Colaboración en investigación y desarrollo en sanidad de los alimentos en la UE

AutorMillstone
CargoErik

Asunto: Los problemas creados por la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) han sido los más graves, pero no los únicos, que se han planteado en Europa en los últimos años en relación con la sanidad de los alimentos. La incidencia de contaminación bacteriana de los alimentos también ha aumentado en muchos de los Estados Miembros, aunque no en todos, por lo que la Comisión Europea ha detectado la necesidad de reorganizar la política alimentaria en la UE. Las mejoras en ciencia y tecnología de los alimentos podrían contribuir también a garantizar un suministro de alimentos con mayor garantía sanitaria.

Relevancia: Las pruebas sugieren que hay un campo considerable para mejorar la cooperación entre los Estados Miembros en la investigación y desarrollo sobre la sanidad de los alimentos. Se están creando nuevas condiciones bajo las cuales la política de investigación sobre la sanidad de los alimentos puede y debe ser replanteada, tanto a nivel de la UE, como dentro de los Estados Miembros.

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Análisis

Introducción

En todos los Estados Miembros de la UE existen problemas de sanidad de los alimentos, tanto agudos como crónicos. (Federal Institute for Health Protection of Consumers and Veterinary Medicine, 1995; Fisher, 1997). Aunque los gobiernos de todos los países implicados están realizando inversiones en investigación y desarrollo científico y tecnológico (I+D) para ayudar a resolver estos problemas, los países en particular actúan de forma más o menos aislada y desconocen los esfuerzos realizados por otros. Sin embargo, muchos de los problemas son comunes a toda Europa y así podría existir espacio para una mayor colaboración en I+D. Los problemas a los que se enfrentan los políticos, tanto en el sector público como en el privado, buscando disminuir, o incluso eliminar, los peligros debidos a los agentes patógenos de los alimentos se ven agravados, en parte, por el grado de indeterminación y el carácter incompleto de los conocimientos científicos, así como por las graves restricciones en algunas de las tecnologías actualmente disponibles.

Incertidumbres científicas

Numerosos aspectos científicos de la sanidad de los alimentos están afectados por graves indeterminaciones, tanto a nivel de problemas agudos como de problemas crónicos. Aunque sabemos, por ejemplo, que la incidencia de E. Coli 0157 es mucho más alta en unas regiones que en otras, no conocemos la razón. (Pennington y otros, 1997). Afortunadamente, en el caso de E. Coli es bastante fácil eliminar el peligro sometiendo siempre a la carne a un proceso de cocción adecuado. Pero no puede decirse lo mismo de todos los agentes patógenos de los alimentos, especialmente las encefalopatías espongiformes transmisibles. Sabemos que cuando una res vacuna de edad inferior a 30 meses es portadora del agente patógeno EEB, sus niveles en los tejidos son notablemente más bajos que en los animales de más edad que ya han manifestado los síntomas característicos de la enfermedad, pero no sabemos si todos los animales asintomáticos de edad inferior a 30 meses están, o no, totalmente exentos de agentes patógenos. Si dispusiéramos de un método rápido y fiable para medir los niveles de priones patógenos y si conociéramos si existe o no algún umbral de exposición por debajo del cual los riesgos fueran inexistentes o insignificantes, la elaboración de políticas sería mucho menos discutible o controvertida.

Es muy probable que la EEB proceda de la incorporación, a los piensos agrícolas, de carne y de harina de huesos, obtenidos de canales de animales enfermos pero esto aún no se ha determinado de forma concluyente porque todavía quedan por realizar algunos de los experimentos que podrían proporcionar unas pruebas concluyentes. Es probable que la nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) haya surgido como consecuencia del consumo humano de carne contaminada con EEB, pero también sería muy difícil demostrarlo concluyentemente.

Posibilidades tecnológicas

Estas indeterminaciones científicas guardan relación y están ligadas a la falta de métodos tecnológicos rápidos y fiables con los que se pueda establecer la presencia, o la ausencia, de agentes patógenos en muestras determinadas de alimentos (y en caso de que estuvieran presentes, obtener una indicación precisa de los niveles a los que se produce). Sin embargo, los avances en ciencia y tecnología de los alimentos permitirían que la industria alimentaria proporcionase a los consumidores, con mayor eficacia, dietas más sanas para los consumidores, y facilitarían la elaboración de políticas públicas, disminuyendo las indeterminaciones con las que tienen que enfrentarse los políticos.

Las técnicas microbiológicas clásicas son fiables, para muchas bacterias y virus en cualquier cantidad, pero son lentas y en consecuencia, caras. El método relativamente directo es tomar una muestra de un material, como puede ser leche, carne, pescado o productos que los contengan, introducirlos en un medio de cultivo en un plato de vidrio e incubarlos durante muchas horas o incluso durante algunos días. Si existieran bacterias en la muestra inicial, se pondrá en evidencia porque, entretanto, éstas se multiplicarán y formarán una colonia visible en el medio de cultivo. Esto proporcionaría la prueba de que la muestra inicial podría ser inadecuada para el consumo humano o animal, pero el método, aunque fiable, es lento. Si se está trabajando en una fábrica procesadora de alimentos, se pretende poder certificar la sanidad del producto a medida que vaya saliendo de la línea de producción, y no varias horas o días más tarde, incluso cuando ya haya salido de la fábrica. Las mejoras tecnológicas en el punto de producción reducirían drásticamente la incidencia de la contaminación alimentaria de los productos elaborados.

Al aumentar la cantidad de alimentos que se tratan actualmente por procesos de flujo continuo, en vez de procesos por lotes, se necesitan tecnologías que proporcionen datos fiables, continuos y en tiempo real sobre las condiciones microbiológicas de los ingredientes de los alimentos en el momento de su entrada y durante el transcurso del proceso de fabricación. La urgencia viene dada por la creciente integración del mercado único europeo para productos alimenticios. La escala de instalaciones de producción está aumentando y las redes de distribución van siendo cada vez más amplias y más complejas. Así, un problema de contaminación localizado podría extenderse al largo recorrido de un producto y difundirse en un área muy amplia. En relación con esto, ha surgido un área específica de innovación con el desarrollo de los conocidos como biosensores (Hobson y otros, 1996). En los últimos años se han realizado avances, especialmente en la obtención de métodos en tiempo real, precisos y sensibles, para la detección microbiana, y parece ser que el uso de enzimas inmovilizadas ofrece técnicas particularmente esperanzadores. (Oh, 1993).

La demora en la obtención de resultados de los ensayos de EEB es substancialmente mayor que en los ensayos de detección de bacterias. El único ensayo remotamente fiable aparte de la exposición de las reses a un material de ensayo y esperar a los resultados al menos durante siete a diez años, implica el uso de ratones experimentales. Este ensayo se realiza con mayor eficacia si se emplea una raza de ratones endogámicos relativamente escasa y cara, que exige un alto nivel de cuidados porque es especialmente vulnerable a las infecciones. Después de su exposición al material patógeno, los ratones no empezarán a mostrar síntomas patentes de encefalopatía espongiforme hasta que sean viejos, es decir, no antes de los 18 meses de edad. La falta de un ensayo rápido no sólo ha causado grandes dificultades a la ganadería y a las industrias cárnicas sino también a los científicos que intentan investigar la EEB y otras enfermedades del mismo tipo.

Se ha reconocido ampliamente, al menos desde la publicación del informe del Comité Southwood en 1989, que debe concederse alta prioridad a la investigación para el desarrollo de un ensayo rápido y fiable para detectar la presencia, o la ausencia, del agente patógeno EEB (Southwood y otros, 1989). Este hecho se ha reconocido repetidamente y la ocasión más reciente ha sido en la Comisión de la UE en su convocatoria para propuestas de investigación sobre EEB (Comisión de la Unión Europea, 1997). Tan pronto como sea viable, técnica y comercialmente, certificar con seguridad que los animales vivos o la carne en canal están exentos de EEB, será mucho más sencillo tratar la crisis en su totalidad.

Inversiones en I+D

En los últimos años se ha registrado un progreso tecnológico considerable, y dicho progreso ha surgido como consecuencia de un programa sostenido de inversiones en investigación y desarrollo (I+D) tanto por parte del sector público como del privado. Algunos avances son evidentes, hasta el punto de que el tiempo necesario para obtener resultados bacteriológicos fiables ha disminuido, en algunos casos, desde unos días a unas horas, pero, como ha dicho Patel, "..las técnicas en línea comerciales.. están todavía lejanas.." (Patel, 1993). En lo que se refiere a un ensayo de EEB en animales vivos o carne de canal, podría parecer que sigue siendo una perspectiva remota. El impacto potencial de un ensayo de este tipo podría ser grande. Desde el anuncio, el 20 de Marzo de 1996, de que habían surgido pruebas indicadoras de que el consumo de carne contaminada con BEE podría ser la causa probable de la aparición de algunos casos de la llamada nueva variante de la ECJ, se ha observado un rápido crecimiento en la inversión de recursos en el sector público, y aún más rápido en el privado, para obtener un ensayo de este tipo. Anteriormente, el sector privado sólo había mostrado un débil interés por este ensayo. Si se hubiera dispuesto en algún momento de un ensayo fiable en los 10 años precedentes, no se hubiera producido, casi con toda seguridad, la crisis de Marzo de 1996.

La discusión anterior indica que, tanto las autoridades públicas como las empresas privadas en las industrias de la alimentación y de instrumental científico, tienen incentivos para invertir en investigación y desarrollo científico y tecnológico para ayudar a producir, procesar, distribuir, almacenar y vender productos alimenticios con mayores garantías sanitarias. El progreso científico y tecnológico sería también inestimable para simplificar el proceso de elaboración de políticas.

Identificación de las políticas y programas actuales de investigación

En todos los Estados Miembros de la UE están en marcha proyectos de I+D, pero nadie puede ofrecer una panorámica general del trabajo que se está, o no se está, realizando sino únicamente de lo que está en proyecto. Los gobiernos de todos los Estados Miembros están invirtiendo en estas actividades de I+D y el trabajo se está llevando a cabo en una amplia serie de instituciones de diversas clases, que abarcan desde los laboratorios gubernamentales hasta las universidades e instituciones de investigación independientes, así como el sector privado.

Existen buenas razones comerciales para que muchas compañías mantengan en relativo secreto sus proyectos de I+D, pero estas consideraciones no son, ni deben ser aplicables a las autoridades públicas. Los expertos científicos en alimentación que representan a los gobiernos de los Estados Miembros de la UE se reúnen regularmente todos los años, pero aún no han establecido un acuerdo para compartir entre ellos una descripción de los programas y proyectos de I+D que están auspiciando por separado. En consecuencia, existe una oportunidad y una necesidad de establecer con precisión qué actividades de I+D están en curso o en proyecto. Así sería posible explorar el espacio para las colaboraciones y la coordinación en el futuro.

Coordinación en toda la UE

La mejora de la cooperación bilateral y multilateral en la investigación de la sanidad de los alimentos podría ofrecer una serie de beneficios potenciales. Es muy posible que exista alguna duplicación inútil de los esfuerzos. Particularmente, aunque la literatura científica es bastante eficaz para distribuir información sobre los logros obtenidos, lo es menos para llamar la atención de los colegas sobre las líneas de investigación infructuosas. Además, existen importantes líneas de investigación de las que se podrían beneficiar todos los países, pero que son tan costosas que ningún Estado Miembro está dispuesto a financiarlas por sí solo.

Por ejemplo, la elaboración de políticas y la formulación de productos sería mucho más sencilla si conociéramos la fiabilidad que tienen los estudios sobre toxicología en roedores para proporcionar indicadores de los efectos de los compuestos sobre los seres humanos. Existen abundantes posibilidades científicas para una comparación de los resultados de los estudios toxicológicos en animales con las pruebas que se han ido acumulando, y con las que podrían obtenerse de los estudios epidemiológicos en entornos ocupacionales donde los trabajadores están expuestos forzosamente a niveles más altos que el promedio de los consumidores y durante periodos más largos y uniformes. La investigación siguiendo estas líneas reduciría substancialmente las indeterminaciones que complican la toma de decisiones, pero podría constituir un proyecto caro y a largo plazo. Por lo tanto debería proseguirse en forma más efectiva a través de un programa multinacional coordinado.

La necesidad de más I+D y más colaboración no está limitada a los temas toxicológicos, sino que también se pueden aplicar consideraciones similares a muchos temas microbiológicos. Obviamente sería deseable la colaboración en toda la OCDE, pero la prueba de que un programa en colaboración en toda la UE fuera productivo atraería a otros participantes. Existen, en resumen, abundantes perspectivas para obtener economías de escala a nivel internacional en la I+D en sanidad de los alimentos. Los conocimientos técnicos relevantes no están localizados únicamente en los laboratorios nacionales del sector público o del sector privado.

Sumario y conclusión

La discusión indica que las mejoras en ciencia y tecnología de la sanidad de los alimentos beneficiarán a los consumidores, a los fabricantes y a los políticos. Existen beneficios substanciales que podrían obtenerse, primeramente, compartiendo la información, y después, llegando a algún grado de coordinación. Estos beneficios podrían fomentarse mediante iniciativas tomadas por la comunidad investigadora, por representantes oficiales de los gobiernos de los Estados Miembros o por la Comisión Europea.

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Palabras clave

política de investigación en sanidad de los alimentos, coordinación de la investigación en la UE

Referencias

Comisión de la Unión Europea, RTD Activities in Transmissible Spongiform Encephalopathies, Sección esp. 3.2, Convocatoria conjunta de propuestas de FAIR, BIOTECH y BIOMED, Bruselas, Mayo 1997.

Federal Institute for Health Protection of Consumers and Veterinary Medicine, WHO Surveillance Programme for Control of Foodborne Infections and Intoxications in Europe: Sexto Informe 1990-1992, Berlín 1995

Fisher, I.S.T. Salmonela enteriditis and S. typhimurium in Western Europe for 1993-1995: a surveillance report from Salm-Net, Eurosurveillance, 2, págs. 4-6, Enero-Febrero, 1997

Hobson, N.S., Tothill, Y. y Turner, A.P.F. Microbial detection, Biosensors and Bioelectronics, p. 455-477, 1996.

Oh. S., Immunosensors for food safety, Trends in Food Science and Technology, 4, p. 98-103, 1993.

Patel, P., Real time microbiological methods in quality assurance, Food Technology International: Europe 1993, Sterling Publications Ltd, Londres, 1993, p.203.

Pennington, T.H. y otros, Report on the Circumstances Leading to the 1996 Outbreak of Infection with E.Coli 0157 in Central Scotland, the Implications for Food Safety and the Lessons to be Learned, The Stationery Office, Edimburgo, 1997.

Southwood, R. y otros, Report of the Working Party on Bovine Spongiform Encephalopathy. Department of Health and Ministry of Agriculture, Fisheries and Food, Londres, Febrero 1989

Contacto

Dr. Erik Millstone, Science Policy Research Unit, tel. +44(0)1273 877380 fax. 01273 685865 correo electrónico: e.p.millstone@sussex.ac.uk

Sobre el autor

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Erik Millstone es profesor en la Unidad de Investigación de Ciencias Políticas de la Universidad de Sussex. Desde 1974 ha estado dedicado al estudio de las causas y consecuencias de los cambios técnicos en la industria alimentaria, e investigando sobre el modo en que los desarrollos científicos y tecnológicos han influido en la elaboración de políticas públicas.

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