La formación de las candidaturas: la ruptura de las coaliciones de 1931

AutorRoberto Villa García
Páginas55-77

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1. Los condicionantes nacionales

Los autores que hasta ahora han tratado el periodo de la Segunda República, cuando afrontan las elecciones a Cortes generales de 1933, aducen como causa principal del resultado la desunión de las izquierdas frente a la cohesión de las derechas. Esta tesis se ha mantenido, a grandes rasgos, prácticamente incólume hasta nuestros días y, aunque no le falta visos de verosimilitud, sí que podemos afirmar de que las alianzas que se hicieron entre finales de octubre y principios de noviembre de ese año resultaron de una complejidad tal que contrastan con las anteriores de 1931, de práctica unidad de la conjunción republicano - socialista, o con las posteriores de 1936 en la que ya se puede hablar, con leves matices, de dos bloques perfectamente diferenciados.

En primer lugar, parece evidente que en las elecciones de 1933 no hubieran triunfado las izquierdas ni aún resolviendo las querellas internas que les corroían tras dos años de convivencia gubernamental81. Evidentemente hay que excluir de este espectro político al Partido Radical que ya no aminoraría de ningún modo su marcha hacia el centro político. Desde luego, éste camino se había vislumbrado en el mismo momento de la proclamación de la República pero, a la altura de las segundas elecciones a Cortes del periodo, comenzaba a significar, después del fallido gobierno Lerroux, una manifiesta derechización ante la incompatibilidad del sector mayoritario del radicalismo con el socialismo y, tras las famosas sesiones en las Cortes del dos y tres de octubre, con Azaña y con el republicanismo de izquierdas que habían malbaratado la posibilidad de disfrute del poder por parte del PRR. Ciertamente, como señala el propio Martínez Barrio en sus memorias, don Alejandro pensaba, incluso antes de conocer el resultado electoral, en conformar una mayoría parlamentaria de centro - derecha con radicales, liberales demócratas, agrarios y cedistas, siempre que estos últimos se comprometiesen en la conservación de la forma de estado. Es más, para Martínez Barrio esa coalición debía resultar para el PRR algo completamente natural cuando declaró, en su famosa entrevista en Blanco y Negro, que "...una gran concentración de radicales, agrarios, Acción Popular y regionalistas... presidida por don Alejandro Lerroux, compondría una gran fuerza parlamentaria, una enorme fuerza en laPage 56 Cámara que le permitiría actuar con desembarazo... Quedamos, pues en la viabilidad de esa solución presidida por el Sr. Lerroux. Es viable y, además, constitucional. Una vez que Acción Popular Agraria se declare dentro del régimen ¿qué reproche puede hacerse a ese Gobierno de concentración?"82. Pero esa mayoría comenzó a configurarse no tan sólo ante la perspectiva de formar gobierno sino con una anterioridad que precedió incluso la elección de la nueva Mesa de las Cortes, donde el antiguo prócer liberal y ahora lerrouxista Santiago Alba Bonifaz sería aupado a la presidencia con los votos de la derecha católica. Los frentes antimarxistas que se conformaron en algunas provincias no ya en la segunda vuelta sino también en la primera (Albacete, Badajoz, Cáceres, Ciudad Real, Granada, Jaén, Las Palmas, Tarragona y Zamora) lo atestiguaban con claridad meridiana.

Sí que parece que, de haber transigido el Partido Socialista en aliarse con los republicanos en algunas circunscripciones, las izquierdas podrían haber minimizado el triunfo del centro - derecha al conseguir la victoria en algunas provincias o, al menos, las minorías. Cierto es que esta postura aislacionista del PSOE, basada en su ruptura con lo que ellos denominaban "instituciones burguesas" tras lo que habían calificado como su "expulsión" del poder, no fue compartida por algunos de sus dirigentes como Indalecio Prieto o Julián Besteiro y en otras provincias las izquierdas irían a la lucha electoral de forma unitaria.

En el campo de la izquierda, los partidos Radical - Socialista Independiente, Acción Republicana y Organización Republicana Gallega Autónoma se coordinaron de inmediato bajo la primacía del hombre que había personificado el primer bienio, Manuel Azaña, pero, conscientes de su debilidad, buscaron la alianza con el PSOE. Éste, como dijimos, rechazó una conjunción con los republicanos de izquierda a nivel nacional por esa postura abiertamente revolucionaria de un sector del partido y, según el profesor Gil Pecharromán, fruto de una sobrevaloración de las posibilidades electorales del partido83 que se explica, a nuestro entender, por la penetración y el perfeccionamiento de su organización gracias a las ventajas adquiridas tras dos años en el poder. Sin embargo, sí que pactaron en algunas circunscripciones como Álava, Baleares, Cádiz, Castellón, Cuenca, Guadalajara, Huesca, La Coruña, Las Palmas, Logroño, Málaga (capital), Segovia, Teruel, Valencia (capital), Valencia (provincia), Vizcaya (capital) y Vizcaya (provincia). En ocasiones, cuando no se lograba el acuerdo y se presentaban listas separadas, podía darse el caso de que, ante la imposibilidad de obtener un acta de diputado, la candidatura con menos apoyo se retirara a favor de la electoralmente más fuerte o, incluso, apoyar a la formación política más potente sin presentar nombre alguno. Así, los republicanos de izquierda sePage 57 retiraron a favor de los socialistas en Ceuta, Ciudad Real, Huelva, Jaén, Melilla, Murcia (provincia), Salamanca y Zamora, y a favor de la Esquerra en Gerona, al igual, en este caso, que los socialistas. Caso distinto fue el del Partido Republicano Federal o los radical - socialistas ortodoxos de Félix Gordón que apostaron, en principio, por coaligarse con los radicales y que sólo se unieron a las izquierdas cuando los lerrouxistas se aliaron con las derechas. El Partido Radical constituyó candidaturas de centro - izquierda en Alicante, Almería, Ávila, Burgos, Guipúzcoa, La Coruña, León, Teruel y Toledo; candidaturas de centro con conservadores, progresistas o liberales demócratas en Cádiz, Córdoba, Cuenca, Guadalajara, Madrid (capital), Madrid (provincia), Málaga (capital), Málaga (provincia), Murcia (provincia), Oviedo, Pontevedra, Salamanca, Santander y Valencia (provincia); y candidaturas completas en solitario en Álava, Baleares, Barcelona (capital), Barcelona (provincia), Ceuta, Castellón, Huelva, Huesca, Melilla, Murcia (capital), Navarra, Orense, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla (capital), Sevilla (provincia), Valencia (capital), Zaragoza (capital) y Zaragoza (provincia). Con lo cual, y esto es lo verdaderamente destacable, sólo constituyó coaliciones antimarxistas con las derechas en Albacete, Badajoz, Cáceres, Ciudad Real, Granada, Jaén, Las Palmas, Tarragona y Zamora, donde los socialistas tenían gran arraigo, o uniones circunstanciales como la de Lugo con los independientes de derecha. Y es destacable porque prueba que el éxito derechista no se debió tan sólo a su unión con los radicales sino a haber adquirido, por esas fechas, un fuerte apoyo popular.

En cuanto a los espectros políticos católico, monárquico y regionalista, desde muy pronto se presentaron coaligados en la llamada Unión de Derechas, presentada a la opinión pública ya el 12 de octubre de 1933. Sin embargo, para solucionar los problemas que podía causar el ensamblaje de los candidatos en las listas de la coalición se constituyó una comisión ejecutiva presidida por el jefe del Partido Agrario, José Martínez de Velasco, y constituida por sus correligionarios Abilio Calderón, José María Cid y Antonio Royo Villanova, junto con José María Gil - Robles y Cándido Casanueva por la CEDA, José María Lamamié de Clairac por la Comunión Tradicionalista, y Pedro Sáinz Rodríguez por Renovación Española, consiguiendo presentar candidaturas completas en todas las circunscripciones y aliándose con los radicales en las ocho provincias mencionadas, uniones de las que se autoexcluyeron los monárquicos. Además, en Cataluña, las derechas españolistas fueron coaligadas con la Lliga de Francisco Cambó en las provincias de Lérida y Tarragona84.

Pero estas elecciones no sólo destacaron por la complejidad de las coaliciones, sino por dos grandes novedades más, procedentes del nuevo ordenamiento jurídico republicano: el voto de la mujer y la nueva legislaciónPage 58 electoral. El primer aspecto suponía, con la legalización del sufragio para las mujeres a partir de los veintitrés años, una multiplicación por dos del electorado y, según las izquierdas, un corrimiento de éste hacia la derecha. El segundo, sin embargo, tuvo más trascendencia. Supuso, ante todo, una reordenación de las circunscripciones electorales al aumentar a 150.000 habitantes el requisito para que una capital pudiera constituirse en entidad electoral propia; desaparecieron así las de Córdoba (capital), Cartagena y Granada (capital). Además, al menos uno de los candidatos debía alcanzar el cuarenta por ciento de los votos emitidos para que fuese elegido diputado, y los demás superar al menos el veinte por ciento. En caso de no producirse, se habría de ir a una segunda vuelta a la que podrían concurrir los candidatos que, como mínimo, hubieran sobrepasado la barrera del ocho por ciento del número total de votantes. Con todo, no parece que se reforzara la prima a las mayorías, sino que el reparto de escaños se mantuvo con unos leves retoques impuestos, al parecer, por ascenso o disminución del censo. Pero el establecimiento de porcentajes tope sí que acentuaba, sin lugar a dudas, la tendencia mayoritaria del sistema electoral85.

2. Las candidaturas de izquierda: pesimismo y desunión

En líneas generales, las provincias vascas presentaron cierta especificidad respecto a los condicionantes nacionales que, como marco histórico, hemos hecho referencia. Aparte de que el sistema mayoritario no estaba especialmente...

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