Ferrer Arellano, Joaquín, Metafísica de la relación y de la alteridad. Persona y relación EUNSA, 1998.

AutorJuan Moróte Sarrión
CargoUniversidad Cardenal Herrera CEU. Valencia
Páginas569-570

Page 569

Joaquín Ferrer pone en nuestras manos a través de la edición que Eunsa ha realizado de su estudio, un trabajo de madurez. Un trabajo perfectamente realizado y donde la concatenación de los distintos contenidos uno diría con su lectura que es casi necesaria.

Se trata de un estudio, de claro fondo tomista, participado casi dialógica-mente con Zubiri, lo cual hace que su lectura sea si cabe aún más interesante.

Joaquín Ferrer nos plantea de inicio la necesidad de apertura del ser personal para alcanzar su desarrollo perfectivo, habiendo en consecuencia una tendencia natural a salir de su aislamiento entrando en relación con los otros seres finitos para realizarse plenamente, de tal forma que lo que realmente se produce es un enriquecimiento mutuo. Luego analiza esa dimensión intrínseca de alteridad en primer lugar en el plano de la fenomenología, donde aparece uno de los leit motiv conductores del libro, así dice «sólo en este tejido de relaciones interpersonales logra el hombre conquistar una personali-dad»(pág. 34), siendo en esta parte del libro donde se plantea lo que será el desarrollo posterior del mismo, es decir, el trazado de los dos vectores que dirigen las relaciones humanas. Así existen unas relaciones horizontales, también denominadas interpersonales, y una relación vertical hacia Dios, si bien las primeras están integradas de alguna manera en la segunda.

En segundo lugar, y ya en el plano metafísico, es donde se hace más patente la integración de la metafísica tomista con la zubiriana, de forma que se conforma el ser humano como vinculado a los demás por toda su realidad.

En tercer lugar, y dentro del plano psicoético, señala que «nuestra verdadera personalidad consiste en la calidad de nuestras relaciones, que configuran nuestra situación y nuestra vocación, nuestra suerte y nuestro valor» (pág. 47), y desde esta óptica distingue tres clases de relaciones, que responden respectivamente al «ser-por», «ser-con» y «ser-para», y que se corresponden con las relaciones de filiación, de conjunción y de procreación.

A continuación, y para concluir la primera parte del libro, analiza las relaciones entre amor y conocimiento, y lo hace con una perspectiva diacró-nica, con lo que nos invita a una singladura que comience en San Agustín y termine en Maritain y Zubiri, pasando por Newman o Lévinas.

Los siguientes dos capítulos son...

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