Caminos para la paz: educación, democracia y derechos

AutorJosé Martínez De Pisón
Cargo del AutorUniversidad de La Rioja
Páginas147-168

Page 147

I

En primer lugar, quiero felicitar a los coordinadores de estas II Jornadas Visiones contemporáneas de los derechos humanos por su perseverancia en la continuación de la feliz idea de organizar un espacio de debate sobre los problemas actuales de los derechos humanos, porque creo que en eso consisten estas jornadas: establecer un foro de comunicación de opiniones e ideas, muchas de ellas diferentes entre sí, en el que discutir sobre las transformaciones de los derechos en el panorama actual y aventurar cuál puede ser su recorrido y su futuro. Además, me parece muy acertado el tema central de estas jornadas, que con la actual cumple su segunda edición: el derecho a la paz. El problema de la paz, así como la reivindicación de un derecho a la misma, ha sido una cuestión central durante décadas a lo largo del siglo XX.

Imagino que durante estos días habrá sido mencionado en varias ocasiones el libro de N. BOBBIO, El problema de la guerra y las vías de la paz1, un clásico en estas cuestiones a pesar de que fue escrito en un contexto diferente, que, como afirma constantemente, era el del riesgo de una guerra termonuclear que asolase o destruyese el planeta. Page 148 Sin embargo, su preocupante obsesión por desmontar los argumentos de los "fanáticos", que era como tildaba a los gobernantes y al discurso realista, su análisis crítico de la teoría de la guerra justa, pero, sobre todo, su apuesta por la legislación y el orden internacional y, especialmente, por la paz hacen de este libro un texto muy actual y de recomendable lectura. En el fondo, antes como ahora, nos encontramos con unos líderes mundiales que no hacen ascos a las aventuras bélicas y al uso de la ciencia y de la tecnología en la destrucción de naciones, de colectivos y de personas, en la generación de víctimas y en la producción de sufrimiento y dolor; antes como ahora, parece que nos precipitamos en una imparable tendencia hacia la guerra y la mutua destrucción, aunque lo vistamos con el manto de la "guerra contra el terrorismo" o "el choque de civilizaciones". Antes como ahora, como ha sido siempre en la historia de la humanidad, la guerra genera destrucción, sufrimientos y víctimas. Por ello, me parece un acierto la decisión de dedicar unas jornadas sobre los derechos humanos al derecho a la paz. El contexto mundial requiere que reflexionemos sobre esta exigencia moral como condición para lograr un mundo más equitativo y justo. Siguen siendo muy ciertas las palabras del diplomático italiano A. CASSESE de que los derechos humanos constituyen un ethos laico, un código moral de amplia validez con el que introducir racionalidad en el mundo y en los conflictos que lo atraviesan2. Permítanme la licencia de leerles un texto clarificador de CASSESE: "Los derechos humanos, por lo tanto, se basan en un generoso deseo de unificar el mundo prescribiendo ciertas líneas directrices que todas las estructuras gubernamentales deberían observar. Constituyen el intento de indicar los valores (el respeto a la dignidad de la persona humana) y los disvalores (la negación de aquella dignidad) que todos los Estados deberían asumir como criterios de discriminación en sus acciones. En una palabra: los derechos humanos constituyen el moderno intento de introducir la razón en la historia del mundo"3. Por eso, duele aún más que se viole el orden de las Naciones Unidas y sus esfuerzos por extender la estrategia de los derechos a todo el planeta, y que estas violaciones se hagan en nombre Page 149 de los valores democráticos, de la civilización occidental y de la libertad.

Finalmente, quiero agradecer a los coordinadores su invitación a participar en estas jornadas, que, insisto, resultan sumamente interesantes. Hace tiempo que mis preocupaciones académicas e intelectuales tienen por objeto los temas que van a ser tratados aquí: la educación, la democracia, los derechos como camino para la paz. Ya les anticipo que mi intervención no va a procurar tanto la formulación de una seria y sesuda teoría sobre estos aspectos, como el planteamiento de algunos interrogantes y de algunas dudas. En todo caso, espero que esté fuera de toda duda mi apuesta por los derechos, sus garantías y su efectiva realización, por la democracia como forma de organizar la convivencia entre diferentes y por la resolución pacífica de los inevitables conflictos.

II

Suele ser un lugar común en las reuniones iusfilosóficas el recurso al carácter controvertido de los conceptos que utilizamos. Al sugerirme los organizadores que mi intervención verse sobre la educación, la democracia, los derechos como vías para la paz, me siento en la obligación de utilizar este recurso y de afirmar que estos conceptos se caracterizan por ser esencialmente controvertidos. Las diferentes opiniones se ponen de manifiesto en los diferentes planos, desde el significado de estas categorías -educación, democracia, derechos, paz- hasta su articulación y su realización. Estoy seguro de que, vistas las divergencias, no será fácil que lleguemos a un acuerdo unánime sobre lo que son y sobre su institucionalización.

Que la educación es un bien social difícilmente puede ser negado o rechazado en sociedades en las que ha tenido un mínimo de vigencia el Estado social. En el plano de las ideas, y con carácter general, existe un acuerdo en las ventajas de la educación para el progreso moral y el desarrollo de las sociedades y para la perfección del propio individuo, que, a través del proceso formativo, logra su realización personal de acuerdo a su plan de vida y su ideal de felicidad. Educación, por tanto, como formación y como información, como acceso al conocimiento y como pleno desarrollo de las capacidades individuales. Page 150

Y, sin embargo, a pesar del acuerdo sobre la función individual y social de la educación, éste se rompe cuando se trata de establecer su reconocimiento, su configuración y su institucionalización, o cuando se valoran sus resultados. No hay nada más que echar un vistazo a la prensa diaria o ver cómo determina la agenda política para comprobar las diferentes visiones sobre la educación. El desacuerdo empieza ya con el reconocimiento de los derechos sobre la educación en sede constitucional, que se resolvió inicialmente, en el artículo 27 de la Constitución Española, con el establecimiento de un derecho a la educación que recogiese el derecho a recibir una formación necesaria y suficiente en los diferentes niveles educativos y a lo largo de toda la vida y que se concreta en la obligación de los poderes públicos de fijar, planificar y ordenar un sistema educativo, y la libertad de enseñanza que consiste en la libertad para crear centros docentes privados, pero también la libertad de cátedra. En todo caso, parece que el sistema previsto en el texto constitucional huye de la total estatalización de la educación al tiempo que fija determinadas competencias de ordenación, supervisión y control a los poderes públicos para evitar un caos educativo derivado de la coexistencia de diferentes sistemas, como pudiera suceder si se dejase exclusivamente en manos privadas. Más allá de estas líneas básicas surge el conflicto político sobre el modelo educativo, lo que se ha reflejado en las numerosas leyes aprobadas por los sucesivos gobiernos desde 1978 y que se reitera en el momento actual. Quizás la expresión más clara de la controversia sobre la educación sea la constante polémica sobre el fracaso escolar, sobre la selectividad o sobre el puesto de determinadas materias, entre ellas, la de religión. A este complejo panorama, se suman los estudios e informes -el último el informe PISA- sobre el sistema educativo y el nivel formativo de los estudiantes.

Tampoco la democracia parece pasar por buenos momentos. Hace tiempo que BOBBIO describió los nubarrones que acechaban a la democracia y ponían en cuestión su futuro4. Frente al ideal ilustrado de la democracia, el contrapunto empírico demuestra los riesgos y las incertidumbres que ésta debe afrontar en el presente. Entre otros: la importante presencia de intereses particulares frente al bien Page 151 general; el gobierno de las élites frente al gobierno del pueblo; la ausencia de un espacio público de debate y de participación; el ciudadano insuficientemente formado; la creciente burocratización; o la persistente ingobernabilidad de las democracias. Frente a este panorama, BOBBIO apuntaba unas líneas básicas para la renovación de la democracia: tolerancia; no violencia; renovación gradual de la sociedad mediante el libre debate de ideas y el cambio de mentalidad y de manera de vivir; y el ideal de la fraternidad. En todo caso, los sistemas democráticos están atravesados por problemas radicales, como son la corrupción, la creciente partitocracia o la apatía ciudadana, a los que hay que sumar el aumento de las desigualdades sociales o, lo que algunos llamamos, la ruptura del vínculo social que ha regido durante la vigencia del Estado social.

Este análisis de la realidad política, en realidad, muestra que, más allá de los aspectos concretos, está en juego el concepto mismo de democracia y de cuáles son las instituciones que deben vertebrarla. Dicho de otra manera: si por democracia entendemos "el gobierno o el poder del pueblo", la cuestión es si basta con una lectura formal, según la cual se define como "el conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos", o si debe promoverse una lectura sustancial, que profundice en las condiciones reales de la participación política y en los límites del ejercicio del poder. Han sido numerosos los autores que han mostrado los motivos de controversia sobre la democracia. G. SARTORI mostró, en su momento, que el vocablo "democracia" ya suscita numerosas dudas etimológicas -demos y cratos- y sus consecuencias5. C. S. NINO habló de "la robustez de la democracia" y de sus diferentes grados, desde el concepto "débil" al...

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