Introducción

AutorIñaki Rivera Beiras
Páginas7-11

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1) El complejo problema que encierra la penalidad, ha sido contemplado desde diversos puntos de vista. Tradicionalmente, ha sido hegemonizado por el discurso jurídico-penal, el cual siempre intentó encontrar algún tipo de legitimación de semejante forma de intervención estatal. Apelando a teorías absolutas, la pena fue contemplada como una retribución-reparación del mal causado por el delito (Ferrajoli 1995), como lógica herencia de concepciones medievales talionales primero, y en sus versiones kantiana y hegeliana más adelante.

Posteriormente, y recurriendo a paradigmas utilitaristas, el castigo fue justificado en aras a desplegar ciertas funciones —positivas o negativas— con las que presentarse en sociedad (Mir Puig 1982a y 1982b, Hassemer 1984 y 1986, Roxin 1992). Mas, frente al fracaso comprobado de las funciones atribuidas a la pena, no tardaron en aflorar discusiones, debates, «luchas de escuelas» (Roxin op. cit.), teorías intermedias (de la «unión», «dialécticas», de los «marcos», etc. —cfr. para cada una, Jakobs 1995, Pérez Manzano 1986, Luhmann 1983a y 1983b—) que no venían sino a reflejar, precisamente, la profunda crisis de legitimación en que el castigo siempre ha estado sumido desde los albores, al menos, de la Modernidad (Pavarini 1985).

Ahora bien, es preciso aquí señalar que, cuando se habla de funciones, semejantes discursos jurídico-penales sólo pudieron describir unos supuestos efectos que la pena debería cumplir; dicho en otras palabras, sólo contemplaron lo que algunos denominan «las funciones normativamente declaradas» (Pavarini 1995) u, otros, cuando hablan de la

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pena privativa de libertad, la identifican como la «cárcel legal» (Bergalli 1997). Obvio es señalar que nada de ello tiene que ver con las funciones que materialmente cum-plan los sistemas punitivos en la realidad, cuestión que por pertenecer al universo sociológico, (casi) nunca fue advertida por aquel discurso jurídico hegemónico. En tal sentido, semejante discurso, pese a querer construir auténticas teorías de la pena, se quedó en el estadio —en el mejor de los casos— de la construcción de simples mitologías del castigo; mas no por ello, como se verá después, éstas dejaron de cumplir un claro papel ideológico.

Y, en efecto, en torno al problema del castigo, pueden ser vislumbrados otros escenarios que revelan por sí mismos la necesidad de ahondar en reflexiones pluridisciplinarias, únicas que permiten contemplar la multiplicidad de caras...

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