Criminología y transdisciplinariedad

AutorSalo De Carvalho
CargoAbogado. Master en Derecho por la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y Doctor en Derecho por la Universidad Federal del Paraná (UFPR). Profesor de la Maestría en Ciencias Criminales de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUCRS)
Páginas125-148

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I Introducción

Señalar el nacimiento de la criminología, en una primera aproximación entendida como ciencia de las ciencias criminales o referida como un modelo integrado de las ciencias penales que engloba el derecho penal, el proceso penal, la política criminal y la propia criminología, es, tradicionalmente, un postulado necesario para todo pensador y especialista de la materia que pretenda definir el terreno de su incidencia teórica.

Pese a que siempre haya existido, en los diferentes momentos de la historia de la humanidad, un «saber» sobre las cuestiones «penales», es decir, en relación a conductas desviadas, sus formas de control y las respuestas dadas por los poseedores de las violencias
(i)legítimas, apuntar la génesis de la criminología moderna indica no sólo la delimitación del horizonte de investigación, sino también la elección de un proyecto político (criminal).

Nótese al abordar esta tarea, una dicotomía constante entre los autores: por un lado, definir como punto de partida el pensamiento liberal, resultado de la ilustración, basado en la racionalidad cartesiana y teniendo como presupuesto político-filosófico la metáfora del contrato social en sus más diversas vertientes (Hobbes, Locke o Rousseau), donde el delito se focaliza en su esfera normativa; por otro lado, presentar su origen en el interior del marco científico positivista, cuya propuesta instiga a una superación de las limitaciones del derecho a partir de la proposición de un diálogo entre algunas de las disciplinas dedicadas al estudio del crimen como fenómeno de la naturaleza.

La dualidad expuesta tradicionalmente opone el proyecto liberal al proyecto positivista desde la definición del objeto (ley penal

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u hombre delincuente), del método (silogístico-aristotélico o empirista) y de las funciones (retribuir el delito con una sanción proporcional o crear mecanismos de prevención de nuevas conductas ofensivas), definiendo de esta manera las fronteras de las ciencias criminales.

Presentar previamente la opción por la génesis de la criminología no sólo condicionaría al lector a una forma de abordaje de un fenómeno previamente seleccionado, sino que también proyectaría sus efectos a partir de las experiencias históricas de las prácticas penales de la modernidad. Si en el proyecto de la ilustración fue posible visualizar una delimitación del terreno de la incidencia del control penal, estableciendo, pues, importantes límites formales a las violencias de los aparatos represivos del Estado, la construcción criminológica positivista fomentaría la expansión ilimitada de estos mecanismos punitivos, pulverizando el control con el objetivo de reforzarlo.

No se trata, por tanto, de una opción o de un esmero metodológico, como constantemente defienden los seguidores de mode-los científicos «puros» y «verdaderos», sino más bien de una asunción ideológica de proyectos con finalidades dispares, que redundan invariablemente en la minimización o potenciación de la(s) violencia(s) programada(s).

Lógicamente, desde el punto de vista de la identificación de la postura político-ideológica relativa al control penal, es absolutamente saludable la presentación preliminar de aquello que el pensador ve como «historia» de la criminología. Incluso, viendo el problema «desde fuera», esto es, sin la preocupación meramente academicista de definir los contornos metodológicos de su estudio, se puede abdicar del dualismo, entendiéndolo como una falsa cuestión cuyo efecto es encubrir los problemas derivados de esta escisión histórica. Lo que realmente preocupa, siguiendo a Rauter no es «(...) o estabelecimento de um método ou o grau de coerência interna do discurso, mas os efeitos que estes produzirão no campo das práticas» 1.

II Más allá de las disciplinas

Para superar el dualismo es fundamental liberarse de la percepción de la criminología como ciencia, sobre todo porque «la

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Ciencia» no existe, y sería mejor verla como un campo de saber(es) volcado(s) hacia la construcción de un suelo fértil de debate sobre las formas y los mecanismos de control social. Eximirse de la pretensión de la búsqueda de verdades definitivas y exhortar las unidades totalizantes propias de los proyectos de la modernidad, aparecen como presupuestos.

En esta perspectiva, es innegable la necesidad de adoptar una perspectiva transdisciplinar volcada en la negación del método de despedazamiento que, basado en una obsoleta concepción cartesiana que funda la ciencia moderna 2, compartimentalizó el conocimiento, separó la ciencia del arte, enriqueciendo las formas y anquilosando la creación. En la configuración del método, la clasificación de los fenómenos ocurrió según sus aspectos análogos, siendo su organización establecida por medio de compartimentos (grupos). Entonces, se produjo, según Marton, un despedazamiento del mundo con la tentativa de establecer relaciones causales entre los acontecimientos: «entrincheirada em seu feudo, a ciência não leva em conta outras áreas do conhecimento, outros domínios do saber. Além de explicação dos fenômenos, pretende ser interpretação do mundo. E mais: a única interpretação verdadeira do mundo. Diante dela tudo deve ser relegado a um segundo plano, posto que não existe nada tão necessário quanto a verdade» 3.

De esta forma, no existe «la Ciencia» porque el ejercicio (oficial, lícito) del conocimiento se transformó en un proyecto moral(izante) de descubrimiento de una única verdad, «la verdad»; y esta «vontade de verdade olvida o fato de que outra ver-dade exista, «(...) verdade chã, acre, feia, repulsiva, amoral, acristã... Porque existem tais verdades» 4.

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La perspectiva transdisciplinar posibilita liberar los saberes de sus feudos, colocándose en diálogo abierto con diferentes campos de conocimiento (y con el arte), posibilitando el (re)conocimiento de otras verdades, la discusión de los valores contemporáneos y los límites de el/los saber(es). El desfase existente entre «a nova visão do mundo que emerge do estudo dos sistemas naturais e os valores que ainda predominam na filosofia, nas ciências do homem e na vida da sociedade moderna» 5, torna fundamental la construcción de nuevos campos de saber que posibiliten una lectura diferenciada de los desafíos de la contemporaneidad. Por tanto, es innegable el rechazo de «qualquer sistema fechado de pensamento», y la urgencia de «uma procura verdadeiramente transdisciplinar, de uma troca dinâmica entre as ciências ‘exatas’, as ciências ‘humanas’, a arte e a tradição» 6.

La creencia en la unidad del discurso y en la fuerza de los métodos científicos forjados en la modernidad, nubla la visión del investigador, impidiéndole percibir la dimensión de las revoluciones y de los desafíos (riesgos) contemporáneos.

La necesidad de una apertura de los saberes, de un diálogo entre las disciplinas y la imposibilidad de que se mantengan eficaces los discursos disciplinares, imponen una nueva postura para los investigadores. Tal postura debe estar armonizada por una ética transdisciplinar que reconozca la «(...) existência de diferentes níveis de realidade, regidos por lógicas diferentes», y niegue «qualquer tentativa de reduzir a realidade a um único nível regido por uma única lógica».7.

De cualquier forma, aunque teóricamente en la actualidad sea natural el entrelazamiento de saberes o la superación de proyectos científicos con la creación de nuevos campos de conocimiento, es considerable la dificultad para iniciar procesos de tal orden, sobre todo en las áreas más conservadoras como la jurídica. Las tradiciones, a pesar de las nítidas señales de crisis, acaban siempre por

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ostentar y manifestar saberes purificados, autosuficientes, ajenos a las «especulaciones mundanas».

III El nacimiento de la tragedia: la génesis del proyecto criminológico y las trampas de la interdisciplinariedad

Pese a todo8, resulta imperativo estar atento para que las experiencias transdisciplinares no queden enclaustradas en sí mismas, bajo el riesgo de que se configure una nueva dogmática o una nueva religión que serían presentadas como el nuevo paradigma que dará cuenta de los problemas contemporáneos. La cerrazón impondría la negación del espíritu crítico y constantemente inquieto que está en la base de la idea de transdisciplinariedad.

A partir de la constatación de que «toda e qualquer forma de crime pode ser considerado um fenômeno complexo, e portanto, impossível de ser explicado sob o olhar de uma só ciência» 9, es fun-

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damental para las personas que piensan las violencias en sus más variadas formas de expresión —los «pensadores» del crimen y de la criminalidad —, que se produzcan fisuras en las cerradas amarras de sus «ciencias madres».

La cuestión a considerar en este momento, y de fundamental importancia para que se perciban los riesgos de la «dogmatización de la transdisciplinaridad», es que en la esfera criminal una de las génesis se construyó como proyecto multidisciplinar 10.

La producción teórica sobre el crimen llega a un estado de saturación a finales del siglo XIX. El pensamiento liberal contractualista presentará en el siglo XVIII un proyecto de racionalización del poder punitivo, basado en la ponderación de las penas y en el control de las actividades judiciales y ejecutivas, con la finalidad de disminuir las violencias públicas que, por un lado provocó una ruptura con el orden represivo del medievo, sobre todo con el sistema inquisitivo, por otro lado, no tuvo éxito en la reducción de la criminalidad.

El panorama de...

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