Walter Benjamin: crítica cultural y literaria del proyecto moderno

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Sólo por mor de los desesperanzados nos ha sido dada la esperanza.

WALTER BENJAMIN

La cultura humana es esencialmente cualitativa, capaz de aprender de la vida y de la muerte a ecologizar lo real: lo que se opone al mero econo-mizar cuantitativo propio de la masiva producción capitalista.

ANDRÉS ORTIZ-OSÉS, proverbio

Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.

La cándida palabra es necia. Una frente tersa revela insensibilidad. Y si alguien ríe

es que no le ha llegado todavía

la noticia terrible.

¿Qué tiempos son estos, en que

es casi un crimen hablar de los árboles

porque eso es callar sobre tantas maldades?

Ese hombre que va tranquilamente por la calle, ¿es ya acaso inaccesible a sus amigos

en la necesidad?

Cierto: yo me gano la vida todavía...

BERTOLT BRECHT, «A los por nacer»

La obra de arte en la época de su reproducción técnica

La obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo que los hombres habían hecho, podía ser imitado por los hombres. Los alumnos han hecho copias como ejercicio artístico, los maestros las hacen para difundir las obras, y finalmente copian también terceros ansiosos de ganancias. Frente a todo ello, la reproducción técnica de la obra de arte es algo nuevo que se impone en la historia intermitentemente, a empellones

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muy distantes unos de otros, pero con intensidad creciente. Los griegos sólo conocían dos procedimientos de reproducción técnica: fundir y acuñar. Bronces, terracotas y monedas eran las únicas obras artísticas que pudieron reproducir en masa. Todas las restantes eran irrepetibles y no se prestaban a reproducción técnica alguna. La xilografía hizo que por primera vez se reprodujese técnicamente el dibujo, mucho tiempo antes de que por medio de la imprenta se hiciese lo mismo con la escritura. Son conocidas las modificaciones enormes que en la literatura provocó la imprenta, esto es, la reproductibilidad técnica de la escritura. Pero a pesar de su importancia, no representaba más que un caso especial del fenómeno que aquí consideramos a escala de historia universal. En el curso de la Edad Media se añaden a la xilografía el grabado en cobre y el aguafuerte, así como la litografía a comienzos del siglo diecinueve. [...]

La unicidad de la obra de arte se identifica con su ensamblamiento en el contexto de la tradición. Esa tradición es desde luego algo muy vivo, algo extraordinariamente cambiante. Una estatua antigua de Venus, por ejemplo, estaba en un contexto tradicional entre los griegos, que hacían de ella objeto de culto, y en otro entre los clérigos medievales que la miraban como un ídolo maléfico. Pero a unos y a otros se les enfrentaba de igual modo su unicidad, o dicho con otro término: su aura. [...]

La proletarización creciente del hombre actual y el alineamiento también creciente de las masas son dos caras de uno y el mismo suceso. El fascismo intenta organizar las masas recientemente proletarizadas sin tocar las condiciones de la propiedad que dichas masas urgen por suprimir. El fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse... Las masas tienen derecho a exigir que se modifiquen las condiciones de la propiedad; el fascismo procura que se expresen precisamente en la conservación de dichas condiciones. En consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política. A la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores culturales... La guerra es bella, ya que reúne en una sinfonía de tiroteos, los cañonazos, los altos el fuego, los perfumes y los olores de la descomposición. La guerra es bella, ya que crea arquitecturas nuevas como la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de las espirales de humo de las aldeas incendiadas y muchas otras... ¡Poetas y artistas futuristas... acordaos de estos principios fundamentales de una estética de la guerra para que iluminen vuestro combate por una nueva poesía, por unas artes plásticas nuevas! [...]

Fiat ars, pereat mundos, dice el fascismo, y espera de la guerra, tal y como lo confiesa Marinetti, la satisfacción artística de la percepción sensorial modificada por la técnica. Resulta patente que esto es la realización acabada del arte pour l´art. La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Éste es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.

[Walter Benjamin, «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica», en Discursos interrumpidos I, Editorial Taurus, Madrid, 1989, pp. 19, 25, 55-56, 57.]

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Conversaciones con Brecht

[...] 6 de julio.-Brecht, en el curso de la conversación de ayer: «Pienso a menudo en un tribunal ante el cual se me interrogaría. ¿Pero cómo? ¿Va en serio? Tendría entonces que reconocer: Pienso demasiado en lo artístico, en lo que le conviene al teatro, para que pueda por mi parte ir en serio. Pero cuando haya negado esta pregunta importante, añadiré una afirmación más importante todavía: a saber, que mi comportamiento está permitido». Claro que ésta es una formulación posterior en el curso de la conversación. Brecht no había empezado dudando de la licitud de su procedimiento, pero sí de su fuerza de penetración. Con la frase que partió de algunas observaciones que yo había hecho sobre Gerhart Hauptmann: «A veces me pregunto si no son éstos los únicos escritores que consiguen de veras algo: me refiero a los poetas sustanciales». Por tales entiende Brecht poetas que van absolutamente en serio.

Y para ilustrar esta idea, parte de la ficción según la cual Confucio hubiera escrito una tragedia o Lenin una novela. Eso se estimaría, explica, ilícito, algo así como un comporta-

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miento indigno de ellos. «Supongamos que usted lee una excelente novela política, y que después se entera de que es de Lenin; cambiaría usted de opinión sobre ambos y en contra de ambos. A Confucio tampoco le estaría permitido escribir una pieza de Eurípides, cosa que se hubiese considerado indigna. Pero no es éste el caso de sus apólogos». En una palabra, todo esto desemboca en la distinción de dos tipos literarios: por una parte, el del visionario, que va en serio, y por otra, el del reflexivo, que no va del todo en serio. En este punto planteo la cuestión de Kafka. ¿A cuál de los dos grupos pertenece? Ya sé que la cuestión no puede decidirse. Y que no se pueda decidir es precisamente para Brecht la señal de que Kafka, al que tiene por un gran escritor, [...] es un fracasado. Su punto de partida es, desde luego, la parábola, el apólogo que se justifica ante la razón y que, por tanto, no puede ir del todo en serio en cuanto a lo que se refiere a su letra. Pero dicha parábola está sometida a una configuración. Crece desde una novela. Y, vista de cerca, lleva en sí, y por sí misma, un embrión de novela. Jamás fue del todo transparente. Por cierto que Brecht está convencido de que Kafka no hubiese encontrado su propia forma sin el Gran Inquisidor de Dostojewski y aquellas otras parábolas en Los hermanos Karamazow, en las que el cadáver de San Staretz empieza a oler mal. En Kafka, por tanto, lo parabólico disputa con el visionario. En cuanto visionario dice Brecht, Kafka ha visto el porvenir sin saber de qué se trata. Subraya, como lo hiciera antes en Le Lavandou y de una manera para mí más clara, el costado profético de su obra. Kafka tuvo un problema y sólo uno, el de la organización. Lo que le impactó fue el miedo ante el Estado-hormiguero: cómo los humanos se hacen extraños unos a otros por las formas de su convivencia [...] Pero no encontró una solución y no se despertó de su ensueño angustiado. Brecht dice de la exactitud de Kafka que es la exactitud del inexacto, del soñador. [...]

Comienzos de agosto. «En Rusia domina una dictadura sobre el proletariado. Hay que evitar desligarse de ella en tanto lleve a cabo cometidos prácticos en favor del proletariado, es decir, mientras colabore a un equilibrio entre el proletariado y campesinado bajo, verificando preponderantemente los intereses proletarios». Unos días después habló Brecht de una «monarquía obrera», y yo comparé este organismo con los grotescos juegos de la naturaleza que en forma de un pez cornudo o de otras monstruosidades pueden sacarse de lo hondo del mar a la luz del día.

25 de agosto. Una máxima brechtiana: no conectar con el buen tiempo pasado, sino con el mal tiempo presente.

[Conversaciones con Brecht, en Walter Benjamin, Tentativas sobre Brecht. Iluminaciones III, Editorial Taurus, Madrid, 1975, pp. 138-140, 151-152.]

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Las afinidades electivas de Goethe

La bibliografía existente sobre las obras literarias sugiere que la exhaustividad en semejantes investigaciones debe cargarse en la cuenta de un interés filológico más que de uno crítico. Por eso el siguiente estudio de Las afinidades electivas, que también entra en detalles, podría fácilmente inducir a error sobre la intención con que se ofrece. Podría parecer un comentario; y sin embargo, está pensado como crítica. La crítica busca el contenido de verdad de una obra de arte, y en cambio el comentario su contenido objetivo. La relación entre ambos determina aquella ley fundamental de la escritura según la cual el contenido de verdad de una obra, cuanto más significativa sea ésta, tanto más discreta e...

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