La tarea del investigador social sobre el fenómeno del delito. Primeras reflexiones

AutorQuim Bonastra y Gabriela Rodríguez Fernández
Páginas221-235

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1. Introducción

En las líneas que siguen queremos reflejar a grandes rasgos los temas más importantes que surgieron en las sesiones de debate del workshop del que el presente texto es producto. Advertimos por adelantado que no se trata, ni mucho menos, de unas conclusiones sobre el tema que nos ocupa que, por el momento, no estamos en posición de lanzar. Pretendemos, más bien, plantear preguntas, desbrozar caminos, abrir sendas que puedan servir, tanto a los investigadores que han participado en el seminario, como a otros que traten este tipo de temas.

El motivo fundamental por el que hemos redactado este intento de memoria de la sesión final del seminario, ha sido la percepción, endémica en las ciencias sociales, de falta de entendimiento, pese a estar hablando casi de los mismos temas y del ambiente relajado y de cordialidad que se respiró durante todas las sesiones. Es por esto que decidimos enfocar el debate final del workshop en la dirección de encontrar puntos comunes que nos permitieran trabajar en conjunto o, al menos, intercambiar informaciones de manera útil y fiable. En este sentido hemos dividido el contenido de este resumen en cuatro grandes apartados que consideramos que, a grandes rasgos, engloban y son representativos de los temas que se trataron.

Analizamos respectivamente las aproximaciones al territorio urbano en el que se producen los delitos y se desarrollan las sensaciones de seguridad/inseguridad, las dificultades metodológicas que comportan este tipo de investigaciones, la posibilidad del trabajo en red y la utilidad social de las investigaciones sobre delincuencia en el entorno urbano.

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2. La definición del territorio en los estudios sobre delincuencia

A la hora de afrontar el estudio del delito y de la percepción de la inseguridad en el medio urbano consideramos de la mayor importancia el estudio de las relaciones existentes entre el escenario en el que estos hechos y sensaciones se desarrollan y su configuración, tanto física como social. Las vías que se han abierto durante el seminario son múltiples y deseamos dejar constancia de algunos de los asuntos más relevantes que los debates han suscitado.

Uno de los primeros problemas con el que nos hemos encontrado ha sido de escala y de entorno, puesto que las ponencias presentadas al seminario trataban desde ciudades medianas en el ámbito europeo, como Lleida o Girona, a grandes metrópolis internacionales, como México D.F o Buenos Aires. En este sentido cabe hacer varias apreciaciones. Es necesario acotar el terreno y definir bien el ámbito de estudio, puesto que es obvio que las casuísticas son diferentes según se trate de ciudades grandes, medias o pequeñas o, en otro orden de cosas, se encuentren estas ciudades situadas en el continente europeo o americano1. De ahí se derivan una multiplicidad de escenarios en los que algunas generalizaciones pueden resultar poco o nada válidas y cuyo estudio creemos que se debe afrontar de manera individual y atendiendo a sus coyunturas y condicionantes2.

En lo que a características físicas o de configuración espacial de la ciudad se refiere, el debate plantea varias preguntas: ¿Existe una relación causal directa entre el diseño de la ciudad y la comisión de delitos? ¿Se puede, mediante el diseño urbano, evitar los actos delictivos? ¿Ayuda el entorno urbano a la percepción de seguridad o inseguridad? Estas preguntas arrojan luz sobre el modo de encarar la investigación acerca de los condicionantes físicos del entorno urbano.

Está claro que ciertos aspectos de la morfología urbana y su estado de mantenimiento ayudan a una percepción negativa sobre la seguridadPage 223 del entorno: la iluminación deficiente, la existencia de terrenos baldíos, ciertas zonas desiertas de transeúntes a determinadas horas del día, etc.; lo que ya no está tan claro es la relación causal entre estas características del entorno y la comisión de delitos que, si bien a priori puede parecer clara merece algunas matizaciones.

Un buen ejemplo de anomalía en este apriorismo lo constituye el ejemplo de delitos contra la salud pública (tráfico de estupefacientes) en la ciudad de Lleida3. La cartografía nos muestra, para el año 2000, una concentración de las denuncias en unos puntos muy determinados correspondientes a unas pocas calles del casco antiguo de la ciudad, una zona de parcelación antigua, con un parque inmobiliario viejo y degradado, pocos servicios, numerosos solares a causa de las inconclusas obras de renovación urbana y difícil acceso del tráfico rodado. En los dos años siguientes observamos una progresiva diseminación de las denuncias hacia los barrios vecinos sin que las características formales del barrio hayan cambiado. Los autores atribuyen esta dispersión radial a la entrada en servicio en la ciudad de la policía autonómica y a la persecución de este tipo de delito en el área indicada, que se encuentra en el origen de esta diáspora de los vendedores de estupefacientes. Este caso demuestra, como mínimo, que para algunos tipos de delito la configuración urbana puede ser tomada en cuenta, pero que frente a estímulos externos (en este caso, una mayor presencia policial), se pueden producir estrategias adaptativas de los individuos o grupos dedicados a este tipo de actividad (que en este caso se materializa en un progresivo cambio de ubicación de la actividad). De este modo, nos damos cuenta de las limitaciones que puede presentar como herramienta el análisis del entorno urbano si no se tienen en cuenta otros factores, sobre los que trataremos más adelante, y si no se aborda el fenómeno como algo dinámico y cambiante.

En lo tocante al diseño preventivo el debate se ha centrado básicamente en algunas ciudades del continente americano, en especial México D.F. y Buenos Aires. Dejando de lado el uso de videocámaras, que no constituye un cambio en la constitución física de la ciudad4, la mayor parte de las actuaciones en este sentido las encontramos actualmente enPage 224 las grandes ciudades de América y su materialización más extendida es la construcción, ex novo, de barrios residenciales cerrados en áreas suburbanas5 así como el cierre, mediante vallas y la dotación de un servicio de vigilancia, de pequeñas zonas de la ciudad con la consiguiente usurpación de espacio público. Su efectividad, por lo que se ha desprendido de los casos presentados en el seminario, es más que dudosa. El texto de Guerrien nos muestra cómo las soluciones adoptadas para hacer frente a una sensación de inseguridad contribuyen, por si mismas, a acrecentar esta sensación y cómo la instalación de algunos de estos conjuntos residenciales cerrados en áreas suburbanas comportan, a corto término, la yuxtaposición de barrios, que los primeros consideran parásitos, en los que suele residir todo el personal de servicio del barrio cerrado. La aparición de estos satélites, más o menos necesarios, pero indudablemente inevitables, suele generar una nueva sensación de inseguridad entre los habitantes de la urbanización amurallada en una rueda en la que resulta difícil deslindar la causa y el efecto. La misma sensación de inseguridad parece resultar del cierre de algunas zonas de la ciudad existente. Y todo esto sin incidir necesariamente en las tasas de delitos cometidos.

En el seminario hemos echado a faltar el análisis de intervenciones públicas en este sentido, puesto que, como se puede leer en la introducción, éstas hubiesen contribuido a dar una imagen más completa de este fenómeno. Ciertamente, existen actuaciones urbanísticas que tienen una clara intencionalidad de incidir sobre el orden público, las podemos ver cada día en nuestras ciudades en forma de esponjamientos demasiado intrincados, de barreras de equipamientos, etc., cuya finalidad es dar esta sensación de orden que menciona Fraile en la introducción. La pregunta sigue siendo cuál es el verdadero alcance de estas políticas territoriales.

Lo expuesto hasta el momento nos conduce hacia un análisis mucho más complejo en el que, sobre la base del entramado urbano, o morfología, se deben superponer aquellos de sus atributos topológicos que convengan a este tipo de estudio6. De este modo encontramos interesantePage 225 superponer a las capas de información morfológica y de delitos cometidos/denunciados otras capas de información que creemos que pueden arrojar luz sobre las numerosas excepciones que consideramos que se producen en el mero análisis formal7. Así, creemos que es conveniente prestar atención a atributos como el tipo de funciones que se desarrollan en determinadas zonas de la ciudad, para determinar, por ejemplo, en qué grado un exceso de zonificación puede resultar propiciador de algunos tipos de delito8. Del mismo modo consideramos importante el conocimiento de las características de la población del barrio o zona en los que predomina cada tipo de delito, y no solamente las típicas variables socioeconómicas, sino también aplicar indicadores como la capacidad de movilidad (que hemos visto para el caso del D.F. mexicano) o de homogeneidad/heterogeneidad social, por citar algunos. Conviene también tener en cuenta factores dinámicos de uso del espacio público y, de este modo, atender a los diferentes ritmos de utilización de éste. Análisis de este tipo pueden revelar tendencias de las actividades delictivas en una dimensión espacio-temporal de lo más interesantes.

En otro orden de cosas, consideramos que...

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