Las relaciones entre la ética y la política y la España civil

AutorEusebio Fernández García
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid
Páginas29-47

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En su libro, publicado en 2006, bajo el título "La España civil", Gregorio Peces-Barba va describiendo a lo largo de sus páginas los rasgos de la España que puede llegar a ser o, en sus palabras "un programa ideal para un sistema de convivencia que ha sido apuntado, pero sin realizar plenamente"12.

Se trata, también en sus palabras, de una utópica reforma inspirada en la tradición humanista, liberal y democrática europea, "impulsando la plenitud de los valores de la modernidad" y realizándose como utopía de la seguridad, utopía de la libertad y utopía de la igualdad, utopía del socialismo democrático y utopía de la solidaridad. Aparece aquí plasmado el ideal regulativo y normativo del filósofo político de talla.

Pero al mismo tiempo, y aquí reaparece el Gregorio Peces-Barba agudo analista político y la experiencia del político, se nos detallan en el libro los más importantes "obstáculos ideológicos, personales y sociales" para la construcción sólida y plena de esa España civil defendida, propuesta y anhelada. Son tres y se refieren a las modalidades defectuosas o patológicas del nacionalismo, de la Iglesia Católica y de la derecha social y política13.

Se me ocurre, al hilo de este brevísimo resumen del contenido del libro del Prof. Gregorio Peces-Barba, que alguien puede echar en falta, y no le faltarían Page 30 razones para ello, en la descripción de los obstáculos para la España civil, la referencia también a las actuaciones incorrectas en el ámbito de la izquierda política. Una mirada crítica a la historia de España del último siglo, por ejemplo, difícilmente podría resultar objetiva adjudicando todos los males a la derecha social y política y construyendo una historia inocente para la izquierda. Los errores e injusticias son compartidos, aunque pueda cambiar el grado de responsabilidad según los momentos, los agentes y las circunstancias, la contundencia en las acciones y la cobardía en las omisiones.

Con lo anteriormente apuntado no tengo como intención acusar a Gregorio Peces-Barba de algo parecido al maniqueísmo político sino, respetuosamente y con afecto, indicarle la existencia de una pequeña anomalía que podría afectar negativamente a la construcción de esa utopía reformista en que consiste la España civil. Entre otras cosas, porque en varias ocasiones apunta su rechazo al extremismo, al fanatismo y la imposición, algo que los que llevamos mucho tiempo trabajando con él hemos podido comprobar frecuentemente que ocupa un lugar preferente en sus convicciones.

Conviene señalar, además, que no todas las ideologías políticas pueden convivir adecuadamente con los rasgos de la España civil; ni tampoco todas las ideologías políticas democráticas lo pueden hacer de la misma manera (es decir, que existen mejores y peores modos de convivir). Las dos apuntadas como expresión de las convicciones políticas de nuestro profesor, que son el liberalismo político progresista y el socialismo ético14 son, sin duda las más adecuadas para ese proyecto. Porque si alguien atribuye un valor superior a la posibilidad de realizar en la actividad política los valores morales de la libertad y la igualdad, no le queda otro remedio que dirigir sus propuestas a los ideales, a la historia y a las promesas aun por realizar del socialismo liberal y la socialdemocracia. Lo mejor del liberalismo y lo mejor del socialismo, con frecuencia conviviendo en tensión, son los inspiradores del programa de la España civil.

Como, creo que correctamente, ha mostrado Elías Díaz, esta perspectiva del socialismo liberal es la que identificaría mejor la ideología política de Gregorio Peces-Barba, y a esta adscripción no sería ajena la influencia, la más manifiesta de todas las influencias intelectuales, de Norberto Bobbio15.

Otro punto que merece la pena apuntar es que aunque los requisitos y contenidos de la España civil valdrían, en general, para cualquier sociedad que desea ser "civil", en el caso que nos afecta se refiere a España y algunas de Page 31 sus tradiciones intelectuales y políticas. Que el libro se dedique a la memoria de Antonio Machado, Fernando de los Ríos y Manuel Azaña y que al final de la Introducción se indique que la España civil "recoge la mejor tradición de la generación de 1914" y se cite a Ortega, Azaña, Fernando de los Ríos o Antonio Machado junto con una referencia al padre Feijoo es todo menos irrelevante. Creo que el siguiente comentario de Fernando Llano Alonso es muy adecuado al respecto: "el libro representa una meritoria reivindicación de la mejor tradición de la generación del 14: la de aquellos intelectuales que, guiados por un patriotismo cívico y honesto, promovieron a lo largo de su vida la regeneración política, cultural y ética de España a partir del respeto a los valores democráticos, las leyes, las libertades y los derechos fundamentales"16.

Toda esta introducción al tema de las relaciones entre ética y política ha tenido como objetivo señalar el ámbito ideológico, político y cultural desde el cual se debe tratar ese asunto, y que no es otro que el de los rasgos que definen a la España civil, según la descripción que de ella hace el Prof. Gregorio Peces-Barba.

La tesis que aquí voy a intentar defender es que la España civil, o más concretamente su ética pública, debe responder a dos exigencias :

  1. Una adecuada distinción entre ética y política, y

  2. Una filosofía de la historia no reduccionista, ni mecanicista, ni determinista.

La primera exigencia partirá de la distinción weberiana entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad, aunque matizada. La segunda precisará rebatir "las seguridades" de los distintos tipos de historicismo, apoyándose en la idea desarrollada por Karl Popper de que "el significado de la historia es algo que escogemos... Naturalmente ninguna diosa de la historia nos salvará de las consecuencias de nuestras propias acciones"17.

La distinción entre ética y política intenta promover una actitud autónoma, pero insegura y hasta dramática, que no se confía a las certezas de los fundamentalismos y los totalitarismos (los mayores obstáculos y enemigos de la dignidad humana y su autonomía). Page 32

El rechazo de las filosofías de la historia de tipo reduccionista y determinista pretende recordarnos que, a pesar de las circunstancias que pueden condicionar nuestras decisiones, el sentido de la historia es el que sus protagonistas le quieren dar.

Ambas exigencias no son otra cosa que el resultado de tomarse en serio la idea de que la responsabilidad de vivir (responsablemente) es exclusivamente competencia de cada uno de los seres humanos.

Respecto al primer punto Hannah Arendt escribió algo cuyo señalamiento aquí es oportuno: "En el centro de las consideraciones morales de la conducta humana se halla el Yo; en el centro de las consideraciones políticas se halla el mundo"18.

De la misma manera, la recuperación de los beneficios y las miserias del pasado19 pueden ayudar a iluminar el porvenir, ayudando a la voluntad humana a la consecución de fines humanos dignos, razonables y solidarios.

I M. Weber: ética de la convicción y ética de la responsabilidad

Es bastante conocida la distinción que M. Weber estableció entre una ética de la responsabilidad y una ética de la convicción, en el texto de su conocida conferencia en Munich, 1919, que llevó por título "La política como vocación" y que junto con otra conferencia "La ciencia como vocación" se editaron juntos con el título "El político y el científico". En "La política como vocación", M. Weber insiste, entre otras cosas, en que el buen político debe contar con tres cualidades importantes: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. El éxito y el asegurarse algún tipo de fe son exigencias también a tener en cuenta en el quehacer político. Unos párrafos después es cuando se hace los siguientes interrogantes que conectan directamente con el tema aquí planteado: Page 33

"¿Cuál es, pues, la verdadera relación entre ética y política? ¿No tienen nada que ver la una y la otra, como a veces se dice? ¿O es cierto, por el contrario, que hay "una sola" ética, válida para la actividad política como para cualquier otra actividad? ... ¿Pero es cierto acaso que haya alguna ética en el mundo que pueda imponer normas de contenido idéntico a las relaciones eróticas, comerciales, familiares y profesionales, a la relación con la esposa, con la verdulera, el hijo, el competidor, el amigo o el acusado? ¿Será verdad que es perfectamente indiferente para las exigencias éticas que a la política se dirigen el que ésta tenga como medio específico de acción al poder, tras el que está la violencia? "20.

Los tres interrogantes van directamente al meollo de nuestro asunto y el segundo anuncia una posible solución.

El cumplimiento de la moral del Evangelio, el pacifismo y la obligación de decir la verdad le valen a M. Weber como ejemplos de morales absolutas, imposibles de llevar a la práctica política en todo caso y ajenas a las consecuencias. Y es en este momento cuando M. Weber enuncia la distinción entre una ética de convicción y una ética de la responsabilidad:

"Tenemos que ver con toda claridad que toda acción éticamente orientada puede ajustarse a dos máximas fundamentales distintas entre sí e irremediablemente opuestas: puede orientarse conforme a la "ética de la convicción" o conforme a la "ética de la responsabilidad" ("gesinnungsethisch" oder "verantmortungsthisch"). No es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad o la ética de la responsabilidad a la falta de convicción. No se trata en absoluto de esto. Pero sí hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de una ética de la convicción, tal como la que ordena (religiosamente hablando) "el cristiano obra bien y deja el resultado...

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