El problema de la identidad y la integración

AutorMiguel ayuso
Páginas91-96
CAPÍTULO 8
EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD
Y LA INTEGRACIÓN
1. UNA RELACIÓN AMBIGUA
La relación entre los términos que aparecen en la rúbrica de este ca-
pítulo dista de ser unívoca. Más aún, puede decirse que no es siquiera la
analogía, sino propiamente la equivocidad, la que la preside. Conviene
dejar constancia, pues, de tal ambigüedad, antes de internarse por entre
los vericuetos que nos aguardan.
En una primera aproximación, podría decirse que una verdadera
integración que no sea simple absorción o yuxtaposición, debe hacerse
desde la propia identidad, esto es, sobre el respeto a las singularidades de
las distintas realidades integradas. Y es que la unidad no es la unicidad,
como la pluralidad no es el pluralismo. Por el contrario, la unidad recla-
ma la pluralidad, y la pluralidad manifiesta la unidad 1. En tal sentido,
puede recordarse que sólo la unidad está en el principio, pues Dios es
uno, y no hay otra multiplicidad que la que procede de Dios como prin-
cipio, de manera que todo bien finito se constituye como participación de
la bondad divina difusiva. Por eso, toda la creación está traspasada por
un régimen de unidad de orden y finalidad que exige constitutivamen-
te multiplicidades, diversidades y correlaciones complementarias que el
1 Cfr. M. AYUSO, «Pluralidad y unidad», loc. cit.

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