La crisis de la empresa y la relación con el gobierno corporativo

AutorEdison Paul Tabra Ochoa
Cargo del AutorDoctor y Master en Gobierno y Cultura de las Organizaciones por la Universidad de Navarra, España
Páginas75-106

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1. Planteamiento del problema

Las épocas de crisis son un tiempo de reflexión, pues en ellas se analizan las causas y buscan los medios para combatir las crisis y prevenir su regreso en el futuro. En tal sentido, el siglo XXI es un espectador «privilegiado» de un conjunto de crisis que necesitan ser resueltas para resguardar el bienestar del hombre. Actualmente, la sociedad mundial afronta la crisis de «valores», la «crisis financiera», la crisis de «gobernabilidad», la «crisis económica», la «crisis de bienestar», la «crisis cultural», entre otras; para las cuales la academia busca una solución válida y eficaz.

Sin embargo, la sociedad global ha enfocado las crisis de acuerdo con los procesos, pero omitiendo el estudio de sus actores. Así, se busca la solución de la crisis financiera o económica, mas se obvia el estudio de las empresas que influyeron en la generación dichos procesos críticos (empresas financieras o de la construcción). En este momento, las empresas tienen un rol activo, benefactor y perjudicial en la actual sociedad, porque, como resultado de la globalización, se ha incrementado su importancia debido a la práctica del comercio internacional1, la cual las ha convertido en empresas multinacionales2.

Por un lado, las organizaciones desempeñan algunas labores usual-mente propias del Estado, como la realización de actividades en pro del bienestar de la población, la provisión de infraestructura y educación, la

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colaboración en la creación de normas globales y la generación de normas de derecho no vinculantes (soft law); mientras, por otro lado, buscan el beneficio propio a costa de los demás agentes del mercado y de la sociedad, por medio de la influencia en los segmentos políticos, la subcontratación con empresas de países con baja imposición fiscal y débil regulación, la vulneración de los derechos humanos (laborales) y la complicidad con regímenes autoritarios3.

Por ello, la sociedad considera que el capitalismo es el principal causante del divorcio entre la empresa y la sociedad, así como de la consecuente pérdida de confianza4. Hoy en día se tiene un concepto muy frágil de las empresas, debido a los escándalos en los sistemas financieros, motivados por la conducta de sus directivos. Como resultado, nuevas propuestas (como las del gobierno corporativo y la ética) se han convertido en los medios para recuperar la confianza y las expectativas de la sociedad5hacia las organizaciones.

2. Factores de la crisis en la empresa
2.1. Inefectividad de la noción legal y económica de la empresa

La noción jurídica de la empresa reglamenta la organización econó-mica de los factores necesarios para la producción y distribución de sus bienes y servicios a cambio de un fin lucrativo6. Por su parte, la noción económica define la empresa como el conjunto de factores o elementos de producción (inputs) que se integran para crear un producto, que maximice las ganancias (outputs) y necesidades del mercado y que garantice la existencia de este último7.

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Aparentemente, este modelo conceptual de empresa parece reproducirse para todos los tipos de organización existentes, como son: las sociedades comerciales, las empresas individuales, las cooperativas, las sociedades profesionales, etc. Sin embargo, la diferencia de los modelos empresariales es regida por la primacía de sus elementos o las diversas garantías o necesidades que poseen los representantes del capital (accionistas-inversores) y del trabajo (trabajadores y directivos).

Esta noción económica-legal de empresa tropieza con la incapacidad para afrontar la complejidad de los procesos económicos del siglo XXI. Así, el capital ha mostrado una evolución como consecuencia de la globalización. Los capitalistas tradicionales de las compañías de Indias, que invertían su di-nero para el desarrollo de una actividad económica a cambio de una cantidad de ganancias, han sido sustituidos por formas de organización mucho más complejas e inimaginables, tanto económica, legal como financieramente. En la actualidad, su fin no es la búsqueda del bienestar de la empresa ni del resto de los factores económicos, sino la anteposición de sus propios intereses por encima de los demás. Como consecuencia, la estabilidad organizacional y económica de la empresa como tal corre peligro.

Entidades, como los hedge funds, pueden realizar las maniobras necesarias para obtener el mayor bienestar económico para sí mismas. Tales manio-bras incluyen la búsqueda de la quiebra de la empresa para lograr su compra por parte de otra, de la que son accionistas, y así ganar altos beneficios8. En el fondo se persigue la obtención de beneficios personales sin importar el bienestar del resto de los integrantes9. Como Anabtawi y Stout describen acertadamente, los hedge funds son un nuevo tipo de accionista-inversionista agresivo, beneficioso y ansioso de jugar un protagonismo en el gobierno de la empresa10. Por su parte, el factor de la mano de obra tampoco está exento de culpa, porque lejos de alinear sus intereses con los de la empresa, exigen

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beneficios que las organizaciones no tienen la obligación de cumplir (más allá de la creación de empleo11) o no están en la capacidad económica de implementar.

De esta manera, los intereses individuales de los miembros del capital o de la mano de obra priman por encima de los de la empresa12. Al igual que en su momento se consideró que la empresa representaba la evolución del comercio13, ahora es posible afirmar que estamos ante una forma de empresa en la que cada uno de sus miembros busca su propio beneficio sin importarle el del resto.

Por tanto, la noción actual de la empresa («comunidad de trabajo»)14 como espacio de convivencia e interacción social y económica de los factores de producción para la creación de riqueza es incapaz de superar el fenómeno del «interés propio». Si cada uno de los inversores y trabajadores busca su propio bien y se confabula para atentar en contra de los demás, entonces la empresa no logra la unidad necesaria para conseguir beneficios para todos sus integrantes y, asimismo, corre el peligro de desaparecer. De esta mane-ra, el criterio oportunista de alguno de sus miembros crea desconfianza en el resto de integrantes, además de incentivar la manipulación y el mismo oportunismo. En consecuencia, aspectos tan elementales para garantizar la existencia a largo plazo de la empresa (como la inversión, la reinversión o la competitividad en el mercado) se exponen al riesgo de perderse.

Finalmente, el beneficio individual de cada miembro cuestiona las concepciones de empresa como «unidad de decisión», «unidad de gestión», «unidad de comportamiento», «centro autónomo de decisión», «centro de imputación de responsabilidades»15, «unidad económica» o de «organiza-

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ción patrimonial unitaria que explota autónomamente una actividad comer-cial, industrial o de servicios»16. Por tanto, se necesita redefinir la noción de empresa para adaptarla a la realidad económica actual y con el objetivo de prevenir los actos de oportunismo.

2.2. La naturaleza exclusivamente económica de la empresa

Tradicionalmente la razón de ser de la empresa ha estado vinculada a la economía. La tarea de proporcionar bienes o servicios escasos ha pasado a sus manos para ahorrar a la sociedad los costos de su producción. Por ello, la empresa creó un sistema dentro de su estructura, en el que aglutinaba y unía sus distintos factores para conseguir dichos bienes y servicios, utilizando las leyes del mercado y la tecnología. Sin embargo, actualmente, esta situación ha variado. El deseo individualista de los miembros de la clase empresarial17 de aumentar la rentabilidad de la empresa y lograr el prestigio y la valía ante la misma organización o la sociedad ha crecido en demasía. Producto de este desmedido afán o «ánimo» de lucro, la empresa manipula los deseos del consumidor para que adquiera productos que en muchos casos son innecesarios o inútiles.

De igual modo, las políticas de la empresa están dirigidas a garantizar la obtención de ganancias usando campañas propagandísticas. Para ello, Friedman propuso la legitimidad económica del incremento de sus beneficios dentro de las reglas de juego establecidas por las leyes de la libre competencia18. Implícitamente, entendía que...

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