Las mujeres mexicanas y el Derecho: panorama de una trayectoria

AutorSandra Gómora Juárez
Páginas89-109
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Las mujeres mexicanas y el Derecho:
panorama de una trayectoria
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La presente colaboración propone una revisión general de la trayectoria de las
mujeres mexicanas en la educación superior con el propósito de visibilizar los obs-
táculos que enfrentaron, los problemas persistentes y los desafíos que, en diferentes
rubros, plantea todavía la equidad de género. De la revisión histórica, documental,
estadística y comparativa podremos corroborar si el acceso masivo de las mujeres a
la universidad ha significado un cambio en su posición en términos de igualdad sus-
tantiva, tomando como referente central el caso de la UNAM en general y la carrera
de derecho en particular. Finalmente, se busca contrastar la trayectoria de las mu-
jeres mexicanas con la de las mujeres españolas a fin de identificar los obstáculos
persistentes y los desafíos subyacentes que ambos grupos enfrentan.
PANORAMA DE LA MUJER MEXICANA EN LA EDUCACIÓN
El papel de la mujer en México ha estado asociado a la diferenciación sexo gené-
rica. Las investigaciones respecto de la educación de las mujeres en la época prehis-
pánica, por ejemplo, hacen referencia al hecho de que la mujer recibía educación,
no obstante, se trataba de una educación adaptada a los roles de género que estaban
vigentes en la sociedad. Es interesante advertir el doble estigma que pesó sobre la
mujer mexicana a partir de la conquista, derivado de que su incorporación a la nue-
va cultura la situó en una posición de traición a su propia cultura y, al mismo tiempo,
de rechazo entre los españoles, por quienes eran vistas como inferiores a las mujeres
españolas. (Guzmán, 2013:15)
Durante el Virreinato, señala Graciela Hierro, la educación de la mujer estaba
dividida en tres etapas: la primera, relacionada con el catecismo; la segunda etapa,
relacionada con adquisición de habilidades como la lectura, la escritura y los oficios
“femeninos” y, la tercera etapa autodidacta para aprender matemáticas, latín, astro-
nomía, griego, música y pintura reservada para mujeres de clase alta que podían
1 Debo un especial agradecimiento al IIJ-UNAM, la Universidad de Granada y a Jessica Avelina
Marroquín Ventura por el apoyo brindado en distintas formas a lo largo de este proyecto.
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acceder a esta educación bajo vigilancia. En todo momento, la educación femenina
estuvo orientada hacia lo doméstico, lo cual mantuvo relegadas a las mujeres por
más de 500 años. (Guzmán, 2013:16)
En la época de la Constitución de 1857, el momento histórico que se vivía esta-
ba imbuido de una lucha entre conservadores y liberales, de modo que, si bien se
deseaba transitar de una educación colonial a una educación nacional, no se tenía
realmente la conciencia de cómo lograrlo, en suma, se vivía una confusión teórica
respecto de la educación, así como de su ejecución práctica. La Constitución del 57
de corte liberal, estableció en su artículo 3º que “La enseñanza es libre. La ley de-
terminará qué profesiones necesitan título para su ejercicio, y con qué requisitos se
deben expedir” (Villalpando, 2009:210-211).
En los primeros años del México independiente (1820) surgieron las escuelas
para mujeres: las Vizcaínas y las Normales, cuyo principal objetivo era formar a las
mujeres como madres y esposas. Hacia 1869 surgió la primera escuela secundaria
para señoritas, junto con escuelas técnicas que enseñaban oficios domésticos como
bordado, costura y relojería. (Guzmán, 2013:17) Por ejemplo, en la Escuela Nacional
de Artes y Oficios para señoritas (1871) se les preparaba –entre otras áreas– en la en-
señanza doméstica, es decir, en el desarrollo de carreras como puericultura y cuida-
do de los niños. (Lazarín, 2003:249)
Cabe advertir que la Ley de Instrucción Pública de 1861 expedida por el presi-
dente Benito Juárez, contemplaba la educación primaria, secundaria, estudios pre-
paratorios y profesionales, denominados como “escuelas especiales” tales como la
escuela de Jurisprudencia, Medicina, Minas, Bellas Artes, Agricultura y Comercio.
En todo caso, advierte Villalpando, que además de la laicidad y el reconocimiento
del gobierno de participar en la educación nacional, no hubo ningún cambio signi-
ficativo en la estructura del sistema educativo, en los planes de estudio, métodos u
objetivos para transitar a una educación nacional. No obstante, la Ley de Instrucción
Pública de 1867, bajo la dirección del Ministro de Justicia e Instrucción, Antonio
Martínez Castro y una comisión especial, tuvo ya un reglamento, la aplicación de un
criterio y método científico para plantear la educación como una actividad plantea-
da y ordenada desde la primaria hasta la profesional (Villalpando, 2009:214).
A partir de finales del siglo XIX se tiene documentado que hubo mexicanas in-
teresadas en estudiar una carrera que dirigieron cartas al presidente Porfirio Díaz,
a fin de solicitar su apoyo económico para sufragar los gastos de la carrera. Algunas
recibieron apoyo económico, pero diversas autoridades negaron el apoyo por consi-
derar que las aspirantes mostraban una mala conducta por esta pretensión. (Galván,
2003:226, 242)
Para la primera mitad del siglo XX, las mujeres que habían recibido una edu-
cación secundaria buscaban más estudios, pero solo lograban acceder a la escuela
normal para maestras, pues seguía siendo la nuestra una sociedad profundamente
conservadora. Algunas pocas lograron ingresar a la Universidad, como es el caso de
Matilde Petra Montoya Lafragua “quien abrió el camino de la medicina, la ciencia y

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