Estrategias de prolongación de la vida activa: panorámica europea. Algunos comentarios y opiniones sobre la ampliación d

AutorBernd Marin
CargoDirector del Centro Europeo de Investigación en Políticas Sociales.
Páginas87-112

Muchas gracias por su amable presentación.

Durante los últimos dos días he oído su opinión así como la de otros participantes. Ello me ha hecho modificar y reorganizar mi ponencia para comenzar con el tema al que hicieron referencia los ponentes anteriores de forma que podamos establecer el diálogo y de que mi intervención no se reduzca a soltarles un discurso preparado. Trataré diversos temas, incluido el de España, a la que me referiré en términos comparativos. Pero, antes de nada, creo conveniente explicarles mi posición respecto a la de los otros ponentes, tanto si están o no de acuerdo, ya que, a mi juicio, conocer las premisas de las que parto simplificará la labor de extraer conclusiones.

Dicho sea de paso, conozco la Universidad Menéndez Pelayo de Santander porque, hace dos años, me matriculé en un curso de verano de español que, por lo que veo, no he aprovechado demasiado ya que, aunque puedo entenderles, lo cierto es que en lugar de aprender a expresarme en español, he perdido fluidez en mi italiano. Como no he vuelto a hacer prácticas con su idioma, pienso en italiano y me hago un verdadero lío. No he conseguido grandes resultados a pesar de los excelentes profesores que tuve en Santander y de su agradabilísimo ambiente. Verdaderamente, me alegro de haber tenido la oportunidad de volver, entre otras cosas, para alojarme en el Palacio de la Magdalena, como hice la última vez. Es un bellísimo lugar y una excelente universidad.

Una vez que establezca mi posición respecto a la intervención de los ponentes anteriores, intentaré remontarme a las raíces del problema. Pero, ¿cuál es el problema? ¿Existe realmente? Y, en tal caso, ¿hay soluciones? Por último, analizaré los países europeos desde una perspectiva comparativa. Verán que algunos han hecho sus deberes mucho mejor que otros respecto a la ampliación de la vida laboral. Tenemos países en los que la edad media de jubilación ronda los 55 años mientras que en otros la edad real de jubilación es de 63, 64 o incluso 68 años. Page 88

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Esto representa una diferencia de entre nueve y trece años en la edad efectiva de jubilación, por término medio, entre algunos países de la UE o de la OCDE. España se encuentra aproximadamente en la mitad, en cierta medida mejor que la media y, en algunos aspectos, en una posición ventajosa e incluso muy favorable como punto de partida para la mejora. Por eso trataré de centrarme y referirme a Europa y a España en un marco comparativo.

Octavio Granado, el Secretario de Estado, nos ha invitado a mantener un debate abierto y sin cortapisas. Voy a seguir su sugerencia y espero que ello no les moleste. En realidad, coincido con prácticamente todos los puntos básicos que ha planteado. Comparto sus premisas. Si he entendido bien, ha dicho: «Introduzcamos ahora reformas con perspectiva a largo plazo, gradual, cuidadosa, de manera optimista y sin sensación de crisis humana». Y esto es exactamente lo que hemos de hacer: las reformas deben realizarse en momentos de bonanza y no de recesión.

Sin embargo, la mayoría de la gente hace, imprudentemente, lo contrario. Espera hasta llegar al punto sin retorno, en el que la crisis se hace insoportable, y trata entonces de salir como puede, con reformas que no son más que parches y remedios precipitados. Las reformas deben llevarse a cabo en situaciones de prosperidad en las que se dispone de los recursos necesarios, como ocurre hoy en España -a diferencia de mi país, Austria, o de Alemania o incluso de Suecia, con su profunda crisis a principios de los noventa-. España, por el contrario, es un país con una esperanza de vida relativamente larga, por lo que tienen ustedes, por así decirlo, mucho tiempo por delante para prepararse, adaptarse y sopesar cuidadosamente estas reformas a largo plazo.

El Secretario de Estado también ha indicado que disponen ustedes de un sistema extremadamente generoso, lo que es obvio incluso para los observadores externos. Ha añadido la necesidad de «mantener la generosidad en tanto no se beneficie generosamente a aquellos que contribuyen menos». No puedo sino Page 89 secundar sus palabras respecto a lo que ha dicho sobre la necesidad de distinguir entre generosidad y solidaridad y sobre que no todo lo que parece solidaridad tiene por qué serlo. La generosidad puede ser razonable, justa, solidaria, recomendable, incluso necesaria y, en ocasiones, todo lo contrario. Puede ser «particularismo, sectorialismo o corporativismo» en el sentido italiano, francés o español del término. Puede, simplemente, servir a intereses particulares y privilegiados.

A propósito de servir a intereses particulares: en algunos países, determinados grupos sociales disfrutan de ingresos por jubilación que duplican, triplican e incluso cuadriplican los de otros grupos, cuando sus cotizaciones sólo cubren el 15% de sus pensiones mientras que otros grupos de trabajadores han de sufragar el 92% de las suyas. Situaciones como éstas impiden alcanzar un consenso sobre las reformas porque quienes ya han realizado innumerables sacrificios en el pasado se niegan a hacer todavía más. Los empleados y obreros austríacos aportan hasta el 92% de sus pensiones y -si les pedimos nuevos sacrificios-, no podrán comprender por qué los funcionarios de la Administración o de la Seguridad Social cotizan el 14%, mientras que el Estado financia el 86% de unas pensiones que son mucho más elevadas que las que ellos reciben. Por el contrario, la Administración sólo financia entre el 5 y el 10% del importe de las pensiones de los trabajadores. Obviamente, éstos no estarán dispuestos a aceptar las tan necesarias reformas si consideran que no son tratados con equidad y justicia. El secreto de una reforma exitosa de las pensiones se basa en el respeto de los tres principios sagrados de la equidad, la justicia y la transparencia. Aquellos países que han llevado a cabo con éxito reformas que en ocasiones han resultado extremadamente duras han cumplido cuidadosamente estos principios. Hasta aquí mi respuesta al primer ponente.

Quisiera responder ahora al segundo ponente, señor Vignon, respecto a la «situación de la UE». Hemos oído hablar de la estrategia de Lisboa a favor del empleo y del crecimiento pero también de los grandes desafíos: la elevada tasa de desempleo, la falta de puestos de trabajo, la incapacidad para erradicar la pobreza y todos los problemas relacionados con el envejecimiento de la población. Y, seamos francos, hasta la fecha no se ha encontrado solución a ninguno de estos problemas. La tasa de crecimiento de la Unión Europea es muy baja y la de desempleo altísima. La primera acción de la Comisión Europea en este sentido se adoptó en la Cumbre de Luxemburgo de 1997 en forma de primer Plan de Acción Nacional (NAP) para combatir el desempleo, exactamente 24 años después de que comenzase el problema del desempleo masivo como consecuencia de la primera crisis del petróleo, en 1973, empeorado tras la segunda crisis del petróleo de 1979. La primera acción de la Comisión tuvo lugar nada menos que 24 años después de que se produjese la explosión del desempleo masivo. Confío en que el plazo necesario para adoptar acciones eficaces respecto del envejecimiento sea más corto aunque todo hace pensar que no será inferior a 20 años.

No voy a entrar en detalles. No tengo que recordarles que registran ustedes tasas de actividad relativamente bajas y una tasa de desempleo de larga duración muy elevada -4 o 5 e incluso hasta 8 veces superior a la de otros continentes, incluida Norteamérica. Contamos con seguridad en la vejez pero, como señalaron ayer David Stanton y otros ponentes, ni las pensiones son seguras ni el Sistema sostenible. Stanton no expuso ayer el ejemplo de esa anciana británica sancionada con pena de prisión porque se negó a pagar las dieciocho libras adicionales que le exigían en concepto de impuestos locales. ¿Y por qué se negó? Porque su pensión mensual era de 312 libras. ¿Cómo puede vivir así esta persona? ¿Cómo puede hacer frente a un aumento de casi el 20% anual en los impuestos locales con una pensión de tan sólo 312 libras (alrededor de 470 euros) y un crecimiento anual del 2%? Page 90

Creo que sobran las explicaciones. Los datos no son halagüeños. Hemos oído que el principio básico es «hacer que el trabajo valga la pena». Les mostraré algunos ejemplos ingleses que demuestran que no siempre es así. En muchas situaciones se puede registrar una elasticidad de ingresos negativa y quienes permanecen desocupados pueden obtener, en determinados casos, mayores ingresos que quienes trabajan. No hemos conseguido incentivar suficientemente el trabajo, ni la inclusión social ni el ahorro para mantener un Sistema de pensiones sostenible. No hemos podido resolver el problema de la sostenibilidad del sistema sanitario a largo plazo y sus costes se han disparado en algunos países europeos obligando a aumentar hasta cuatro veces las cuotas de los beneficiarios. Sin duda, nos enfrentamos a un grave problema.

Volvamos ahora al «Método Abierto de Coordinación» (MAC) que -como una especie de «legislación blanda»- refleja la emergencia en los noventa de una preocupación de la Unión Europea para establecer unos objetivos de protección social comúnmente acordados por los países miembros de la Unión Europea, inferiores a los establecidos por la legislación. Hemos oído que la Comisión propone objetivos comunes y sugiere directrices y calendarios, que son transformados por los países en planes de acción nacionales y supervisados periódicamente. En lo que se refiere a la supervisión, pueden ver las normas que utilizo respecto a la edad de jubilación. El debate europeo gira en torno a cuatro referentes: el objetivo de Estocolmo, los objetivos de Gothemburg de 2001, los fijados en Lisboa (primavera del 2000) y, posteriormente, los objetivos de Barcelona (abril de 2002). A mi juicio, este último reviste mayor importancia ya que es más exigente y ambicioso. Y esto es así, porque una vez que los legisladores establecieron los objetivos de Gothemburg, comprobaron que muchos países ya los cumplían y no tiene sentido establecer objetivos para la década siguiente que ya cumplen prácticamente todos los países sin necesidad de realizar esfuerzo alguno.

El objetivo de Gothemburg era, básicamente, que al menos uno de cada dos europeos de más de 50 años permaneciese en el mercado laboral. Como ustedes saben, en países como Suecia, entre el 70 y el 75% de la población con edades comprendidas entre los 55 y los 65 años sigue siendo mayoritariamente activa. En España, esta proporción también se cumple entre los hombres pero no entre las mujeres. Por cierto, en Austria, por ejemplo, el 40% de los hombres y más del 80% de las mujeres de este grupo de edad están desocupados y son considerados trabajadores «viejos». Estoy convencido de que todos ustedes piensan que esto es ridículo. ¿Cómo puede decirse que alguien es viejo si todavía se encuentra en edad laboral? Se trata de una contradicción, de un absurdo. Una persona de 50 años no puede ser, por definición, vieja porque la vejez comienza una vez que concluye la edad laboral, es decir, a partir de los 65 años en todos los países de la Unión Europea a excepción de uno -y en algunos casos hasta los 67 años o más. Por consiguiente, la situación austríaca -con un 81% de las mujeres con edades comprendidas entre 55 y 64 años desocupadas y sólo el 0,9% en activo- es desastrosa.

En resumen, nos enfrentamos a un problema de inactividad y no de desempleo. El desempleo -grave problema al que volveré cuando me refiera brevemente a la intervención del señor Noval- sigue aumentando. Pero éste es un problema menor para el grupo de personas de más de 50 años donde se registran tasas de inactividad 10 veces más altas que de desempleo entre los hombres y 30 veces más altas entre las mujeres, aunque la inactividad pueda ser una forma oculta de desempleo a través de la desincentivación, lo que aumenta la reserva de mano de obra silenciosa (véase a modo de ejemplo los datos sobre España en los dos cuadros siguientes): Page 91

ESPAÑA: POCOS HOMBRES INACTIVOS (Grupo de edad 55-64)... Inactividad y desempleo según tasas de población (2002)

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... MUCHAS MUJERES INACTIVAS (Grupo de edad 55-64)

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Por otra parte, como pudieron ver en el gráfico «Edad media efectiva de jubilación (2003)», antes presentado, he utilizado como referencia los objetivos de Barcelona 2002, según los cuales, la edad real de jubilación (efectiva) -no la legal- debería haberse Page 92 ampliado en 5 años para 2010 respecto a la vigente en la fecha de la Cumbre de Barcelona.

Jose Luis Tortuero ha señalado que podemos observar esta diferencia de alrededor de 5 años entre la edad legal y la edad real de jubilación en todas partes. Pero no siempre es así, en el Reino Unido, por ejemplo, esta diferencia es de tan sólo 0,8 años en el caso de los hombres. En otros Estados Miembros de la UE o en países de la OCDE como Eslovaquia, Polonia, Austria o Bélgica, la diferencia supera con creces los 5 años. Por consiguiente, este desfase puede ser superior a 5 años pero -como observamos en Suecia, Noruega, Grecia, Hungría, Dinamarca, Reino Unido, Alemania o España- también muy inferior. Por consiguiente, esta diferencia entre la edad legal y la real de jubilación no es un patrón que se repita prácticamente en todas partes.

En el caso de España, siempre según fuentes EUROSTAT para el 2003, la edad de jubilación se sitúa en 61,6 años para los hombres y en 61,3 para las mujeres, lo que resulta, sin duda, un récord en la comparativa entre países siempre y cuando no tengamos en cuenta que, en realidad, son muy pocas las mujeres de más de 55 años que trabajan en España. Si nos ceñimos a los varones españoles, observarán ustedes que los componentes del grupo de edad de 55 a 64 años resultan muy activos en la comparativa internacional. Observen que poco más de un tercio está desocupado. Pero si nos trasladamos a las mujeres, es obvio que éste es el punto débil del Sistema español. El 75% de las mujeres de este grupo de edad está inactivo y tan solo un 2,4% está desempleado. Así que hablamos una vez más de inactividad, de exclusión social o, como lo denomina la finlandesa Jorma Rantanen, de «exclusión por razón de la edad», generaciones completas que son expulsadas del mercado laboral, lo que constituye un desastre económico y una deshumanización de la mujer de mediana edad, en particular, pero también del hombre. Y si 3 de cada 4 mujeres españolas o 4 de cada 5 austríacas son expulsadas del mercado laboral al alcanzar su madurez, estamos siendo testigos, sin lugar a dudas, de un verdadero desastre.

Volviendo a la edad efectiva de jubilación. Pueden observar ustedes que la regla de los 5 años de diferencia entre la edad legal y la efectiva no es una regla de oro en absoluto. Pero, ¿qué es una regla de oro?. Tenemos una regla de oro pero nada tiene que ver con ésta. La cosa funciona así: si se establece una edad legal de jubilación y una posibilidad de acogerse a la jubilación anticipada, los trabajadores siempre optarán por esta última. Permítanme exponerles otro ejemplo austríaco porque siempre es mejor ser crítico con el país propio. En Austria, la edad legal de jubilación es de 65 años y la anticipada de 61,5 (anteriormente 60). Sin embargo, la jubilación real se produce mucho antes porque los trabajadores están convencidos de que lo normal es abandonar el mercado laboral en cuanto se tiene oportunidad. Sin embargo, la jubilación anticipada es una excepción. Y si la excepción se transforma en regla, la regla pasa a convertirse en excepción. En Austria, por ejemplo, el número de personas que trabaja a la edad de 65 años es inferior al 3%; el 97% de la población trabajadora se jubila a esa edad o antes y el 88% lo hace antes de la edad legal de jubilación. Hemos de ser conscientes de que, si existe esta vía, los trabajadores se acogerán a la jubilación anticipada independientemente de la denominación que reciba: incapacidad, desempleo, es indiferente. La ley de oro es que el trabajador se jubilará tan pronto como pueda hacerlo.

El canciller alemán, señor Schroeder, perdió la presidencia hace algunas semanas porque se había comprometido a reducir el desempleo. Cuando ocupó el cargo, había cuatro millones de desempleados. Schroeder prometió reducir esta cifra a dos o tres millones alegando que «no» deseaba ser reelegido si no cumplía su propósito. Hoy, después de siete años de mandato, tenemos oficialmente cinco en vez de cuatro millones de desempleados y, tres millones y medio de personas buscan tra-Page 93bajo sin estar censadas en la oficina de desempleo. En resumen, tenemos alrededor de ocho millones y medio de personas que buscan trabajo. Esta es la razón por la que perdió las elecciones, al igual que su predecesor, el señor Kohl, quien tampoco pudo resolver el problema del desempleo masivo que es, sin lugar a dudas, el mayor problema de Alemania. Ni el señor Kohl ni el señor Schroeder han sabido encontrar una solución, por lo que han debido abandonar el cargo. Pero cuando el señor Schroeder se refería a otro problema político crucial -el de las pensiones- alegaba que «no hay derecho a holgazanear». Los alemanes no tienen derecho a ser holgazanes. Bien, como estudiosos, nunca hablamos de holgazanería. Este no es un término científico. Preferimos denominarlo, preferencia por el ocio.

Pero la preferencia por el ocio, a diferencia de lo que el señor Schroeder piensa es, a mi juicio, un derecho humano básico. Los viejos anarquistas dirían que no tiene sentido volver al antiguo debate filosófico sobre el derecho a ser holgazanes. ¿Tenemos derecho a no trabajar en una sociedad libre? Sí, indudablemente. No estamos en un campo de concentración ni de trabajos forzados. Las personas pueden desear no trabajar a partir de una determinada edad. Esto no entraña problema alguno en tanto se mantengan a sí mismas. El problema surge cuando los alemanes y los austríacos, por ejemplo, piensan que, si no desean trabajar -y están en su derecho de hacerlo (todos los Eurobarómetros y encuestas de opinión indican que las personas no quieren seguir trabajando a partir de una cierta edad)- la sociedad debe sufragar sus gastos. Dejar de trabajar en Alemania y dedicarse a gastar el tiempo y el dinero en la soleada España a una edad relativamente joven es aceptable en tanto sea la propia persona quien sufrague sus gastos como hacen, por ejemplo, los suizos, los polacos, los daneses, los italianos o los suecos. Si, por el contrario, pides a tus vecinos que paguen las facturas de tu prejubilación, puede producirse un grave problema de solidaridad y de sostenibilidad fiscal. Fijémonos en el ilustrativo ejemplo de los funcionarios austríacos que el año pasado solicitaron la jubilación anticipada: a mediados de año, alrededor de 6.000 funcionarios, en condiciones especiales, tenían la opción de acogerse a la prejubilación a partir de los 49 años de edad. 6.000 profesores lo hicieron el 14 de noviembre, a mitad del curso escolar, cobrando una pensión media que oscilaba entre 1.500 y 2.000 euros al mes. ¡No está nada mal iniciar una nueva vida con 2.000 euros mensuales! Un trabajador de la construcción que se retira a la edad de 61,5 años, es decir, 3 años antes de la edad legal de jubilación, tras 46 años y medio de servicio por término medio, pierde un 15% de sus ingresos por lo que cobrará unos 1.000 euros mensuales en lugar de los 2.000 que cobraría el funcionario prejubilado con 49 años. ¿Cómo se explica esto? El hecho de aplicar diferentes leyes a las mismas circunstancias, según tengan lugar en el sector público o en el privado conduce a situaciones extremadamente desmoralizantes. ¿Dónde nos lleva esto? Nuevamente a la regla de oro: si hay una posibilidad de jubilación anticipada, el trabajador la aprovechará.

Ayer oí decir que «había avanzado» en España la posibilidad (no sé exactamente cuál es el término español) de fijar la edad más temprana de «jubilación anticipada» en 61 años y resulta una coincidencia milagrosa que la edad efectiva de jubilación se encuentre entre 61,3 y 61,6 años. Si repaso el resto de los países europeos, observo que este comportamiento se repite. No añadiré más sobre esto.

Con respecto a la presentación americana realizada por AARP, coincido plenamente con la opinión de Marie Smith respecto a la Seguridad Social. No podemos deshacernos de este pilar básico que, en Estados Unidos, garantiza las tres cuartas partes de los ingresos del tercio inferior de la pirámide socioeconómica y de, aproximadamente, una tercera parte de los jubilados que no disponen de más ingresos que los que reciben de la seguridad social. En Europa, este desastre sería incluso mayor. Page 94

En España, por ejemplo, sería impensable socavar este primer pilar. Los españoles son más dependientes de la Seguridad Social. En su país, no sólo depende de ésta el tercio inferior de la pirámide socioeconómica sino también los tres cuartos restantes. La gran mayoría de los ancianos depende por completo de las pensiones públicas. Socavar este Sistema situaría a más de la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza (al igual que en Estados Unidos, cuadriplicando la tasa de pobreza entre las personas mayores). Esto también sería impensable en las nuevas democracias que el año pasado se incorporaron a la Unión Europea. Entre los diez nuevos miembros, Chipre es, con diferencia, el país más rico, con mayor tasa de crecimiento, mayor tasa de empleo, menor tasa de desempleo y la renta per cápita más elevada. Sin embargo, entre el 50 y el 60% de los pensionistas chipriotas se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. ¿Es esto necesario? No, desde luego que no. No es más que una demostración de falta de generosidad. Un país relativamente rico no puede permitirse el que la mayoría de sus pensionistas se sitúe por debajo del umbral de la pobreza.

Observamos un ejemplo de buenas prácticas de Estados Unidos, Canadá, Países Bajos y, ahora también, en algunos países europeos, en forma de Ley contra la Discriminación en el Empleo por Razón de Edad de 1967. Estas normativas señalan algo que fue resaltado en la Asamblea Mundial de NNUU, de la que Aurelio Fernández fue comisario español, una de las cuestiones clave de la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, celebrada en Madrid en el 2002 (WAA-II) así como del Plan Internacional de Acción de Madrid sobre el Envejecimiento (MIPAA) y de la Estrategia de Implementación Regional (RIS) en Europa, fue prohibir la jubilación forzosa a cualquier edad. La edad por sí sola no puede ser causa de despido; en una sociedad libre, los ciudadanos tienen derecho a trabajar mientras lo deseen. Poca gente lo hace, pero todos conocemos algún caso: profesionales liberales, comerciantes de pequeñas tiendas o empresarios, por citar algunos. Pensemos también en los científicos y artistas que en su gran mayoría, si no todos, no dejan de trabajar nunca, o como entre los médicos y abogados, por ejemplo, es habitual el chascarrillo de que cerrarán la oficina cinco años después de que hayan muerto.

Nadie tiene derecho a despedir a una persona simplemente porque se haya hecho mayor. Son muchas las demandas interpuestas ante los tribunales de numerosos países por mujeres a las que las empresas obligan a acogerse al «derecho» de prejubilación. En cuanto cumplen 59 años y 11 meses, las empresas las ponen de patitas en la calle. Estas trabajadoras recurren a los tribunales y ganan los litigios porque es injusto despedir a alguien que desea seguir trabajando alegando, exclusivamente, razones de edad. Creo que podemos aprender mucho de esto. Los suecos y los israelíes disponen actualmente de una ley que impide despedir al trabajador antes de que cumpla 67 años. Se trata de un instrumento muy eficaz si se elabora adecuadamente. Y creo que debemos hacerlo. Hemos prohibido el racismo, el machismo pero no «edaismo». Con frecuencia oigo conversaciones como la siguiente: «Presenta tu documento de identidad a la hora de solicitar empleo». ¿Por qué? «Porque es imprescindible tener menos de 35 años». ¿Por qué? «Porque no queremos gente que supere esa edad», ni siquiera en el sector público. Muchos funcionarios tienen todas las puertas cerradas a partir de los 40. Se trata de discriminación, pura y dura, basada en la edad, por lo que debe ser rigurosamente prohibida y lo será. Muchos países disponen hoy de leyes contra ese tipo de discriminación. Creo que se trata de un instrumento absolutamente indispensable que los empresarios comprenderán fácilmente.

En lo que se refiere a la nueva propuesta de la administración Bush de asociar la subida de las pensiones a los precios y no a los salarios, Marie Smith, ha señalado con gran Page 95 acierto que este sistema penalizará a las clases medias. Esta categoría de ciudadanos (el 77% de los beneficiarios) hubiera perdido el 29% de su poder adquisitivo de haberse aplicado con anterioridad esta nueva propuesta. Únicamente se beneficiaría a los más pobres. Podríamos encuadrar esta ley en el «paleoliberalismo» del siglo XIX. No se trata siquiera de un nuevo tipo de liberalismo sino de «paleoliberalismo». No es eso lo que deseamos para el siglo XXI. A mi juicio, reducir la protección de las personas mayores a simple asistencia social no es algo que debamos hacer. Toda iniciativa debe tener en cuenta los intereses de una amplísima clase media y, por consiguiente, todo lo que vaya más allá de una simple solución basada en los seguros puede resultar muy problemática. Estoy a favor de las opciones solidarias y, en cierta medida, de la redistribución. Pero si se violan los seguros sociales y de jubilación y se tiende claramente a la redistribución, las clases medias perderán todo interés y el Sistema se convertirá, inevitablemente, en un tipo «tarifa plana» similar al de Irlanda, Gran Bretaña o Nueva Zelanda. Los sistemas del Reino Unido y Nueva Zelanda son extremadamente redistributivos, incluso con los más pobres, lo que hace que nadie, ni siquiera éstos, estén interesados en este tipo de Sistema.

También coincido con lo que ha dicho David Stanton. Básicamente ha demostrado que si elevamos la edad de jubilación efectiva 5 años, se resolverán todos los problemas. Hemos observado alternativas poco realistas -trabajadores que reciben pensiones mucho más bajas y cuyo nivel adquisitivo es muy inferior al del resto de la sociedad en la que viven una vez que se jubilan, trabajadores que han de pagar impuestos y cuotas a la seguridad social elevadísimos durante sus años de actividad laboral, o ciudadanos obligados a acumular unos ahorros considerables -ninguna de las cuales funciona. En primer lugar, es obvio que nadie desea ser más pobre; en opinión de David Stanton, los trabajadores del Reino Unido pierden el 27% de su poder adquisitivo al jubilarse. Si las cosas no cambian, la pérdida de ingresos será muy superior a esa cifra en la mayoría de los países europeos. En Austria, alcanzará hasta 50%. Esto es inaceptable, así que ni siquiera merece la pena referirse a ello.

La otra alternativa teórica, a la que con frecuencia recurren los políticos, es la de elevar los impuestos y cuotas de la Seguridad Social. Sin embargo, hemos visto que tampoco ésta es la solución. Aun así, resulta muy popular o populista decir que «un 2% no es demasiado»: «Un 2% para salud, un 2% para pensiones, un 2% para educación, un 2% para atención infantil, etc». Pero no nos engañemos: un 2% no es un 2%, son dos puntos porcentuales, lo que significa que si pagas un 20%, tu cotización aumentará un 10% adicional. No obstante, la gente puede decir: «Bueno, pero sólo destino el 10% del sueldo a mi pensión». A lo que hemos de contestar: «No, tu empleador paga otro 12,8%, por lo que en realidad estás pagando un 22,8% y casi otro 10% en concepto de impuestos implícitos». En resumen, la población desconoce prácticamente lo que denominamos «tipo de contribución implícito» lo que favorece el aumento de los impuestos y de las cuotas de la Seguridad Social.

Los austríacos, por ejemplo, pagan actualmente un 31,3% de tipo de contribución implícito. Un 31,3% de cada euro devengado se destina inmediatamente a su jubilación. Desconozco cuál es el tipo aplicado en España pero supongo que será muy próximo al que se percibe como cuota. Permítanme centrarme en el Tipo de Contribución Implícito: ¿qué porcentaje de cada euro devengado se destina a las pensiones? Ese porcentaje no garantiza la salud de los trabajadores, su supervivencia, sus prestaciones por desempleo o incapacidad ni las bajas laborales por enfermedad o accidente. Únicamente garantiza la seguridad durante la vejez. En algunos países europeos, un tercio del salario del trabajador se destina inmediatamente a la pensión. Si no reformamos el Sistema en una generación, este tercio se transformará en el 47% que ten-Page 96drá por objeto, exclusivamente, sufragar la jubilación del trabajador. Es decir, no dispondrán ustedes de cobertura sanitaria ni de otras prestaciones en caso de accidente. Nada de eso. El 60% de su salario servirá únicamente para hacer frente a las obligaciones fiscales y a sus cuotas de la Seguridad Social.

Lo que sostengo es que un aumento de los impuestos o de las cuotas de la Seguridad Social tal vez habría sido adecuado hace 30 o 25 años, y puede ser algo que España aún pueda hacer, pero no conviene lanzarse a ello fácilmente. No cabe duda que debe ser una tentación difícil de evitar porque eso es exactamente lo que han hecho otros países. Simplemente reparten ustedes nuevos privilegios con gran generosidad pero es posible que llegue un momento en el que el número anual de inmigrantes no sea de 50.000 o 60.000, sino muy inferior, lo que reducirá las aportaciones. Y, entonces, ¿qué harán? Tal vez no puedan o no deseen sostener ese elevado índice de inmigración. Simplemente advierto de que un aumento del ahorro no es la solución. Obviamente, hemos de potenciar el ahorro, pero esto sólo es válido para el tercio superior, el cuarto superior, el quinto superior o el cuarenta por ciento superior de la pirámide socioeconómica y no para más de la mitad inferior de la población. Y debe ser un ahorro obligatorio dado que si es voluntario, simplemente no abarcará a grandes segmentos de la población. Esta solución sólo es válida para una clase media-alta que, de cualquier forma, ya posee ahorros. Dado que esta categoría poblacional ahorra hasta la mitad o incluso más de sus rentas, no es necesario que les induzcamos a ello.

La conclusión preliminar de este razonamiento es que debe elevarse la edad media de jubilación y, lamento decir, que ese será mi mensaje. El señor Noval se ha referido a ello. Ha señalado que «180.000 dólares es la pensión total que recibirá un español por término medio». En muchos otros países europeos es incluso más alta. Mi sobrina es profesora en una pequeña escuela de educación primaria.

Tiene derecho a una pensión de 120.000 euros, una cifra normal entre los profesores. Así que barajamos unas cifras impresionantes: varios miles de euros mensuales, catorce pagas al año, dos de ellas libres de impuestos y una esperanza media de vida de 27 años a la que hemos de añadir una bonificación de longevidad de entre 6 y 9 años por pertenecer a la clase media. Y cuando mi sobrina, aún siendo joven, se retire, probablemente le quedarán más de 27 años de vida como jubilada. Esto supone más de 1.000.000 de euros en concepto de pensiones. Esto sería adecuado si pudiésemos recaudar esos ingresos a través de las cuotas abonadas a la Seguridad Social durante la vida útil del trabajador, pero mi sobrina cotiza, como mucho, un 40% de lo que cobrará como jubilada. Y el resto es subvencionado por un Estado extremadamente generoso. En Austria y en otros países europeos, el Estado concede a sus funcionarios, que representan el 8% de la población jubilada, más que al 92% restante. Y ésta no es una característica específica de mi país sino que es política habitual en países con un pasado autoritario, fascista o comunista (o ambos) como Austria, Italia, Alemania, Grecia, Portugal, Eslovaquia o Polonia, por citar algunos. Mantener un régimen autoritario ha exigido, con frecuencia, sobornar a los grupos más poderosos. ¿Quiénes son estos grupos? Policía, militares, funcionarios, trabajadores de los ferrocarriles, mineros, etc. Es necesario cuidarlos porque, ¿quién sabe?, su apoyo puede ser crítico en determinadas circunstancias. Por consiguiente, nos encontramos con países en los que un funcionariado, que representa el 8% de la población, obtiene más subvenciones del Estado que el 92% restante. Obvia decir que esta generosidad extrema con grupos ya de por sí privilegiados obstaculiza todo esfuerzo de reforma.

Permítanme referirme ahora al contenido del siguiente del gráfico, sobre situación laboral y capacidad adquisitiva en la sociedad del empleo, que nos proporciona un marco conceptual básico para comprender las exigencias de una vida laboral ampliada. Page 97

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La persona puede o no trabajar y puede o no estar remunerada. Esto sólo permite cuatro posibles combinaciones: desocupación no remunerada, trabajo no remunerado, trabajo remunerado y desocupación remunerada. La primera combinación abarcaría, tradicionalmente, a los niños y jóvenes en formación; la segunda a las amas de casa (ahora incluye trabajo doméstico y voluntariado), la tercera a los cabezas de familia (ahora también incluye los rendimientos de los mercados y el sector público), y la cuarta a las personas acaudaladas que pueden vivir de las rentas -lo que en inglés se denomina independently wealthy- si bien este último caso abarca tan sólo a unos pocos miles de personas-. Todos los demás, somos pensionistas que no vivimos de las rentas -al menos hasta que nos retiramos. Este es nuestro «rentista». Todo empezó, según creo haber dicho anteriormente, con Bismarck que, como buen conservador, como conservador de hierro, introdujo la idea de que «los aguerridos trabajadores no deben convertirse en malos socialistas. ¿Y cómo podría evitarse? Impidiendo que mueran, impidiendo que pasen hambre e impidiendo que padezcan frío cuando se hagan viejos y achacosos». ¿Y cómo se podría hacer tal cosa desembolsando lo menos posible? La respuesta: «Estableciendo la edad de jubilación en 70 años porque de esa forma sobrevivirá menos del 15% de los trabajadores».

Aquellos eran buenos tiempos para los políticos. Podían prometer cualquier cosa y no cumplirla ya que, como todos los trabajadores morían antes de jubilarse, nadie se quejaba. El 86% de las personas a las que se Page 98 había prometido una jubilación digna había muerto. Sí, sin duda fueron buenos tiempos para los políticos, pero no tan buenos para los trabajadores (véase el siguiente gráfico):

TASA DE SUPERVIVENCIA DE HOMBRES Y MUJERES A DIFERENTES EDADES (Sobre la base de tasas de mortalidad de un período específico 1870-1991)

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Hoy todo es diferente y les demostraré por qué. En cuanto a la duración del periodo de jubilación barajamos, por lo general, cifras incorrectas porque se refieren, con frecuencia, a quienes ya han fallecido. Pero esto, desde luego, era aplicable a la generación anterior cuya esperanza de vida era muy inferior. Hoy hemos de calcular las cifras pensando en aquellos trabajadores que se jubilarán mañana o pasado mañana.

Sólo puedo aportarles datos austríacos -no he recalculado las estadísticas españolas-. En Austria, el ciudadano que se jubile mañana tendrá una esperanza de vida residual de 24 años: 21 en el caso de los hombres y 27 en el de las mujeres (pendientes de actualización). Observen también las diferencias dependiendo de las clases sociales. Aquellos que han disfrutado del lado agradable de la vida -como muchos de ustedes- viven 6,7 y hasta 12 años más -las mujeres austríacas y españolas viven 7 años más que los hombres por término medio y hemos de sumar otros siete a las afortunadas que disfrutan de una vida placentera. Por consiguiente, si eres una mujer de clase media, con una buena formación y una alimentación adecuada, es más que probable que tu jubilación se prolongue durante 30 años o más. Y, obviamente, cuando se concibió la antigua Seguridad Social, nadie imaginaba esa cifra. Los legisladores pensaban en un par de años -10 o 12 como máximo-, que era la esperanza de vida de nuestros padres y abuelos antes de que se jubilasen.

Quisiera añadir algo más respecto a la categoría de la desocupación retribuida, que les dará que pensar. La edad legal de jubilación es de 65 años. Sin embargo, en la mayoría de los países, hasta un 97% de los trabajadores se jubila anticipadamente. Las pensiones por incapacidad también son otra forma Page 99 de desocupación retribuida. Y ésta es una nueva carga: la pensión por incapacidad. ¿Tienen idea de a cuánto ascienden las pensiones por incapacidad comparadas con las prestaciones por desempleo? A nada menos que dos veces y media del total de estas últimas en momentos de máximo paro. Hoy, la tasa de desempleo es mayor que en el pasado, pero su coste no alcanza siquiera el 40% del de las pensiones por incapacidad. Las personas permanecen desempleadas, por término medio, durante dos años de sus vidas laborales, pero las incapacidades se prolongan mucho más. En los Países Bajos, por ejemplo, estas incapacidades se conceden en torno a los 42 años por término medio. En Austria, casi uno de cada dos trabajadores se jubila por «incapacidad» y en algunas profesiones, la mayoría de los hombres lo hace como «minusválidos», como dicen ustedes en España.

ESPERANZA DE VIDA RESIDUAL Y DURACIÓN DE LA JUBILACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES

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No quiero que me malinterpreten: la asistencia social, las políticas a favor de un mercado laboral activo, el tiempo libre, todo eso está muy bien. Estoy a favor de todo ello. En la mayor parte de los países de Europa continental disfrutamos de entre 80 y 100 días más de tiempo libre que nuestros padres. Recuerdo que cuando era niño, mis padres tenían 86 días libres al año. Ahora tenemos 165 jornadas no laborables retribuidas. Es fantástico. Es verdaderamente fantástico. Pero alguien tiene que generar riqueza para que ésta pueda ser distribuida. Estoy a favor del tiempo libre, pero hemos de ser conscientes de que si trabajamos 200 o 220 días y dejamos de trabajar 165, esto tiene un coste. Obviamente, podemos decir: «Tengamos 6 o 7 semanas de vacaciones» como han hecho los daneses. Y los daneses son extremadamente lógicos. Por ello, han dicho: «Queremos seis semanas de vacaciones y, por tanto, un salario menor». Es lo justo. Si reduces el sueldo, disfrutas de vacaciones más largas. Simplemente, no es posible aspirar a las dos cosas simultáneamente.

Se puede distribuir la productividad una sola vez, ya sea como tiempo, dinero o Seguridad Social. Menos dinero es sinónimo de más tiempo libre y más Seguridad Social, y cada país dispone de su propia combinación. Pero no podemos pedir lo máximo en los tres apar-Page 100tados. Volveré sobre este tema posteriormente.

El trabajo no remunerado entraña un problema mucho más grave que el remunerado. En muchos países europeos, incluida España, la productividad en el hogar sigue siendo mucho más importante que la del mercado. El segundo problema estriba en el hecho de no disponer de trabajo remunerado suficiente como para poder ser generosos con quienes son remunerados sin trabajar. Permanecer inactivos entre 12 y 15 años de nuestra edad laboral es aceptable si hay buenas razones como atender a los hijos, prepararse o formarse profesionalmente o padecer una enfermedad. Pero jubilarse con siete años de antelación o dos años de desempleo no son buenas razones.

La sociedad paga por todo, incluso si somos encarcelados. La estancia en prisión es más cara que un puesto de aprendiz. Si tenemos en cuenta que cuesta al Estado 40.000 dólares anuales, resulta mucho más barato -si me permiten decirlo- enviar a nuestros hijos a la Harvard Law School que meterlos en la cárcel. Cualquier cosa mejor que aquello. Pero no quiero incidir sobre esto.

Permítanme mostrarles el gráfico siguiente:

CICLO DE VIDA LABORAL Y NO LABORAL (Austria 1970-1990)

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Me referiré brevemente a mi propio país -para no herir susceptibilidades- pero pueden extrapolar la información a España. Esta era la sociedad austríaca entre los años 70 y 90. ¿Qué ha ocurrido? Ésta es la línea del tiempo en los años 70 y ésta es la línea del tiempo a principios de los años 90. Pueden observar que los austríacos abandonan la escuela tres años después y se jubilan cinco años antes. Y estas cifras no son más especta-Page 101culares debido, enparte, a los llamados «trabajadores invitados», es decir, inmigrantes que, por lo general, trabajan durante mucho más tiempo que los austríacos. Estos últimos abandonan la vida laboral a la edad de 56 años mientras que los yugoslavos y los turcos, mucho más valientes, trabajan con frecuencia hasta los 65 años, mejorando la cifra media de la sociedad austríaca en su conjunto.

Así que, en los años sesenta, teníamos 14 años de jubilación. Hoy, nuestra esperanza de vida ha aumentado 4 años y, sin embargo, nos retiramos cinco años antes y nos incorporamos al mercado laboral tres años después. ¿El resultado? En lugar de 44 años pagando impuestos y cotizando a la Seguridad Social, lo hacemos durante 36 años, y los 33 años de dependencia se transforman repentinamente en 45 (46,5 por término medio). Es decir, pasamos más de la mitad de nuestra vida sin trabajar.

Lord Dahrendorf, ex comisario de la Unión Europea y posteriormente director de la London School of Economics (LSE) y de la Oxford University, utilizaba el término Versorgungsklassen para referirse a las clases dependientes en contraposición a las productivas. En su opinión, si las clases dependientes llegasen a ser mayoritarias en la sociedad, ésta se enfrentaría a un grave problema. Al menos la mitad de la sociedad debe trabajar para que la otra mitad tenga una vida digna. Y los que trabajan también deben tenerla. Si no trabajase más de la mitad de la población, el problema alcanzaría grandes dimensiones. Y esto es lo que está ocurriendo.

Ya ven: ocho años menos de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social desde los años setenta, nueve años más de pensiones; entre medias, 24 años, 4 años más de esperanza de vida, así que ya pueden hacer sus cálculos. Pueden extraer sus propias conclusiones y extrapolar esas cifras a cualquier otro país para determinar cuando, si las cosas no cambian, las personas pasarán -entre los 35 y los 38 años- de la universidad a la jubilación sin haber trabajado entre medias. La edad en que los jóvenes o no tan jóvenes dejan las faldas de mamá (el «hotel de mamá» como dicen ustedes aquí en España) es, por lo que sé, bastante tarde, y lo mismo ocurre en Alemania. La jubilación anticipada se produce en torno a los cuarenta y muchos y los cincuenta y pocos... no creo que sea necesario explicar más.

Por otra parte, existen tremendas diferencias entre los distintos tipos de trabajadores: tenemos maestros con 20 años de jubilación y trabajadores de la construcción que, tras una vida de duro trabajo, mucho más exigente que la de los primeros, sólo disfrutan de sus pensiones durante 3 años.

El gráfico de la página siguiente resulta bastante ilustrativo.

Pueden observar las divergencias entre Estados Unidos y Europa. Hace un cuarto de siglo, trabajaban dos de cada tres europeos y americanos. Ahora lo hacen tres de cada cuatro americanos y sólo tres de cada cinco europeos. La explicación es, básicamente, que el empleo femenino ha crecido notablemente en Norteamérica mientras que el empleo masculino ha descendido espectacularmente en Europa debido a la práctica de despedir a los trabajadores maduros. Ese es el gran problema.

Volveré a la ilustración del gráfico «Esperanza de vida residual y duración de la jubilación de hombres y mujeres» para demostrarles dónde radica el verdadero problema. Aquí pueden observar la longevidad de la población actual: la duración de la jubilación de las mujeres oscilaba entre 12 y 14 años durante la primera mitad del siglo XX para alcanzar hasta los 27 años en la segunda. En el caso de los hombres, estas cifras son de 10 a 12 y 21 años, respectivamente. Si observamos la tasa de supervivencia a finales del siglo XIX, o sea, en la época de Bismarck, verán que tan sólo un 16% de los trabajadores sobrevivía más allá de la edad de jubilación. La gran mayoría de los trabajadores había Page 102 muerto antes de cumplir esa edad. Incluso en el periodo de la posguerra, una tercera parte de los austríacos, moría antes de los 60 años. Hoy, en cambio, el 87% de los hombres y el 95% de las mujeres sobrevive (observen las cifras del gráfico). Es decir, prácticamente todo aquel que accede al mercado laboral sobrevive a la edad de jubilación.

DESARROLLO DIVERGENTE DEL EMPLEO (Tasas de actividad) ESTADOS UNIDOS FRENTE A OCDE - EUROPA 1973-1995

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La pregunta siguiente es, ¿cuál es la esperanza de vida de nuestros jóvenes? Permítanme, una vez más, facilitarles los datos de mi país que pueden ustedes extrapolar fácilmente al suyo. España experimenta una evolución similar a la de Austria. A principios de los años sesenta, su esperanza de vida era una de las peores, con diferencia, y ahora es una de las más altas. España, al igual que Austria, registra cifras de longevidad que se encuentran entre las mejores de Europa y del mundo, todo ello combinado con una tasa de natalidad muy baja y, por consiguiente, con un proceso de envejecimiento de la población acelerado.

Veamos, por ejemplo, en el caso de Austria, aquellos que se jubilan hoy, aquellos que nacieron en 1940 y aquellos que nacieron en 1985. Los nacidos en 1940 tienen una esperanza de vida residual, a la edad de 65 años, de 18 años más en el caso de los hombres y de 22 años en el de las mujeres. Esto significa que los austríacos viven hasta los 83 años y las austríacas hasta los 87. Los jóvenes que comienzan a trabajar ahora en Austria, que acaban de incorporarse al mercado laboral, tendrán una esperanza de vida de 87 años si son hombres y de 93 si son mujeres. No estoy refiriéndome a un futuro abstracto -hablo de una generación a la que muchos de ustedes pertenecen. Por supuesto, pueden decir: «No quiero vivir hasta los 93 años porque mi abuela casi tiene esa edad y sé lo mal que se pasa». Pero tu situación será mucho mejor. Quienes ahora tienen 60 años disfrutan de una salud, desde el punto de vista médico, similar a la de una persona de casi 40 cuando se instituyó el antiguo Sistema de pensiones. Por tanto, en lo que se refiere al estado físico, Page 103 no hay razón alguna para temer a la longevidad... creo que mi mensaje es claro.

Permítanme explicarles ahora lo que podemos hacer, lo que deberíamos hacer y lo que no deberíamos hacer en términos de recetas. Pero antes, quisiera referirme brevemente a la demografía que considero de fundamental importancia. Al contrario de lo que se dijo ayer, creo que es la tasa de desempleo la que establece, en última instancia, qué podemos permitirnos. Y, obviamente, necesitamos que trabaje el mayor número posible de personas que alcanza la edad laboral. Creo que España ha dado un gran paso, especialmente en lo que se refiere a las mujeres trabajadoras y, en particular, a las mujeres jóvenes, pero sería fundamental que la totalidad de los jóvenes pudiese acceder al mercado laboral.

Sin embargo, la demografía tiene un peso fundamental y no puedo más que señalar que algunos países europeos, incluidos países vecinos como Hungría recientemente incorporados a la UE o como Bulgaria, han experimentado durante las dos últimas generaciones un descenso espectacular de su población, con la pérdida de millones de trabajadores y más de la mitad de su fuerza laboral. Esto ejerce, a mi juicio, un espectacular impacto económico.

El actual milagro económico chino, por ejemplo, se debe en parte al hecho de que posee un grupo de población en edad laboral extremadamente activo que ha crecido del 56 al 71% en las últimas décadas. ¿Puede este 14% adicional marcar tal diferencia? Sí, ciertamente. En 1964, durante la revolución cultural china, el 56% de 700 millones de habitantes representaba una población activa de 400 millones. Hoy, el 71% de 1.300 millones de habitantes representa una población trabajadora de 943 millones, superior a la población total de Estados Unidos y Europa. Por consiguiente, China, en una única generación, cuenta con 543 millones más de trabajadores. Esto, por sí sólo, es un poderoso motor del desarrollo económico. Lo que también sería cierto en sentido inverso, si es que realmente hubiese disminuido la población en Europa -pero no ha sido así: tenemos 170 millones más de habitantes que a principios de los sesenta si incluimos Rusia y 75 millones sin ella. Si se hubieran cumplido las previsiones y sólo hubiese 35 millones de españoles, España se enfrentaría, como muchos otros países europeos, a un gran problema. Y algunos países como Hungría, por ejemplo, tendrán en 2050 la misma estructura demográfica que en 1900, con la diferencia de que, en aquella época, había 6 jóvenes por cada anciano y en 2050 habrá un joven por cada dos personas mayores. Esa es la única diferencia. Mucha gente quedará fuera de la franja de la edad laboral.

Por consiguiente, sólo podemos hacer dos cosas. La primera -que deseo más ardientemente- sería modificar la definición del término «viejo». Si las personas no mueren a los 82 años sino a los 92 o incluso más tarde, ¿qué tiene de malo trabajar hasta los 69 años en lugar de hasta los 65? Seguiremos disfrutando de nuestros 24 años de descanso, de nuestros 24 años de jubilación e incluso de las mismas rentas. La única diferencia será que empezaremos a hacerlo algo más tarde pero el tiempo de disfrute seguirá siendo el mismo ya que tardaremos más en morir. No veo dónde está el problema.

Si no lo hacemos, si no modificamos automáticamente la edad de jubilación, el resultado será que quienes vengan después de nosotros disfrutarán casi automáticamente de prestaciones muy superiores dado que cobrarán la misma pensión durante 1, 2, 3 o incluso 5 años más, haciendo que la mayor parte de sus ingresos proceda de las pensiones y las generaciones futuras tendrán que pagar por este dispendio.

Antes de que extraigan sus propias conclusiones, permítanme mostrarles un ejemplo ilustrativo. Los americanos decidieron, en 1983 que, tras un periodo de transición de 20 años, se aumentaría progresivamente la edad Page 104 de jubilación de 65 a 67 años en un proceso que duraría 24 años y que comenzaría en 2003 y concluiría en 2027 -lo que representa, sin duda, un proceso de adaptación muy moderado. Por consiguiente, en 1983 decidieron un proceso de reforma que empezaría 20 años después y que requeriría otros 24 años para garantizar una transición eficaz y sin traumas.

Los alemanes, que acostumbran a dormirse en los laureles, decidieron en 2003 -20 años después que los americanos- emprender el mismo proceso. En lugar de establecer un periodo de transición de 20 años, optaron por iniciar el proceso de reforma en 2011 para concluirlo en 2035. Pero, al final, no se atrevieron a hacerlo y retiraron el proyecto de ley antes incluso de someterlo al Deutsche Bundestag porque pensaron que, con un poco de suerte, la gente no envejecería pero que era seguro que habría manifestaciones contra la ampliación de la vida laboral. Obviamente, el envejecimiento de la población ocurrirá y esto les obligará a afrontar la dura realidad.

Los israelíes decidieron aumentar la edad de jubilación de 65 a 67 años en un proceso que comenzaría en 2004 y concluiría en 2007 sin periodo de transición. Es decir, en tres años, en vez de los 24 de los americanos -o, como no lo hicieron los alemanes, ni en 24 ni en 8 años de transición. Cabe preguntarse, por tanto: ¿Vivimos en el mismo planeta? Los americanos, los alemanes, los israelíes, los húngaros, los lituanos que han aumentado la edad de jubilación en 10 años, ¿viven en el mismo planeta?

Obviamente no, obviamente algunas personas son más sensibles, más cobardes o menos capaces. Los alemanes son hoy uno de los pueblos más incapaces a la hora de llevar a cabo reformas en muchas áreas, lo que incluye el mercado laboral y las pensiones.

Por tanto, ¿qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer y qué no? Por encima de todo, trabajar y crear puestos de trabajo. Y esta es la idea que subyace bajo el modelo sueco, el Rehn-Meidnermodel, la iniciativa de Wim Kok, el representante del sindicato holandés y nuevo político, todas esas personas comparten la estrategia común de mejorar las tasas de actividad, de potenciar las tasas de empleo para situarlas entre el 75 y el 80% de la población en edad laboral. Cualquier otra cosa no es suficiente.

Salvo, por supuesto, que acepten ustedes pensiones miserables. Si estoy dispuesto a aceptar las normas que rigen el Sistema de pensiones chipriota, obviamente puedo conformarme con las tasas de empleo de ese país. Pero si deseo disponer de las pensiones de las que disfrutamos en Dinamarca, Suiza, Austria, Suecia o España, necesito tasas de empleo -siento decirlo- muy superiores a las españolas, es decir, similares a las suizas, danesas o suecas, no como las austríacas. Son muchos los países que hoy garantizan la actividad: no se garantiza un puesto de trabajo pero sí que siempre podrás llevar a cabo una actividad. No voy a entrar en este punto.

El Sistema de pensiones debe ser justo. Les mostraré un ejemplo que les permitirá comprender inmediatamente qué quiero decir y qué se debe y qué no se debe hacer. Tomaré para ello dos países: Austria y Suecia.

Observen en la diapositiva de la página siguiente, los datos correspondientes a 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69 y 70 años, es decir, la franja de jubilación que abarca desde los 60 a los 70 años de edad como ocurre en Suecia. ¿Qué ocurre si te jubilas 1, 2, 3, 4 o 5 años antes en Austria y en Suecia, y qué ocurre si prolongas tu vida laboral en estos países?

Ésta es la línea austríaca -la inferior- mientras que la línea sueca es la más pronunciada. Estas líneas indican que la pérdida de ingresos como resultado de la prejubilación es mínima en Austria pero muy elevada en Suecia. La línea roja muestra que el Estado financia a los austríacos que se prejubilan. La línea negra indica que en Suecia, los Page 105 ingresos aumentan en un 57% si la vida laboral se prolonga durante 5 años más. Una cifra importante, sin duda. En Austria, la pensión sólo aumenta un 21% en el mismo caso. Por consiguiente, se penaliza en un 36% las rentas de los trabajadores que prolongan su vida laboral. Y dado que los austríacos no son estúpidos, como tampoco lo son los suecos, la gente deja de trabajar en un país pero no en el otro. ¿Por qué habrían de hacerlo? Serían tontos si siguiesen trabajando. Y esto es lo que hacen los austríacos, los checos o la población de cualquier otro país en el que se gestiona un sistema actuarialmente injusto: tan pronto como puede, se escabulle del trabajo, porque el ligero aumento de la pensión no compensa la pérdida de tiempo libre. Los trabajadores se prejubilan simplemente porque el estado subvenciona su jubilación anticipada mientras que les penaliza si siguen trabajando.

NEUTRALIDAD/JUSTICIA ACTUARIAL EN SUECIA FRENTE A PREJUBILACIÓN SUBVENCIONADA Y LA PENALIZACIÓN DE LA VIDA LABORAL AMPLIADA EN AUSTRIA

[NO INCLUYE GRAFICO]

En el siguiente gráfico pueden observar una correlación entre países, éstos son: Estados Unidos, Alemania, República Checa, Austria, etc. Cuanto más pronunciada es la curva, más justo es el Sistema y mayor el número de personas que sigue trabajando porque desea hacerlo. A la gente le gusta trabajar -¿no es cierto?- siempre y cuando sea tratada con justicia. Pero no podemos hablar de un tratamiento justo cuando se subvenciona la prejubilación.

Debes recibir según hayas cotizado. Ésta es una de las reglas de oro de la política social: si subvencionas a las madres trabajadoras, conseguirás que aumente el número de madres que trabajan; si únicamente subvencionas a los cabezas de familia, será mayor el número de padres que lo hagan. Si subvencionas a las amas de casa, tendrás más amas de casa de las que son necesarias. Afortunada o lamentablemente, siempre se obtiene más de aquello por lo que se paga. Por consiguiente, si financiamos la jubilación anticipada, conseguiremos que el 97% de la población se acoja a ese régimen.

Todo aquello que se desvíe de la mentalidad actuarial no es más que una forma de subvencionar a quienes se prejubilan. Y quisiera aclarar algo sobre este tipo de generosidad. Estoy Page 106 totalmente de acuerdo con ser generosos con los pobres, pero no admito el ser generosos con, no digamos los holgazanes sino con quienes prefieren disfrutar del ocio. Todos estamos en nuestro derecho de elegir esa opción pero no a costa de quienes trabajan.

JUSTICIA ACTUARIAL EN LOS SISTEMAS NDC DE SUECIA Y POLONIA FRENTE A LA PREJUBILACIÓN SUBVENCIONADA Y LA PENALIZACIÓN DE LA VIDA LABORAL AMPLIADA EN AUSTRIA, REPÚBLICA CHECA Y ALEMANIA, 2003

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Si observamos los gráficos de la página siguiente de los índices de rentas españoles observarán que si un trabajador cobra durante 15, 25 o 35 años un salario medio o bajo, es poco probable que éste mejore. Así que no me extraña, sinceramente, que la gente abandone el mercado laboral en cuanto puede. Y, además, tenemos la connivencia entre la empresa y los sindicatos -, el comité de fábrica, los representantes de los trabajadores o como quiera que se les denomine- que deciden cerrar fábricas y hacer que todo el mundo se acoja a la jubilación anticipada. Esto es una de las cosas que nunca deben hacerse.

Desde el momento en que se abusa de la política de jubilación en beneficio del mercado laboral, se están utilizando los incentivos de forma ilícita. Si alguien enferma, dispondrá de un seguro de enfermedad; si alguien se lesiona, dispondrá de un seguro de accidente; si alguien sufre una incapacidad, dispondrá de rehabilitación profesional. Si alguien pierde su puesto de trabajo, dispondrá de prestaciones de desempleo, no de una pensión. Porque una vez que recibes una pensión, ya no la abandonas. Si tienes 42 años -son millones los holandeses a los que se concede una pensión de incapacidad a los 42 años- las probabilidades de que te reincorpores a la vida laboral se reducen a «cero coma algo por ciento». Por consiguiente, si se conceden pensiones por incapacidad, pensiones por desempleo o cualquier otra denominación, las personas no tratarán, en ningún caso, de volver Page 107 al mercado laboral. Y es imposible reconducir este desequilibrio.

TASAS BRUTAS DE SUSTITUCIÓN DE LA PENSIÓN DE JUBILACIÓN

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La justicia actuarial es fundamental. Les expondré el ejemplo sueco. En Suecia se ha establecido un tramo que abarca desde los 61 años en adelante. No hay límite superior pero el límite real ronda los 70 años. Por consiguiente, podemos establecer este tramo entre los 61 y 70 años de edad. Pero entre los 61 y 65 años sólo puedes cobrar la parte de tu pensión proporcional a lo que has cotizado. Si quiere recibir lo que se conoce como «pensión mínima garantizada», el trabajador ha de esperar hasta los 65 años, lo que, a mi juicio, es justo. Dado que se trata de un colchón de seguridad, es una garantía mínima que sólo se aplica a partir de la edad legal de jubilación. Si el trabajador desea seguir ocupando su puesto de trabajo, está protegido hasta los 67 años y el empresario no podrá despedirlo en ningún caso. Creo que este modelo funciona. Lo que ha hecho Suecia es prohibir todo acuerdo sobre jubilación obligatoria antes de los 67 años.

Pero los sindicatos y los empresarios, mano a mano -ya que tienen a otros para pagar la factura, a saber, los contribuyentes- establecen convenios colectivos muy distintos, permitiendo que los pilotos y el personal militar y sabe Dios quién más - en Austria esto también abarcaría a las bailarinas, cantantes de ópera y coristas y, en España, quizás a los toreros u otros grupos privilegiados- puedan prejubilarse a la edad de 45, 50, 55 años o incluso antes. El parlamento sueco advirtió a sus agentes sociales: «Si abusan de esta prerrogativa nos encargaremos de impedir que lo hagan. Están incumpliendo la ley. Page 108

Es ilegal despedir a alguien antes de los 67 años y suscribir convenios colectivos que establezcan la jubilación obligatoria a los 61, 56 o 45 años para un grupo específico». Es lo que denominaban la «ley cincuenta y ocho punto tres». Y como, a pesar de todo, los agentes sociales siguieron incumpliendo la ley durante años, en 2001 el Parlamento y el gobierno perdieron la paciencia y declararon: «Muy bien. Han hecho oídos sordos a nuestras advertencias así que perseguiremos sus prácticas ilegales. No pueden seguir acordando convenios colectivos que incumplen las leyes. Si la ley protege el derecho del trabajador a ocupar su puesto de trabajo hasta los 67 años, nadie podrá despedirlo antes». Creo que ésta es una buena práctica. La tolerancia ante el abuso tiene un límite.

¿Qué más podemos hacer? Hemos de integrar plenamente a los emigrantes y trabajadores extranjeros. Incluso en los Países Escandinavos, la primera generación de inmigrantes -yugoslavos, turcos, etc. (también mujeres, a excepción de las turcas)- trabaja durante mucho más tiempo. La segunda generación de paquistaníes, bangladesís -muy diferentes de los indios del Reino Unido- en especial, las mujeres, no acostumbran a trabajar porque los hombres no desean que lo hagan. Por eso registran tasas de empleo espectacularmente bajas: este es un problema que se observa en numerosos mercados, agravado incluso más entre los emigrantes procedentes de culturas donde la mujer, tradicionalmente, no trabaja.

Otra fórmula es promocionar el autoempleo y la capacidad empresarial. En Suecia, por ejemplo, casi la mitad de los empresarios tiene 51 años o más. Se trata de una forma poco traumática de acceder gradualmente a la jubilación. Y si promocionamos el autoempleo tradicional, dispondremos de más trabajadores autónomos que carecen de empleados y que dependen, exclusivamente, de su propio trabajo, como ocurre con las profesiones liberales. El autoempleo es una buena fórmula, especialmente para este grupo de edad que sigue trabajando porque disfruta haciéndolo: goza de más libertad, puede trabajar a tiempo parcial, compagina la vida profesional con la vida familiar y los amigos y aunque quizá, no obtenga tantos ingresos, disfruta más plenamente de la vida y obtiene mayores satisfacciones y felicidad porque es libre de decidir cómo trabaja. La promoción del autoempleo en este grupo de edad es una fórmula valiosa porque, por lo general, estas personas permanecen en activo muchos más años que los trabajadores dependientes, hasta 15 años más entre los farmacéuticos, por ejemplo.

DERECHOS SOCIALES DE LA PATERNIDAD COMPARTIDA (1)

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EXISTENCIA, DURACIÓN Y MODO DE SUSTITUCIÓN EN LA PROVISIÓN DEL PERMISO FAMILIAR

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Por supuesto, es imprescindible potenciar la conciliación entre trabajo y familia. No quiero tratar este tema en profundidad (observen simplemente los dos gráficos anteriores relativos a «Derechos sociales de la paternidad compartida» y «Existencia, duración y modificación de las prestaciones por permisos familiares»).

Me han comentado que, en España, disfrutan ustedes de entre 140 y 150 días de excedencia laboral no retribuida por permisos de maternidad o paternidad. Apruebo plenamente esta política y debo decir que también respaldo un permiso parental más generoso, incluso retribuido, a través de una solución basada en un seguro que permita a las mujeres recuperar su trabajo evitando desigualdades respecto a los hombres. Esto es lo que han hecho los eslovacos y los suecos al igual que muchos otros países. Los austríacos disponen de una tarifa plana que penaliza a las mujeres de clase media. No voy a entrar en detalles, pero hemos de hacer algo para que las mujeres se reincorporen al mercado laboral tan pronto como sea posible.

Para que la reforma de los Sistemas de pensiones sea un éxito, se necesita tiempo y un amplio consenso político. Suecia y Suiza requirieron entre 7 y 10 años de debate para alcanzar ese consenso, pero consiguieron que el 85% del Parlamento sueco apoyase la reforma del sistema de pensiones. Necesitan ustedes máximo consenso político y eso siempre requiere tiempo.

Lo que no debe permitirse, bajo ningún concepto, es favorecer a grupos específicos -ya sean cantantes de ópera o toreros- estableciendo reglamentos especiales. Es fundamental evitar el corporativismo. La experiencia de los austríacos en lo que se refiere a reglamentos específicos para trabajadores que desempeñan actividades especialmente exigentes no ha sido nada positiva. Inicialmente, estas políticas tenían por objeto proteger a quienes desarrollaban las labores más duras. Al final, una tercera parte de los trabajadores reivindicaba cumplir las condiciones para acceder a esas prestaciones. Un Sistema así es imposible de financiar. Cuando se disfruta de un pequeño privilegio se tiende a generalizarlo a toda la población.

Debo dejar mi ponencia aquí porque creo que ya me he extendido demasiado.

Muchas gracias.

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