Homenaje a don Alfonso García-Gallo

AutorLa Redacción
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El 21 de diciembre de 2002 tuvo lugar en el Colegio Universitario Domingo de Soto de Segovia un acto académico en conmemoración del Décimo Aniversario del fallecimiento de don Alfonso García-Gallo, maestro de la Historia del Derecho y, durante muchos años, director de este Anuario. El Acto tuvo lugar en el Aula García- Gallo, que ese Centro dedicó a su nombre, y a él acudieron, con la familia de don Alfonso, sus discípulos directos (profesores Álvarez de Morales, Arvizu, Bermúdez, Escudero, Gacto, De la Hera, Martiré, Martínez Díez, Monreal, Montanos, Pérez Bustamante, Salcedo y Sánchez Bella), así como otros discípulos de ellos y diversos profesores de la disciplina.

En primer lugar, se celebró una misa en la Iglesia de la Trinidad, oficiada por el P. Gonzalo Martínez Díez, y a continuación tuvo lugar el Acto Académico, que fue presidido por el catedrático más antiguo de los presentes, Ismael Sánchez Bella, acompañado en la presidencia por Isabel García-Gallo, hija mayor de don Alfonso, y por José Antonio Escudero, director del Colegio y organizador del encuentro. La primera intervención de los profesores corrió a cargo del presidente, Ismael Sánchez Bella, y la última correspondió al catedrático y académico argentino Eduardo Martiré. Las restantes se sucedieron por orden alfabético. Al concluir todas ellas, hizo uso de la palabra, en nombre de la familia, Isabel García Gallo, para mostrar su satisfacción por el Acto y dar las gracias a los asistentes. A continuación, tuvo lugar un almuerzo de hermandad.

Recogemos aquí, por el orden en que tuvieron lugar, algunas intervenciones de los discípulos de don Alfonso y las palabras de Isabel García-Gallo.

1. Ismael Sánchez Bella

Queridos amigos:

Aunque suelo excusarme últimamente ante viajes largos, de ninguna manera he querido hacerlo en esta ocasión, cuando se trata de seguir mostrando nuestra gran admiración y cariño a nuestro querido maestro, don Alfonso García-Gallo.

Ya sabéis que empecé a tratarle en Valencia cuando yo tenía 18 años, como alumno suyo, y después como adjunto de su cátedra de doctorado y también de sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras. Tuvo conmigo el detalle de acudir a Pamplona para la apertura del primer año académico, en 1952, y después, para hablar en el solemne acto que se celebró en recuerdo del profesor Ángel López-Amo.

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Quizá es menos sabido que me encargué de dirigir la tesis doctoral de su hija Concepción, que tomó con empeño e ilusión el hacerla, pero que no pudo acabarla, especialmente por falta de tiempo. Con todo, su artículo publicado sobre Ovando y Trento, mostró un gran afecto a su padre, ya fallecido, y su valiosa calidad en la investigación histórica. Conservo la correspondencia de ella sobre su tesis, con un esquema general. En carta de 9 de noviembre de 1979, hay manuscritas estas palabras de su padre para mí: "Un abrazo muy fuerte. Conchita está trabajando con enorme ilusión y como una fiera. Estoy seguro de que con tu dirección saldrá adelante con toda felicidad".

Es muy bueno que en esta entrañable fiesta de familia recordemos a nuestra querida Concepción García-Gallo Peñuela, ya fallecida. En una carta suya, de fecha 16 de septiembre de 1993, me decía: "Se lo debo a mi padre, que tanta ilusión puso en mí y que no obstante mi alejamiento de estos temas desde hace más de 12 ó 14 años, no perdía la esperanza y continuamos hablando sobre ellos hasta el último día de su vida. Mamá y mis hermanos te envían cariñosos recuerdos y te agradecen tu trabajo sobre mi padre".

En este nuevo y querido homenaje a nuestro insigne maestro, don Alfonso García- Gallo, da alegría saberle siempre querido y admirado por su valiosa y entrañable familia.

2. Antonio Álvarez de Morales

Queridos amigos:

Es para mí una satisfacción poder unirme a este homenaje, con el que los organizadores han querido recordar al profesor García-Gallo.

Mi relación personal con el homenajeado fue breve, pero intensa, y se centró en la dirección de un trabajo, cuyo tema eligió el propio profesor García-Gallo, sobre las Hermandades como expresión del poder comunitario en España, que publiqué en 1974, y a lo largo de cuya elaboración pude comprobar la seriedad científica y el prestigio universitario de García-Gallo. Sobre ellos había cimentado la destacada posición de que gozaba en el ámbito de toda la comunidad universitaria en general, y en particular de la de todos los historiadores del Derecho. Esta posición hacía que estuviese rodeado de un grupo de profesores que seguro que el profesor Juan Moneva, un catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Zaragoza de la primera mitad del siglo XX, hombre de ingenio y de muchas anécdotas, habría calificado de "los nuevos húsares", en recuerdo de la primera generación de historiadores del Derecho inmediata a Hinojosa, que él calificó en aquellos momentos de los húsares de la universidad española. No deja de ser paradójico que durante una etapa importante del desarrollo de la historia del Derecho en España se hablase de la escuela de Hinojosa como de una escuela científica, cuando por entonces en el terreno de las Humanidades, en la universidad española, prácticamente no existían y, por consiguiente, no se hablaba de ellas. Que fuera precisamente el profesor García-Gallo, quien al terminar la Guerra Civil contribuyó decisivamente a la reafirmación de la escuela de Hinojosa, el que a partir de los años cincuenta adoptara una actitud nueva, crítica con la propia existencia de la citada escuela y que consideró necesaria para la proyección futura de la disciplina, anquilosada en algunos textos que corrían el peligro de convertirse en intocables, sin merecerlo. Creo que con la perspectiva de hoy, más de cincuenta años después, tenemos que este hecho enaltece significativamente la figura científica del profesor García-Gallo.

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3. Fernando Arvizu

Querida familia García-Gallo, queridos colegas:

¡Diez años sin don Alfonso! Diez años hace que "emigró a la Patria" -como se decía en los diplomas medievales- quien fue común y respetado maestro y además, en mi caso, admirado amigo.

Hoy es para mí un día también importante. Hace veinticinco años que fui votado en las oposiciones a profesor agregado de la disciplina, luego cuerpo suprimido por la LRU. Don Alfonso había dirigido muy de cerca mi última etapa de formación, y me había hecho trabajar duramente hasta que pude finalizar la preparación de la lección magistral. Llegó el momento, y el día anterior don Alfonso, que no estaba en el Tribunal, me hizo ir a su casa, y en aquel saloncito contiguo a su abarrotado despacho estuvimos hablando desde las cuatro y media de la tarde hasta las diez de la noche.

¿De qué hablábamos? De Historia del Derecho, porque era el tema constante de las conversaciones con don Alfonso: era el motivo por el que Dios le había puesto en este mundo. Ignacio de la Concha -con quien él se llevó al final bien, y antes "según"- solía decir que García Gallo era "la Historia del Derecho hecha hombre". Y tenía razón. Pues bien, en aquella larguísima conversación, don Alfonso me estuvo confortando para el trance de la oposición que se avecinaba. En cierto momento, le dije: "Don Alfonso, creo que si tuviera que examinarme a mí mismo, me suspendería". Él respondió: "Eso me tranquiliza, porque tal es el estado de ánimo que debe tener siempre un opositor. Si Vd. hubiera dicho lo contrario, yo estaría inquieto". Las cosas salieron como don Alfonso esperaba... y como yo deseaba.

Cuando se llegaba a la cátedra, don Alfonso autorizaba a apearle el tratamiento. Yo nunca pude. Le tenía un gran cariño, pero ése no estaba reñido con el respeto que él y su obra me inspiraban, y seguí llamándole don Alfonso hasta el final.

Quiero evocar algo más, que prueba que don Alfonso no sólo era un formador de catedráticos, sino también un profesor vocacional. En 1982, apenas comenzada la vida académica de la Universidad de León, fue investido Doctor Honoris Causa: fue la primera persona que recibió de aquélla tal distinción. Pues bien, a partir de entonces, vino cada año a León a dar clases a los alumnos de primer curso. Y le gustaba mucho. Disfrutaba de lo lindo con la gastronomía -nada ligera- de esta tierra, daba clase mañana y tarde, cenaba opíparamente y dormía como un bendito, cosa poco de extrañar, ya que de todos era conocida su salud envidiable. Y entre clase y clase, hablábamos de Historia del Derecho durante todo el día, como cabía esperar. Vino por última vez a León en 1990. Su última conferencia fue en una sesión solemne, conmemorativa de los 10 años de la Universidad, sobre los justos títulos del Descubrimiento de América. Luego, su salud empeoró y ya no pudo volver, bien a su pesar.

Hoy conmemoramos los diez años de su muerte. Para terminar, citaré a Jorge Manrique, en el final de la elegía por la muerte de su padre: a cuantos disfrutamos del magisterio y de la amistad de don Alfonso, "nos dejó harto consuelo su memoria".

4. Agustín Bermúdez

Desde hace diez años, el 21 de diciembre constituye para mí un día de añoranza y recuerdo del maestro desaparecido. Pero no se trata de un recuerdo doloroso o triste, Page 826 sino, más bien, se trata de un recuerdo que, aunque nostálgico, es, en cierta, medida alegre. Me refiero a la alegría sentida por haber vivido algunos de los momentos más importantes de mi existencia junto a un maestro y un hombre excepcional.

Como maestro, le recuerdo siempre solícito en la ayuda y el consejo científico. Yo, como otros de mis compañeros de esos años (1971-1974), le acompañaba y oía sus clases de Historia del Derecho en la Facultad de Derecho...

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