La monarquía inglesa en la crisis del antiguo régimen: polémicas e identidades políticas en la segunda mitad del siglo XVIII

AutorNoelia González Adánez
Páginas241-257



Blessed are our eyes, for they see, while those of others are shut. Blessed are our minds, for they are free,while those of others are fettered and enslaved. Here light and knowledge prevail, and from henee the arts and sciences diffuse their ¡nfluence, and are propagated to the nations around us. In this Island peace and liberty have fixed their abode, and from henee superstition, persecution, and slavery are fled, while in other nations they still remain to confound and terrify and oppress the souls of men. Richard Price, Brítain's Happines and the Proper Improvement of it, 1759

It is evident, whatever be the cause, that this nation, with all its renown for speculation and for learning, has yet made little proficieney in civil wisdom. We are still so much unaequainted with our own state, and so unskilful in the pursuit of happiness, that we shudder without danger, complain without grievances, and suffer our quiet to be disturbed, and our commerce to be interrupted, by an opposition to the government, raised only by interest, and supported only by clamour, which yet has so far prevailed upon ignorance and timidity, that many favour it, as reasonable, and many dread it, as powerful. Samuel Johnson, The False Alarm, 1770

Britannia is like a nervous lady, seldom well long together, but not dangerously ill George Lyttelton a Elizabeth Montagu, 1763

Introducción

1. La Europa del siglo XVIII es comúnmente conceptualizada como una sociedad de Antiguo Régimen, al tiempo que para referir la práctica de gobierno que se supone generalizada en todo el continente a lo largo de setecientos, se utiliza la expresión absolutismo ilustrado. Inglaterra, sin embargo, ha solido contemplarse como la excepción a un modelo que es norma. La monarquía mixta, concebida por muchos panfletistas europeos de la época -con especial sistematicidad por Montesquieu, pero también por Blackstone en la propia Inglaterra- como un sistema de equilibrios basado primordialmente en el imperio de la ley, habría librado a la Pérfida Albión, desde los tiempos de la Revolución Gloriosa, de sufrir los excesos del despotismo de los reyes. Por lo anterior, con frecuencia se ha creído que el Antiguo Régimen podría darse por concluido en Inglaterra después de 1688.

2. En un intento por controvertir este tipo de concepciones, este texto tratará de dar cuenta de cuáles son los elementos interpretativos que han llevado a la historiografía anglosajona desde hace ya algún tiempo a describir la Inglaterra de finales del siglo XVIII como una sociedad de Antiguo Régimen. El propósito es poner de manifiesto que la existencia de un orden de este tipo no depende tanto del sistema de gobierno cuanto del modelo de conformación de las relaciones de poder y del grado en que éstas se hallan circunscritas al ámbito más o menos reducido que ocupan las élites, las cuales cuentan, con frecuencia, con un amplio respaldo social basado en creencias y aspiraciones de origen religioso. En definitiva, la noción de monarquía mixta, que aludiría a la existencia de una base de legitimidad del poder de tipo contractual o, en versiones más modestas, a la presencia de mecanismos de control/limitación sobre la autoridad mediante la fijación de un sistema de separación de poderes, resulta inaplicable o simplemente errada para describir la compleja realidad política de la Inglaterra Hannoveriana.

3. En la monarquía inglesa, los cambios que precipitan la crisis del orden propio del Antiguo Régimen se expresan en la aparición de una nueva concepción de la monarquía, tanto desde un punto de vista constitucional como espacial y afectivo, lo cual se traducirá en la operación de un conjunto de reformas ya a la altura de las primeras décadas del siglo XIX, que principian la transformación del sistema hacia su formulación victoriana, es decir, hacia su conversión progresiva en monarquía parlamentaria. No obstante, lo que interesa en este trabajo no es analizar el sentido de estas reformas, sino comprender cuáles son las condiciones sobre las que se sostiene el Antiguo Régimen inglés y cuáles los elementos que, aun estando insertos en el mismo, abren vías para la transformación. Sólo comprendiendo lo anterior, las transformaciones pueden ser apropiadamente conceptualizadas como lo que son: la expresión del carácter altamente proteico del Antiguo Régimen inglés; lo cual explica la índole reformista de tales transformaciones y los motivos por los que no prosperó la deriva revolucionaria hacia el cambio. En definitiva, se trata de desentrañar los elementos que propiciaron que la crisis del Antiguo Régimen en Inglaterra se operara por medio de un impulso reformista continuado pero también relativamente dilatado en el tiempo.

@I.- Claves interpretativas de la long eighteenth century.

4. En el mundo anglosajón, la preocupación historiográfica por el siglo XVIII se ha integrado, al menos originalmente, en un debate de gran calado político que pretendía poner punto final a la historia whig institucional desarrollada a lo largo de la etapa victoriana y todavía en las primeras décadas del siglo XX. Una vez que esto se hubo conseguido1, el siguiente paso, en grandes líneas, consistió en el estudio de los aspectos ideológicos de la política del setecientos.

5. En este orden, el interés por el radicalismo y las llamadas popular politics, así como por las pautas cambiantes de organización del imperio, es decir, por la política without the realm, han ido cobrando una importancia creciente2. Estas nuevas preocupaciones se insertan en una reflexión sobre el alcance del reformismo inglés y las dinámicas de estabilidad y cambio de acuerdo con las cuales transcurre el siglo. En resumen, la long eighteenth-century inglesa es, por esencia, un periodo altamente controvertido al que se ha asignado un cierto carácter fundacional, primero de la particular modernidad anglosajona -cuyo hito fundamental se hallaría en los acontecimientos de la Revolución Gloriosa- y después, de las dificultades surgidas para la comprensión y reubicación de la misma en un espacio más amplio de problemas comunes a una buena parte de Europa.

6. Se viene discutiendo desde hace al menos dos décadas sobre los ritmos de evolución de la sociedad y el sistema político inglés durante una etapa hasta entonces estudiada con frecuencia como mera antesala al victorianismo. En este sentido, se ha insistido en que si bien puede hablarse de un periodo de estabilidad, ello no equivale a inexistencia de cambios3. Ciertos movimientos asociados a la propia pervivencia del orden del Antiguo Régimen actuaron realmente como "catalizadores de un tipo de cambio" cuyos efectos estaban efectivamente destinados a consolidar y al mismo tiempo modernizar el orden político y social, en lugar de plantear un desafío que concluyera en su desintegración por medio de mecanismos revolucionarios4.

7. En definitiva, sin negar la importancia de factores como el derecho divino de los reyes como pauta de legitimación del poder o el patronazgo como elemento central en la configuración del sistema político, puede concluirse que el Antiguo Régimen inglés crearía nuevos medios para lograr su perpetuación, mediante un estímulo consciente a las transformaciones políticas en curso5.

8. En esta misma línea de comprensión de la long eighteenth-century inglesa se ha incidido en la inexistencia en el periodo de algo parecido a una conciencia de estabilidad. Políticos y teóricos de la política se hallan profundamente involucrados en un debate sobre la moral pública que, al menos potencialmente, pone en cuestión la supervivencia del viejo orden. Para la mayoría de los contemporáneos "...la estabilidad en los ámbitos de la cultura y de la política es percibida como algo que pertenece al pasado y que se encuentra crecientemente puesto en cuestión por las circunstancias del presente, o, a lo sumo, como un ideal al que se debe aspirar en el futuro..."6.

9. Por otra parte, el mito creado por la historiografía whig en torno al carácter "único" de la historia inglesa, desde una visión intencionadamente errada del significado de la Revolución Gloriosa, se desmonta fácilmente si se comparan las historias de Inglaterra con otros países de Europa después de 1688, tanto desde el punto de vista del funcionamiento del sistema político como desde la vigencia de ciertos discursos sobre el poder. En el primer caso, la relación crucial que define las pautas de comportamiento político es la que tiene lugar entre el gobierno central y la aristocracia -término este último que en Inglaterra debe incluir la clase de los propietarios-, quienes dominan el sistema parlamentario, la Iglesia, el gobierno central y local y el ejército. La posición de esta aristocracia cuenta con el apoyo de los intelectuales, las instituciones educativas y en definitiva, salvo en etapas muy concretas de crisis (como durante los Gordon's Riots o el Wilkes Affair), de la sociedad en su conjunto. De hecho, tanto el Anglicanismo como los ideales clásicos de organización social sostienen el orden aristocrático7.

10. Por otra parte, el consenso es un elemento central en la legitimación de la política, en Inglaterra igual que en el resto de Europa, puesto que: "Con independencia de la retórica de la autoridad, la realidad es que el poder era descentralizado y, por tanto, de tipo consensual, aunque los términos del consenso se hallaban sujetos a continuas alteraciones"8. Por tanto, en Inglaterra, como en otros países de Europa, la clave para lograr un gobierno estable dependía, en gran medida, de asegurar que las élites locales gobernaran el territorio de acuerdo con los intereses del gobierno central, lo cual se lograba siempre y cuando éste ajustara sus objetivos e instrucciones, al menos parcialmente, a las necesidades y posibilidades de los notables. En este sentido, de la misma manera que el siglo XVIII europeo ha sido visto como un espacio para el desarrollo de un modelo de consentimiento en Europa continental, de acuerdo con el cual el...

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