Sobre la conceptualización de los asesinos en serie

AutorDavid Lorenzo Morillas Fernández
CargoProfesor Ayudante Doctor en la Universidad de Murcia
Páginas181-211

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I Aparición y temporalidad del fenómeno de los asesinos en serie

El fenómeno de los asesinos en serie no es un hecho descubierto recientemente, aunque, bien es cierto, gracias a los avances tecnológicos los medios de comunicación se hacen rápidamente eco de tales acontecimientos siendo, a mi juicio, la verdadera explicación al creciente conocimiento cuantitativo de asesinatos de esta naturaleza. El mejor reflejo de semejante tesis puede hallarse en la facilidad con la que pueden nombrarse asesinos en serie presentes a partir de 1960 —verbigracia, Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, Ed Kemper, Richard Chase, Gacy (...) o los españoles José Antonio Rodríguez Vega, Manuel Delgado Villegas o el caso más reciente de Alfredo Galán—; una mayor dificultad presenta su delimitación entre 1860 y 1960 pues no basta con pensar en Jack el Destripador sino que existieron otros muchos —Fritz Haarmann, John George Haigh, Peter Kürten, Herman Mudgget (...)— y en fechas anteriores también se han dado casos conocidos incluso en España —verbigracia, Manuel Blanco Romasanta—.

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En cualquier caso, lapresencia de este tipo de delincuentes representa una constante en todas las civilizaciones, en mayor o menor proporción; afirmar que un determinado país presenta una tasa cero de estos sujetos es una afirmación errónea no ajustada a la realidad pues pudiera ser, y es bastante probable, que en un intervalo de tiempo concreto —incluso años— no haya acontecido ningún caso. Sin embargo, no quiere decir que no existan pues esta ausencia puede deberse bien a que sus actuaciones han pasado desapercibidas en su conjunto; es decir, el enfoque de las investigaciones gira en torno a tres o cuatro asesinatos individuales come-tidos por otros tantos sujetos en vez de pensar que ha habido tres o cuatro asesinatos con un mismo autor donde no se interrelaciona el modus operandi; bien a que no han superado la barrera cuantitativa establecida al efecto para usar esta denominación —caso muy común en los asesinos en serie desorganizados ya que una vez que asesinan no se preocupan en eliminar pruebas, razón por la cual se agiliza mucho su detención—.

Por todo ello puede hablarse de una tasa de temporalidad estimada en cada país en relación a la aparición de los asesinos en serie más si se tiene presente como el surgimiento de estos sujetos especialmente agresivos —en relación a la lesividad de sus acciones— queda conformada como un fenómeno cíclico; es decir, como analizaré posteriormente, el verdadero peligro, desde el punto de vista cuantitativo de los asesinatos, lo representan los asesinos en serie organizados frente a los psicóticos y los mixtos 1 —este último de escasa representatividad práctica— en tanto son los primeros quienes se caracterizan por ostentar un «modus operandi» especialmente dificultoso a la hora de investigar semejantes hechos, lo que conlleva un retraso en el tiempo de su detención en donde el número de víctimas aumentará progresivamente pues suele hablarse que a los organizados no se les detiene, sino más bien tarde o temprano cometen un error que permite a las autoridades competentes proceder a su identificacón y posterior detención; frente al desorganizado, quien, como la propia palabra indica, se reconoce como un sujeto que no cuida en exceso su acción no preocupán-dose en demasía por todas aquellas cuestiones que puedan implicarle en el asesinato —a tal efecto es bastante común que no elimine pruebas, improvise la acción delictiva, le sea indiferente el

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lugar de comisión del delito (...) hechos propiciadores de su pronta detención-; y los mixtos, a caballo entre los dos anteriores ya que no sólo mezclan caracteres de los anteriores sino que su período de detención suele ser menor que los organizados pero mayor que los desorganizados 2.

En consecuencia, la tasa de temporalidad en la aparición de asesinos en serie resulta distinta dependiendo de la tipología concreta; esto es, los desorganizados actúan con una frecuencia superior a los organizados si bien es cierto que su apreciación es poco significativa en tanto o bien no se interrelacionan sus actos —aparentemente es difícil unir sus asesinatos pues no presentan unas pautas comunes siendo más bien fruto de la improvisación— o bien debido a esa falta de cuidado a la hora de eliminar pruebas son rápidamente detenidos, no debiendo, por ello, extrañar que en Estados Unidos su presencia sea cíclica, en algunos períodos, incluso diaria; frente a los organizados, quienes presentan la tasa de temporalidad más extendida en el tiempo y su conocimiento por parte de los medios de comunicación y de la población en general es mayor ya que una de las características identificativas de estos sujetos es la publicidad que buscan con sus acciones luego cada asesinato irá acompañado de un «modus operandi» similar 3 lo que facilitará su autoría 4 y puesta en conocimiento con el consi-

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guiente morbo que este tipo de noticias despierta en la opinión pública al margen de la investigación abierta al efecto.

Desde una perspectiva general; esto es, computando a los asesinos en serie independientemente de su naturaleza o tipología, el país donde se registra el mayor índice es Estados Unidos ya que, pese a representar únicamente un 5% de la población mun-dial, se estima que presenta una tasa del 76% del total de estos sujetos —con los estados de California, Texas, Nueva York, Illinois y Florida a la cabeza— 5, frente al 17% de Europa —en donde destacan países como Inglaterra, con el 28%; Alemania, con el 27%; o Francia, con el 13% del total europeo— 6.

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Resulta cuanto meno curioso por no decir sorprendente como Estados Unidos, representante del 5% de la población mundial, albergue el 76% de los supuestos de asesinos en serie a nivel mun-dial multiplicando por, aproximadamente, quince la tasa de asesinos de los siguientes países en la escala numérica; es decir, por cada asesino en serie de Alemania o Inglaterra existen quince en Estados Unidos. La explicación a este fenómeno es ciertamente compleja no habiéndose formulado hasta el momento una teoría válida que permita explicar científicamente semejante fenómeno. En cualquier caso, estimo que la praxis debe buscarse en la propia esencia de la sociedad norteamericana y, en ese sentido, comparto la explicación generada por la mayor parte de la doctrina estudiosa de este campo y, en concreto, la de Borrás Roca al afirmar que las sociedades avanzadas —caso de Estados Unidos— gene-ran un mayor bienestar social pero, a su vez, son «más competitivas y, por tanto, más generadoras de personas frustradas que no han conseguido sus objetivos y que, por tanto, estos hombres o mujeres se han vuelto agresivos» 7.

Personalmente iría más allá en la descripción de este fenómeno e indicaría dos campos concretos de representación de tales hechos violentos:

  1. Directo. Quedaría perfectamente encuadrado en el pronunciamiento anteriormente expuesto en virtud del cual el ciudadano estadounidense busca lograr lo que tiempo atrás se ha venido en denominar «sueño americano», sin embargo al no alcanzarlo se siente frustrado consigo mismo y con la sociedad por lo que sus comportamientos violentos estallan de repente generando todo tipo de conductas atentatorias frente a bienes individuales o colectivos además de una cierta desestabilización personal y emocional buscando con ello sentirse el centro de atención por lo que no dudarán en recurrir a comportamientos delictuales para alcanzar el mencionado reconocimiento. Salvando casos excepcionales estos individuos generan actos ilícitos de proyección social aislados y que, por otro lado, no representan una continuidad temporal produciéndose su detención prontamente, verbigracia secuestros a gran escala, atracos de importantes dimensiones, intentos de suicidio en los que la ciudadanía se halle pendiente de ellos —el caso más común es el del sujeto que amenaza con lanzarse al vacío ante la mirada de la población— y en casos muy extremos delincuencia violenta como asesinatos, lesiones de importante relevancia (...). Una característica común de estos comportamientos no agresivos

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es que normalmente el ilícito penal no se consuma pues no es la finalidad de la acción sino la popularidad social obtenida que vendría a suplir esa decepción personal. Por el contrario, en los mencionados supuestos de delincuencia violenta el grado de peligrosidad de la acción es altamente amenazador.
b) Indirecto. Vendría contemplado como un efecto secundario del anterior teniendo como sujeto activo a los menores de edad. De sobra es sabido como el proceso formativo o educacional de los niños es un período clave en la creación de su personalidad por lo que la injerencia de factores negativos generará, por sí, una serie de déficits o anormalidades educacionales productoras de una formación errónea o inadecuada al comportamiento genérico de la sociedad 8. Es un fenómeno bastante común en los asesinos en serie la presencia de una infancia traumática marcada por la vivencia de episodios graves o agresivos —supuestos de alcoholismo, prostitución, infidelidad, delincuencia de alguno de los padres, malos tratos sobre el menor o conviviente en la unidad familiar (...) provocando además un encerramiento en sí acompañado del consiguiente aislamiento social que impedirá cualquier posibilidad de canalización de estas conductas 9— de los que debe estar separado todo menor en su correcto proceso de aprendizaje pues de lo contrario desarrollará unas aptitudes consideradas para sí como lógicas o normales que no dudará en desarrollar en el futuro agravadas aún más por la malformación educacional y el mencionado aislamiento social voluntario.

Sobre esta base de acontecimientos descritos puede sustentarse la hipótesis de la desviación social del menor ocasionada...

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