Una aproximación sustantiva al trabajo a tiempo parcial

AutorJaime Cabeza Pereiro
Páginas13-37

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1. Algunos datos de relieve

El concepto de trabajo a tiempo parcial está imbuido de un nivel de relativismo muy considerable. No se trata solo de una diversidad norma-tiva entre unos y otros sistemas jurídicos en la definición de esta modalidad de prestación de servicios, ni de las vacilaciones que se producen a la hora de asignar a una concreta relación laboral esta calificación. También hay que hacer referencia a circunstancias de todo tipo, muy en particular las diferencias entre unos sectores productivos y otros, o entre unos y otros ámbitos geográficos. Los documentos de las organizaciones internacionales ponen de relieve el carácter heterogéneo de toda esta realidad, a la hora de aportar definiciones, que siempre ostentan cierto relativismo2.

Puede afirmarse, como primera aproximación, que el trabajo a tiempo parcial se desarrolla principalmente en ciertos sectores muy concretos. Sin que por ahora convenga formular diferencias entre unos países y otros, pueden citarse, por ejemplo, la salud, la educación y el sector servicios. En éste, claramente, y muy en particular en el comercio3, las demandas variables e irregulares de los clientes y de los usuarios no se ajustan de forma conveniente con una jornada y un horario laboral regulares4. Por el contrario, puede afirmarse su carácter más residual en

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la industria y, sobre todo, en el sector primario5. Del mismo modo, puede decirse que tiene más incidencia en el trabajo que no se define como manual, aunque resulta especialmente raro en los puestos directivos. El desarrollo de ciertas actividades coincide, por consiguiente, con el incremento en el empleo a tiempo parcial. Así, por ejemplo, la hostelería, el servicio doméstico o el comercio responden a este paradigma6.

En cualquier caso, hay datos y líneas de tendencia concluyentes. Por ejemplo, que muy claramente el trabajo a tiempo parcial se ha incrementado en Europa en las dos décadas anteriores. Del mismo modo, también se ha señalado un acusado crecimiento en el ámbito de los Estados Miembros de la OCDE a partir de comienzos de los años cincuenta7. Y que, en términos porcentuales, es muy acusada la diferencia entre el porcentaje de trabajadores hombres y mujeres que trabajan por debajo de la jornada completa. Hacia el año 2002, como botón de muestra, en el ámbito de la Comunidad Europea a 15 había un 6,6 por 100 de varones que trabajaban a tiempo parcial y un 33,5 por 100 de mujeres, de entre toda la población activa8. Ya con la incorporación de los doce nuevos miembros, en el año 2008 los porcentajes alcanzaban, respectivamente, un 7,9 por 100 para varones y un 31,1 por 100 para mujeres9. Un año más tarde, y según los datos de Eurostat, había un 8 por 100 de hombres y un 32 por 100 de mujeres sobre el total de personas trabajadoras. Y en el año 2011 se alcanza un 9 por 100 en el caso de los hombres y un 32,1 por 100 del empleo femenino. Datos de los cuales, a nivel Unión Europea, pueden extraerse dos conclusiones muy importantes. La primera de ellas, que aproximadamente un 20 por 100 de la población activa trabaja en Europa a tiempo parcial, lo cual es, desde luego, una cifra muy considerable. La segunda, que la ratio de trabajadoras a tiempo parcial cuadriplica la de hombres, de tal modo que no cabe sino constatar el elevado grado de feminización de esta modalidad de trabajo10.

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Ahora bien, se trata de datos que no tienen en cuenta las diferencias entre unos y otros Estados Miembros. Hay que añadir que las variaciones son muy grandes, entre el Estado que menos incidencia tiene de trabajadores a tiempo parcial, cuando menos en el mercado de trabajo formal, que es la República de Bulgaria, donde solo alcanza el 2 por 100 del total, y el que más umbral alcanza, que es el Reino de Holanda, con un 48 por 10011, de acuerdo con las cifras de 2009. En términos generales, puede afirmarse que el trabajo a tiempo parcial está más expandido y generalizado en los países del Norte de Europa y resulta menos habitual en los del Sur12. Hay un grupo en el que alcanza porcentajes iguales o superiores al 20 por 100, conformado, además del Reino de Holanda, por el Reino Unido, Reino de Suecia, República Federal de Alemania13,

República de Austria, República de Irlanda y Reino de Dinamarca. Por su parte, y con porcentajes de entre el 6,8 y el 15,5 por 100, puede decirse que la contratación a tiempo parcial está por debajo de la medida europea en la República de Portugal, la República de Grecia, la República de Italia y el Reino de España14. Pero más intensamente en los Estados de nuevo ingreso, en los que oscila entre el 2,4 por 100 de la República de Bulgaria y el 10,6 por 100 de la República de Estonia, con la anecdótica excepción de Malta, que cuenta con un 13,2 de tasa de parcialidad.

Conviene aportar algún dato más relativo a los Estados con mayor índice de tiempo parcial. En el caso del Reino Unido, por ejemplo, hay que poner de manifiesto que incluso ha crecido ligeramente a lo largo de la década anterior. Así, se ha incrementado en más un punto y medio –del 25,1 por 100 al 26,8 por 100 entre 2000 y 2011–. Pero hay un dato especialmente significativo, por lo que más tarde se va a comentar: en el año 2009, en plena crisis económica, se produce una

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disminución clara del trabajo a jornada completa, pero que va acompañada de un crecimiento del trabajo a tiempo parcial15. Con respecto a Holanda, en el ámbito del trabajo femenino, la prevalencia de éste es abrumadora, hasta el punto que ha sobrepasado en 2011 las tres cuartas partes de las trabajadoras activas16.

Por su parte, en USA la utilización del trabajo parcial también se sitúa por encima del 20 por 100 desde hace bastantes años17. Ahora bien, en términos comparativos, algunos Estados de la Unión Europea, nominadamente Holanda, Suecia y Reino Unido, ostentan cifras mayores de incidencia que los EEUU18. Fuera de la UE se alcanzan asimismo altos porcentajes en Australia, Noruega y Canadá19.

Ya en referencia específica al Reino de España, los datos indican una modesta incidencia del trabajo a tiempo parcial. Bien es verdad que hay, en paralelo a lo que sucede en toda Europa, una tendencia creciente. De hecho, se ha pasado de un 8 por 100 en 2001 a un 13,8 por 100 en 2011. Eso sí, con la particularidad de que entre 2006 y 2011, pese al impacto de la crisis, el incremento no se ha acelerado –en 2006 se alcanzaba un 12 por 100–20. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, las cifras son más modestas, pues alcanzan en 2011 el 10,5 por 100 de la población activa –6 por 100 del empleo masculino y 23,5 por 100 del empleo femenino–. Probablemente, la importante diferencia porcentual se deba al distinto concepto que se haga de trabajo a tiempo parcial por la institución europea y la española, en los términos que se discutirán al hacer referencia al concepto de contrato a tiempo parcial. Con todo, hay dos conclusiones inequívocas: de una parte, que, como se ha dicho, hay menos trabajo a tiempo parcial en la economía formal en España que en el promedio de la Unión Europea y que la tasa de empleo a tiempo parcial femenino casi cuadriplica el masculino21.

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Porque la incidencia del part–time en España es modesta, hay que hacer referencia a una propuesta sugerente, que se ha hecho desde el ámbito de la economía: que puede haber cierta relación de vasos comunicantes entre el trabajo temporal y el trabajo a tiempo parcial. Es decir, donde éste es relativamente escaso, puede incrementarse desproporcionadamente la contratación de duración determinada. Así su-cede, sin duda en el Reino de España o en la República de Portugal. Sin embargo, no hay una constatación empírica de esta realidad, sino que, en términos globales, el crecimiento del empleo atípico se produce armónicamente en sus distintas modalidades22. Con todo, en el específico caso de España cabría argumentar que los contratos de duración determinada están en no pocas ocasiones cubriendo un papel que más legítimamente le cabría a los contratos a tiempo parcial. Un buen ejemplo puede ser el de la alternancia entre los contratos de obra o eventuales con los contratos fijos–periódicos o fijos discontinuos. Pero podría aludirse a otros casos en los que el carácter temporal sería reversible con una jornada a tiempo parcial.

Que el colectivo de las mujeres trabajadoras tiene una mayor incidencia en el trabajo a tiempo parcial constituye una conclusión muy evidente, a la que habrá que volver en varias ocasiones. Valga ahora enunciar otras ideas asimismo inequívocas. Por ejemplo, que se incrementa su incidencia tanto al comienzo como al final de la vida laboral. Incluso cabe añadir, con una serie de matices que habrá que formular más adelante, que constituye un elemento que facilita el ingreso al mercado de trabajo de los trabajadores jóvenes y el abandono paulatino de los mayores23. Esta tendencia resulta especialmente clara en el caso de los trabajadores varones, aunque también se aprecia entre las mujeres, con la salvedad de que ellas también prestan servicios a tiempo parcial entre los 30 y los 44 años, por obvios motivos de atención a las unidades familiares24. Y, como dinámica general, los últimos años han asistido sobre todo a una mayor concentración de part–time en el colectivo de trabajadores jóvenes25.

Además, y desde otra perspectiva, puede constatarse que en los países en los que el trabajo a tiempo parcial tiene una fuerte incidencia se producen dos consecuencias paradójicas: en primer lugar, incrementa la...

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