Ventajas de planificar el futuro

AutorGeoffrey Vickers
CargoDoctrina

Una América más opulenta, populosa, urbanizada y democrática tendrá

de seguro, que invertir una mayor cantidad de su Renta Nacional en el

planeamiento, creación, mantenimiento y control de su urbanística, así

como en defenderse de los crecientes peligros que se derivan de ella. de

esta Renta Nacional debe dedicarse más parte al establecimiento de

servicios que a la producción de bienes de consumo, y más bien para

servicios de tipo personal que, impersonales. Tales novedades implican

de por sí cambios, también en la mentalidad general, así como en las

instituciones, algunas de las cuales se destacan hoy día precisamente

por su incapacidad para adaptarse a los cambios. Esto nos señala las

áreas del peligro, necesitándose urgentemente un estudio y discusión al

respecto.

La especulación teórica puede ser positiva y creadora.

Las sociedades de tipo conservador no son insensibles al paso del

tiempo, pero su actitud respecto a él es muy diferente de la nuestra, y

en verdad envidiable: viven en un satisfactorio presente, separado del

pasado y del futuro por una deliberada ignorancia de cualquier cambio

disturbador y cómodamente instaladas al margen del progreso.

El siglo XIX en Europa, y aún más en América, tuvo una clara

percepción de haber dejado atrás todo un pasado, pero al propio tiempo

la ideología del progreso, tan en boga, escondía la visión del futuro en

una nube dorada. La humanidad vivía en un seguro presente que, aunque en

movimiento, consideraba al futuro como una mera prolongación de sí

mismo, sin implicar mayor problemática. Sin embargo, en la presente

centuria el futuro aparece con otro carácter: me nos profetizable,

escasamente controlable y más cargado de amenazas, mientras que el

presente resulta más constreñido y restringe el lapso de tiempo en el

que de hecho vivimos.

Por todo ello venimos a considerar a este nuestro mundo, en todas

sus facetas - política, económica, social y hasta en la puramente

material - más bien como un proceso que como una estructura dada; esto

es, como una corriente de complejas circunstancias que han de ser no

resueltas de una vez para siempre, sino continuamente reguladas; así, la

planificación consistirá en la consideración y ordenación de

innumerables variables que cambian con el tiempo. Incluso el diseño de

un edificio, ya sea para fábrica, oficinas, habitación, esparcimiento o

bien para el culto, habría de tener en cuenta la previsión de cuál será

el uso que se le vaya a dar por las siguientes generaciones.

Esta escasa perdurabilidad de las circunstancias trae consigo

confusión y puede entorpecer toda actividad previsora del futuro, puesto

que la planificación tiene unas lógicas limitaciones en cuanto a su

flexibilidad. Hay un límite que viene dado por el mínimo espacio de

tiempo que debe mediar entre el momento en que se inicia el proceso

planificador por sentirse alguna necesidad y el otro en el que el

resultado del plan se hace operativo en, orden a hacer frente a la

necesidad. Hay otra limitación respecto a los medios empleados por el

plan, límite que, ya se trate de un edificio o de una institución, no

está en función de su durabilidad, sino de su adaptabilidad a los

cambios que se operan, a las necesidades a las que sirve. Aún hoy el

límite respecto a la cantidad de cambios que podemos soportar en el

mundo en que vivimos (aunque nosotros mismos nos empeñamos en

modificarlo) y en nuestras maneras de pensar, sentir y actuar, que

tendemos a mantener y conservar, aunque tratemos de persuadirnos de la

conveniencia de cambiarlas.

De este modo, cuanto mayores son las necesidades a planificar, más

se va restringiendo el campo de acción. Cuánta sea tal limitación

depende de las actitudes de la sociedad en la que han surgido esas

necesidades. Cualquiera que sea la respuesta a ellas se derivarán

riesgos y costes. Por esto, el primer paso será asegurar que todos los

interesados y todos habrán de ser interesados se den cuenta de cuáles

sean las alternativas y qué significan éstas en términos de costo,

beneficio y riesgo.

Por tanto, una meditación prospectiva y previsora sobre el futuro

es valiosa en cuanto que, a través del diálogo, y las reflexiones que

éste engendra, nos hace ver y sentir de manera distinta lo que en el

presente nos está sucediendo; de este modo estaremos más preparados para

enfrentarnos con el futuro cuando éste venga. Habrá, pues, que comenzar

desde el presente, previendo sus posibles cambios, y así, en cierto

modo, tratar de crear el futuro. El objeto de esta reflexión, de esta

tarea especulativa, no es por tanto sólo la predicción teórica, sino la

creación positiva. La previsión, con su carga de temores y esperanzas,

deviene así como un factor de cambio respecto al sistema cuyo curso

estudie. Siempre nuestras ideas acerca del futuro, con frecuencia

semiinconscientes y muchas veces contradictorias, colorean y afectan a

nuestra manera de pensar y de actuar hoy. Cuanto más claras tengamos

estas ideas y sus consecuencias, con tanto más derecho podremos esperar

del futuro un máximo de esperanzas y un mínimo de amenazas.

En este estudio se intenta ilustrar acerca de cómo realizar tal

análisis. Puede que sea una vanidosa pretensión, especialmente por

hacerse sobre América por quien no es americano, pero además de que mis

opiniones al respecto han sido expuestas en la Gran Bretaña, tanto como

en los Estados Unidos, creo que este trabajo, cualesquiera que sean los

errores incidentales que contenga, puede ser útil al ofrecer un método

de cómo abstraer de entre nuestra confusa imagen del futuro aquellos

problemas de cambios y de resistencias al cambio (que no siempre serán

actitudes desacertadas) que puedan interesarnos y preverse precisamente

ahora.

Comenzaremos partiendo de la idea, generalizada en América, de que

en las primeras décadas del próximo siglo, los Estados Unidos serán un

país mucho más poblado, opulento y urbanizado. Esto creo que implica dos

cosas: la primera, deberá destinarse una mayor cuota de los recursos

nacionales, humanos y materiales, para planear, crear, renovar y

controlar la expansión del entorno urbano en el que se vivirá. En

segundo lugar, creo, aunque menos ciertamente, que la mayor parte de los

recursos humanos - no los materiales - se habrán de destinar a servicios

de tipo personal.

Cabe preguntarse ante ello qué cambios se hacen necesarios en la

disposición de los fondos disponibles, en las instituciones y en las

actitudes para operar tal redistribución de los recursos y cuáles de

estos cambios están produciéndose incluso hoy, pero demasiado lentamente

para lograr el bienestar y la seguridad general.

Estos son los campos que debemos delimitar desde ahora mismo, pues

en ellos el coste del cambio va a sentirse más fuertemente. Por nuestra

parte, haríamos muy bien en hacernos a la idea de pagar tal coste o bien

revisar todos los supuestos de que partimos.

En mi opinión, hay unas ciertas áreas de lento desarrollo que me

parecen claramente resaltables. Estas no se refieren a los recursos

disponibles ni a su manejo, sino a las instituciones y las actitudes, y

de manera particular a las instituciones del Gobierno, de la educación

y, en medida menor, las profesionales, así como a las actitudes de la

opinión pública concernientes a estos aspectos.

El medio ambiente, producto fundamental del mañana.

En la opulenta, populosa y urbanizada América del año 2000 tenemos

asegurado que la producción de bienes de consumo no representará ningún

problema. Será una actividad tan automatizada que en ella sólo

necesitará trabajar una pequeña parte de la población a...

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