Las comunidades afrocolombianas, unas etnias y culturas marginadas. Historias de opresión y liberación

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1. Planteamiento del problema

Las profundas y radicales lecciones de la historia de la evolución de los seres humanos, aunque lentas y siempre conflictivas, nos abren caminos muy positivos y, a su vez, nos permiten imaginar horizontes nuevos e inventar otros modelos de convivencia y solidaridad. Hemos de partir de una singular convicción: el ser humano es portador, desde su nacimiento, de una potencia energética y creativa extraordinaria. Únicamente necesita descubrir y confirmar, desde la presencia cotidiana del Otro, esta capacidad original y dejarla crecer en el medio más adecuado. Afirmar la positividad de cada uno y de los otros nos conduce a ámbitos de utopía y a revelar en los hechos y estructuras de la cotidianidad, la posibilidad de otras realidades sociales y éticas. Nunca las situaciones son de una única manera. Tienen múltiples perspectivas y nos permiten, en verdad, decidirnos por la pluralidad de opciones y la diversidad de culturas y experiencias de vivir la cotidianidad del presente.

No olvidemos que el pesimismo desesperanzado es siempre una herramienta reaccionaria que privilegia ideas contrarias a las mayorías sociales y a las minorías disidentes. Estas minorías disidentes lo son en virtud de su diferencia cultural, étnica o ideológica, es decir, en razón de que formulan otro proyecto de vida y valores.

Ahora bien, las investigaciones -sean estas antropológicas o históricas- nos ofrecen cada vez con mayor precisión y originalidad, datos y conocimientos de otras vidas y experiencias de grupos que conviven entre nosotros y que han sido silenciados durante mucho tiempo. Es un hecho que hemos desconocido a quienes no han sido incluidos explícitamente en la sociedad oficial y pública. De igual manera, tampoco se ha aceptado a quienes rechazan el orden legitimador de una identidad nacional no siempre bien fundada históricamente. Y todavía menos, que hayamos podido justificar su rechazo y discriminación a causa de su diferencia.

Quiero referirme al libro titulado Gente Negra. Nación mestiza, del investigador Peter Wade, publicado en 1997.

Ya entonces reconocía su autor que se habían producido cambios notables en las poblaciones negras de Colombia. Y se refiere a que «la literatura disponible ha aumentado radicalmente; el número de personas que están estudiando la cultura negra o afrocolombiana ha crecido, especialmente entre los estudiantes universitarios. Los negros y la cultura negra tienen ahora, desde el punto de vista del público, un perfil mucho más alto que antes y los movimientos sociales negros han comenzado a tener un impacto importante en la vida política colombiana. Por supuesto, todavía queda mucho por hacer en términos tanto académicos como políticos».

El tema central de este libro no es otro que la investigación y análisis de los procesos de coexistencia e interdependencia de la discriminación y mestizaje en Colombia.

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Hay situaciones en las que los problemas y conflictos son casi endémicos y estos grupos pueden ser atropellados por violencias de todo tipo. Ya desde antiguo nos recuerda el autor cómo «la región de Urabá se ha convertido en un virtual campo de batalla entre las fuerzas de la guerrilla y el Estado, grupos paramilitares y traficantes de droga [...] Tres de las más exitosas familias chocoanas han sufrido amenazas e incluso, en un caso, un intento de asesinato. En resumen, ahora, el área es más completamente antioqueña que antes. La violencia en el Urabá chocoano no sigue un lineamiento étnico o racial pero el efecto de la violencia ha sido forzar a los chocoanos a salir y a crear límites étnicos y raciales más definitivos».

En este momento es oportuno recordar cómo el reconocimiento jurídico de los derechos fundamentales es positivo, pero insuficiente. Lo que marcaría la diferencia sería el cambio cultural y su funcionamiento real. Y así hemos de valorar positivamente que «el 5 de julio de 1991 se aprobó una nueva Constitución en Colombia. Ésta reconoce el carácter pluricultural y multiétnico de la Nación colombiana y otorga ciertos derechos a las minorías indígenas. Incluye el Artículo Transitorio 55, en el cual el Congreso expedirá, previo estudio por parte de una comisión especial que el Gobierno creará para tal efecto, una ley que le reconozca a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que habrá de demarcar la misma ley».

Otro libro mucho más reciente de Juan de Dios Mosquera y que se titula La población afrocolombiana. Realidad, derechos y organización, que va por su quinta edición (Bogotá, 2007), plantea ya en su introducción la realidad de este tema y dice: «Desde África hasta América fueron secuestradas violentamente millones de personas, miembros de múltiples y complejas sociedades desarrolladas en el decurso de la historia en el gran continente africano. Españoles, ingleses, portugueses, franceses y holandeses, para justificar su esclavización, les negaron la condición humana o humanidad, convirtién-doles en una mercancía llamada pieza de Indias, creando un otro ser al cual le dieron el nombre de el negro, los negros que significaba esclavo y animal, el negro, los negros, no significaban persona. Así nacieron el racismo y la exclusión racial del destierro forzado de sus culturas ancestrales, la negación de sus nombres milenarios y el desconocimiento e irrespeto de su dignidad humana. Las clases dominantes esclavistas las identificaron y definieron a todas por igual, como negros, iniciando así el despojo forzado y obligatorio de sus culturas ancestrales y el desconocimiento e irrespeto de su dignidad humana».

Casi todos los países rechazan que en su medio social se produzcan conductas o ideas racistas, lo cual no es cierto. El gran defecto que todavía hoy persigue a estos grupos marginales es la discriminación racial y social. Dice el autor que en Colombia este fenómeno actúa de dos modos. El primero se reconoce como una forma concreta y objetiva y esto lo llevan a cabo el Estado y las clases dirigentes. Estos grupos los aíslan territorialmente y el resultado de este aislamiento es el atraso y la marginalidad econó-mica, social, cultural y política. Una segunda forma es de carácter subjetivo y es la que practica habitualmente la población en general y que se manifiesta con toda evidencia en los prejuicios que se muestran a través del...

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