Las nuevas reglas de la economía: marco global para el comercio electrónico

AutorJosé Manuel Avendaño Gascón
Páginas175-180

A mediados de agosto pasado, con el nombramiento del Senador Lieberman como candidato demócrata a la Vicepresidencia, en la campaña presidencial de Estados Unidos entró en juego un factor inesperado: la llamada nueva economía. En Silicon Valley, los empresarios de alta tecnología lo consideran como uno de sus más fieles defensores y de ahí la satisfacción no disimulada de aquéllos. Este clamor se tradujo automáticamente en un bajón en los pronósticos para el candidato republicano quien se apresuró en proclamar que él y su política están más próximos al mundo empresarial.

Curiosa reacción a primera vista, pero que desvela la realidad del fenómeno. La nueva economía significa simplemente la economía de siempre con nuevas reglas. Lo novedoso son las reglas que, eso sí, aportan un elemento definitivo, cual es la globalidad.

Si asumimos que la llamada nueva economía se teje en torno al comercio electrónico, éste en razón de su soporte tiene un alcance mundial impulsado por el crecimiento exponencial de Internet, arrastrado a su vez por la capilarización de la infraestructura de la Sociedad de la Información.

La clave, pues, radica en encontrar esas nuevas reglas capaces de dar respuestas válidas al comercio electrónico en cualquier parte del globo donde se hallen sus actores.

Sin duda, el reto no es fácil. Como es natural, sus pioneros, los norteamericanos, trataron de establecer unas primeras reglas de juego que evidentemente fueron cuestionados por los restantes países temerosos de encontrarse de nuevo en un intento norteamericano de regulación extraterritorial.

La UE reaccionó con la llamada carta de Bangemann (Bangemann Charter) que como era de esperar provocó por idéntica razón, rechazo en los Estados Unidos. Estos buscaron el apoyo de Japón, quien, ante la carencia de reglas propias para el comercio electrónico, consideró adoptar en principio, las estadounidenses, conscientes del progreso de la economía americana, impulsada por el fenómeno de incremento de la productividad por reducción de intermediarios, inherente al comercio electrónico.

La situación demandaba eliminar urgentemente los obstáculos de carácter legal, técnico y comercial que frenaban el crecimiento del comercio electrónico. A tal fin, se imponía adoptar unas reglas globales y suficientemente ágiles sincronizadas con la evolución tecnológica de su soporte.

Este reto era nuevo e insalvable para los legisladores. Nunca todos los Parlamentos de todas las naciones de la Tierra...

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