Crimen Silencioso.

AutorRafael Ricardo Jiménez Dan
CargoGerente de Tecnologías del Proyecto de Modernización de la Corte Suprema de Venezuela.

El Lunes 2 de marzo de 1998, la prensa mundial anunciaba en sus titulares la noticia de un "Asalto informático al Pentágono". Dos estudiantes, uno de 16 y otro de 17, pusieron en duda lo que, en teoría, es uno de los despachos más blindados del mundo. Este mítico edificio, donde se aloja el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, es el espacio donde existen mayores y más severas regulaciones de acceso tanto físico, como informático, sin embargo, dos pequeños "Hackers" penetraron en sus computadoras a través de redes a las que están conectados y tuvieron acceso virtual a tan sensible información.

Hackers, es un término en inglés con el que se define a las personas dedicadas, por afición u otro interés, a violar programas y sistemas supuestamente impenetrables, y apenas constituyen una muestra de la nueva faceta de la criminalidad: El delincuente silencioso o tecnológico.

En la sociedad de la información, en que actualmente estamos sumergidos, todos los ámbitos del quehacer cotidiano del ser humano se ven invadidos, manejados o al menos afectados por el hecho tecnológico. Esta "tecnodependencia" se observa con claridad en la industria, la banca, el comercio y más recientemente en casi toda actividad pública como en los sistemas tributarios y electorales. Las ventajas que ofrece el empleo de las nuevas tecnologías en la optimización de múltiples procesos, son incuestionables, pero como casi todo, tiene su lado oscuro. Esta dimensión pervertida, transgresora y abusiva del empleo de la nuevas tecnologías debe ser enfrentada por el Derecho Penal, como disciplina garante de la convivencia pacífica e instrumento último de control social.

En un evento celebrado hace algún tiempo en Caracas, la Profesora Española Mariluz Gutiérrez Francés refería en su ponencia titulada "Incidencia de las Nuevas Tecnologías de la Información en el Derecho Penal", lo siguiente:

"El computador es un factor criminógeno de primera magnitud que aporta a la conducta criminal, unas veces, un nuevo objeto (la información misma, potenciada y revaluada por los nuevos sistemas de procesamiento de datos y los programas), y otras, un nuevo instrumento: ofreciendo un inmenso abanico de técnicas y estrategias que pueden ponerse al servicio del delito, enriqueciendo el repertorio criminal." Esta acertada distinción permite precisar cuando la tecnología es medio y cuando objeto del delito.

Es común la expresión "La información cuesta", lo que refleja la apetecibilidad y...

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