudian. Por otra parte, sus perspectivas son inciertas. Si migran a las ciudades, sus chances de inserción están acotadas por las exigencias de capacitación y por la distancia entre sus experiencias, y las demandas del mercado (Román 2003).

El reto es cómo abrir oportunidades para su plena inclusión productiva en las áreas rurales. Cómo impulsar acciones que favorezcan su desarrollo como pequeños productores y, al mismo tiempo, fortalezcan su capital educativo y su formación integral. El aumento de su inclusión productiva tendría todo tipo de efectos multiplicadores en las economías regionales, pues reduciría las tasas de migración y fortalecería la base humana para seguir aumentando los niveles de productividad y...

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