Editorial: La ampliación de la UE y la competencia entre sistemas de bienestar.

AutorDimitris Kyriakou, IPTS

A medida que se aproxima el ingreso en la UE de los países de Europa Oriental, se están manifestando preocupaciones, fundadas o no, sobre el impacto que dicho ingreso puede tener en las economías de los actuales miembros de la Unión. Una de ellas es que los patrones de migración de los recién llegados hacia los países más ricos de la UE puedan suponer una grave tensión sobre los sistemas de bienestar de la UE. Un artículo reciente (primavera de 2000) de Hans-Werner Sinn, del Instituto de Investigaciones Económicas de Alemania (IFO) proporciona una base útil para el análisis. Lo primero que se aprecia es que los nuevos miembros supondrán una carga para los actuales programas de asistencia de la UE, como por ejemplo los programas agrícolas. Una extrapolación lineal de las actuales subvenciones de la UE añadiría un 0,8% del PIB de la Unión (miembros actuales) a los gastos en tales programas agrícolas, una vez que se haya aceptado el ingreso de todos los países de Europa Oriental.

Mucho más importante, sin embargo, son las posibles consecuencias de los flujos migratorios sobre los incentivos y sobre los sistemas de bienestar. Por una parte, incluso antes de tener en cuenta la ampliación, la creciente competencia entre los países por obtener inversiones favorables y decisiones de localización de las empresas está limitando seriamente la posibilidad de utilizar los impuestos como medio para mantener o financiar el bienestar.

Por otra parte, y éste es un elemento nuevo, los estados temen que un sistema social generoso atraerá a más emigrantes que otro que lo fuese menos. Podría vislumbrarse una especie de competencia "por abajo" entre los sistemas sociales, lo que llevaría a una erosión del estado del bienestar. Como los diferenciales de salarios (o, de modo más general, de niveles de vida) siguen siendo muy grandes (el estudio citado sugiere una diferencia de un factor de diez entre Munich y Polonia oriental) son de esperar flujos de trabajadores.

¿Cómo entran los sistemas de bienestar en los cálculos de los emigrantes, ya que causan menos impresión que los diferenciales de salarios? Aunque, en general, se necesitan grandes diferenciales de salarios para inducir la emigración del propio país, una vez que la decisión se ha tomado, pequeñas diferencias (como las que puedan existir en los beneficios sociales) pueden inclinar la balanza a favor de uno u otro destino. Como quiera que para ser receptor de beneficios sociales se exige un empleo actual o pasado, la preocupación aquí no son los emigrantes desempleados en busca de beneficios que no puedan conseguir en otro sitio, a menos que consigan un empleo. La tensión, si existe, sobre los sistemas de bienestar, se debe más bien a quienes encuentran empleos con baja remuneración y pagan pocos impuestos (o ninguno) y reciben beneficios suplementarios, bien en forma de suplementos de ingresos, bien en forma de acceso a viviendas protegidas, educación, etc.

Las implicaciones mencionadas se aplican no solamente a nuestros imperfectos sistemas de bienestar, que necesitan reformas, antes y más allá de los retos planteados por la emigración; se aplican también a sistemas de bienestar bien construidos. Consideremos el siguiente mecanismo: en un sistema en el que la renta se redistribuye de los ricos a los pobres (incluyendo a los pobres que trabajan), la llegada de más receptores de beneficios puede hacer que los ricos (y/o sus actividades) se trasladen al exterior (donde la carga fiscal sea más pequeña). Esto reducirá el retorno a los factores de producción (típicamente el capital) propiedad de los ricos en los países de destino y aumentará los salarios de los pobres. Además, el flujo de contribuyentes netos al exterior servirá de ayuda a los presupuestos de los países de destino y facilitará el mantenimiento de las políticas de bienestar.

Exactamente lo contrario ocurrirá en el país que haya atraído un gran flujo de receptores netos de beneficios y haya sufrido una gran salida de contribuyentes netos. Habrá presupuestos más estrechos y más receptores netos a los que atender. Paradójicamente, una política social más generosa de un país no sólo puede dificultar la atención a sus pobres sino que, indirectamente, facilita las cosas a sus vecinos más "tacaños", a los que pueden emigrar los contribuyentes netos (ya sean individuos o, más a menudo, empresas). Esta externalidad es la que puede hacer especialmente grave la carrera por "igualar por abajo" los sistemas de bienestar.

Nótese que este análisis pesimista no se aplica inmediatamente a los estándares del lugar de trabajo. Éstos se pueden considerar como compensación en especie, que se añade al salario monetario para alcanzar la compensación total (en dinero y en especie) que recibe el trabajador. La competencia entre los sistemas conducirá, entonces, a diferentes combinaciones de salarios en dinero y salarios en especie, y en consecuencia, diferentes tipos de trabajadores serán atraídos a sistemas diferentes, según la combinación óptima preferida.

Dada la falta de espacio, vamos a posponer, para futuros editoriales, el examen de las posibles vías para abordar estos problemas manteniendo, al mismo tiempo, los beneficios de la movilidad laboral en la Unión Europea.

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