Francisco Tomás y Valiente: de la buena (y de la mala) razón de Estado

AutorElías Díaz
Páginas145-160
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2. FRANCISCO TOMÁS Y VALIENTE:
DE LA BUENA (Y DE LA MALA) RAZÓN
DE ESTADO 1
Era un gran jurista y, a la vez (como debe ser en la buena
ciencia) un jurista crítico. Respetuoso fiel de la legalidad, críti-
co de ella y abierto a su cambio desde las razones de la legiti-
midad política y, en última instancia, de la justificación ética.
En cuanto válida zona de mediación, siempre el criterio nor-
mativo de la Constitución. Jurista, pues, y filósofo del derecho.
Como profesión académica, docencia e investigación, la histo-
ria del derecho. Y siempre atento a las cuestiones de la eficacia
y efectividad de su legitimación (o deslegitimación), la que
investiga empíricamente la sociología del derecho. Perdimos a
un hombre con gran criterio y sentido total del derecho.
Ello implicaba a su vez en él una concepción no interiorista
de ese mundo, no aislado de unas y otras realidades y perspec-
tivas humanas. De algunas de estas en relación con las dimen-
siones jurídicas de su personalidad es de las que yo quiero tra-
1 Una primera versión de este texto apareció en la revista «Sistema»
(núm. 223, octubre de 2011) y después en la obra colectiva Homenaje a Fran-
cisco Tomás y Valiente, coordinada por Ernesto Garzón Valdés (Fundación
Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2012) con las colaboraciones asimismo
de Pascual Sala Sánchez, Francisco Rubio Llorente, Marta Lorente Sariñena,
Francisco Laporta y Victor Ferreres Comella. Mi gratitud a dicha Fundación
por permitirme publicar aquí aquellas páginas mías que van ahora levemente
revisadas y con un título diferente.
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tar aquí. Pero lo haré, dentro de esa perspectiva intelectual más
amplia, casi exclusivamente en el contexto más cercano e inme-
diato de la evocación de los últimos momentos, días y meses,
de su vida. En ello, pues, se conjugan racionalidad y emotivi-
dad, otra vez afectos y conceptos juntos, para hablar del inte-
lectual, del jurista crítico y hombre de Estado que fue Francis-
co Tomás y Valiente.
Escribo estas páginas siempre en memoria y homenaje del
inolvidable amigo y compañero cuando se han cumplido, en
2011, los quince años de su vil asesinato por los sicarios de la
necrófaga ETA el 14 de febrero de 1996 en su despacho como
profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Su muerte
conmovió a toda España. Vuelvo con ello, como en anteriores
evocaciones orales y escritas de aquellos mismos instantes, a
tantos imborrables recuerdos, al dolor, la rabia y la tristeza de
entonces, a la protesta airada de indignación y condena, pero
también a la decisión reiterada de seguir luchando contra la
violencia terrorista y en pro de sus víctimas a través —como él
quería— de la palabra, la razón, los poderes legítimos de la
Constitución y de las leyes del Estado social y democrático de
Derecho.
Aquella mañana del 14 de febrero todo era, o parecía, nor-
mal en nuestra Facultad. Pero el asesino (un fanático sicario)
estaba ya acechando allí, al lado nuestro, en el cuarto piso don-
de están ubicados los despachos de los profesores, a esa hora
—pasadas las diez y media— en que, ajenos a la inminente tra-
gedia, preparábamos nuestras clases, recibíamos estudiantes,
atendíamos otras diferentes tareas o, como era mi caso, me
disponía a hablar por teléfono con él. Le pregunté primero por
su salud: «he estado muy malito, lleno de microbios bronquíti-
cos», me había escrito con aire jovial fechas antes, el día 5 de
febrero, en un tarjetón del Consejo de Estado donde al final me
requería: «te buscaré en la Facultad». Así fue en esa mañana
del día 14: había pasado por mi despacho, yo no estaba en él,
llegué unos minutos después (¡no pudimos vernos o habernos
quedado allí, todo por última vez!) pero me dejó el encargo de
que le llamara. Lo hice enseguida: «tenemos que hablar», me

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