La mujer rural en los procesos de desarrollo de los pueblos

AutorBenjamín García Sanz
CargoProfesor de Sociología Rural de la Universidad Complutense de Madrid.
Páginas107-120

1. Introducción

Los estudios sobre la mujer ocupan un lugar cada vez más destacado en nuestra sociedad: los malos tratos, las situaciones flagrantes de desigualdad, las enormes dificultades para acceder a un empleo, la propensión a aumentar las tasas de paro, las dificultades para encontrar un trabajo de características similares a los de los hombres, las importantes diferencias en la retribución salarial, la, todavía, radical división de géneros, con una orientación ineludible y necesaria hacia el trabajo remunerado, para los hombres, y la responsabilidad del hogar, para las mujeres, son alguno de los aspectos que actualmente preocupan. Pero con ser todos estos hechos importantes, es la relevancia de los problemas en sí, y no simplemente la oportunidad política de los mismos, la que reclama una atención cada vez mayor de los investigadores sobre estos temas.

Me centro en la mujer como agente de desarrollo y de modernización, puesto que las mujeres rurales están implicadas, y lo van a estar de una forma más intensa en los próximos años, en los procesos de modernización de la vida económica, política, social y cultural de los pueblos. Han sido agentes importantes para el mantenimiento de ciertas instituciones locales, relaciones con el entorno y elementos de la ruralidad tradicional, y desarrollan, hoy, un papel estratégico para la pervivencia de los pueblos. Ellas son las que modernizan el hogar, instan a la formación y a la elevación del nivel cultural de los hijos, buscan un nuevo sentido a las responsabilidades políticas, y participan cada vez con más frecuencia e intensidad en la toma de decisiones.

Aunque la mujer en su conjunto recibe un trato diferente del que se derivan ciertas dosis de marginación y de desigualdad, no todas las mujeres están afectadas de la misma manera por este hecho. Por ello es importante no hablar de comportamientos genéricos de mujeres, sino hacerlo de colectivos específicos. Evidentemente los problemas de marginación y de desigualdad no son los mismos para las mujeres que tienen cultura que para las que no la tienen; para las mujeres que gozan de una buena situación económica, que para las que no la tienen; para las mujeres que pueden libremente trabajar, porque así lo desean y lo quieren, que para las que se ven obligadas a buscar de forma forzada un empleo; para las mujeres que han podido ocupar altos cargos, por familia, decisión personal o imperativos del entorno, que para aquellas otras que no han podido plantearse estas alternativas de promoción. Éstos son sólo unos matices que quieren llamar la atención sobre la diversidad y la complejidad del problema femenino, y que avalan el planteamiento de estudios específicos. Este es el caso sobre el que me centro: conocer y profundizar los aspectos diferenciales de la mujer rural y hacerlo con unos cuantos matices que impone este entorno. Es, por otro lado, un objetivo plausible por el papel actual que ejerce la mujer rural sobre el entramado de esta sociedad, y porque, además, está llamada a ser un elemento clave para entender el futuro de los pueblos. Tiene, además, el aval de haber vivido ciertas experiencias en sus decisiones personales y en la forma de ejercer su libertad, que la acreditan como un colectivo con un gran interés social (Díaz Méndez y Díaz Martínez, 1995; Díaz Méndez, 1997; García Ramón y Baylina, 2000). A ello unimos la oportunidad del momento que vincula los problemas específicos de estas mujeres con el desarrollo rural, tal como ha sido puesto de manifiesto en diferentes investigaciones (García Ramón Mª D et alia, 1995; Cánoves Valiente, G. 2001; López Pastor, A. T, 1999; Sabaté A. 1999). Vivir en el campo, en pueblos rurales pequeños, ha tenido sus ventajas pero, también, ha acentuado la marginación laboral, y ha encontrado un abanico y unas resistencias mayores para ejercer una profesión, que la que se ha dado en otros medios; por otro lado, el ejercicio de la libertad, cuando se ha tratado de mujeres, ha tenido unas connotaciones diferentes en el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales, que si se hubiese tratado de los hombres.

Dos aspectos relevantes han marcado la desigualdad de la mujer rural; por un lado, las dificultades que muchas de ellas han tenido para ejercer como titulares de explotaciones agrarias en zonas de agriculturas extensivas y de secano (García Sanz, B, 2003; García Bartolomé, 1994 y 1999), y, por otro, la presión que se ha ejercido desde el interior de la propia sociedad rural para que estas mujeres emigrasen (Díaz Méndez, C., 1997). Uno y otro han marcado de forma negativa su situación; y uno y otro condicionan actualmente el presente y el futuro de los pueblos rurales.

En este trabajo me he planteado reflexionar sobre estos problemas y he pretendido abundar en el perfil de la mujer rural para completar trabajos que han soslayado este problema1. Tres son los objetivos que me marco, y que responden, por otro lado, a estas tres preguntas2:

  1. ¿Es posible plantear un desarrollo rural sin el concurso de las mujeres rurales, o sin tener en cuenta que la mujer es un agente muy importante en este proceso?

  2. ¿Son las mujeres rurales un factor de atraso o de dinamismo de la sociedad rural?

  3. ¿Se está aprovechando el plus de formación que tiene la mujer rural para utilizarlo en beneficio del desarrollo de los pueblos?

    Espero poder demostrar, primero, que todos los procesos de desarrollo rural, recuperación de lo rural, nuevas perspectivas de la sociedad rural están llamadas al fracaso, si no se tiene en cuenta la naturaleza específica de las mujeres rurales, y no se aborda de forma eficaz la problemática que las afecta, especialmente a las más jóvenes; segundo, que el estudio de las mujeres rurales puede ser un buen ejemplo para conocer los procesos reales de desarrollo endógeno, que están afectando al mundo rural. En efecto, si ha habido un colectivo que ha sabido adaptarse a la creciente desagrarización de la sociedad rural y, consecuentemente, a la desaparición de muchos empleos de este sector, ha sido la mujer. Como solución ha optado por trabajar en el sector terciario y, en menor medida, en la industria; tercero, que las mujeres rurales, sobre todo las más jóvenes, cuentan con un bagaje importante de formación cultural, deseos de participar en la vida política, interés por la innovación y el cambio, y anhelos por la superación y por la integración laboral. Todo ello es muy positivo y puede ser canalizado para dinamizar los procesos de cambio de la sociedad rural.

    Para desarrollar estos temas, aludiré, en primer lugar, a la metodología; expondré, en segundo lugar, los hechos y evidencias empíricas más importantes que se derivan de la información actual; daré, en tercer lugar, alguna explicación de alguno de los comportamientos de las mujeres rurales, para terminar subrayando las más importantes conclusiones.

    2. Metodología

    No existe ninguna información precisa sobre mujeres rurales. Ni los Censos de Población y Vivienda, ni la Encuesta de Población Activa, ni la Encuesta de Presupuestos Familiares, ni los Censos Agrarios introducen un apartado que aluda a esta categoría social; de ahí, que se hayan tenido que entresacar los datos de la información bruta existente, haciendo un tratamiento específico de la misma. Ha sido un trabajo que se ha podido llevar a cabo gracias a la colaboración del INE y al Presupuesto de esta investigación. Para dar respuesta a los problemas planteados se ha combinado una metodología cuantitativa, haciendo un repaso de las fuentes que contenían información sobre la mujer rural, con otra cualitativa basada en entrevistas y reuniones de grupo.

    - En la parte cuantitativa se han explotado el Padrón de Habitantes de1996 y Censo de Población y Vivienda de 2001; la Encuesta de Población Activa relativa al año 2000; la Encuesta de Presupuestos Familiares de 1998 y el Censo Agrario de 1999.

    - La parte cualitativa es el resultado de 21 entrevistas y 13 reuniones de grupos, en los que se ha tenido en cuenta los perfiles siguientes. Para los grupos: Mujeres autónomas de la agricultura (1); trabajadoras por cuenta ajena agraria (2); autónomas de la industria y de los servicios (2); trabajadoras por cuenta ajena de la industria y de los servicios (2); paradas (2); ayudas familiares (2) y amas de casa (2). Por otra parte, el perfil de las entrevistas se ha ajustado a los criterios siguientes: empresarias agrarias (2); empresarias no agrarias (3); trabajadoras por cuenta ajena no agraria (6); paradas (4); ayudas familiares (2); amas de casa (2); participación política (1); mariscadoras (1).

    3. Visión general

    La mujer rural es un colectivo que abarca unos 4,8 millones de personas (García Sanz, B., 2003 y 2004). Es un grupo algo inferior, un uno por ciento menos que el de los hombres rurales, aunque en las cohortes de jóvenes está mucho más descompensado. Es un colectivo con pocas jóvenes y muchas personas mayores. Un 13% tiene menos de 15 años y otro 25% ha superado la edad de jubilación. En las edades centrales predominan las mujeres que han sobrepasado los cuarenta años, con un 28%, seguidas de las que tienen edades comprendidas entre los 15 y los 29 años, con el 20%, y las que están entre los 30 y 39 años, con el 15%.

    Como notas importantes de este colectivo destaco las siguientes:

    1. Comparándola con la población masculina se observa su escasa feminización o excesiva masculinización, sobre todo entre las jóvenes. Para el conjunto rural hay 101 varones por cada 100 mujeres (96 varones por cada 100 mujeres para el conjunto de la población del país), pero esta diferencia se dispara en algunos grupos: 7 puntos más para los varones en las edades comprendidas entre los 25 y 29 años; 10 puntos más, entre las que tienen de 30 a 34; 14 puntos entre los que tienen de 35 a 39, y nada menos que 16 puntos, entre los que tienen de 40 a 44 años. Las consecuencias, tanto para la demografía, como para la vida social de los pueblos, son obvias.

    2. Pero a lo largo y ancho de la geografía rural del país, no hay un solo modelo de masculinización. Se dan diferencias notables que dependen, por un lado, de la emigración femenina y, por otro, de las posibilidades de empleo que ha tenido la mujer en el medio rural. Las zonas más masculinizadas suelen estar en el interior, en las que ha predominado una agricultura extensiva y de secano; y las menos, las del norte, con menos emigración femenina y mayores posibilidades de empleo, incluso en la agricultura; el Mediterráneo se caracterizaría por una situación intermedia, y Andalucía y Extremadura estarían más próximas al modelo interior, que al del norte.

    3. Otra nota importante a destacar, de este colectivo, es el envejecimiento y sobre-envejecimiento. Las mujeres que han superado los 65 años son el 18% de la población urbana y el 25% de la rural; por otro lado, en el medio rural hay un 12% de mujeres que tiene más de 75 años, cuando en el medio urbano la proporción es bastante más baja, el 8,5%.

    ¿Cómo se explica todo esto?. Hay tres razones que podrán ayudar a entender la cuestión: La primera, un mercado de trabajo, el mercado de trabajo para la mujer rural, excesivamente reducido y poco elástico; la agricultura, actividad predominante en la España tradicional, ha tenido sus límites para las mujeres, con excepción del trabajo en la ganadería, en el norte; la segunda razón está relacionada con la valoración que tenían en el mundo rural algunos trabajos que se ofrecían a las mujeres, como el servicio doméstico o el trabajo asalariado de la agricultura. Estos trabajos estaban mal considerados y peor remunerados, (obsérvese que muchas mujeres que abandonaron el mundo rural en estos años trabajaron en los servicios); y la tercera es de carácter cultural y se refiere a las fuertes limitaciones que ha tenido la mujer rural para vivir con una cierta autonomía personal y ejercer sin grandes presiones su libertad. La idea de que la ciudad os hace libres ha tenido una connotación especial entre las mujeres. Vivir en el pueblo era aceptar de partida un fuerte control social que impedía saltarse las normas establecidas. La vida en la ciudad, por el contrario, se consideraba, de partida, mucho más tolerante y anónima.

    Pero veamos de una forma más detallada algunos tipos de mujeres rurales y los elementos más importantes que las caracterizan.

    A) La mujer ama de casa

    La mujer rural está obsesionada por la excesiva vinculación que todavía tiene con las tareas de la casa. Para algunas es su única ocupación, que suelen compartir con otros trabajos como el de ayuda familiar o el cuidado de las personas mayores, pero también lo es para otras que son empresarias, o realizan un trabajo asalariado. Dos reflexiones avalan esta afirmación; la primera está tomada del perfil laboral que nos da la Encuesta de Población Activa (EPA); y la segunda procede de las reuniones de grupo y entrevistas que hemos realizado con mujeres rurales.

    Una de las preguntas que hace la EPA es sobre la situación en la que se encontraba el entrevistado en el momento de hacer la encuesta. Las opciones para la mujer eran estudiando, pensionista, jubilada, ama de casa y otra situación. Las mujeres del universo de la encuesta ascienden a 4,2 millones. Ahora bien, si se cruzan las personas que hay en cada grupo con la categoría de inactivo, ocupado y parado observamos que del 27% de mujeres, que dicen estar ocupadas, hay nada menos que un 18%, dos de cada tres, que se declaran también amas de casa. Este dato, decir que se está trabajando y que se es, al mismo tiempo, ama de casa, es muy significativo porque define una realidad, la de la mujer rural. Estas mujeres, aunque trabajen fuera de la casa; aunque estén dadas de alta en la Seguridad Social; aunque sean titulares de un negocio, de una empresa familiar, o de una explotación agraria, son ante todo amas de casa y, como tales, están obligadas a realizar las tareas inherentes a esta función. En sentido contrario, sólo un pequeño grupo, el otro 9%, se dedicaría a trabajar en su ocupación, no estando tan atadas por las obligaciones del hogar.

    Pero esta reflexión, que se deduce de los datos de la EPA, está ampliamente confirmada por lo que dicen las propias mujeres. En las diferentes reuniones y entrevistas llevadas a cabo, si hay un hecho recurrente es la poca colaboración que se da por parte del marido y de los hijos en estas tareas. Las mujeres que han optado por quedarse en el hogar no lo ven como un excesivo problema, puesto que ésta es su función. Más aún, valoran muy positivamente cuando han apreciado algún gesto de colaboración. Ahora bien, la situación no es la misma para las mujeres que tienen un trabajo fuera de la casa; en este caso, aun cuando hay una sensación de que algo está cambiando, la verdadera responsable del hogar sigue siendo la mujer y sobre ella recae la doble tarea de hacer su trabajo y atender al hogar3.

    Esta fuerte vinculación de la mujer con esta tarea tradicional provoca unos efectos no deseados; el primero, que muchas mujeres que se quedan en el pueblo lo hacen para continuar con la función tradicional; el segundo, que no se ve el trabajo fuera del hogar como un signo de promoción y de independencia personal; y el tercero, que los ingresos que se obtienen del trabajo se valoren sólo como complemento a las aportaciones que hace el marido.

    Estos principios están más o menos asumidos por las personas de mediana edad, o mayores, pero encuentran un rechazo frontal entre las jóvenes. Éste es uno de los motivos por el que este grupo está predispuesto a emigrar.

    Una última observación es la complejidad del trabajo de muchas mujeres amas de casa. Si bien las más jóvenes manifiestan que van sobradas con su trabajo y gozan de bastante tiempo para cultivar sus aficiones, las más mayores se quejan de todo lo contrario porque han ido acumulando obligaciones: el cuidado de los nietos, la atención de los mayores y el trabajo como ayudas familiares. Ésta es una tarea muy típica de la mujer rural que exige una mayor dedicación, cuando se sigue manteniendo la agricultura familiar, o se tiene algún negocio complementario.

    B) Mujer rural y trabajo remunerado

    Si hay un hecho que define a nuestras sociedades es el interés de la mujer por incorporarse al mercado de trabajo. Si bien la mujer rural está en esta tesitura, los ritmos con los que lo hace son más lentos, y los sectores a los que se dirige menos abiertos. Cuando hablamos del trabajo de la mujer rural nos estamos refiriendo a 1,4 millones (35% del total de mujeres mayores de 16 años). El perfil de las mujeres ocupadas es el siguiente:

  4. Un 68 de cada 100 trabaja en los servicios, 17 lo hacen en la industria, 14 en la agricultura y tan sólo una, en la construcción.

  5. La edad es una variable muy importante en cuanto incide de forma muy positiva en la actividad, en la terciariarización y, consecuentemente, en la desagrarización, y en la formación para el trabajo.

  6. El 71% trabaja como asalariada, y el otro 29% lo hace como trabajo familiar. De ellas un 3% son empleadoras, el 17% autónomas, uno por ciento miembros de cooperativas, y 8% en ayudas familiares.

  7. Finalmente, un 9% son directoras de empresa; 17% trabajan como técnicos, 11% como administrativos; 21% lo hacen en los servicios; 22% son trabajadoras cualificadas, y otro 20% sin cualificar.

    Este grupo, el de las mujeres trabajadoras, es muy heterogéneo y está marcado, por un lado, por ciertos atavismos tradicionales y, por otro, por un espíritu innovador propio de mujeres avanzadas. Las mujeres ganaderas y agricultoras formarían en su conjunto parte del primero; y las empresarias de la industria y de los servicios, del segundo.

    Las mujeres ganaderas del norte, si bien han hecho importantes esfuerzos económicos para modernizar sus explotaciones, carecen todavía de la autonomía e independencia necesarias para ser catalogadas como verdaderas empresarias. El carácter delegado con que han asumido el trabajo de la explotación, la tutela constante que ejercen sobre ellas los padres y maridos, y las propias limitaciones que les impone la sociedad en la toma de decisiones, hace que su autonomía laboral sea bastante limitada. Con un poder de decisión, todavía más bajo, están las mujeres titulares de una explotación agraria; unas veces porque la explotación es totalmente insuficiente y apenas genera trabajo, otras, porque se utiliza la fórmula de la titularidad para cubrir una Seguridad Social que resulta más barata, y otras, porque la propia mujer, que se dice agricultora, no tiene el menor interés en trabajar la tierra, hace que la presencia de mujeres en este campo sea muy minoritaria y poco decisiva en los procesos de modernización. Tampoco el trabajo asalariado de la agricultura suscita mucha demanda. Si todavía hay un grupo numeroso de mujeres vinculadas a este sector, unas cien mil entre ocupadas y paradas, es por la cobertura que proporciona el PER. De hecho la mayor parte de estas mujeres, tanto las ocupadas como las paradas, se encuentra en Andalucía y Extremadura.

    En los otros sectores, sobre todo en el mundo de la hostelería y de la restauración, es donde se encuentran las mujeres más dinámicas y emprendedoras, con un extraordinario empuje empresarial y con un acreditado dinamismo económico. Son mujeres jóvenes, que cuentan con una cierta formación, han vivido algún tiempo fuera del pueblo y se han decidido por el mundo de los negocios. En la mayor parte de los casos analizados se parte ya de una experiencia familiar a la que se ha dado otra orientación empresarial. Si en algunas experiencias ya se puede hablar de éxito, ha sido porque se han superado felizmente las primeras dificultades. Estas mujeres reconocen que llegar hasta aquí ha sido más difícil de lo esperado, aunque ha merecido la pena. A los problemas inherentes a la profesión, se han añadido otros, simplemente por el hecho de ser mujeres y haber asumido la responsabilidad de una empresa.

    Hay un sentir general de que la oferta de empleos para la mujer rural es excesivamente escasa y lo es aún más para las que han alcanzado una cierta formación. Pero esta afirmación con ser verdadera encierra en sí múltiples contradicciones. La propias mujeres reconocen que hay campos de trabajo todavía sin explotar, como la atención a los mayores, pero el concepto de «servir» aún no se ha superado. Por otro lado, hay trabajos que se podrían desarrollar, pero unas veces por la comodidad, y otras por el rechazo del riesgo, no terminan de concretarse.

    C) Paro de la mujer rural

    El mundo rural tiene, en general, menos problemas de paro que el mundo urbano, aunque coincide con éste en la importancia que todavía tiene esta lacra social para ciertos grupos de mujeres rurales. De las activas rurales, el 78% estarían ocupadas, y el otro 22% paradas. La cifra es alta comparada con la actividad y el paro de las mujeres urbanas: 80% y 20%, respectivamente; y con la media nacional, 86% y 14%.

    Las notas más sobresalientes del paro femenino rural son las siguientes:

  8. El paro de la mujer rural es básicamente sectorial (73%); aunque afecta también a las que buscan el primer empleo, las jóvenes, con un 20% y, en menor medida, a las que han estado trabajando y llevan ya más de tres años paradas, 7%.

  9. En el paro estructural tiene un peso muy importante el paro en el sector servicios, con más de la mitad de las paradas, pero en términos relativos es todavía mayor el peso de las mujeres paradas en la agricultura, con nada menos que un 24% del total de las mujeres paradas.

    Pero el paro de la mujer rural es muy heterogéneo dependiendo de estos tres factores: la edad, la formación y el territorio.

    1. La edad influye en este sentido; hay un mayor peso de las mujeres paradas adultas y mayores, en la agricultura, y de las jóvenes, en la industria y en los servicios. Por el contrario, apenas hay paro de las jóvenes en la agricultura y disminuye el de las adultas en la industria y en los servicios.

    2. La formación discrimina también la naturaleza del paro femenino. Por un lado, cuanto menor es la formación mayor es la propensión a estar paradas; y, por otro, la nota de las paradas de la agricultura es su baja formación frente a las de la industria y los servicios, que suelen tener una formación más elevada. No obstante, hay que resaltar el problema añadido que tienen las universitarias rurales con pocos empleos adaptados a su formación.

    3. El territorio, es el factor que más discriminaciones genera en cuanto al paro femenino. Andalucía y Extremadura concentran nada menos que el 42% del paro rural femenino, cuando la población femenina que reside en estas comunidades tan sólo concentra el 24% del empleo femenino rural. En este campo hay que resaltar que casi el 50% de las mujeres rurales activas de estas comunidades están paradas, cuando en otras comunidades afecta tan sólo al 10% ó al 11%. Pero el problema de Andalucía y de Extremadura no es solamente el paro agrario (78% del total en Andalucía y 9% en Extremadura), sino el paro de los otros sectores, que supera ampliamente la media de paro del resto de comunidades. En general, el paro femenino suele estar muy condicionado por la especialización de cada zona y por los empleos que se ofrecen en esos campos. En Cataluña, por ejemplo, el paro rural femenino afecta sobre todo a la industria y en las dos Castillas a los servicios. Otro tanto sucede en el Mediterráneo y en las islas, especializados en los trabajos vinculados al sector servicios.

    Respecto a las explicaciones que dan las propias mujeres de este fenómeno quiero subrayar la gran contradicción entre las ambigüedades de las trabajadoras del sur, que se debaten entre la subvención y la precariedad de su trabajo; y las del centro, mucho más preocupadas por la competencia salarial que supone la presencia de extranjeros trabajando en la agricultura. Las del sur no acaban de explicar su situación, porque pretenden legitimarla, resaltando los hechos específicos que les afectan: precariedad familiar, escasa oferta de empleos, dificultad para mantener un trabajo a lo largo del año, etc. Por ello justifican la política de subvenciones, aunque al mismo tiempo reconocen los perjuicios y los agravios que se derivan de ella. Perjuicios, porque no las fuerza a buscar otras soluciones; y agravios, porque no todas las mujeres gozan de la subvención. Las del centro ven el problema en los bajos salarios que se están pagando por la competencia que han introducido los inmigrantes dispuestos a trabajar en este sector a cualquier precio. Una mano de obra que, aunque temporera, tenía más o menos asegurado el trabajo a lo largo del año, se está haciendo cada vez más escasa, afectando sobre todo a las mujeres rurales que eran las más dispuestas a realizar estos trabajos.

    D) La formación de la mujer rural

    Cuando planteamos el tema de la formación de la mujer rural no nos referimos al nivel de estudios alcanzados, que en conjunto es más bajo que el del hombre por la presencia de muchas mujeres mayores que no estudiaron en su día porque se las apartó excesivamente pronto del sistema escolar. Nos referimos a la situación de las mujeres jóvenes, muchas de las cuales todavía están estudiando. En este campo se está dando una verdadera revolución que habrá que saber capitalizar en el futuro (Saborá, 1998).

    Las mujeres rurales, que están estudiando, son un 10% del total de mujeres que tienen 16 años y más. Es un porcentaje todavía bajo respecto a las mujeres urbanas, que son el 13%, pero alto respecto a los jóvenes rurales, que son el 8%. Este dato confirma un hecho que se repite en el mundo rural, que los jóvenes abandonan antes el sistema escolar para incorporarse al mercado de trabajo, situación que no afecta a las mujeres que permanecen más tiempo escolarizadas para mejorar su formación. Este hecho está cambiando por completo el perfil de la mujer rural. Antes eran los hombres los que estudiaban y sabían de letras, pero hoy son las mujeres las que alcanzan los niveles más altos en los estudios. Esta nueva situación no termina de asimilarse y está ocasionando algunas ventajas y muchos problemas. La ventaja es que la mujer se siente cada vez más capacitada para participar en la vida laboral, económica, social y política, y se ve impulsada a asumir responsabilidades que le estaban vedadas. Las mujeres rurales están más dispuestas que los hombres a entrar en el mundo de los ordenadores, son las responsables de la economía familiar y llevan las cuentas de los negocios familiares, cuando no precisan de un gestor. En consonancia con su nivel cultural se plantean responsabilidades políticas y asumen compromisos para los que anteriormente no se sentían preparadas. Por otro lado, son las mujeres que están mejor formadas las que seleccionan los puestos de trabajo y empiezan a ocupar algunos cargos altos en el ámbito de las responsabilidades. Reconocen, no obstante, que todavía no tienen el protagonismo que les corresponde por su importancia demográfica y su capacitación cultural, y lo achacan a que el fenómeno es aún incipiente.

    Pero éste es, por otro lado, uno de los grandes problemas, la dificultad para entrar en la vida laboral. Si los problemas de empleo para los jóvenes que han estudiado son una realidad, los obstáculos son aún mayores para las mujeres. Los jóvenes, mal que bien, tienen salidas hacia el mundo laboral por la agricultura y la construcción, a los que se unen los otros dos sectores, la industria y los servicios; pero para la mujer la oferta es bastante más limitada, circunscribiéndose a algunos subsectores de la industria y de los servicios, generalmente los menos importantes. Está garantiza la preparación de muchas mujeres, pero es difícil que les ofrezcan trabajos de mando y de responsabilidad. Si al final algunas llegan a conseguirlos es porque anteriormente han acreditado su capacidad y su valía personal.

    Aparte de esta discriminación, se da un desajuste general entre formación y empleo. Los estudios que se realizan difícilmente tienen una salida profesional, y para los que se pide una mejor formación, por ejemplo para todo lo relacionado con la restauración, el turismo rural o la atención a los mayores, todavía no se han creado los cauces adecuados. Es hora de que la formación profesional esté adjetivada, por lo menos para las que se quieren quedar en el pueblo, y pretenden organizar aquí su vida laboral.

    E) La presencia de la mujer en la economía familiar

    La participación de la mujer rural en la generación de rentas es todavía escasa; mucho menor que la de los hombres y, menor aún que la de las mujeres urbanas. Teniendo en cuenta la aportación de los sustentadores principales a los ingresos del hogar, tan sólo el 14% procede de mujeres (por supuesto sustentadoras principales), y el 12% de los ingreso rurales, de las mujeres rurales. Por otro lado, las que se llevan la palma por la aportación que realizan (como sustentadoras principales) no son las que están trabajando, que tan sólo contribuyen con el 9%, sino las mujeres pensionistas, que aportan el 17%. La razón de esta desproporción la encontramos en estos dos hechos: el primero, en la menor proporción de mujeres que cobran un salario; y el segundo, en la propia diferencia salarial. Una mujer rural sustentadora principal tiene salarios un 34% menos que la media; un 41% menos que un varón urbano; un 26% menos que un varón rural, un 15% menos que una mujer urbana y un 23% menos que la media de los salarios rurales.

    Ingresos comparados según la Encuesta de Presupuestos Familiares del año 1998

    [NO INCLUYE GRAFICOS]

    Las diferencias se extienden también a los diferentes territorios. Una mujer sustentadora principal que reside en el este obtendría unos ingresos un 20% más que la media de las mujeres rurales, y si vive en el sur, un 20% menos; entre ambas estarían las del norte, con un 8% de ingresos superiores a la media, las del centro, con un 3%, y las de las islas, con el 12% menos.

    De los discursos de las mujeres rurales en relación a este tema destaco estas dos ideas: Se asume el trabajo no tanto para crear riqueza y autonomía personal, sino para mejorar la situación económica de la casa. Aun cuando la mujer rural no genera las rentas es, en la mayoría de los casos, la responsable de la economía familiar; lo es, cuando el destino de los ingresos es el propio hogar y hay que programar la economía familiar; y, lo es, también, cuando hay que hacer frente al negocio familiar y prever inversiones a corto plazo; en este caso, ellas son las encargadas de las gestiones cotidianas, y las responsables de organizar el ahorro.

    F) La mujer rural en la vida política y en las asociaciones

    En este campo se constatan ciertas realidades positivas; la primera, el gran interés que tienen estas mujeres por desarrollar instituciones participativas que tienen como denominador común «la mujer y lo rural»; y el segundo, el extraordinario incremento de la participación política que se traduce en la presencia cada vez más alta de mujeres en puestos de responsabilidad dentro de los partidos y, sobre todo, en la presencia activa en los ayuntamientos como concejalas y, más raramente, como alcaldesas.

    Respecto a la participación política todo indica que nos encontramos en una nueva etapa. La mujer ya no suele estar tan ajena sobre todo cuando se trata de visualizar su presencia en los partidos políticos, o en los órganos de representación local. No obstante, todavía nos encontramos al comienzo de un proceso en el que la presencia de mujeres es todavía marginal, tanto en el número de cargos que se les ofrece, como en las responsabilidades que se les asignan. Es marginal porque todavía son pocas las que ostentan el cargo de alcaldesas y menor aún las que asumen responsabilidades más allá del ámbito de los servicios sociales.

    En los discursos se aboga por la participación, así como por el desistimiento. Lo más sorprendente es que las dificultades y las críticas surgen de las propias mujeres que reproducen los discursos que tradicionalmente han estado en boca de los hombres. Las ideas que aparecen de forma reiterada son las siguientes:

  10. Discurso de la división de géneros o de espacios: espacio público y espacio privado. Aunque empiezan a surgir críticas, se acepta en general esta división. La casa es el lugar en el que las mujeres ejercen su poder; y la política, la vida pública, los hombres. Pero esta división es cada vez menos rígida y hay hombres que se empiezan a interesar por los problemas de la casa, y mujeres por las cuestiones políticas. Por otro lado, las mujeres rurales están ampliando su radio de acción asumiendo responsabilidades que hasta ahora eran ejercidas solamente por los hombres: por ejemplo, las cuestiones bancarias; preparación de papeles para cobrar la PAC, interés por las nuevas tecnologías; presencia en los organismos públicos a través de las asociaciones de mujeres.

  11. La desigual participación política en la participación de hombres y de mujeres. Las mujeres están capacitadas para participar más activamente en la vida municipal, pero no se atreven a dar el salto. La discusión se centra en estos tres pilares: DIFICULTADES, POSIBILIDADES Y NECESIDAD. Se ha avanzado mucho, pero tan sólo el 20% de mujeres rurales ocupa algún cargo en la vida municipal, y éste se relega al de menos responsabilidad4.

    2.1. No se discute el derecho, ni la capacidad, pero las dificultades y los inconvenientes son grandes: el marido, la familia, la sociedad rural y la propia mujer.

    2.2. Las mujeres serían más sensibles a los problemas sociales de los pueblos, sobre todo lo relacionado con la educación, la sanidad y la atención a los mayores.

    2.3. Darían un tono distinto a las motivaciones políticas. Los hombres se mueven por intereses y para hacer carrera política, en cambio las mujeres rurales lo hacen por motivos más altruistas.

    Respecto al asociacionismo femenino rural, parece que está concitando una mayor adhesión, al menos si nos fijamos en el éxito que están teniendo las asociaciones de mujeres y en el alto nivel de participación que suelen tener los encuentros de mujeres rurales.

    Además de las asociaciones de carácter local con fines culturales, religiosos o, incluso sociales, han surgido otras de índole nacional o regional que pretenden aunar intereses y conseguir objetivos mucho más amplios. Sin pretender ser exclusivos, habría que hacer referencia sobre todo a estas tres: AMFAR (Asociación de Familias y mujeres del Ámbito Rural); AFAMMER (Asociación de Mujeres y Familias del Medio Rural) y FÉMUR (Federación Española de Mujeres Rurales). Las tres tienen una implantación nacional, y las tres persiguen objetivos muy similares, tratando de velar por la defensa de los derechos de las mujeres rurales. Todas ellas han despertado un interés inusitado de las mujeres rurales por organizarse y una presencia en los problemas de la ruralidad que hasta hace unos años parecía totalmente inviable. Si estas asociaciones tienen el éxito que tienen es porque vienen a cubrir un vacío y una necesidad: el vacío que han dejado las antiguas asociaciones religiosas de carácter local, y la necesidad de reunirse, muy amortiguada en la actualidad por la disminución de los encuentros en la tienda, en la Iglesia y en la calle. Atención a estas asociaciones que empiezan ya a tener una importante repercusión en la vida social y en la acción política.

    El interés por participar en estos encuentros está totalmente garantizado, no sólo porque les permite romper con la monotonía de la vida rural, sino porque además facilita tomar conciencia de los problemas que les afectan como mujeres rurales y les abre los ojos de posibles acciones a realizar. De hecho no suelen regatear esfuerzos para acudir a las reuniones, aunque tengan que descuidar las obligaciones que tienen contraídas a diario5. Incluso ante estas circunstancias se han dado notables adelantos, justificando su ausencia ocasional para realizar las tareas habituales del hogar apelando a que los hombres ya están tomando conciencia de estas ausencias y se empiezan a prepara para suplirlas.

    4. Conclusiones

    Como resumen y conclusión de las ideas expuestas a lo largo del trabajo destaco estas tres:

  12. No cabe plantear un desarrollo rural sin la presencia de mujeres y de mujeres jóvenes. Lo primero, para atajar los fuertes procesos de masculinización en el grupo de jóvenes; y segundo, para dotar de nueva energía demográfica a una sociedad rural fuertemente envejecida. Si no se da un equilibrio entre sexos es imposible que haya agricultores y sociedad rural.

  13. La presencia de mujeres en el mundo rural está muy ligada a la búsqueda de alternativas laborales para estas mujeres, que, por supuesto, no se encuentran en la agricultura, sino más bien en el desarrollo del sector terciario. Pero para ello es necesario que se creen posibilidades de trabajo. El espectro de actividades que se ofrecen a los hombres es bastante amplio: agricultura, talleres, industria en general, industria agroalimentaria, construcción y toda la gama amplia de servicios, pero es bastante más restringido para las mujeres. No obstante, hay campos de trabajo que se pueden explotar: Ciertos trabajos de carácter artesanal; trabajos vinculados con la industria agroalimentaria de calidad; servicios sociales rurales para personas mayores; guarderías para niños; trabajos relacionados con el desarrollo rural (Programas Leader y Proder).

  14. La mujer debe asumir un protagonismo social. Parece que tradicionalmente el hombre era el responsable de los espacios públicos y la mujer de los espacios privados. Lo público y lo privado actualmente se encentran en una continua interacción, y difícilmente se pueden garantizar los servicios públicos sin el concurso de la responsabilidad privada, como tampoco defender al individuo sin el concurso del Estado. Esto nos lleva a plantear un nuevo reparto de funciones; o dicho de otra manera, abogar porque los hombres asuman más responsabilidades dentro de los espacios privados, como puede ser el hogar, y que las mujeres hagan lo propio en los espacios públicos, Ayuntamiento y vida social. Es, por otro lado, una obligación y una necesidad para aprovechar el caudal humano y cultural que muchas mujeres rurales han alcanzado a los largo de los últimos años.

    BIBLIOGRAFÍA

    CÁNOVES VALIENTE, G.(2001): «La mujer y la reestructuración del mundo rural» en El mundo rural en la era de la globalización: incertidumbres y potencialidades, García Pascual, F. (coord.), Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, serie Estudios, nº 146, pp. 193-209.

    DÍAZ MÉNDEZ, C. (1997): Estrategias familiares y juventud rural, MAPA, Serie Estudios, nº 134, 304 pp.

    DÍAZ MÉNDEZ, C. y DÍAZ MARTÍNEZ, C. (1995): «De mujer a mujer: estrategias femeninas de huida del hogar familiar y del medio rural». Agricultura y Sociedad, 76, Julio-septiembre, pp. 205-221

    GARCÍA BARTOLOMÉ, J.M. (1994): «¿Mujeres agricultoras o mujeres de agricultores?, en El Boletín, nº 11, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. - (coord..) (1999): Mujeres y sociedad rural: entre la inercia y la ruptura. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 186 pp. Edición en Inglés (apéndices estadísticos actualizados) Women and Rural Society. Between inertia and rupture, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Secretaría General de asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, Unión Europea, 2002

    GARCÍA RAMÓN, Mª D. et al. (1995): «Trabajo de la mujer, turismo rural y percepción del entorno: una comparación entre Cataluña y Galicia». Agricultura y Sociedad, 75, (abril-junio), pp.115-152

    GARCÍA RAMÓN, Mª D. y BAYLINA, M. (2000): El nuevo papel de las mujeres en el desarrollo rural. Ed. Oikos-Tau, 326 pp.

    GARCÍA SANZ, B. (1998a): La Sociedad Rural de Castilla y León ante el próximo siglo, Junta de Castilla y León, Consejería de Agricultura y Ganadería, 412 pp.

    -(1998 b): Mujer y ruralidad: el caso aragonés y turolense. Revista del Centro de Estudios del Jiloca. XILOCA 22, noviembre 1998, págs 145-158. ISSN: 0214-1175.

    - (1999 a): La sociedad rural ante el siglo XXI, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Serie Estudios nº 125, 687 pp.

    - (1999 b): «La mujer, los jóvenes y el empleo en el mundo rural español» en Reforma de la PAC y Agenda 2000: Nuevos tiempos, nueva agricultura. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, serie estudios nº 143, pp.: 159-185.

    - (2000 a): «Procesos demográficos actuales en el mundo rural: atención especial a la juventud rural. Revista de Estudios de Juventud. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, INJUVE, nº 48, marzo 2000; pp 21-32.

    - (2000 b): Evolución de la sociedad rural en los últimos 50 años: el papel de la mujer. En CONGRESO EUROPEO DE MUJERES RURALES,. Instituto de la Mujer, nº 27.

    - (2001 a): La mujer rural: iniciativas y medidas para su entronque en los procesos de desarrollo rural. LAS MUJERES EN EL AÑO 2000: HECHOS Y ASPIRACIONES,. Instituto de la Mujer, nº 28.

    - (2001 b): La estructura del mercado laboral: Participación de hombres y de mujeres. Instituto de la Dona. Barcelona, 2001.

    - (2003): Sociedad rural y desarrollo. Serie Estudios: MAPA, nº 154.

    - (2004): La mujer rural ante el reto de la modernización de la sociedad rural. Instituto de la Mujer. MTAS.

    INSTITUTO DE LA MUJER (1999): Congreso Europeo de mujeres rurales: Madrid, 16 y 17 de diciembre de 1999: Ponencias e intervenciones en mesas redondas. Instituto de la Mujer, 221 pp.

    LÓPEZ PASTOR, A.T. (1999): «Un nuevo protagonismo. El papel fundamental de la mujer en el desarrollo rural», Revista Actualidad LEADER, nº 5. Unidad Española del Observatorio Europeo LEADER. Dirección General de Desarrollo Rural. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

    SABATE, A.(1989): Las mujeres en el medio rural, Ministerio de Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 175 pp.

    SABORÁ S.L. (1998): La formación para la mejora de la posición de la mujer en el sector agrario, FORCEM-FSE, 15 pp.

    SAMPEDRO GALLEGO, Mª R., (1996): Género y ruralidad : las mujeres ante el reto de la desagrarización, Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 544 pp. ? (2000): «Mujeres jóvenes en el mundo rural» en Estudios de juventud, nº 48, pp. 83-90.

    -----------------------------------------------------------

    1 Si se repasa la literatura actual se observará el interés casi exclusivo por los problemas de la mujer agraria, dejando en un segundo plano lo relativo a la mujer rural. Una muestra de ello es la bibliografía recogida en el librito Mujeres Rurales en España, en la que, de medio centenar de títulos, más de la mitad se dedican a analizar el papel de la mujer en la agricultura, y sólo unos cuantos autores han ampliado el ámbito de problemas al conjunto de las mujeres rurales; DÍAZ MÉNDEZ, 1995 y 1997; GARCÍA SANZ, B,1998 a y b, 1999 a, b y c, 2000 a y b, 2001, a y b; y 2003; SABATE, 1989 y SAMPEDRO GALLEGO, 1991, 1996 y 2000.

    2 Este trabajo es el resultado de una investigación de I+D financiada por el Instituto de la Mujer y del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales que se ha publicado con el título, La mujer rural ante el reto de la modernización de la sociedad rural. En este artículo se presentan algunas ideas que se desarrollan de una manera más amplia en la citada publicación.

    3 Este es un fenómeno que se podría también extrapolar al mundo urbano, pero con matices. En primer lugar, la división entre trabajo doméstico y extradoméstico no es tan radical dándose, además, la circunstancia de que existe una mayor colaboración en el mundo urbano de los hombres en las tareas del hogar. Por otro lado, en el mundo rural no se echa en falta la colaboración, sino que todavía está ideológicamente legitimada, situación que ya ha sido superada en el mundo urbano.

    4 Según datos aportados por Inés Delgado para las elecciones municipales de 1995, sólo un 7% de las mujeres de los municipios de menos de 20.000 habitantes eran alcaldesas y tan sólo el 18,5% concejalas. Citado por Juan Manuel García Bartolomé 1999, página 66. El dato era muy parecido a la media nacional (6,5%) según datos del Instituto de la Mujer, si bien todo parece indicar que la presencia de mujeres en estos puestos es más elevada en los municipios que superan los 10.000 habitantes (municipios urbanos según la acepción común, que en los que tienen menos de 10.000, los rurales).

    5 A lo largo de 2003 he sido invitado a alguna de estas reuniones y puedo certificar la enorme capacidad de convocatoria que suelen tener las organizadoras de estos eventos. A un encuentro de estas mujeres, programado por la Consejería de Familia y Servicios Sociales de la Xunta de Galicia y celebrado en Santiago de Compostela, asistieron más de 500 y en otro encuentro celebrado en Ciudad Real se superó la cifra de 1.000 asistentes.

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR