Vivencias y saberes fronterizos

AutorM.ª J. Viguera Molins
Páginas57-62

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En fronteras: Madrid - Nueva York, románicas-arabismo

Me gusta recordarla en sus dos casas llenas de libros y papeles,1la neoyorquina tan cercana a la CUNY, y la madrileña, no lejana de la Residencia de Estudiantes, de la Junta para Ampliación de Estudios, con quien se sentía tan vinculada. Nunca le pregunté directamente (me parecía que ya habría ocasión, pues creía que no se nos acabaría el tiempo) porqué razones (pienso que hubo varias razones, y eso es lo interesante) decidió marcharse a Nueva York, pero me parece obvio el atractivo que sobre su espíritu, de grandes aperturas mentales aprendidas en su extraordinario contexto familiar,2ejercerían aquellos reconocidos centros del saber americanos.

La misma M.ª Soledad Carrasco Urgoiti (Madrid, 1922, Nueva York, 2007) escribió a veces sobre esto, como en su artículo «Divagación, para Susana, sobre la materia de Granada»,3en la Revista Hispánica Moderna, del Hispanic Institute, Columbia University, es decir: dirigiéndose en primer lugar a sus colegas neoyorquinos, y expresando que, además de motivos familiares y de «dar un soporte oral aceptable a mi familiaridad con el inglés escrito», enseguida «me percaté de algo, para mí decisivo...: las aulas, los semi-narios y la biblioteca de Columbia University me ofrecían todo lo que yo era capaz de asimilar, y más, para formarme como hispanista y profesora universitaria», y algo antes de este párrafo expresa algo tan diáfano como que «mi oficio lo aprendí de los maestros... especialmente Federico de Onís [Salamanca, 1885 - Puerto Rico, 1966],4Tomás Navarro Tomás [La Roda, Albacete, 1884-Northampton, Massachussets, 1979] y Ángel del Río [Soria, 1900 - Nueva York, 1962]», como también aprecia que «leí y escuché a Américo Castro (Cantagallo, Brasil, 1885 - Lloret de Mar, 1972), incansable en su búsqueda de las raíces y las conexiones subyacentes a lo español».

La comparación implícita entre todo lo que M.ª Soledad Carrasco Urgoiti encontró en la Columbia University y lo menguado que inmediatamente antes había hallado durante la primera mitad de los años cuarenta del siglo XX, en la Universidad Central, hoy

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Complutense, de Madrid, donde se licenció en Filología Románica, traspasa sus párrafos precedentes, donde también aclara que:

La lectura, en casa, de textos y de crítica básica -Menéndez Pidal, los ensayistas del 98 y Ortega y Gasset- suplió de algún modo las carencias de que por aquellos años adolecía la enseñanza de la literatura en Madrid. Y en algunas materias perduraba una alta calida: escuché clases inolvidables de historia del arte, muchas de ellas en el Museo del Prado; aprendí, por mérito de mis profesores, algo de fonética e historia de la lengua.5Y, enseguida, hila sus especiales recuerdos sobre sus «primeros trabajosos pasos, que lamentablemente fueron también los únicos para mí, en el aprendizaje del árabe», con la impresión de «haberme asomado un instante a un patio fragante, sabiamente calculado, exquisitamente labrado, y muy distante de mis habituales lugares de ensue-ño»; ni qué decir tiene que cada una de estas expresiones es significativa, y añade Soledad cómo a través de la Crestomatía de don Miguel Asín y de la docencia de don Emilio García Gómez: «la ardua tarea de iniciarnos en los mecanismos de una lengua clásica, totalmente ajenos a nuestros esquemas, iba unida a la emoción de un descubrimiento», y a continuación, tras ensartar sus hermosas y profundas «contradictorias impresiones» al traducir aquellos textos árabes, confiesa que no puede arrepentirse del tiempo que empleó «aprendiendo lo que pronto olvidaría», aunque bien nos parece que de alguna manera dejó su efecto, pues, y ahora voy a repetir la frase entera que, por necesidades del guión, cité en parte al comienzo de estas líneas, la misma María Soledad establece la conexión que, en alguna proporción, existe entre todo esto: «Y cuando más tarde leí y escuché a Américo Castro, incansable en su búsqueda de las raíces y las conexiones subyacentes a lo español, volvieron a iluminarse los fantasmas de la Crestomatía [Árabe para principiantes, con glosario y elementos de gramática, de Miguel Asín Palacios]».

Los testimonios sobre sensaciones y efectos que los niveles y posibilidades docentes e investigadores, en aquella Universidad Central de los años cuarenta, podían causar en quienes los vivieron son abundantes y sinceros, en cuanto reflejaban una realidad, transmitida en numerosas ocasiones por escrito... y sin embargo creo que la experiencia total tendría que haber sido vivida para captarla por entero, y así me explico la expresiva dedicatoria que María Soledad (firmando sólo «Soledad», apelativo para allegados) escribió, en la separata del artículo que venimos aquí extractando y comentando: «Para María Jesús Molins, que entenderá mejor que nadie la razón de estas páginas...». Mi madre, que luego eligió la licenciatura en Filología Semítica, fue compañera de María Soledad en los dos cursos de...

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