La protección de la biodiversidad en la práctica: intervención de la administración local. El caso de Tenerife, Islas Canarias
| Autor | Victor M. García Díaz |
| Cargo | Responsable de la Unidad Planificación, Coordinación Técnica y Control de Gestión del Área de Medio Ambiente del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife. |
| Páginas | 379-411 |
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Nuestro planeta, esa gran planta de reciclado alimentada por energía solar, que para su funcionamiento sostenido experimenta internamente múltiples procesos de carácter cíclico (ciclos biogeoquímicos, ciclos de vida de las especies, etc.), presenta en su conjunto una elevada sensibilidad al desbordamiento de las fuentes y sumideros en los que se apoyan dichos ciclos (V. Millenium Ecosystem Assessment Panel, 2005). En esta línea, el principio fundamental que debería cumplir toda civilización y toda economía es que no se puede marchar más deprisa que la naturaleza o, en otras palabras, la velocidad de proceso entre las entradas y las salidas del susbsistema humano no puede superar la velocidad de proceso del sistema global de la biosfera (Daly, 2005).
FIGURA 1
Diferentes proyecciones del índice de bienestar humano, según las medidas económicas globales que se tomen
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Fuente: Los límites del crecimiento 30 años después.
Los autores de uno de los primeros documentos que advirtieron la merma alar-mante de los recursos naturales, el conocido informe Los Límites del Crecimiento, elaborado en 1972 por encargo del Club de Roma, han realizado ya dos revisiones de su obra. En la última de ellas, Los Límites del Crecimiento, 30 años después (2004), dejan claro, con la aplicación de un modelo informático (World3) que, de no tomar medidas drásticas y rápidas, se plantea un colapso de la economía y la civilización en muy poco tiempo (V. figura 1, donde se dibujan diversas posibilidades de evolución del denominado índice de bienestar humano, varias de ellas conducentes a un colapso más o menos próximo en tres o cuatro décadas, y en todo caso, antes del año 2100).
Tres son los tres problemas básicos, estructurales, que plantean estos autores (Meadows, Randers y Meadows, 2004):
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Los límites de La Tierra -fuentes de recursos y sumideros de emisiones/residuos- son finitos pero, además, erosionables: La Tierra ya ha sufrido la merma de sus límites de 1972, al haberse deteriorado suficientemente sus recur-sos, ciclos y procesos. Gran cantidad de recursos no renovables han sido agotados, y de los renovables, muchos no tienen ya la capacidad de regeneración original, por el deterioro de los elementos básicos de sus ecosistemas de soporte (suelos, vegetación, clima local, etc.)
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La especie humana pugna por una búsqueda incesante de crecimiento, un crecimiento exponencial de muy baja ecoeficiencia que desborda los límites. Ningún sistema finito puede sufrir un consumo creciente de sus recursos por parte de una especie que crece exponencialmente tanto en sus efectivos como en sus demandas materiales.
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Hay un desfase en la respuesta de la civilización ante la proximidad de los límites, es decir, una respuesta tardía ante los avisos. Seguimos fiándonos y pensando bajo las mismas claves que el economista clásico David Ricardo a principios del XIX: confiamos en la inventiva de la especie humana y su capacidad para introducir nuevas tecnologías que resuelvan los problemas, pero la velocidad de los acontecimientos supera la capacidad de respuesta humana convencional y las inercias de su modelo económico.
El agotamiento de los recursos naturales, en términos económicos convencionales, significa que se producirá escasez, que terminará por convertirse en inflación y estancamiento (estanflación, el término acuñado en los años 70). Por si fuera poco, la fase anterior a este fenómeno final, ejerce un efecto perverso que acelera la llegada del colapso: el enrarecimiento de una materia prima eleva su precio en el mercado, lo que hace rentable explotar yacimientos de ella que antes no lo eran y el agotamiento de los recursos se precipita aun más. Es el caso del petróleo con la subida de precios de los años 70, en que comenzó a ser rentable explotar el Mar del Norte, las arenas bituminosas de Canadá y otros muchos. A este ritmo se corre el peligro cierto de entrar en una situación de probable no retorno, porque no se tratará ya de una de las tradicionales crisis de carácter financiero, de falta de liquidez monetaria o de estallido de burbujas económicas, sino de una crisis ambiental, el tipo de recesión verdaderamente limitante y catastrófica, el fin de nuestra economía tal y como la conocemos hoy, donde no servirán ya las políticas fiscales ni monetarias, ni la regulación ni el control financieros.
El sistema económico humano, que es sólo un subsistema del sistema biosfera, debe integrarse en la velocidad de los ciclos de ésta, para no llegar a imposibilidades biofísicas que conduzcan al colapso. La conclusión obvia es que la gestión del patrimonio natural, del capital natural, no se puede hacer desligada de la economía, del capital económico, razón por la que la Administración Ambiental no puede organizar la gestión y conservación del patrimonio natural sólo centrándose en la acción directa sobre la biodiversidad y los recursos naturales.
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Pero aún existe un tercer factor, un tercer y decisivo tipo de capital a conjugar con los otros dos: dado que el problema ambiental es de origen antrópico y no otro, los esfuerzos que la Administración pueda plantear para resolver la cuestión de la insostenibilidad, no serán nunca suficientes sin el compromiso de participación concienciada y voluntaria de la ciudadanía, es decir, de los propios humanos que causamos el problema. No optimizaremos el uso de los capitales económico y natural, sin incorporar el capital social, que consiste precisamente en el grado de participación, el asociacionismo, el voluntariado, la solidaridad y la cohesión social, en definitiva, el asumir los retos ambientales y colaborar en su resolución mostrando conductas tanto individuales como colectivas orientadas a lograr el beneficio de la comunidad y de los individuos que la componen, lo que se traduce en conseguir una democracia participativa frente a la representativa imperante, que se preocupe de cuidar La Tierra para sí y para los que han de venir.
Como resumen de este apartado y para sentar el primer principio esencial de toda organización administrativa ambiental hay que afirmar que la sostenibilidad sólo es posible si se produce en los tres órdenes: ambiental, económico y social, poniendo en valor sus tres capitales asociados, un enunciado sobradamente conocido que queda representado en la figura 2, en forma de engranajes, que simbolizan la necesidad de integración de los tres aspectos de la actividad humana, símil didáctico que se repetirá a lo largo del presente documento para simbolizar otros principios que se entienden fundamentales para la organización administrativa ambiental.
FIGURA 2
Principio de la triple sostenibilidad
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Y para conseguir esta integración de objetivos ambientales, económicos y sociales, no queda otro recurso que el de lograr que todos los poderes de la sociedad trabajen enlazados y coordinados, compatibilizando sus objetivos particulares. Tres son los centros de poder principales que deben aunar sus fuerzas: los poderes públicos, que han de trabajar en estrecho contacto con los agentes económicos, motores del progreso, el empleo y el estado de bienestar, y con la sociedad civil, siendo ésta un sector muy amplio pero que debe ser contemplado y valorado en su totalidad, evitando que quede eclipsado ninguno de sus subsectores por el papel de los grupos de mayor peso e influencia, como los medios de comunicación o los agentes sociales (figura 3).
Y éste es el segundo principio esencial a tener en cuenta para trabajar desde la Administración Ambiental: buscar la integración en un trabajo común y coordinado de estos tres centros de poder.
FIGURA 3
La...
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