El abogado
Autor | José Rogério Cruz e Tucci |
Cargo del Autor | Profesor titular de la facultad de derecho de la universidad de São Paulo |
Páginas | 27-45 |
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CAPÍTULO III
EL ABOGADO
1. Perfil profesional
«Quien fue el propagador del cómodo y desairoso mote habent
suasideralites, con el cual, bajo el decoroso manto latino ¿se
quiere decir sustancialmente que la justicia es un juego que no se
debe llevar en serio? Con total seguridad, un casuístico sin escrú-
pulos y sin pasión, que quería con eso justicar todas las negligen-
cias, disimular todos los arrepentimientos, evitar las fatigas. Pero
usted, joven abogado, no se acomode a ese brocardo de amorfa
resignación debilitante como un narcótico, queme el papel en
que lo encontrara escrito y, cuando aceitase una causa que la
considere buena, se dedique totalmente al trabajo, con la certeza
de que quien tiene fe en la justicia siempre consigue, a pesar que
inclusive como los astrólogos, mudase el curso de las estrellas».
Abriendo el Elogio, Calamandrei sintetiza bien, en el pedazo arri-
ba citado, su concepción sobre el ejercicio profesional de la abogacía. Y
fue ciertamente esta creencia, nutrida durante toda su existencia, que
hizo posible que él se tornase en un tremendo y respetado Abogado.
Enfatiza, a propósito, Paolo Barile, que a la par de inigualable
orador, Calamandrei desde sus primeros años de habilitación, ejercía
PIERO CALAMANDREI: VIDA Y OBRA CONTRIBUCIÓN PARA EL ESTUDIO DEL PROCESO CIVIL
JOSÉ ROGÉRIO CRUZ E TUCCI
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plenamente la abogacía, primero con una ocina en Florencia y, más
tarde, también en Roma, para actuar ante la Corte de Casación. Cum-
plía los plazos durante la noche para que la abogacía no perjudicase su
laboriosa actividad académica: jamás conó a sus asistentes las clases
de bachillerato11.
Como abogado, Calamandrei de esforzaba, sin alguna diferencia,
tanto en las causas más importante que tenía, por ejemplo, el patrocinio
adversario de Carnelutti o Redenti, asi como en aquellas causas más
simples. Es por esa razón que armaba:
«…Ejerzo la profesión hace cuarenta años y, mientras tanto,
no sería capaz de dirigirme a una sesión de juzgamiento sin
haberme preparado para una sustentación oral, escribiendo
una guía sumaria de lo que voy a decir, bastante amplia para
poder modicarla se fuese necesario, pero bastante completa
para dar a la argumentación orden y claridad. Es rejuvenece-
dor cada vez que debo sustentar oralmente, porque, antes de
comenzar, siento en el estómago aquel ardor que experimenta-
ba antes de entrar en la sala de examen cuando era estudiante
y después, tan pronto comienzo, aquella especie de sensación
embriagante que también sentía entonces delante de los exa-
minadores…»12.
En ese sentido, Calamandrei también esperaba que los jueces se
empeñasen para hacer justicia en cualquier especie de demanda:
11 Presentazione del vol. 10 de las Opere Giuridiche de Calamandrei, Nápoles,
Morano, 1985, p. VIII.
12 Elogio, 4ta ed., cap. II.
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