El Velatorio de Don Justo

AutorColegio Provincial de Abogados de Cádiz
Páginas43-47

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Esta frase la repetía constantemente el padre del Picapleitos cuando éste empezaba como Abogado.

El relato que viene a continuación es la historia novelada y ficticia de cómo se dio a conocer nuestro protagonista El Picapleitos.

La historia empieza una aciaga y fría tarde de invierno en la que nuestro amigo El Picapleitos recibió una llamada de su padre, en la que le informaba del triste fallecimiento de su amigo Don Justo, quién fuera en su tiempo Juez de Paz Sustituto de Villatrabuco, hasta que desapareció el Juzgado de Paz al transformarse, con el crecimiento del pueblo, en Juzgado de Primera Instancia e Instrucción.

Don Justo había sido Juez de Paz Sustituto, nunca titular, desde los tiempos de la Segunda República, casi de niño, continuó con la Dictadura, cuando era el Jefe local del Movimiento, y finalizó después con la democracia convertido en adalid de las libertades, en el clásico hombre de izquierdas de toda la vida (para lo que resultó fundamental el hecho de que a la muerte del dictador se encontrara de vacaciones en Portugal, lo que con el tiempo transformó en un exilio voluntario), dando todo un ejemplo patrio de adaptación a los tiempos. Tenía fama en todo el pueblo de ser un hombre de Ley, para lo que su cargo y su ponderado nombre le ayudaban mucho, aunque fuera lego en Derecho y nunca hubiera tenido la ocasión de ver ni un solo juicio.

El padre del Picapleitos, guiado por el loable afán que tienen los padres de los Abogados jóvenes de buscarle asuntos, darle a conocer y situar a sus hijos, vió que había que aprovechar la ocasión y no dudó en decirle: "hijo, ha muerto Don Justo, tenemos que ir al pueblo, al velatorio, allí estarán las fuerzas vivas, el Juez, el Fiscal, y quien sabe si hasta el Presidente de la Audiencia, que conviene que te vayan conociendo. Es la ocasión ideal para que te conozcan". El Picapleitos tenía muy pocas ganas de ir, pues se estaba imaginando a su padre presentándole a diestro y siniestro, a conocidos y desconocidos con el tarjetero en la mano diciendo: "este es mi hijo, Abogado, de los buenos, se acaba de colegiar y ya ha ganado varios casos dificilísimos contra Abogados de renombre, así que ya sabes, aquí lo tienes, para cuando te haga falta; hijo, dale una tarjeta". El Picapleitos pasaba cierta vergüenza ante esta bienintencionada pero exagerada actuación de su padre haciendo las veces de improvisado manager de folclórica, pero no quería desilusionarlo, sabedor del interés de su padre porque le fueran conociendo, por lo que omitió decirle que Juez de Paz Sustituto de Villatrabuco realmente era algo así como el último del escalafón, una especie de pasante del pasante de otro pasante, bien poco, y que el velatorio no sería lugar de encuentro de la flor y nata de la judicatura.

Juez de Paz Sustituto de Villatrabuco realmente era algo así como el último del escalafón.

Sin embargo, cuando nuestro amigo El Picapleitos y su padre llegaron al tanatorio comarcal, sorprendentemente estaba allí todo el mundo, incluidos el actual Juez del partido judicial, el Fiscal y el Sargento Comandante del Puesto de la Guardia Civil, amén de otras personalidades menos relevantes. La presencia de tales ilustres dolien-

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tes obedecía al cumplimiento de la deuda de gratitud que tenían con Don Justo, hombre generoso, que invitaba asiduamente tanto al Juez como al Fiscal y al Sargento de la Guardia Civil a las cacerías que organizaba en una finca de su propiedad, en una época en la que ilustres jueces y...

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