La individualidad postmoderna: una lectura del pensamiento de Pietro Barcellona y Boaventura de Sousa Santos

AutorMaría de Lourdes Souza
CargoUniversidad de León
Páginas321-338

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La época del desencanto da paso a la época del "cinismo". Los "nuevos cínicos" celebran la muerte del comunismo como la culminación de la razón occidental, la cual, en su madurez, logra una completa indiferencia respecto de todo el valor, respecto de cualquier intento -que en adelante será "patético"- de oponerse al orden vigente de este "mundo al revés"

(Barcellona, 1992: 9).

La acumulación de las irracionalidades reside en el peligro inminente de catástrofe ecológica, en la miseria, en el hambre a que está sujeta una gran parte de la población mundial -cuando hay recursos disponibles para proporcionarles una vida decente y una pequeña minoría de la población vive en una sociedad del desperdicio y muere de abundancia- en la destrucción, por la guerra de poblaciones y de comunidades en nombres de principios étnicos y religiosos que la modernidad parecía haber descartado para siempre, en la droga y en las medicalización de la vida como solución para una cotidianidad alienada, asfixiante y sin solución

(Santos, 1998a: 460).

En la postrimería del siglo XX, de la llamada tercera fase del capitalismo o de la segunda revolución industrial, se vive de forma intensa la desestructuración de toda idea de «comunidad», de toda capacidad de autorrepresentacion social, de todo intento de determinación de los contenidos y de las identidades que definan lazos sociales y que orienten la consecución de metas y fines colectivamente compartidos.

El hombre postmoderno ha alcanzado un nuevo estadio en el proceso de desencantamiento, inducido por una cultura narcisista, hedo-Page 322 nista y consumista. Si algo caracteriza al estadio actual de la individualidad moderna es el autismo social 1. La reclusión del individuo en el universo de la privacidad ya no deja espacio para el público, para la autorrealización colectiva. La sociedad no es ya una comunidad, sino un agregado de individuos atomizados y narcisísticamente orientados hacia una infinita gratificación de los propios deseos e intereses. Un gran imperativo, indica Barcellona, parece dominar: «soy porque consumo», «consumo porque todo está ahora al alcance de la mano de mis ilimitados deseos de poseer» (1994: 153). Es la época del individualismo económico, del individualismo posesivo, del individualismo masa, del individualismo del consumidor-La gran paradoja de nuestra modernidad reside en que su horizonte de sentido ha sido concebido esencialmente como liberación de los vínculos de dependencia personal, de las jerarquías y de los poderes absolutos. Para hacer frente a estos designios ha enarbolado, por un lado, la bandera de los valores y derechos de los individuos, de su igualdad y autodeterminación, y, por otro, «consagrado» la vinculación social de los individuos como ciudadanos en el contexto de una comunidad política. Sin embargo, la mercantilización generalizada de las relaciones entre los individuos, la construcción de un inmenso aparato neutralizador y destructor de todo el vínculo de solidaridad personal y vinculación social, ha sido el «precio» pagado por las numerosas contradicciones genéticas y también por el equívoco desarrollo de estos presupuestos.

Las paradojas y las «promesas incumplidas» de la modernidad han conducido al narcisismo y al hedonismo del individuo contemporáneo, a la apatía, indiferencia e incluso al extrañamiento frente al otro (autismo). Pero no sólo esto, sino que, además de eliminar la comunidad, también niega la promesa de una vida individual más rica: «el individuo parece, hoy en día, menos individual que nunca; su vida íntima nunca fue tan pública, su vida sexual nunca fue tan catalogada, su libertad de expresión nunca fue tan inaudible y tan sujeta a criterios de corrección política; su libertad de elección nunca fue tan dependiente de las esco-gencias hechas por otros antes que por él». Precisamente por eso, «La aspiración de autonomía, creatividad y reflectividad se transmuta en privatismo, des-socialización y narcisismo, los cuales acoplados a la vertiente productivista, sirven para integrar, más que nunca, a los individuos en la compulsión consumista». En esta nueva configuración simbólica «el culto de los objetos es el ersatz de la intersubjetividad» (Santos, 1998a: 18 y 311-312). No es de extrañar, pues, que el individuo contemporáneo llegue «desnudo a la meta de su prometida emancipación» (Barcellona, 1992: 18 y 114).

Pero cabe inquirir si este diagnóstico de la condición humana post-moderna es algo irreversible o si existe o puede existir alguna salida,Page 323 algo capaz de revertir la dinámica del individualismo apropiatorio, dinerario y mercantilizado. Si es posible encontrar un nuevo horizonte de sentido capaz de agregar a los individuos, de crear nuevos vínculos comunitarios con resonancias tanto en la autodeterminación y promoción de la individualidad, como en la afirmación de fines y objetivos colectivos compartidos. Las respuestas tanto de Barcellona como la de Santos son afirmativas. Ésta ha sido la principal razón que nos impulsó a trabajar con estos dos autores. Se trata de dos intelectuales que no han claudicado ante el nihilismo, muchas veces reconfortante, en que han caído muchos intelectuales de la «vieja guardia» marxista. El ocaso de las utopías políticas marxistas han conducido a desmoralización y a la dejadez de los intelectuales identificados con tal proyecto. Y, con él, las energías del ideal político revolucionario-transformador de las izquierdas han perdido fuerza y motivación.

Estos dos autores, por el contrario, creen que el final del socialismo real es el final de una falsa alternativa; que quizá podría significar la oportunidad de poner otra vez en cuestión el carácter transgresivo del núcleo auténtico del proyecto socialista. Se trata, como veremos, de una perspectiva que trata de lanzar una nueva mirada crítica sobre la teoría marxiana, alejándose de muchos de los tradicionales dogmatismos y esquematismos que siempre la han caracterizado y, nos atreveríamos a decir, perjudicado en la aprehensión y comprensión epistemológica de la modernidad y en el aprovechamiento de las energías emancipatorias en ella presentes. Tal vez por esto, nuestros autores, se comprometen a desarrollar una nueva autorreflexión de la modernidad, una nueva comprensión epistemológica de las energías e impulsos libertarios existentes en la misma, con el fin de reconvertirlas y, así, fomentar un nuevo paradigma comprometido con la emancipación social y la dignificación de la vida humana. Este ideal que es común, aunque no por eso perfectamente equiparable y coincidente, es lo que nos motiva a intentar realizar una lectura cruzada de estos autores, tratando de componer, a través de distintos fragmentos, algo así como un mosaico.

Dicho esto, pasamos a nuestra composición. Quizás, como paso previo, sea conveniente detenernos unos momentos en analizar los distintos bocetos del paisaje real que sirvieron de inspiración a nuestros autores. En palabras menos metafóricas, a escudriñar las razones, causas y consecuencias que, según estos autores, son responsables de la perversión del individualismo moderno y, por añadido, del hundimiento y agotamiento del proyecto de la modernidad.

A) Diagnóstico de las paradojas y contradicciones de la modernidad

Uno de los primeros puntos de confluencia de los dos autores es el de demostrar cómo el imaginario moderno destruye el imaginario tradicional, sustituyendo el vínculo social por la relación jurídica y laPage 324 colectividad por el Estado. En otras palabras, la creación de individuos libres e independientes que entran en relación con los otros solamente por intermedio de las leyes y del contrato jurídicamente sancionado y que tienen como «representante» de la colectividad al Estado, entendido como autoridad abstracta, poder impersonal que detenta el monopolio del derecho y de la violencia legítima. Dicha construcción tiene como resultado una «difusión ecuménica» del derecho, la cual genera dos importantes consecuencias:

  1. El derecho como indicador social privilegiado de las formas de sociabilidad. La sociedad de los hombres es una sociedad jurídica y, más allá de las relaciones jurídicas, los individuos no tienen ninguna relación significativa y sancionable 2.

  2. La mercantilización de vida privada. La supeditación de lo social a lo jurídico termina por generar la confusión y la indeterminación de las formas de vida, por destruir toda articulación posible de la identidad y de la diferencia. Además de fragmentar el individuo en una pluralidad de estatutos diferenciados y, en cierta forma, «sobredeter-minados» por las acciones desplegadas por una orientación político-económico-social mercantil posesiva (centrada en la propiedad y la libertad de las relaciones contractuales)3.

    Es realmente singular cómo la reducción de la vida social a forma jurídica lleva a la postergación y disolución de la individualidad (y de sus ámbitos relaciónales) en la experiencia jurídica. Y con ello la indi-Page 325 vidualidad concreta se confía a la subjetividad jurídica abstracta: la individualidad viviente, material y empírica es «formalizada» por la extrema artificialidad del orden jurídico, de la igualdad de derechos y del libre intercambio de equivalentes.

    De ahí que la irrelevancia de las diferencias y de las cualidades, de los vínculos sociales y de las relaciones personales sean presupuestos imprescindibles en el armazón estructural del Estado y del derecho modernos. Precisamente, por esta razón, se echa mano de la artificiosa abstracción y generalidad capaz de universalizar e igualar «ficticiamente» las particularidades de los sujetos y, así, transformarlos en «recipientes no diferenciados de una categoría universal» (Santos, 1998a: 290). Esa configuración de la modernidad es algo así, dice Barcellona, como un...

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