Editorial

En este contexto, no es sólo la información o, de modo más preciso, el conocimiento, lo que se valora: los creadores de tal conocimiento son aún más apreciados y solicitados. Una tercera parte del crecimiento experimentado por Estados Unidos en los últimos años se atribuye a las tecnologías de la información, que dan empleo solamente a unos cinco millones de personas, de las cuales un millón ha nacido fuera de Estados Unidos1. Las universidades estadounidenses también han estado importando talentos del extranjero. Y, con salarios anuales de hasta 200.000 dólares en los centros más importantes, no es de extrañar que hayan podido seducir al personal docente e investigador de universidades del resto del mundo, tanto desarrollado como en vías de desarrollo.

Esta tendencia, aunque diferente en muchos aspectos de la conocida "fuga de cerebros", ha causado cierta alarma en los países que se han convertido en exportadores netos de talento. Lo que puede ser nuevo no es sólo el mayor énfasis que las economías en su conjunto ponen sobre el capital humano, sino el hecho de que muchos países están tratando de actuar como "sumideros" y no como "fuentes", en la gráfica que representa los movimientos de los científicos y de los creadores de conocimientos valiosos.

Muchos países de todo el mundo están realizando esfuerzos para conservar a sus científicos, o para repatriarlos, e incluso para atraer científicos de otras partes del mundo, como es el caso de Estados Unidos, que los ha atraído durante décadas. Australia y Japón anunciaron recientemente la dotación de grandes fondos para hacer que las condiciones de sus centros de investigación sean más atractivas para los científicos. China, Corea del Sur, México, Chile y Argentina están lanzando iniciativas para atraer y retener al capital humano. En los últimos años, Taiwán ha logrado repatriar a unos 50.000 científicos, que habían emigrado en las dos décadas anteriores y, desde 1995, la emigración de científicos ha disminuido en un 40%. Muchos piensan que los flujos de capital humano por todo el mundo constituyen un fenómeno que se debe estudiar con tanta atención como los correspondientes flujos de capital monetario2. Para algunos países, especialmente los que están en vías de desarrollo, fracasar en la carrera por conservar a sus científicos puede suponer pérdidas migratorias muy importantes. Pese a ello, algunos han optado por una política de puertas abiertas, con la esperanza de que la facilidad de emigración facilite asimismo la repatriación. Se calcula que el 30 % de los ingenieros de software de Silicon Valley son de origen indio3 y hay pruebas de que los expatriados que regresan estimulan el desarrollo en ciertos sectores económicos de sus países de origen, gracias al capital y al know-how que traen con ellos. Además, sería interesante cuantificar hasta qué punto la movilidad del capital humano aumenta el valor de ese capital y si fomentar más dicha movilidad (pero de doble sentido) constituye, sin embargo, la mejor respuesta.

Cada vez se aprecia más la importancia del capital humano y, por tanto, han de proliferar las medidas para atraerlo y retenerlo. Sin embargo, deberíamos ser conscientes de que tales esfuerzos están de moda actualmente por doquier, y que los importadores tradicionales de capital humano están probablemente en la mejor posición para ganar la subasta, si se suben las apuestas. Por otra parte, y como dato más positivo, el que exista una experiencia acumulada con estas medidas significa que se puede aprender mucho de los éxitos y fracasos del pasado.

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Notas

  1. Según B. Lindsay Lowell, director del Instituto de Estudios sobre Migraciones Internacionales de la Universidad de Georgetown; citado por James Ganz, New York Times/suplemento de El País, pág. 7, 24 de abril 2001.

  2. (op.cit.)

  3. (op.cit.)

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