Intervención de D. Miguel Ángel Albaladejo Campoy, ex Presidente de la Asociación Profesional del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado

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MANOLO GIMÉNEZ ABAD, COMPAÑERO EN UN MOMENTO AXIAL DE MI VIDA

Aún no hace un mes que, el 7 de mayo, ETA arrebató la vida a Manolo Giménez Abad y ya no es el último mártir del terrorismo. Ese dudoso honor se lo ha arrebatado hace quince días el Director Financiero de El Diario Vasco. Triste momento el de una sociedad condenada periódicamente a recordar a sus muertos. Por eso, hoy quiero recordar un momento mucho menos triste. La época en que viví muy cerca de Manolo, en la que los dos tratábamos de modelar nuestro futuro.

En la vida hay pocas ocasiones en que una persona pueda colaborar en la previsión de su futuro. Planificar es imposible, pero aportar esfuerzos a la preparación del futuro, realizar cosas, es decir, contribuir con acciones concretas, decididas por la voluntad, con ánimo de influir en el propio futuro, sí es posible. Lo que ocurre es que, objetivamente, hay pocas ocasiones para hacerlo. Yo llamo «momentos axiales» a esos momentos. Les llamo momentos axiales porque son momentos en que contribuyes con tu esfuerzo a dar un giro a tu vida, a marcar una dirección para el trayecto inmediato. Debe ser influencia de mis primeras vivencias.

Yo soy nieto de ferroviario y nací en Cartagena junto a dos estaciones de ferrocarril. Una era pequeña, de vía estrecha, lo que hoy se conoce por FEVE. Los niños le llamábamos «el tren chicharra, que pita más que anda». La otra era de RENFE y tenía grandes instalaciones porque, entre otras cosas, era final de línea y había hasta casas para los ferroviarios. Entre aquellas vías, cambios, depósitos de carbón y de agua y cocheras, que yo recorría con mi abuelo Antonio -que, por cierto, se llamaba Campoy y no Azofra-, había una gran plataforma donde se colocaba la máquina y se la podía hacer girar para cambiar de vía, para colocarla en dirección a las cocheras o hacia los andenes para preparar la expedición, en terminología ferroviaria.

Esa imagen me ha perseguido cuando trataba de metaforear el tiempo que viví junto a Manolo Giménez Abad. Fue un tiempo en que yo quería hacer girar la plataforma de mi vida y orientarla hacia los andenes. Acababa de salir de las cocheras y trataba de formar una expedición. Quería llegar por lo menos hasta Chinchilla, que yo sólo sabía que existía un poco más allá de mi horizonte y que era, según aquellos libros de la Editorial Edelvives, un «importante enlace ferroviario».

Me encontré a Manolo Giménez Abad casi en la primera estación. Digo casi porque la...

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