Experimentar con mujeres: ¿ciencia ficción o realidad?

AutorVicente M. Villar Amigó
CargoUniversidad CEU - Cardenal Herrera Edificio Seminario s/n. 46113 Moncada (Valencia). España. Teléfono: 96-136-9000. vmvillar@uch.ceu.es
Páginas534-541

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En la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se lee que el verbo intransitivo experimentar, en las ciencias fisicoquímicas y naturales, consiste en hacer operaciones destinadas a descubrir, comprobar o demostrar determinados fenómenos o principios científicos1.

Y la experimentación es el método científico de investigación, basado en la provocación y estudio de los fenómenos. Si de esto sólo se tratara se podría decir que en muchos casos no habría ningún problema ético, porque realmente así es como avanzan las ciencias humanas. Sin embargo, la primera norma de moralidad en la experimentación es el respeto a los derechos humanos y a la vida, que es el primero de ellos. Esta comunicación pretende estimular la reflexión sobre determinado conjunto de investigaciones que suponen una auténtica explotación de las personas objeto de tales experimentaciones.

Explotación es una palabra que nos asusta nada más oírla. Pensamos muchas veces que tiene que ser algo que ocurría hace muchos siglos y que evidentemente no se da como se ha dado en otras épocas. Si se produce hoy en día, tendemos a pensar que se lleva a cabo en muy pequeña escala, o en ciertos países, pero que en el mundo civilizado hace mucho tiempo que no se dan signos de explotación, y menos de la mujer. Nada más lejos de la realidad.

La palabra explotar procede del término francés exploiter, que se refiere a sacar provecho de algo; y en su tercera acepción como verbo transitivo el Diccionario de la Real Academia Española nos lo define como: «utilizar en provecho propio, por lo general de un modo abusivo, las cualidades o sentimientos de una persona, de un suceso o de una circunstancia cualquiera». Se relacionan a continuación ejemplos significativos al respecto, relacionados con la experimentación con mujeres.

Existe un video titulado The Pill (La Píldora) de 90 minutos que se encuentra disponible en el Centro de Material Audiovisual de Educación Médica, dentro de los temas de Historia de la Medicina de la University of Missouri-Kansas City Page 535 (UMKC) School of Medicine que cuenta la historia de la píldora anticonceptiva. En él se puede leer entre líneas, cómo las mujeres portorriqueñas fueron realmente auténticos conejillos de Indias en las investigaciones que se llevaron a cabo.2

En mayo de 1960 la FDA (Food and Drug Administration, agencia reguladora de medicamentos americana) aprueba la píldora anticonceptiva que se vende como la píldora liberadora de unos laboratorios farmacéuticos de Illinois, que permitirá a la mujer desarrollar su propia carrera profesional, fomentar los movimientos feministas y «pro-choice» y animar a tener una actitud más abierta con respecto al sexo, según dicen sus promotores.

Entre las personas que fomentaron el desarrollo de este fármaco están dos famosas feministas: Margaret Sanger y Katharine McCormick, que pagaron la investigación. Intervinieron en su desarrollo el ginecólogo John Rock y el biólogo Gregory Pincus. Estos estudiaron la píldora en mujeres pobres de Puerto Rico «sin decirles los posibles efectos secundarios» que iba a producir su ingesta dice el informe del video. Estos investigadores «rechazaron quejas de mareos, náuseas, dolores de cabeza y estómago, y vómitos como inconsecuentes» relata también el informe del video. Cuando la píldora salió al mercado su alta dosis produjo reacciones graves en algunas mujeres, incluso algunas muertes.

En la página web de wikipedia: al hablar sobre la vida de Gregory Goodwin Pincus3 se nos dice que la Dra. Edris Rice-Wray, que llevaba los estudios clínicos de Puerto Rico comenta que «causa demasiadas reacciones adversas para ser aceptable» en el mercado. Esto nos tiene que hacer pensar. ¿Se haría lo mismo con cualquier otro tipo de fármaco?

En otro orden de cosas, dejando el tema de la píldora a un lado, pero siguiendo con los abusos del pasado y del presente, me gustaría recomendar tres libros para la ocasión, que son muy críticos con situaciones que se dan con cierta frecuencia hoy en día.

- «Baby business: Cómo el dinero, la ciencia y la política condicionan el negocio de la infertilidad», de Debora L. Spar4.

- «Medicina Enferma. Como protegernos de las terapias discutibles», de Jörg Blech5.

- «Los inventores de enfermedades. Cómo nos convierten en pacientes», también del autor anterior, Jörg Blech6. Page 536

Entre las áreas de abuso que se han dado o se siguen dando hoy en día mencionadas en estos libros figuran:

- La esterilización forzosa.

- La donación de óvulos.

- La donación de riñones y otros órganos.

- El alquiler de útero, y

- Las terapias y cirugías discutibles.

En todas ellas la mujer es la que sale siempre peor parada.

Como se vieron a finales de los años noventa que la disfunción eréctil masculina había aportado tantos beneficios a la industria farmacéutica se pensó que si se pudiera hacer algo parecido con las mujeres las ganancias se duplicarían. Un artículo publicado de Laumann y colaboradores7 revelaba que el 43% de las mujeres encuestadas entre 18 y 59 años se quejaban de no sentirse realizadas sexualmente. Hay que decir que la mitad de los autores del artículo, como se vio más tarde, tenía relaciones con la industria farmacéutica que ya vendía este tipo de fármacos.

Sabemos que se venden óvulos en el mercado internacional, al igual que esperma, pero el alquiler de una parte de la mujer, el útero, para concebir un nuevo ser, no es tan sencillo. Debora Spar piensa que las mujeres necesitan unos incentivos económicos más potentes para este último caso, ya que el embarazo y el parto que lleva consigo, comportan un desgaste físico y emocional que se tiene que recompensar de una manera especial. En países en desarrollo...

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