La ciudadanía en el mundo moderno

AutorFrancisco Serra Giménez
Páginas136-140

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La lógica de la fragmentación del final de la Antigüedad tardía llevará a la paulatina desaparición de la ciudad como el espacio en el que se produce la participación política y será sólo al final del largo período en el que se asienta la sociedad estamental cuando volverá a emerger la ciudad como el lugar en el que se

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despliegan todas las potencialidades de los individuos que buscan una vida basada en la libertad y la autorrealización.

"El aire de la ciudad hace libre" y son las ciudades las que están en el origen de ese mundo nuevo, en el que son sus habitantes los que nutren la clase social en ascenso, la burguesía, que va incorporándose a la formación de nuevas vías económicas y políticas. Pero si algo es propio del Renacimiento desde sus primeras caracterizaciones en la historia intelectual no es el poder de la ciudad, sino la construcción del "Estado como obra de arte".

La categoría de la "ciudadanía" no vendrá ahora asociada tanto a ese espacio limitado que presupone la "ciudad", sino a la integración en esa comunidad superior, en la que la "comunidad de los ciudadanos" debe establecerse sobre una "identidad" determinada. La consecución de esa nueva forma política será el resultado de un largo proceso, que conocemos como la época de las Revoluciones y que alcanzará su máxima expresión en el imaginario colectivo con la Revolución Francesa, aunque no sea sino la última manifestación de algo más complejo, como es la búsqueda de un orden político basado en la "constitución" de una comunidad política.

Lo que tiene de ejemplar el proceso que representa la Revolución que se produce en Francia es que lleva a sus últimas consecuencias lo que solo parcialmente se había manifestado con anterioridad en Inglaterra y en los Estados Unidos de América, donde la Constitución había sido alcanzada a través de una larga evolución que culminaría en una "Gloriosa Revolución"

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(Inglaterra) o era el fundamento de la formación de un nuevo Estado (Norteamérica) y donde todavía la persistencia de los elementos aristocráticos era palpable.

La radicalidad de la Revolución Francesa hacía posible que entre los espectadores del proceso que más allá de las fronteras del país asistían a los acontecimientos pudiera producirse el "entusiasmo" derivado de que un pueblo tomara el poder en sus manos y, por eso, como decía Kant, con independencia de que triunfara o fracasara, constituía un hecho que no se olvidaría jamás.

Ya desde sus...

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